Capítulo 27.-Un pasado que aceptar
Siento una opresión en mi pecho, recuerdos que no creí tener, vinieron a mí, uno tras otro, sin parar y haciéndome sentir incluso peor.
—...
La oscuridad que me rodea es espesa, como un manto que se cierra sobre mí. Aunque este es algún lugar de mi mente, aunque se supone que es dónde debería sentirme segura ¿Por qué me encuentro tan impotente ante mi otro yo?
—¿Qué pasa? ¿Hemos recordado? —dijo con desdén—. Pensaste que podríamos escapar, ¿No es así? Jugar a ser una buena niña, escondernos bajo una fachada... debe ser realmente conveniente para nosotros el estar olvidando frecuentemente. Pero, al final, nada ha cambiado, seguimos siendo iguales.
No pude evitar desviar la mirada, no quería verme, no quería ver lo que solía ser, ya no soy más esa persona ¡No lo soy!
Y-Yo... ¡No soy tú! Ahora so-
—¿Y quién somos entonces? ¿Una dragoncita? ¿La hija adoptiva de los Lomannes? ¿La prometida del príncipe de Durkiz? No podría hacer otra cosa más que aplaudirnos por haberlo intentando con tanta fuerza, pero... al final, esto es lo que somos, este "yo" es la manera en que nos vemos... no podemos perdonarnos por haberlo hecho, por haber matado a mamá.
La presión sobre mi pecho aumenta, con cada palabra que sale de "mí" boca, me aplasta un poco más. Miro mis manos temblorosas y las veo manchadas de sangre.
Miro al suelo, veo su cuerpo, el cuerpo de mi madre y una botella rota en una de mis manos, estamos bajo la lluvia y al voltear, ahí está padre, incrédulo.
El otro yo sonríe, complacido y el lugar comienza a inundarse.
¿Con qué?
Ah, ya sé... esto es... ¿Culpa?
—¿Qué crees que harían si supieran lo que hicimos? ¿Crees que podrían perdonarnos y estar a nuestro lado como si nada? ¡Matamos a nuestra propia madre! Nadie querría tener cerca a tal monstruo, podemos pretender ser lo que sea, pero nunca podremos cambiar lo que hicimos, así reencarnemos un millón de veces. Porque en el fondo, siempre seremos la misma clase de repulsivo ser.
—¡Eres un inútil! —gritó, tambaleándose hacia mí—. ¡Mírate! Nunca debí haberte tenido, maldita basura, deberías agradecerme que no te aborté cuando tuve la oportunidad ¡Cuán arrepentida estoy!
Estoy en la única habitación del departamento maloliente que rentamos, el único para el que nos alcanza, mi cuerpo está lleno de cicatrices y quemaduras de cigarro. El olor a alcohol inunda la casa, igual que todos los días.
Cerré los ojos, esperando la golpiza de todos los días.
¿Mi nombre? Nunca tuve uno, nunca me dieron uno, para ellos era como si fuera una decoración más. Nunca fui a la escuela, lo que es más, incluso si buscas en el registro civil a mi madre, aparece como que nunca tuvo hijos.
¿Por qué nadie me ayuda? Esa pregunta pasó miles de veces por mi mente, pero, para la gente, no era asunto suyo y simplemente lo dejaron pasar, incluso a los vecinos les daba igual.
Mientras no se metieran con ellos, nos dejarían en paz, y así fue.
Tras la golpiza diaria, me encogí en un rincón, deseando finalmente desaparecer, deseando terminar con esto. Padre, igual que siempre, está por algún lugar de este pequeño infierno, pero no hace nada, nunca lo hace.
—...
Nuestras miradas se encuentran, pero solamente mira hacia otro lugar, antes de finalmente marcharse.
Lagrimas se acumular en mis ojos, mientras recuerdo todos y cada uno esos momentos.
—...
El otro yo me miró con decepción.
—¿Lloraremos por papá? Él nunca nos quiso... No nos defendió, no nos salvó. Solamente nos dejó sufrir. Él sabía en lo que nos convertiríamos, en lo que ya éramos, solamente era cuestión de tiempo.
Era una tarde lluviosa, otro día más en ese infierno. Como todos los días, me quedé encerrado mientras mamá y papá salen. Mamá volvió a regresar con otro hombre del cual se despidió en la entrada. Otra vez borracha y furiosa, balbuceando sin sentidos.
Miré su cuello, miré la botella a un lado mío.
Perdí el raciocino, ni siquiera supe lo que hice hasta que al instante siguiente, estaba el cadáver de la cosa que solía llamar como mamá, y un charco de sangre, yo estaba manchada de esa sangre.
Tenía heridas y mi ropa rasgada, pero mamá estaba muerta. Yo la maté.
Papá se quedó perplejo delante de la puerta.
"Será mejor que nos vayamos" Fue lo que dijo.
Papá solamente me llevó a un lugar lejano, cuando se acabó el combustible, caminamos y caminamos, hasta que llegamos a un solitario callejón, dónde acabó con su vida.
"Mi mayor error es haberte traído a este mundo" Fueron sus últimas palabras.
¿Por qué nací? ¿Cuál es la razón? ¿Qué sentido tiene haberlo hecho?
Nunca lo supe, ni al principio, ni al final.
Me quedé en silencio, un silencio ensordecedor. Sin risas crueles ni miradas burlonas de mi otro yo, ahora flotando en medio de esta 'culpa'. Con una oscuridad que poco a poco me consume.
Mis manos siguen manchadas de sangre, yo misma lo estoy, mi anterior yo lo hizo, yo lo hice.
Soy una asesina, lo fui y lo seré siempre.
Pero ¿De verdad es mi culpa? Fueron ellos quiénes me tuvieron, quiénes en lugar de protegerme me golpearon. Yo... esa solamente fue algo natural ¿No? Algo que debía pasar.
Cerré mis ojos, intentando no pensar más, no quiero saber más. No quiero sentir más dolor, esta culpa que me aplasta.
Al final, era cierto, nunca me quisieron, aunque me negué a creerlo pese a todo, aunque quise creer que en algún lugar de ellos, me querían como su hijo. Tal vez solamente estaban demasiado rotos para hacer algo, para cambiar. Pero, de verdad que nunca les importé.
Continúe hundiéndome.
—¿Para que nací? ¿Por qué tuve otra oportunidad? Yo más que nadie....
Nada bueno podía salir de esas basuras, si ellos fueron así ¿Qué se podía esperar de alguien como yo?
"¡¿Cómo vas a estar bien?! Debiste estar asustada y sufrir mucho"
"Porque, aunque no seas de sangre, eres nuestra hija"
Yo...
¿Puedo cambiar?
Aunque soy así, ellos esperaron tanto de mí.
—...¿Y si... puedo cambiar? No soy ninguna buena persona como ellos creen, pero... ¡Quiero cambiar!
El otro yo vuelve a aparecer, con el ceño fruncido.
—¡¿Cambiar?! ¡¿Crees que puedes escapar de lo que somos?! ¡No hay redención posible! Nosotros matamos a mamá con nuestras propias manos, ¡Destruimos nuestra familia y papá se mató por nuestra culpa!
—¿De verdad ellos eran algo a lo que llamar familia? —musito.
El otro yo me miró con incredulidad, incapaz de creer lo que acabo de decir. Luego, su expresión se transformó en ira y desprecio.
—¡¿Qué no eran nuestra familia?! —Escupió sus palabras como veneno—. ¿Te atreves a decir eso? ¡Eran lo único que teníamos! ¡Aunque nos golpearan, aunque nos despreciara, al menos nos reconocían como su sangre! ¿Qué somos entonces? Ese intento tuyo de jugar a la casita... ¡Es tan desagradable! Deberíamos habernos muerto en ese callejón para ya no despertar nunca más... jugar a ser alguien más... tener otra oportunidad ¡No tenemos redención!
Miré sus ojos. ¿Estaba llorando? Ah, ya veo...
Cerré los ojos, todo lo que dice es cierto, en parte. Eran mi familia, pues me dieron la vida, pero también fueron quienes me la quitaron poco a poco, con cada día que pasaba. Aunque quiera negarlo, pese a todo, una parte de mí sigue aferrada a esa idea, y esa parte es lo que tengo enfrente de mí.
"¡Eres una inútil! ¡Nunca debí haberte tenido!"
Una frase, que aunque sencilla, me ha moldeado más de lo quiero admitir.
Pero, a diferencia de antes, ahora tengo una familia, no sé si es la mejor... pero, estoy segura de que para ellos... soy especial, no es que hayamos convivido mucho tiempo, pero me han dado más de lo que merezco, incluso un nombre.
—...
No pude evitar sonreír.
—¡¿Por qué sonríes?!
—¿Ya no vas a hablar de "nosotros"? —Pregunté mientras me acerco con lentitud.
La culpa, aunque no ha desaparecido, ha pasado a segundo plano.
—Sí, la maté... —Admití, sin duda y sin dejar de avanzar—. Lo sé. Es algo que nunca podré borrar. Algo que no podré cambiar, yo fui quién acabó con su vida.
—¡¿Porqué?! ¡No vengas, no te acerques! —Me mira con sorpresa, tristeza y lagrimas saliendo de sus ojos.
—Su muerte no definirá lo que soy, mi pasado no definirá mi futuro... Por el motivo que sea, se me ha dado otra oportunidad, esta vez puedo elegir lo que haré... y elijo no ser esa persona otra vez.
La oscuridad que me rodea comenzó a disiparse con lentitud, con cada palabra que digo, se está yendo lentamente, no ha desaparecido, todavía puedo sentir el peso de esa culpa, pero ya no me aplasta. Están ahí, como cicatrices, pero ya no me dominan.
—Ahora soy Irmyl, sólo eso —musito—. Soy alguien que en su vida pasada cometió un crimen, pero, eso no quiere decir que no puedo intentar ser mejor. No para redimirme, ni para ser perdonada, solamente para demostrar que puedo ser algo más.
—¡No puedes cambiar! —gritó, con voz temblorosa—. ¡Siempre seremos lo mismo! Una persona rota que destruye todo lo que tiene, ¡¿Cómo puedes siquiera pensar en que podrás cambiar?! Al final, destruiremos a todos los que queremos, los haremos sufrir.
Me detuve delante de mi otro, yo, ahora es como mi yo actual, ahora es Irmyl.
—...
Sequé sus lágrimas.
—No sé si lo lograré, pero quiero intentarlo... —dije con suavidad—. Siempre serás parte de mí, lo que hice, lo que fuimos... todo seguiré siendo parte de esta yo. Pero, ahora puedo ser alguien diferente.
—...
Hubo un nuevo silencio, ahora de su parte.
—¿De verdad podemos? ¿Podemos cambiar? ¿Podemos permitirnos eso? —dijo con la voz rota.
Asiento.
—Mi nombre es Irmyl Lomannes, una reencarnada, sin nombre... que murió en la miseria... ahora hija adoptiva de una familia noble, tengo amigas en las que confiar, una familia amorosa y el apoyo de muchas personas ¡Por supuesto que podemos cambiar! —declaré con una sonrisa.
—...
—Adiós —dije como palabras finales.
Tras eso, finalmente desapareció, con una sonrisa.
Desperté en aquella aula, sintiendo extrañamente ligera.
—Bien, ¿Cómo te sientes? —Me preguntó el profesor Tiberius.
—Mejor que nunca —digo con una sonrisa.
El profesor pareció algo sorprendido al principio, aunque de inmediato sonrío y procedió a revisar si no tenía ningún otro problema.
—Sólo por precaución, no trates de usar magia hasta mañana —declara con una sonrisa.
—Sí~ —respondo con entusiasmo.
Tras eso, se dio la vuelta y me puso un espejo frente a mí.
—¿Quién es esa? —pregunto.
En el espejo, hay una chica humana, totalmente pelinegra, sin cuernos, ni alas, ni cola.
—Parece que al entrar en armonía con tu magia, te permite transformarte por completo en humana, seguramente puedas cambiar entre tus tres formas con libertad —dice el profesor.
—¿Eh? Pero, será difícil acostumbrars-
Antes de que pudiera decir otra cosa, volví a la normalidad.
"¿Puedo cambiar con el pensamiento?"
Ahora pensé en ser un chico, y efectivamente delante de mí ahora hay un chico.
—¿Magia sin canto? —El profesor Tiberius se ve genuinamente sorprendido.
Para ahorrarme problemas, preferí volver a mi forma normal. Sobre todo desde que llevo el uniforme femenino.
—Um... debo reportar esto por si asistes con otra forma —declaró visiblemente agotado.
—Lamento los problemas —comento.
Tras un rato, me despido del profesor, y dada la hora, lo mejor sería volver directamente al dormitorio.
Karla me ve de inmediato y corre hasta llegar a mí.
—¡¿Cómo se siente?! Si le duele algo, por favor dígamelo para encontrar la mejor manera de lidiar con ello —declara mientras revisa mis brazos.
—Estoy bien —digo con una sonrisa—. Creo que nunca había estado mejor.
—Que alivio —dice con un gran suspiro.
La miro, antes de cerrar los ojos.
—Lamento preocuparte tanto, no he hecho más que darte problemas —digo con sinceridad.
—Está bien, dame todos los problemas que quieras, ¡Los voy a solucionar todos! —exclama con orgullo.
"Mañana será un gran día"
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