Capítulo 63: Boda

Gray Fullbuster 

Hacía ya por lo menos un mes que no había visto a nadie. Mi vida había pasado a estar al pendiente de Kabuto, él salía a trabajar por las mañanas, algo que me alegraba porque así podía estar un rato tranquilo y a salvo de sus continuos acosos. Odiaba a este tipo y más de una vez había pensado en cómo asesinarle. Cuando entraba por la cocina para prepararle la cena y veía los cuchillos, me daban ganas de coger uno y apuñalarle. Cuando iba por uno de los pasillos y veía alguna escopeta de las que utilizaba para ir a cazar los fines de semana con sus colegas, yo la miraba con ojos deseosos de utilizarla contra él, pero no sabía cómo funcionaba, yo jamás había utilizado armas, suponía que era apuntar y disparar, debería soportar el retroceso y poco más, pero me daba un poco de miedo utilizarla, aún así lo pensaba bastante, esas ideas no se me iban de la cabeza.

Otra de las cosas que pensaba era en escaparme, pero por más que había buscado una llave para irme, no había encontrado ninguna, Kabuto las mantenía lejos de mí. Había revisado toda la casa, hasta las ventanas tenían rejas y me sentía como si estuviera en una maldita prisión, no tenía escapatoria, no podría salir de aquí jamás. Llegué a pensar en llamar a la policía, pero Kabuto había cortado la línea, estaba incomunicado y supe... que estaba perdido, este sería mi hogar para siempre, Kabuto sería al único a quien vería de nuevo.

Esta casa era aburrida y muy agotadora, principalmente porque yo tenía que hacer todo, limpiaba, cocinaba, recogía... Kabuto me trataba como si fuera su criado y para colmo, tenía que responder a sus deseos sexuales y no eran escasos esos momentos precisamente. Odiaba tener sexo con él, sus juegos raros, sus sonrisas lascivas y sus gritos declarando que le daría el hijo como fuera, tenía miedo de quedarme embarazado de él.

Yo trataba de pensar en Natsu, cerraba los ojos con fuerza y me imaginaba que era Natsu con quien estaba realmente, trataba de disfrutar todo lo que podía aunque la situación era complicada, al fin y al cabo... seguramente no volvería a ver al chico del que me había enamorado. Nadie se preocuparía tampoco por mí, sólo era un chico de la calle que había desaparecido, ni me buscarían o puede que sólo mis amigos más cercanos intentasen que les hicieran caso y me buscasen, pero no creí que funcionase pese a la insistencia que pudieran tener.

Estaba limpiando la grasa y el aceite de la encimera de la cocina cuando tuve que salir corriendo al baño. Vomité absolutamente todo el desayuno y creo que hasta parte de la cena de la noche anterior, me encontraba fatal desde hacía unas semanas, pero yo trataba de ocultar los síntomas. Me daba miedo estar embarazado y que Kabuto lo supiera, no quería estar embarazado de él.

Lloré en silencio sentado en el suelo del baño. Por más que me acurrucase seguía sintiéndome fatal, ya no podía más, no aguantaba más daño ni físico ni psicológico, sólo quería que todo acabase de una vez, quería estar muy lejos de Kabuto.

En algún momento pensé en suicidarme pero... ahora que creía estar embarazado no podía hacerlo, tenía miedo y era un cobarde para hacerlo, yo no quería ser el asesino de mi hijo y menos sabiendo que aún podía ser de Natsu. Estaba en una encrucijada, no podía decírselo a Kabuto, no quería darle esa alegría al idiota de él, tarde o temprano se enteraría, se iba a notar pero... no quería darle ninguna alegría y si tenía que dársela, que tardase en recibirla.

Supongo que pensaría que el niño era suyo, era una posibilidad, pero él no se imaginaba que el cincuenta por ciento de la probabilidad la tenía Natsu. No sabía de quién era el niño pero lo quería igualmente, era mío, un ser vivo estaba naciendo en mi interior y eso era un don. Aún así... tampoco sabía seguro si estaba embarazado, era probable que el estrés y la presión psicológica a la que estaba sometido por Kabuto me hiciera pensar cosas extrañas, hasta podía tener un embarazo psicológico por culpa de su insistencias, de todas formas no podía comprobarlo, Kabuto no me dejaba salir así que no podía ir a la farmacia a comprar unas pruebas, ni podía ir al médico. Me quedaría con la duda un buen tiempo.

Miré mis manos pese a las lágrimas que nublaban mi vista, estaban destrozadas, supuse que de estar fregando constantemente, de estar con productos químicos, esto me esperaba el resto de mi vida. ¿Cómo sería tener un hijo en esta casa? ¿Kabuto le educaría a su manera? A mí seguramente no me dejaría ocuparme de su educación y acabaría pareciéndose a él, eso no me gustaba en absoluto. Un hijo con Kabuto debía de ser aterrador.

No tardaría en volver, así que me sequé las lágrimas y me marché a seguir con los quehaceres del hogar. Esto era un aburrimiento, no había nada que hacer en esta casa. Estaba terminando de recoger el despacho de Kabuto cuando sentí una mano pasar por encima de mi hombro con algo en ella, un libro. Me sorprendí y aunque al principio abrí los ojos, luego intenté hacerme el desinteresado continuando limpiando la mesa de polvo con el trapo.

- Es para ti – me dijo cuando vio que seguía limpiando.

- No lo he pedido – le dije con seriedad.

- Vamos Gray, sabes que quiero estar contigo, quiero verte feliz.

- No puedo ser feliz a tu lado, guárdate tus regalos, no los quiero.

- Sé que te gusta leer, vamos. Cógelo.

- He dicho que no – le grité dándole un manotazo y tirando el libro al suelo.

- De acuerdo, veo que sigues enfadado conmigo, ya se te pasará. Tendrás mucho tiempo para asimilarlo, sólo te lo había traído para que no te aburrieses tanto.

- ¿Y crees que puedes comprar mi felicidad con un libro? – le pregunté – no sabes nada de la felicidad.

- Yo soy feliz, estoy contigo.

- Yo jamás seré feliz a tu lado, da igual los regalos que me compres, te desprecio en lo más profundo de mí ser.

- Ya será menos Gray, tranquilo... aprenderás a quererme, tenemos todo el tiempo del mundo.

Cuando Kabuto se marchó miré el libro aún en el suelo, había traído un clásico de Shakespeare, me gustaban los clásicos aunque había tenido muy pocos en mis manos, el orfanato no compraba libros de esta clase. Kabuto me conocía bien, tantos años siendo un cliente había conseguido aprenderse muchas cosas y eso que yo trataba de hablarle poco sobre mis gustos, sobre mi vida.

Cogí el libro y me senté en el suelo abriéndolo. Kabuto lo tenía todo planeado. Sonreí cuando empecé a leer el libro, me gustaba leer y seguramente Kabuto ahora estaría contento por haber conseguido algo, yo esto no lo veía como algo para enamorarme de él como Kabuto lo veía, jamás podría quererle, era imposible.

Esa noche me tocó soportar de nuevo el sexo con Kabuto, no tenía más remedio pero tampoco ayudaba en nada, me quedaba quieto y le dejaba hacer lo que quisiera, yo no quería colaborar en nada de todo esto. Kabuto no tardó mucho en acabar y se iba a quedar dormido enseguida, lo sabía, solía pasar así casi siempre, pero hoy algo sucedió, algo diferente.

- Vamos a casarnos – escuché que decía y abrí los ojos incorporándome a mirarle.

- No voy a casarme contigo.

- Mañana mismo – siguió hablando pasando de mí.

- He dicho que no voy a casarme contigo.

- Si lo harás Gray, seremos una familia.

- Déjame ya – le dije casi llorando – no te quiero ¿Por qué no lo entiendes?

- Pagué mucho por ti cuando eras niño.

- Eres un enfermo, un depravado, te odio.

Dio igual cuantas veces dije que no estaría con él. Por la mañana trajo los papeles y me obligó a firmar. Traté de resistirme todo lo que pude, pero fue imposible, al final y tras hacerme daño, no tuve más remedio que firmar los malditos papeles de compromiso para evitar que siguiera haciéndome daño. Ahora sí pensaba que todo estaba ya perdido, pronto acabaría enterándose hasta de mi embarazo y tendría un serio problema.

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