Capítulo 26: Pasado
Sabaku No Gaara
Todo iba de mal en peor y no parecía tener solución. Me sentía un poco culpable por lo que le había pasado a Sai, era mi culpa que estuviera herido y es que si no le hubiera medio convencido para fugarnos... quizá no se lo dije, no hablé con él, no podía pero... si le hubiera detenido. No pude hacerlo, tenía tantas ganas como él de salir de aquí, en realidad... quería sacarle a él de este problema porque le amaba desde hacía meses, casi desde el primer día en que llegué y él me protegió del resto de niños, de los profesores, de los directores. Él sufría las vejaciones que los adultos llevaban a cabo y yo sólo quería que le dejasen en paz, que pudiera tener una vida lejos de todo este infierno. Me equivoqué, para nosotros no había un lugar seguro.
Cuando nos trajeron de vuelta se llevaron a Sai. Querían castigarme a mí pero él se puso en medio como siempre y al final... sólo se lo llevaron a él. Me sentía tan culpable de que siempre me estuvieran protegiendo. Puede que Naruto no entendiese del todo la gravedad del asunto, sabía lo de las palizas, los golpes, pero él no podía imaginarse hasta qué punto llegaban los maltratos de esos hombres, yo lo había visto con mis propios ojos pero no me atrevía a hablar, desde el asesinato de mis padres, no me atrevía.
Sólo algunas palabras había conseguido decir y supongo que era mi forma de protegerme, de que todo el mundo supiera que yo no hablaría y no era un problema, al final me había acostumbrado a mis silencios. Me gustaría decírselo a Naruto pero sé que si lo hacía, me metería en un problema con Gray y no quería eso. Él también me había protegido en algún momento y sé que protegía a Naruto, no podía poner en peligro a Naruto por hablar yo, así que hice lo de siempre... callarme.
A Sai me lo devolvieron a la habitación bastante tarde y venía llorando. Tal y como abrieron la puerta lo lanzaron al suelo y cerraron tras ellos. Me levanté corriendo de mi cama para ir a por él y lo cogí entre mis brazos aunque se quejó enseguida del dolor. Le ayudé a ponerse en pie y se apoyó en mí para conseguir llegar a su cama. Tal y como se tumbó bocabajo ya no se movió y yo no podía dejar de ver su espalda lacerada sangrando.
Fui corriendo al cuarto de las chicas y desperté a Ino para que me ayudase. Casi tuve que tirar de ella del sueño que tenía, pero en cuanto vio a Sai, se desperezó enseguida ayudándome a curarle. Me enseñó lo que tenía que hacer en los siguientes días y cómo debía aplicarle las curas por si acaso ella no podía venir en algún momento, aquí ninguno estábamos a salvo de los directivos del orfanato, ni siquiera las chicas.
Esa noche dormí abrazado a Sai aunque tampoco es que pudiera dormir mucho. No dejó de sollozar por el dolor en toda la noche y yo tenía miedo de hacerle daño si me movía demasiado, así que me dediqué a acariciarle el cabello y dormir apenas algunos minutos, porque cuando notaba que me dormía, trataba de despertarme enseguida para estar con él.
Cuando Jellal volvió el domingo, yo estaba curando las heridas de Sai. Ya no lloraba y trataba de no quejarse, pero yo sé que seguían doliéndole. Jellal entró preocupado por Gray pero al verme curando a Sai, se acercó con rapidez para enterarse de lo que había ocurrido aunque yo no le dije nada. Intentó quitarme de las manos el algodón con el que le estaba curando las heridas pero moví mi mano evitando que lo cogiera, no quería que nadie más tocara a Sai y menos Jellal que se había marchado todo el fin de semana dejando a Gray aquí solo. Por su culpa no estaba Gray en el orfanato y estaba en un hospital, eso nos había comentado Naruto que no había pegado ojo estos días de la angustia que tenía encima.
Jellal trató de averiguar que era lo que ocurría, pero creo que lo descubrió rápido cuando Naruto enfadado apareció por la habitación tirándose encima de él y tratando de golpearle por haberse largado todo el fin de semana sin preocuparse de lo que le ocurriría a Gray aunque la verdad... creo que Naruto se sentía culpable porque todo pasó el día que él tampoco estaba. Desde luego era muy típico de Gray preocuparse por los demás antes que por él, había conseguido sacar a su hermano pequeño de todo este lío y él afrontó las consecuencias de que todos faltásemos ese día.
Tuve que dejar de curar a Sai para ir a detener a Naruto y es que pensé que sino lo paraba... tendríamos dos heridos contando a Jellal. No había forma de calmar a Naruto, pero Jellal empezando a entender lo que podía haber ocurrido, se marchó por el pasillo y bajó las escaleras marchándose hacia el hospital.
Por la mañana me desperté entre los brazos de Sai y cuando toqué su frente supe enseguida que tenía fiebre. Su respiración estaba desacompasada, podía ver como le costaba respirar y sudaba... sudaba mucho. No quise despertarle pero cuando me moví para salir de su cama, noté como cogía mi cintura y abría los ojos.
- ¿Ya te vas? – me preguntó y yo sonreí - ¿Hora de levantarse... verdad? Vale, iré a clase – yo negué con la cabeza pero él se incorporó dándome un casto beso en los labios – estaré bien Gaara, no te preocupes, volveré a medio día.
Desayunamos en el internado y recogí los periódicos en cuanto terminé para irme a trabajar. Sai como todas las mañanas me acompañó hasta el parque pero yo veía lo mal que se encontraba. No paraba de toser y estaba ardiendo, aún así estaba empeñado en ir a clase. Yo no podía hacer nada para quitarle esa obsesión y acabó dándome un suave beso de despedida tratando de marcharse.
Me sentí un poco ofendido de que sólo me diera ese pequeño beso y tiré los periódicos al suelo corriendo hasta él para cogerle del brazo y girarlo hacia mí. Se sorprendió al ver mi cara de cabreo pero yo decidido como iba, agarré el cuello de su camiseta y lo empujé hacia mi juntando de nuevo sus labios a los míos, besándole con pasión y colando mi lengua para jugar con la suya. Eso era un beso de verdad para mí y no permitía que hiciera algo menos que esto después de haberle ofrecido todo de mí. Él sonrió en cuanto nos separamos.
- Te quiero Gaara – me dijo – pero tengo que irme a clase ¿Vale? Pero esta tarde estaré contigo al completo.
Solté su camiseta tras aquellas palabras y traté de sonreírle para que se quedase tranquilo. Sai me sonrió también y se marchó de camino al instituto. Yo me esperé allí inmóvil hasta que le perdí de vista y luego me quedé pensando cómo sería el instituto. Bueno... ya sabía cómo era el instituto, yo había ido el primer año antes de que ocurriera todo el accidente con mis padres, pero me preguntaba... ¿Todos mis amigos seguirían allí? ¿Todo estaría como siempre? Mi vida había dado un giro radical pero no parecía afectar a nada ni a nadie más, ni siquiera mis antiguos amigos habían tratado de ponerse en contacto conmigo o quizá es que no sabían dónde estaba, ya no tenía ni idea de lo que pasaba.
Yo no era como Sai o como Jellal... ni siquiera como Gray o Naruto, yo recordaba a mis padres, sabía lo que era una vida familiar pero me la habían arrebatado de golpe y la echaba de menos. Ellos no sabían lo que era sentirse querido, sólo conocían el dolor del orfanato, no sabían nada de la vida fuera de ese lugar pero yo lo había vivido, sé que había algo mejor que esto y me habría gustado tanto poder enseñarles lo que era la vida de verdad, no el sufrimiento y el abuso del orfanato porque el orfanato se aprovechaba de estos chicos que no habían llegado nunca a saber lo que era una familia.
Sonreí entristecido recordando todo aquello y volví donde había dejado los periódicos para empezar a trabajar. Lo último que me faltaba ahora es que por mi culpa siguieran castigando a mis amigos, así que quería vender todo esto y cuanto antes. Desaté los periódicos y empecé a venderlos.
Sinceramente... Naruto tenía mucha más facilidad que yo, él era abierto, extrovertido y siempre sonreía pero claro... él no sabía las cosas que ocurrían en ese orfanato y podía seguir manteniendo su inocencia y pureza, eso es lo que Gray siempre había tratado de proteger en él, pero yo ya sabía lo que ocurría, no vendía los periódicos con gusto, sabía que ese dinero se lo quedaría el orfanato, era para los directores que maltrataban a nuestros amigos y me daba asco tener que trabajar para ellos, pero también sabía que era mejor esto a lo que tenían que hacer los demás, no podía despreciar la ayuda que me habían dado, ellos pagaban por mí, para que no me cogieran a mí para esos trabajos. Yo no quería defraudarles, así que vendía los periódicos.
Generalmente me los compraba la gente que iba con prisa y no tenía tiempo de parar en un quiosco o en alguna papelería, ni siquiera solían saludar, iban ocupados con sus teléfonos móviles, ocupados discutiendo, hablando de negocios importantes o a saber... pero a mí lo que me importaba era que dejasen el dinero y cogieran el periódico.
Estaba ocupado en ello cuando al dar un periódico a un ejecutivo perfectamente arreglado con su traje y que no paraba de hablar por el móvil, vi al fondo a dos individuos que hablaban y se dirigían hacia la otra zona del parque. No me habría percatado de ellos si no fuera porque uno de ellos lo reconocí como uno de los que entró en mi casa. Sólo había podido ver a uno cuando bajé la escalera encontrándome a mis padres, pero era aquel hombre que estaba frente a mí y me dieron unas ganas enormes de vomitar al recordar la sangre de mis padres esparcida por todo el suelo del salón.
Aún podía escuchar los gritos de mi hermana, podía escuchar las risas de aquellos hombres, era imposible que me quitase esa imagen de la cabeza... tenía la sangre y el rostro de aquel hombre grabado a fuego en mi mente. ¿Cómo podían estar aquí? no lo sabía pero yo sólo pensé en una cosa... en mi hermana ¿La tenían ellos? ¿Qué había pasado con ella?
Uno de los hombres me miró pero ni se percató de mí, ellos no me vieron aquel día y quizá por eso es por lo que me salvé, a saber qué suerte hubiera corrido si me hubieran visto. Prefería no pensar en aquello. Vendí los periódicos lo más rápido que pude y salí corriendo hacia el orfanato tirándome en la cama a llorar en cuanto entré por la habitación. Por lo menos tuve que ir dos veces al baño a vomitar por el maldito recuerdo y cuando Sai llegó... se le notaba preocupado por no haberme visto en el parque.
- Ey Gaara ¿Estás bien? – me preguntó viéndome vomitando en el baño y yo le negué con la cabeza.
No... no estaba bien y aunque traté de hablar para contárselo la voz no me salía ¿Por qué diablos no me salía? Quería contárselo, quería poder decirle lo que me pasaba pero Sai no conseguía entenderme y era normal, estaba demasiado alterado y al final... Sai acabó abrazándome sin poder entenderme. Pero... ¿Quién diablos iba a suponer que había visto a aquellos hombres? Nadie podía saberlo si no lo decía. Sai supuso muchas cosas... desde que me encontraba mal, a que estaba enfermo, pasando porque me había deprimido por a saber qué y hasta que recordar lo que el orfanato hacía me había sentado mal... pero no era nada de eso... no supe expresarme para decírselo, sólo pude abrazarme a él y tratar de consolarme.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top