Capítulo 7: Castigados.
Gray Fullbuster
Me desperté cuando la alarma sonó, Iván siempre ponía esa maldita alarma que tanto me molestaba y es que apenas podía dormir. Sé que mis ojeras cada vez eran mayores, pero es que no paraban de ponerme más y más clientes, ya no podía más y lo único que me confortaba era saber que pronto tendría los dieciocho años y podría largarme de aquí. Desde los siete años había estado trabajando para este orfanato, no veía el día en que por fin me libraría de ellos y podría ser libre, me llevaría a Naruto de aquí antes de que se enterase de las cosas que había hecho en mi vida porque sé que él no me entendería, hasta yo sentía repulsión por mi mismo, no podía meterme en la cabeza que alguien pudiera tan siquiera quererme pero ahí estaba Jellal, él me quería y no podía explicarme como no sentía repulsión por mí después de saber todo lo que hacía por las noches con los clientes.
Llevaba casi dos años saliendo con Jellal... dos años y aún no había tenido fuerzas ni valor para poder acostarme con él y eso me preocupaba. No podía pensar en sexo ni siquiera con mi pareja... odiaba el sexo, le tenía miedo y es que estaba harto de tener que hacerlo todas las noches con tanta gente... a la mitad ni los conocía, cuando salía de ese asqueroso trabajo sólo quería no tener que volver a pensar en el sexo. Para mí... lo que de pequeño pensaba que sería la experiencia más importante de mi vida... se había convertido en lo más odiado, en lo que más miedo me daba, no sé si sería capaz algún día de superar esto.
Me levanté y fui hacia el comedor a desayunar al ver que ya no estaban ni Jellal ni Sai aquí, seguramente ellos se habían llevado a Gaara y a Naruto al comedor para dejarme dormir un rato más. Se lo agradecía en el alma que hicieran eso por mi, todos los minutos extra que podía dormir los agradecía enormemente. Cuando llegué a la puerta del comedor, me detuve unos segundos y es que escuché la voz de Sai hablando con Jellal... venía del baño y escuché, no pude evitarlo.
- ¿Seguro que estás bien así Jellal? – le preguntaba Sai.
- Sí, Gray es todo lo que necesito en mi vida – le decía.
- Pero ese miedo que tiene...
- Lo entiendo – le dijo Jellal – en su vida ya no hay sitio para el sexo, se ha cansado de él, lleva demasiados años haciendo esto. Me conformo con tener sus besos y sus caricias, es todo lo que necesito.
- ¿Pero no te habría gustado estar con él? Quiero decir... tener sexo, saber que estáis al cien por cien juntos.
- Claro que me gustaría pero... Gray no puede más – le dijo Jellal – aquel chiquillo que entró la primera vez en el orfanato no tiene nada que ver con este Gray de diecisiete años. Ya no es aquel dulce e inocente niño, le han hecho daño, lo han atemorizado, lo han humillado y destrozado y yo no lo haré más. Si no quiere tener nunca más sexo respetaré su decisión, le amo y puedo buscar sexo en otro lado si él no puede dármelo o incluso puedo masturbarme yo mismo, pero no renunciaré a él porque no pueda tener sexo con el miedo que le han implantado desde niño. Sigue siendo el Gray al que adoro, por él haría cualquier cosa.
- Lo sé – le dijo Sai – sólo digo... ¿No hay una forma de ayudarle a superar ese trauma? – preguntó.
- No lo creo, lleva desde los siete años haciendo esto, créeme cuando te digo que Gray ya no ve el sexo de la misma forma, es imposible que él vuelva a darle una oportunidad.
Apoyé mi espalda en la pared y me dejé resbalar hasta el suelo. Sabía que Jellal me quería y también sabía lo mal que lo pasaba con mi decisión de no tener sexo, sé que me entendía pero aún así me hacía sentir tan culpable por no poder darle todo lo que necesitaba. Me habría encantado tener sexo con él, darle lo que fuera pero no podía, el sexo para mí sólo era sufrimiento, sólo lo hacía por obligación, ya no significaba nada. Tenía miedo, sé lo que era el sexo... dolor, clientes, dinero... podía estar con hasta diez clientes en una noche, no podía por el día pensar en más sexo, mi cuerpo dolía demasiado. Lloré en aquel pasillo y es que me sentía tan culpable por Jellal, él merecía un chico que pudiera darle lo que yo ya no podía, estaba sucio, tenía miedo, no podía ofrecerle absolutamente nada excepto mis besos y mis caricias ¿Qué vida era esa para nosotros? ¿Quién iba a quererme ahora? Nadie me querría tal y como estaba, nadie querría a un pobre chico que se había prostituido toda su infancia y que ahora no podía tener sexo voluntariamente, me iba a quedar solo y lo sabía.
Jellal salió en aquel momento viéndome sentado en el pasillo llorando y se agachó conmigo preocupado abrazándome. Me abracé a él llorando y podía ver aún las marcas de las cuerdas de anoche en mis muñecas.
- ¿Qué te hicieron? – me preguntó Jellal cabreado al ver mis marcas.
- Lo siento – le dije – yo no... no pude evitarlo.
- Dios mío Gray – exclamó Sai – hay que cubrirte eso, si lo ven en el instituto...
- Lo sé – les dije – lo siento... sólo os creo problemas a todos.
- No es cierto, tú no nos creas problemas, son los de este orfanato los que nos dan problemas a nosotros.
- Iré a buscar algo para ocultarle esas marcas – dijo Sai marchándose por el pasillo y se lo agradecí.
- Lo siento Jellal, siento no poder ser suficiente para ti. Yo quería tener sexo contigo de verdad... yo... lo intentaré – le dije llorando.
- No Gray – me dijo abrazándome – no hace falta que intentes algo que te da tanto miedo. Yo lo entiendo. Sólo tienes que seguir ofreciéndome tus besos, con eso seré feliz.
- ¿Cómo puedes quererme tanto sabiendo todo lo que sabes de mí? – le pregunté.
- Eres dulce y tierno – me dijo – eres inteligente, un gran chico que ha estado en el lugar equivocado demasiado tiempo. No es tu culpa que te hayan obligado a llevar esta vida Gray, no necesito el sexo, sólo tu bondad, tu gentileza, tu dulzura.
Jellal me besó con suavidad y cerré los ojos dejándome. Me sentía a gusto a su lado, sentía que era el único que podía entenderme, que sabía por lo que pasaba, que era el único que entendía lo suficiente de mí como para poder ayudarme. Sólo un año, era lo único que pensaba yo... un año y no tendría que volver a hacer nada que no quisiera, podría marcharme.
- Aguanta Gray – me dijo Jellal abrazándome, tratando de darme ánimos y me agarré a él con fuerza.
Escuchamos un carraspeo y al girarnos, Sai estaba allí trayendo unas muñequeras que había conseguido encontrar y algo de hielo para bajar la hinchazón de mis doloridas muñecas. Se lo agradecí y me pusieron el hielo envuelto en un trapo. Me sentía tan culpable... porque encima por mi culpa nos habían castigado a todos a permanecer durante hora y media en el aula de castigo al finalizar las clases, tenía que dejar de pelearme... lo sabía, tenía que dejar de meterme en líos pero era tan difícil de conseguir cuando todos los profesores me echaban a mi la culpa de lo que hacían todos los demás niños con padres...
Jellal me ayudó a ponerme las muñequeras y me acompañó al baño a limpiarme las lágrimas. Buscamos a Naruto cuando estuve mejor y le acompañé como siempre al parque con una sonrisa. Cuando miraba a Naruto... todas mis dudas de por qué hacía todas las noches esto desaparecían, él era feliz, no había perdido esa sonrisa dulce e inocente y no permitiría que la perdiera.
Terminé de cruzar el parque junto a Jellal cuando dejé a Naruto y Sai se nos unió tras acompañar a Gaara. Cuando entraba hacia el gran patio para ir al edificio, mi vista se cruzó con nuestro tutor que estaba aparcando su coche y saludaba a sus compañeros de trabajo. Se giró a mirarnos unos segundos y yo aparté la mirada enseguida algo ruborizado. Seguí a mis compañeros hasta clase y me senté en mi sitio pasando de las clases... miraba por la ventana y pensaba en lo que haría dentro de un año cuando pudiera salir del orfanato, en cómo pediría la custodia de Naruto y me lo llevaría.
Sasuke trató de hablarme un par de veces pero yo pasé olímpicamente de él, ni le presté la más mínima atención y una vez acabada la clase, se levantó enfadado cogiéndome del cuello de la camiseta y obligándome a mirarle, pero Jellal lo separó de mí y Sai se levantó enseguida también por si necesitábamos ayuda, pero no, Sasuke sólo estaba cabreado porque no le hacía caso.
- No voy a discutir contigo Sasuke – le dije recogiendo mis cosas y marchándome – hoy no me apetece.
- ¿Tienes miedo o qué? – me preguntó.
- No te tengo miedo, pero no quiero más líos, al final los niños pijos y ricos como tú siempre salen bien parados y es a mí a quien castigan.
- Te castigan porque te lo mereces – me dijo – estás siempre en todos los líos, sólo te he pedido que hablases conmigo.
- Pero yo no quiero hablar contigo – le dije serio – no puedes obligarme a hablar con alguien que no quiero.
- Todo el mundo quiere hablar conmigo – me dijo sonriendo de forma egocéntrica.
- Pues yo no estoy interesado en hablar con un mimado de papá – le dije – quizá es que los demás quieran llevarse bien contigo por ser hijo de quien eres, querrán algo, a eso se le llama amistad por conveniencia y yo no quiero nada de eso Sasuke, no me interesa nada de ti, no quiero nada de ti, ni siquiera necesito que me dirijas la palabra.
- Yo no tengo amigos interesados – me gritó enfadándose y golpeándome.
Me tiró al suelo de un puñetazo y aunque Jellal también le golpeó a él, el resto de compañeros alejaron tanto a Sai como a Jellal dejando a Sasuke libre para que se lanzase encima de mí dispuesto a golpearme. No quería pegarme contra él porque sabía que me castigarían a mí pero ahora mismo... creo que ya me iban a castigar igualmente así que le pegué el puñetazo para alejarlo tirándole también al suelo y me quejé por el dolor en la muñeca. Intenté levantarme del suelo pese al dolor que tenía todo mi cuerpo pero Sasuke fue más rápido que yo tirándose encima de nuevo y agarrando mi muñeca con fuerza evitando que pudiera pegarle pero al quejarme por el dolor, se detuvo de golpe con el puño en alto mirando la muñequera y apartándola para ver las marcas horrorizado.
- ¿Quién...? – fue a preguntar cuando Natsu entró por la clase lanzando los libros con fuerza sobre la mesa en claro signo de enfado.
- Todos a vuestros sitios, ya – gritó y todos se movieron a sus asientos mientras Sasuke se levantaba de encima.
- Los señoritos Jellal, Sai, Gray y Sasuke se quedarán una hora más al finalizar las clases. Ya que tantas ganas tienen de hablar y pelearse, se quedarán a contarme qué narices os pasa por la cabeza y arreglaréis este asunto, estoy cansado de vuestras peleas. ¿Queda claro? – preguntó enfadado y los cuatro asentimos.
Cuando la clase se acabó los que habíamos sido nombrados nos quedamos y Sasuke me miraba aún con esos ojos de lástima hacia las muñecas y yo las escondí tratando de que dejase de mirarlas, odiaba que la gente indagase en mi vida. Todos salieron y Natsu cerró la puerta mirándonos fijamente.
- Bien... ¿Alguien puede explicarme porque no podéis estar ni un día tranquilos? ¿Por qué ha sido esta vez la pelea? – preguntó Natsu.
- Un malentendido – le dije – no tenía nada que hablar con el Uchiha y no dejaba de agobiarme.
- Discúlpame por intentar ser amable y querer hablar contigo – dijo en tono irónico – eres un borde sin remedio.
- Y tu un egocéntrico orgulloso que cree que por ser hijo de un político todos debemos ir detrás de ti halagándote.
- Tú no sabes nada de mi vida.
- Tú menos de la mía – le dije enfadado.
- Por favor – dijo burlándose – tú no sabes lo que es ser el hijo de un político... me controlan hasta para ir al baño para que no cometa locuras, me traen al instituto con guardaespaldas, no puedo salir de fiestas ni hacer locuras para no dejar en ridículo a mi familia, no puedo moverme sin que todos los periodistas estén encima mío esperando que cometa el más mínimo error, es no tener libertad.
- Que pena me das – le dije en tono burlón – tú al menos tienes alguien que se preocupa por ti, tienes padres, gente a la que le importas. ¿Qué no tienes libertad? ¿Te crees que nosotros sí? Yo sólo soy un crío a disposición del estado, si un día muriera nadie se acordaría de mí, nadie sabría jamás quien fui en cambio tú saldrías en todas las portadas, tú eres importante, nosotros no somos nada para la sociedad – le dije.
- Tenéis libertad de movimiento – me dijo enfadado – podéis ir dónde queráis sin que os agobien, sin tener que dar explicaciones de lo que hacéis.
- Basta ya los dos – dijo Natsu – Sois como críos, porque no podéis intentar entender la postura del otro.
- Le entendería mejor si me contase como se hace esas heridas que siempre trae – dijo Sasuke chivándose de mis heridas y yo escondí aún más mis manos metiéndolas entre mis piernas avergonzado, pero Natsu me vio.
- Gray... déjame ver eso – me pidió.
- No – le dije enfadado – no tenéis derecho a meteros en mi vida.
- ¿Qué ocultas Gray? – me preguntó Natsu - ¿Qué pasa ahora? ¿Te da vergüenza que veamos las marcas de tus peleas? ¿Por qué ha sido esta vez? ¿Estás metido en drogas? – preguntó y me molestó que me tratase como si fuera un delincuente, yo no había tenido ese tipo de problemas jamás.
- No – le dije enfadado.
- ¿Tanto te gusta pegarte por ahí? ¿En cuántas peleas tienes que entrar para sentirte mejor?
Creo que Natsu no entendía nada de lo que me pasaba, no acertaba ni una y con cada una que sumaba me enfadaba más y más, estaba empezando a odiar a este profesor... acabaría odiando a Natsu Dragneel. Traté de contar hasta diez antes de contestar, no quería faltar el respeto a un profesor pero... me estaba resultando tremendamente difícil aguantar la sarta de tonterías que estaba escuchando. ¡Como siga así le odiaré seguro!
- ¿Cuántas veces te han esposado para dejarte esas marcas? ¿Tantos líos tienes que montar? ¿Estás contento cuando te detienen o qué? – preguntó.
Miré hacia Jellal que me pedía que me calmase, pero no podía, lo intentaba pero no podía. Yo no era un delincuente, no me habían apresado, no estaba en problemas de drogas, no me metía en peleas... yo no era la clase de chico que Natsu creía y estaba tratando de hacerme ver que era.
Me levanté de golpe cogiendo mis cosas y aunque Natsu me gritó enfadado que volviera a sentarme, que seguía castigado, yo me marché pegando un portazo. No quise cometer ninguna falta más contra un profesor porque le habría golpeado allí mismo, ¿Qué narices pensaba ese profesor que era yo? ¿Creía que por no tener padres y vivir en un orfanato tenía que estar metido en problemas de drogas o peleas? Era idiota. Salí fuera al patio y en un rincón me senté y lloré mirando mis marcas... recordando como todas las noches hacían conmigo lo que querían toda esa gente a la que no conocía, esa gente que sólo pagaba por disfrutar un rato de mi cuerpo, esa gente a la que me obligaban a satisfacer si quería proteger a Naruto. Yo no era un delincuente como Natsu creía... pero no podía explicarle esto, no podía contarle a nadie lo humillado que estaba, lo sucio que estaba ya. ¡Sólo un año más! Pensé tratando de calmarme.
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