12._ Convivencia
Mi rostro lleno de sangre me miró en el espejo. Los cuchillos utilizados en el lavamanos destilaron el color carmesí que habían impregnado.
Respiro profundamente y pienso en cada minuto. Es cierto, lo había realizado. Había asesinado al agente de policía. Quizás él no era culpable de nada, simplemente por su trabajo, pero alguien debía pagar.
Me defendí con la felicidad de haber hecho algo al menos. No pude quedarme en mi hogar, pero al menos tenía la seguridad de que no estaba atado.
Aron no sabe que he cometido otro asesinato porque me escapé de su supervisión. Tampoco necesita saber todo lo que hago. Él dice que debo trabajar duro para controlar mis ansias.
Aprender a distinguir mis dos personalidades y sobre todo saber cuando usar cada una de ellas, tomar el control e impedir que se cambiaran a su gusto.
Es confuso, pero acababa de matar y el cuerpo me pedía más; esta sed de sangre se hacía más notable. Supongo que a esto es que se refería.
Retiro los guantes negros que cubrían mis manos y los dejo en el suelo. Retiro mi ropa manchada de sangre y me adentro a darme una ducha. El agua caliente hacía su trabajo, mientras mis manos recorrían todo mi cuerpo.
Hacía solo unos días que me había mudado aquí. Realmente, esta casa es enorme. Sé perfectamente cómo entrar y salir sin que Aron se de cuenta, y eso es bueno. Necesitaba seguir teniendo mi espacio aunque estuviéramos viviendo juntos.
La habitación que me ofreció es enorme, con baño incluído; es lo mejor que tiene. El imbécil tiene mucho dinero, algo que debía a ver deducido hace mucho. Incluso tiene sus criadas para la limpieza, una chacha que viene una vez por semana a limpiar. También tenía una para que le cocinara, pero al llegar yo quise agradecer de alguna forma la hospitalidad y al gustarme cocinar ví una buena oportunidad. Así que le pedí que me dejara hacerlo, así no me sentía tan en deuda.
La mudanza fue toda una locura; al final el don "si sabes contar, conmigo no cuentes" pagó para que varias personas hicieran la parte dura. Todas mis cosas están aquí junto conmigo en mi habitación, y todo lo demás lo guardamos en otro cuarto, incluídas todas las pertenencias de mi madre.
Al terminar la ducha, guardé mis cuchillos junto a los guantes en una pequeña caja bajo la cama. La ropa manchada de sangre la guardé en una bolsa para luego botarla. Si seguía así, pronto me quedaría sin ropa para usar.
Miro la hora y decido acostarme. Era realmente tarde y mañana tenía escuela.
(…)
El despertador suena y lo apago, molesta. No había dormido casi nada.
Mierda
Me doy una ducha matutina y bajo para hacer el desayuno. Ya me estaba arrepintiendo de brindarme a ser cocinera. Podría haber disfrutado media hora más de sueño.
Abro la nevera y saco todo lo que necesito para preparar el desayuno.
La licuadora comienza a dar vuelta y a su vez a hacer un ruido detestable. Ya lo hacía adrede, si yo estaba levantada tan temprano, él también.
—¿Otra vez?—veo que se hace notar en la cocina con cara de asco. — Te dije ayer que no la uses tan temprano.
—Lo olvidé—miento mientras sonrió.
—Te conozco, pequeña —dice sentándose en una de las banquetas. — Sé que lo haces para molestar. Lo ignoro y vuelvo a encender la licuadora, la cual había detenido al verlo llegar. —¡Es detestable! —grita para que lo oiga, pero sigo ignorándolo.
Hasta que no lo puedo evitar más y lo veo a mi lado arrancando el cable de la corriente.
—Pues como haya quedado el jugo, así te lo tomarás —digo sin darle mucha importancia.
—Creo que es mejor que eliminemos el desayuno de tus labores en la cocina. Bosteza. — Mejor empezamos a desayunar en la calle.
No me había percatado hasta ahora de lo mono que se veía acabando de levantarse. Sus ojos grises achinados, su pelo alborotado, su pecho al descubierto.
¡Mierda!
No me había dado cuenta de esto.
—Pensé que ya te habías adaptado a mi belleza —dice para luego darle un sorbo al jugo y hacer una mueca. —Esto está asqueroso.
Siempre tan engreído.
Mierda es que yo sé la ponía fácil, me quedaba mirándolo como boba.
—Solo me estaba fijando en lo feo que eres y se te resalta más al levantarte, —le sacó la lengua. —No me gusta, Aron.
—Eso es cuento, le gusto a todas —sonríe.
—No soy todas. —le doy una mala mirada y me pierdo entre las paredes camino a mi habitación.
Comienzo a alistarme para las clases. Aún debía pasar a recoger a Alex. Agarró mi mochila al estar lista y salió por la puerta trasera.
—¿Te ibas sin avisar?—dice el pelinegro, quien se encuentra recostado a la pared. —Es mi casa ¿En serio creíste que podrías entrar y salir sin que me diera cuenta?
Lo miro incrédula.
—No tengo por qué estar dándote explicaciones ni pidiendo permiso para salir. Sigo avanzando.
—No, pero sí deberías de decirme que has vuelto a asesinar. Lo miro mal.
—¡Bien si lo hice! —le gritó. —Ya está; no pasó nada.
—Recuerda que eres nueva en esto. No debes darte a notar, hay personas…
Veo que se calla de golpe.
—¿Hay personas qué?—niega. —Vamos, termina la frase —niega nuevamente. —Siempre con tus malditos misterios —doy la espalda y me voy.
De camino a casa de mi tía me tropecé con Stefany, quien venía a recogerme. Fue muy raro contarle que vivía con el profesor de literatura. Me inventé la historia del típico profesor preocupado por su alumna. Realmente me alegra tenerla a mi lado; luego de la muerte de mamá, ella ha estado ahí, me ha apoyado, e incluso me ayudó con la mudanza.
Es una buena amiga.
Al llegar a casa de mi tía Alex ya me esperaba listo.
—¡Hermana! —gritó mientras corría hacia mí.
Lo agarro en mis brazos.
—¿Listo para ir a clases?
¿Qué opinan de los misterios que esconde Aron? ¿Tienen alguna teoría?
En este capítulo quise darles un vistazo sobre cómo es la convivencia entre nuestros amados protagonistas.
En el próximo capítulo se vienen cosas jajaja tal vez salga a la luz alguno que otro secreto.
Besos.
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