Cuento 1.-El niño que escuchaba a las estrellas
En un pequeño pueblo, hace tanto tiempo que los humanos recién estaban descubriendo la magia, un mundo dónde los humanos eran vistos como no menos que seres inferiores a la par de los goblin. Pocos podrían usar magia, y muchos menos son lo suficientemente habilidosos para ser considerados magos.
En dicho lugar, un niño, sentado sobre una roca, mira con atención el cielo estrellado, inconsciente del resto del mundo. Desde que nació, sintió una conexión especial con las estrellas mismas, como si le estuvieran llamando.
—Todavía no... no puedo escucharlas... —murmuró.
En ocasión, si pusiera atención, podría escuchar como si las propias estrellas le susurrasen algo, más nunca pudo entender lo que dicen.
—Qué niño tan extraño —declaró uno de los hombres adultos.
—Solamente déjalo estar —respondió su mujer, diciéndole que se vuelva a dormir.
Todos los días solían ser así, en cuanto las noches caen, aquel niño se queda atónito mientras observa las estrellas, intentando comprenderlas, intentando alcanzarlas.
—¿Sigues despierto? —pregunta su abuela, Elenya.
El niño por primera vez desvió la mirada del cielo en toda la noche, negando con la cabeza ante la pregunta de su abuela.
—Ya veo, ¿Lograste entender su llamado hoy? —pregunta con una sonrisa, mientras acaricia el pelo de su nieto.
Una vez más, el niño niega con su cabeza.
Tras la muerte de los padres del pequeño y de su esposo, Elenya es la única que quedó para cuidar de él. Ya era una anciana, la única dentro de este pequeño pueblo nómada. Desde que son humanos, no hay un solo lugar de descanso en este vasto mundo.
Por la mañana, recorren largas distancias en busca de sustento, tanto alimentos como cualquier cosa que pudiera servir. Y siendo ese estilo de vida, Elenya sabe que no le queda mucho hasta que sea abandonada por no poder seguir el ritmo del grupo. En estos pocos meses que su cuerpo pueda aguantar, planea enseñar tanto como pueda a este niño, lo suficiente para que al menos pueda sobrevivir.
—Entiendo, pero, debes de dormir, mañana volveremos a caminar por un denso bosque, así que es necesario que descanses lo suficiente —dice con una sonrisa.
El niño suelta un suspiro, pero opta por hacer caso a su abuela, yéndose a dormir sobre su regazo.
—¿No puede escucharnos?
—Bueno, es un humano.
—Para que se haya fijado en él, en un mundo como este, raro.
—Demasiado raro.
El niño abrió los ojos, mirando en todas direcciones.
—...
Pero, no pudo entender dónde está, justo frente a él, está una mujer rubia con dos pares de alas como ángeles, leyendo tranquilamente un libro mientras se mece sobre su sillón que parece ser de madera, varias estanterías rodean el lugar dónde están.
—....
El niño se mantuvo en guardia, aparecer en un lugar desconocido y frente a un ser desconocido, no hace más que poner en alerta a todos sus instintos.
—Tardaste más de lo que creí, pensé que tendría que hacerlo por la fuerza —dice con tranquilidad.
Antes de saberlo, el niño está vistiendo ropa que nunca antes ha visto, un elegante traje, y está sentado en una mesa exageradamente larga, dónde justo en el lado opuesto, está esa mujer.
—No es magia —dice la chica.
Antes de volver a aparecer a su lado, sirviéndole algo en una taza que apareció justo delante de él, dónde antes no había nada.
—Pero, puedo enseñarte a usarla, a cambio quiero que seas mi profeta ¿Sí? —dice con una sonrisa.
Puede que fuera en aquel momento, que su destino cambió por completo, llegando al lugar dónde todos los magos sueñan con siquiera pisar, más nunca nadie antes lo había logrado.
—Bienvenido a la biblioteca de la eternidad, Etheryon.
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