Prólogo.

Ella dormía tranquilamente en su habitación, acostada en su gran cama con sábanas rosas, rodeada de peluches de todo tipo de animales, con su larga cabellera blanca cayendo por los costados de su cama.

Poco a poco fue abriendo sus ojos color rubí, viendo que aún la luz de la luna es lo único que ilumina su oscura habitación indicando que aún no ha salido el sol. Su garganta seca le enviaba señales de que necesitaba ir a tomar agua, así que se sentó en la cama dejando que sus pies tocaran el suelo para luego levantarse, dejando que su bata de pijama quedara arrastrándose por el suelo.

Caminó hasta la puerta de su habitación, tomando la perilla para abrirla, dejando que una fría brisa la golpeara en el rostro, sacudiendo suavemente su cabello blanco y provocándole leves escalofríos.

Notó el pasillo sumergido en la penumbra, dándole un poco de miedo a la pequeña, así que regresó a su cama, tomó su peluche de osito favorito y regresó a la puerta, atravesandola para llegar al pasillo.

Normalmente cuando le da sed o desea ir al baño, primero va a cuarto de sus padres a pedirle a alguno de los dos que la acompañen, aunque aveces puede ser valiente e ir ella sola. Aunque está vez no fue la ocasión.

Fue al cuarto de sus padres y notó que la puerta estaba abierta, cosa que no es muy común, así que se acercó a la habitación pasando rápidamente por el oscuro pasillo, abrió lentamente la puerta y vio que sus padres no se encontraban ahí, cosa que preocupó a la niña.

Su respiración al igual que los latidos de su corazón se empezaron a acelerar, agregando que también sus brazos y piernas empezaban a temblar demostrando así su creciente miedo. Salió de la habitación, giró su mirada hacia donde se encuentran las escaleras al piso de abajo y notó que había luz proveniente de aquel piso, así que abrazó su peluche aún más fuerte y corrió a las escaleras, bajando la rápidamente llegando así a la sala de estar.

Las cosas no estaban bien en aquel salón, todo estaba desordenado, los muebles estaban destrozados, el televisor tenía la pantalla rota, los adornos de la casa estaban rotos y esparcidos por todo el lugar, las ventanas rotas y también la puerta estaba abierta, con su perilla rota.

La peliblanca también notó esas marcas de mano rojas en algunas paredes de la sala, marcas que guiaban a la cocina. Asustada y aferrada al pequeño peluche, las sigue.

Mientras más se acerca a la cocina, las manchas rojas se hacían más frecuentes al igual que también se veían agujeros en las paredes, tan pequeños como una canica y también grandes como un puño de un adulto. Esas marcas hacían que el miedo de la niña vaya creciendo cada vez más, ella recuerda cuando vio una película de acción con su padre y esos mismos agujeros estaban en la paredes cuando usaban un arma.

Cuando llegó a la cocina, vio una escena que la dejó completamente congelada.

Sus padres tirados en el suelo sin moverse y completamente manchados de sangre, su madre estando boca arriba con sus ojos cerrados y al lado su padre boca abajo también con sus ojos cerrados. Él tenía a la mujer tomada de la mano.

El peluche cae de los brazos de la niña, mientras que lentamente a sus padres, temblando desde la punta de los dedos de sus manos hasta sus descalzos pies, completamente asustada se agachó y acercó su mano al rostro de su madre, manchandose un poco las menos con sus sangre.

—¿M-Mamá...? —trató de llamarla con la voz temblando—. ¿Por qué estás durmiendo aquí en la cocina? —preguntó inocentemente.

Llevó sus manos al torso de su madre para sacudirla suavemente y así tratar de despertarla, ella sin saber que ese "sueño" de sus padres será un sueño eterno.

—Mama, d-despierta... Deberías ir con papá a dormir a la cama... —siguió sacudiendola.

Más desesperada porque su madre no reaccionaba, la niña la toma de los hombro y con esfuerzo la levanta para acercarla a sí misma y abrazarla, llorando desconsoladamente.

—Miren a quien tenemos aquí. —una desagradable y rasposa voz masculina se escucha detrás de ella—. Es la niña que estamos buscando.

La niña peliblanca dirige su mirada hacia el dueño de aquella voz viendo a un hombre de cabello corto con una extraña máscara en su rostro tapando su nariz y boca.

—¿Qu-Quien eres? —la niña se aferra al cuerpo de su madre.

—No te preocupes, pequeña... Venimos a buscarte y a llevarte a un lugar mejor. —respondió el hombre de la máscara mientras se agacha para estar a la altura de la menor.

—Pe-Pero quiero quedarme con mami y papi...

—No te preocupes por ellos, ellos nos dejaron llevarte.

—Entonces... ¿Por qué están así y no se mueven?

—Se pusieron a jugar con nosotros y se cansaron tanto que hicimos que se quedarán dormidos.

—¿E-Estan muertos...?

—¿Que?

—¡U-Ustedes mataron a mis papás! —la niña deja a su madre en el suelo y sale corriendo de ahí, dejando al hombre atrás.

Él se levanta y lleva su mano a su oido—. La niña va para allá, detenganla.

La pequeña estaba en la sala tratando de abrir la puerta, pero inesperadamente la misma se rompe y entra un hombre con una máscara más o menos similar al que vio hace rato. Ella por el impacto terminó en el suelo, arrastrándose hacia atrás para alejarse del hombre.

—No te asustes pequeña, te vas a divertir mucho... —el hombre la trata de tomar de un pie, pero ella se levanta y escapa.

La niña corre por los pasillos hasta llegar a la escalera y subirla para luego entrar a su habitación encerrandose y escondiéndose bajo la cama completamente asustada.

—No tienes por qué esconderte, Eri... —el hombre que vio en la cocina es quien habla mientras se escuchan sus pasos del otro lado de la puerta—. Solo queremos ayudarte.

Ella se aferra a un peluche cercano que tenía completamente asustada mientras escucha al hombre hablar.

—Lo que podemos ofrecerte te hará la niña más feliz del mundo, por eso te estamos buscando —la perilla de la puerta empieza a moverse—. Créeme que te va a encantar todos los juguetes que tenemos para ti —entra a la habitación tras abrir la puerta.

Ella oculta su grito en su peluche abrazándolo fuertemente, aunque lo soltó al aire al momento de que inesperadamente su cama es volteada dejándola a ella completamente descubierta.

La pequeña se arrastra hacia atrás huyendo—. ¡Por favor, déjenme en paz! —exclamó completamente asustada.

Inesperadamente el hombre la jala del cabello levantandola y ella gritando de dolor—. Tranquila, vas a estar bien... —en eso, le suelta un golpe en la cabeza que la deja inconscientemente.

Tras eso, el hombre baja al primer piso con la niña en sus brazos, siendo visto por dos de sus compañeros que recién habían llegado.

—Quemen todo este lugar y dejen los cuerpos de los padres aquí, no puede haber algun rastro nuestro en este lugar —ordenó el hombre.

—A la orden, Overhaul —dijeron los otros dos para luego quemar las cortinas con unos cerillos.

El tal Overhaul salía de la casa que ya se empezaba a incendiar aún con la niña en sus brazos, afuera siendo esperado por una furgoneta negra, la cual se abre para luego él dejar a la niña ahí siendo amarrada a una camilla por un secuas suyo.

—Contigo, Eri... y con esa milagrosa sangre que tienes, el Shie Hassaikai será la organización más poderosa de Japón, e incluso del mismo mundo... —susurraba él mientras acariciaba un cabello de la niña—. Vámonos de aquí, la casa podría explotar en cualquier momento.

Los demás secuaces llegan y se suben a la furgoneta y a otro vehículos que estaban cerca para luego irse todos de ahí, dejando atrás a la casa la cual ya se estaba incendiando de manera grotesca, hasta finalmente explotar.

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Continuará...

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