19_ El beso

Desde que ha ocurrido este cambio en mí no he dormido bien. Está mal desvelarme por las noches y luego despertar temprano, para la escuela y hoy sábado, ha entrenar…
 
Es una putada real: Aron se coló en mi habitación demasiado temprano, obligándome a abrir los ojos.
 
—Otro rato y ya —sonó más como una súplica.
 
—Creí que la primera vez que me suplicarias sería en el acto sexual —él y sus comentarios de mal chiste. 
 
—No te esfuerces… —bostezo. —Ya sabemos que te atraigo sexualmente y también sabemos que tú a mí no —miento descaradamente levantando mi cuerpo para quedar sentada. Me pasó la mano por la cara para tratar de despertarme del todo. 
 
—Tengo más paciencia que vida.—ríe sádicamente. —Sé que vendrás a suplicar que te haga mía.
 
Lanzó mi almohada y él la cogió de una. Luego abre las cortinas dejando que el sol entre por la ventana; así anulaba toda posibilidad de que me volviera a dormir. 
 
—Te espero abajo, no tardes. 
 
Una ducha rápida y escoger la ropa. Necesitaba algo cómodo y elástico, ya que estaríamos de entrenamiento. 
 
Bajé directamente hasta la sala y ahí estaba. 
 
—¿Sabes hacer café?—lo miró extrañada al ver la tasa en su mano. 
 
—Tengo varios talentos ocultos. —Su sonrisa tan pícara como siempre. 
 
Lo ignoro totalmente al comenzar las noticias; solo se habla de la chica de rojo y los sistemáticos asesinatos de que la culpan. Para mí sorpresa hay uno que no me pertenece. 
 
—¿Estuviste de fiesta anoche?—menciona Aron mirando al televisor. —¿Enserio encontraste nada más estúpido por desafiarlos? 
 
Asiento. 
 
—Para mí no es nada estúpido, solo algo atrevido. —Cambio mi vista al letrero que está siendo reproducido por todos los canales. — No les temo y necesitan saberlo. 
 
—Aún no eres la mitad de lo que vas a llegar a ser —se da un sorbo de café, como si en la televisión no estuvieran mostrando la escena de un homicidio. 
 
Toda la prensa se pregunta:
 
¿Qué significan el sol y la luna? 
 
¿Será un mensaje? ¿Si estaré dejando mi marca? 
 
Todos aumentan su temor hacia mí.
 
Unos minutos más tarde cambian hacia el segundo crimen de la noche. Le doy una mirada a Aron y sonríe.
 
—Este es mío.—alza los hombros. —Te he dicho que extrañaba mi verdadero yo. No sabes cuánto me estaba reprimiendo para mantener las apariencias y no ser descubierto. —Se levantó y caminó hacia mí para sacarme de quicio. —Pero visto lo visto, a ti te da igual si tocan ahora mismo a la puerta. 
 
—No es divertido que vayas asesinando personas y me culpen a mí —estoy enfadada, no quería crímenes que no eran míos. Después de todo, no es mi estilo ahorcar a personas; prefiero ver la sangre correr. — Y volviendo al tema de esta estúpida hermandad de sol naciente, me dan igual ellos. Que vengan a por mí.
 
—Aun creo que fue algo precipitado de tu parte; no sabes con qué tipos de personas estás tratando. —le tuvo los ojos y cambió su postura, alejándose camino al pasillo. —Ahora tendré que hacer de niñera. 
 
—¡Ni se te ocurra! —le gritó y no respondió; solo siguió su camino. —No estoy jugando, Aron, no quiero que me estés jodiendo todo el día —voy tras él. —¡Aron, responde! 
 
—Bueno, demuestra que te puedes cuidar sola. —indica señalando al patio trasero.
 
Fue una larga y dura mañana; odiaba sus comentarios narcisistas, odiaba que me estuviera dando una paliza; era demasiado bueno en esto. 
 
Tuve que respirar profundo varias veces. Lo hacía para enseñarme a ser mejor, para ser más fuerte. 
 
—¿Y así pretendes vencer a alguien?—susurra en mi oído mientras tuerce fuertemente mi brazo, impidiendo que hiciera ningún movimiento. —¿Crees que puedes defenderte tú sola? —niega y aprieta más su agarre haciendo que suelte un pequeño quejido. 
 
Idiota.
 
Termina por soltarme. 
 
—Se que podré.—niega nuevamente. 
 
—No lo estás demostrando —ríe de medio lado. —Demuestra que no tendré que hacer de guardaespaldas. 
 
Salgo corriendo hacia él, lanzando un puñetazo que esquiva sin mucho esfuerzo. 
 
—Regla número uno; cuando tú oponente está esperando el ataque, no debes atacar; tienes que esperar el momento, pensar todas las posibles fallas y las posibles victorias. 
 
Vuelvo a atacar enfurecida y esquivo cada uno de mis golpes. 
 
—Regla número dos: no te aferres y haz caso a la regla número uno. —ríe a carcajadas mientras yo lo miro furiosa. 
 
—No eres competencia para mí —escupo el suelo y me cuadro. 
 
—Es cierto, no soy competencia, pero las personas que están ahí afuera sí lo son. Y están dispuestos a asesinarte. 
 
Tomo aire y comienzo a acercarme poco a poco con los brazos en guardia. 
 
—Tienes que visualizar sus debilidades. Deja que me acerque lo suficiente y barre mis pies haciendo que caiga al suelo. — Todos tenemos debilidades. 
 
Mi mira de arriba hacia abajo y estira su mano para ayudarme a levantarme. Era el momento, mi oportunidad; yo era su debilidad. 
 
Jalo bruscamente su mano ayudándome con los pies, haciéndolo caer sobre mí.
 
—Tuviste una debilidad —susurró simulando un cuchillo en su cuello. —Aquí estarías muerto. —sus ojos desprenden un brillo inmenso; me mira intensamente y no puedo evitar tensarme.
 
—Buena estudiante. —Pronuncia cambiando la vista esta vez a mis labios. 
 
Nos quedamos así por unos segundos que para mí duraron horas. 
 
—Mañana seguimos —lo empujó bruscamente alejándolo de mí.
 
—¿Qué pasó pequeña? ¿Te pongo nerviosa? —Esa estúpida y tan común sonrisa en su rostro hace que la sangre me hierva. 
 
Me acerco tanto hasta él, haciendo que nuestros labios rocen y encaro sus ojos con intensidad. 
 
—No me gusta, Aron —repito lo mismo de siempre. —No lo haces y no lo harás, así que no encuentro motivo para estar nerviosa. Sonrío, haciendo que mis labios se peguen a los de él. 
 
—¿Entonces si te beso no significaría nada?—niego. 
 
Sus labios son estampados con los míos; la pequeña distancia que existía ya no está. 
 
Sí, Aron Tamson me estaba besando. 
 
Y sí, sé que no significaba nada, que no me gustaba; pero el pequeño cosquilleo que hay en mi estómago decía todo lo contrario. 
 
El beso fue corto; solo duró unos segundos. Pero intensa, la sensación de sus labios sobre los míos aún permanece. Estoy adormecida. 
 
—¿Todo bien?—me mira curioso al verme pensativa. 
 
—No estuvo mal —digo restándole importancia al beso. —Que no se repita. 
 
Salgo camino a mi habitación sin esperar respuesta de su parte, pero antes de irme le doy una última mirada y la sonrisa nuevamente ahí… Esa estúpida sonrisa que tango me gusta. 
 

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