Capítulo 12.-El pasado de los Lomannes
Día tras día, la vida era igual, trabajando desde que el sol sale hasta que se vuelve a ocultar.
No pasó mucho tiempo hasta que la noticia de la aparición de un nuevo rey demonio se difundiese alrededor de todo el mundo, sin nada mejor que hacer, decidió involucrarse con el ejército.
Pelea tras pelea, se fue forjando un nombre, un día y antes de darse cuenta, era tan fuerte que incluso podría llegar a compararse con el propio héroe.
No tardó en llamar la atención de las grandes familias de Ikronia, aunque por comodidad y conveniencia, terminó por optar por una que estaba en claro declive desde hace varias décadas atrás, mientras pudiera llevar una vida cómoda poco podría importarle los lujos que otros le ofrecían.
Es así como conoció a su primera esposa, la joven y enfermiza heredera de los Lomannes, hija única del actual Lord, debido a que este mismo se negó a casarse con
—Ella es mi única hija, Flora Lomannes —declara el anciano duque con una sonrisa llena de amor.
—Es un placer conocerla —Edmond se arrodilla frente a Flora.
La cuál solamente atinó a sonreír débilmente, no es que precisamente le entusiasme la idea de casarse, sin embargo, ella más que nadie comprende la urgencia de que esto suceda y por qué precisamente escogieron a Edmon sobre cualquier otro candidato.
Incluso la propia corona se encuentra preocupada ante la pérdida de estatus de una familia tan importante.
—Levanta la cabeza —declara Hugo Lomannes, el actual cabeza de familia—. Te he escogido porque confío de tus capacidades, yo mismo te he visto en acción... además, si vas a ser parte de la familia, sería mejor que confíes más en nosotros ¿De acuerdo, Edmond?
Edmond asiente.
—Sí, señor —dice mientras se pone de pie y hace una reverencia.
—Así está mejor —declara Hugo mientras se lleva la mano al mentón—. Por ahora se te instruirá en lo básico de etiqueta y...
"No me queda mucho tiempo de cualquier forma" Pensó Flora, totalmente ajena a lo que su futuro esposo y su padre estuvieran charlando, ya era un tema sin importancia para ella a estas alturas.
—Rosa —Musita Flora.
—¿Necesita algo? —La sirvienta personal de Flora se acerca a su ama.
Rosa Raharison, hija de una humilde pareja de panaderos y que actualmente se encuentra sirviendo por voluntad propia a la enfermiza señorita de los Lomannes.
—Solamente, quiero tomar algo de aire —dice cabizbaja.
—Entendido —responde Rosa con una cálida sonrisa—. ¿Traigo su frazada? Pronto anochecerá después de todo.
Flora asiente, mientras se queda esperando en el pasillo a que su sirvienta vuelva.
"Si tan sólo hubiera tenido un cuerpo normal" musita para sí misma.
Después de todo, a diferencia de otras personas, no es sólo que tuviera poco o nulo maná, sino que incluso su vida estaba siendo drenada por una extraña enfermedad, si bien desde pequeña ha sido bastante más delgada que otras niñas o su cabello había sido de colores claros, ahora mismo su pelo se tiñó de un extraño color blanco.
La joven señorita de los Lomannes nació sin magia, tal cosa podría ser escuchada de vez en cuando por el territorio.
"Por mi culpa, todo lo que padre ha construido..."
Mientras estaba perdida en sus pensamientos, no notó que se aproximaba Edmond, un par de años más joven que ella.
"Quizás dieciocho" pensó, intentando calcular de forma mental la edad de su futuro esposo.
—¿Estás bien? Te ves cansada —preguntó con un tono monótono.
—Sí —responde Flora con una sonrisa—. Lo estoy.
Sin embargo, Edmond podría decir perfectamente que solamente era cuestión de tiempo para que ella fuera sobrepasada por su enfermedad.
Incluso podría verlo en su mirada, la misma mirada que tenían otros soldados en el campo de batalla, soldados que sabían que solamente era cuestión de tiempo para que sus vidas acabasen.
—¿No tienes miedo? —preguntó Edmond.
—...
Flora supo de inmediato a que se refería, no le pareció grosero en lo absoluto, más que nada porque pudo identificar que el hombre frente a ella, estaba genuinamente confundido por su accionar.
—No, es algo que siempre he sabido desde pequeña... tarde o temprano, voy a morir —musita con una sonrisa.
—...Eres fuerte... —declaró Edmond.
—¿Eso crees? —Le responde Flora, sorprendida.
Nunca esperó recibir tal halago de un hombre que ha lucho en cientos de campos de batalla a tan temprana edad y en un período de tiempo tan corto.
—Además, mi destino siempre ha estado dictado, ya sea que el héroe derrotase al rey demonio o no... moriré el próximo año, puede que incluso en menos tiempo —dice sin dejar de sonreír.
Edmond se quedó sin palabras.
—Ya veo... durante mi tiempo libre ¿Puedo ir a verte? —pregunta con indiferencia.
—¿Eh? Ah, sí —responde Flora extrañada.
Tras eso, se despidieron y al instante llegó Rosa con una sonrisa pícara.
—Por fin alguien cayó en los encantos de la señorita ¡Por fin, era cuestión de tiempo!
—¿De qué hablas? No hay forma —responde Flora—. Además, no tiene caso si de todas maneras moriré.
—¡No hable así! Estoy segura de que el lord encontrará alguna forma de salvarla antes de tiempo —exclama Rosa.
Flora solamente atinó a sonreírle a su criada, prácticamente se han criado juntas, así que seguramente ella sea de las que más sufra con su partida.
"De cualquier manera, no creo que Edmond venga"
—Tienes razón, lo siento.
Si bien Rosa no terminó de tragarse esas disculpas, solamente optó por aceptarla ya que no es que tuviera otra opción.
Una vez llegada la tarde, se quedó en el balcón, sintiendo la suave brisa del aire.
—¿Interrumpo? —Llama Edmond.
—Ah, ¿E-Edmond? —preguntó Flora, sorprendida.
Rosa tuvo una brillante idea e hizo una reverencia a Edmond antes de marcharse para darles privacidad.
"Esa idiota, no es lo que piensa, aunque de todos modos seremos marido y mujer dentro de poco".
El héroe ya ha llegado al castillo del rey demonio, tal noticia podía leerse en el titular de los periódicos locales.
Se desconoce quién exactamente fue la persona que filtró dicha información, pero en definitiva fue un alivio para todos.
—Flora —La llamó Edmond, tomándola por sorpresa e incluso provocando que se sobresalte.
—¿S-Sí? —pregunta la heredera de los Lomannes.
—Tú... ¿Quieres vivir? —pregunta con seriedad.
Tal fue su seriedad que incluso Flora pensó que se estaba burlando por unos segundos.
—Por supuesto que sí... Si pudiera seguir viviendo, claro que lo haría... Pero no es nada sencillo ¿Sabes? Padre prácticamente se arruinó intentando curarme e incluso así no fue capaz.
—De acuerdo, encontraré la manera —musita Edmond.
—¿Eh? No hace falta —responde Flora, realmente sorprendida—. Q-Quiero decir, apenas nos conocemos y...
Edmond se pone de pie.
—Es decisión mía, tengo buen ojo para las personas ¿Sabes? No tienes idea la cantidad de gente buena que he visto morir, si puedo hacer algo para que estas manos que solamente saben arrebatar vidas puedan salvar una, no me importa hacerlo —declara con seriedad.
—...
Flora bajó la mirada.
—...De acuerdo.... —respondió, sin muchas expectativas.
Si algo ha aprendido todos estos años, es a no tener expectativas, su destino ya ha sido fijado y no le queda de otra más que afrontarlo sin objeciones.
En términos prácticos, no era muy diferentes a cualquier artículo consumible, su vida no era más que una bomba de tiempo que pronto estallaría.
Por su lado, Edmond corrió de campo de batalla en campo de batalla, consultó a las más brillantes mentes de Ikronia, e incluso algunos de otros países.
Eso lo llevó hasta oídos del joven príncipe heredero, Hamada.
—Um... nunca antes he escuchado de tal enfermedad... lo más seguro sería encontrar la panacea, pero como sabes... su receta lleva perdida desde hacia varios siglos —declara Hamada—. Aunque hay rumores de que los del Gran ducado de Chug podrían tenerla, son una nación puntera en medicina después de todo.
—...De acuerdo, iré...
—¿Por qué irías tan lejos por una mujer que recién acabas de conocer? —preguntó Hamada.
Edmond se quedó callado, después de todo, ni siquiera es que el estuviera seguro del porqué está tan dispuesta a encontrar una cura para ella, ¿Por qué es una buena persona que conoce personalmente?
¿Por qué es injusto que alguien así muera? Aunque tampoco es que lleve demasiado conociéndola después de todo, será su prometida y todo, pero es prácticamente una desconocida a efectos prácticos.
—Ni idea —declara pensativo.
—Cómo sea, te ayudaré...
—¿Por qué?
—¡Por qué luce divertido! —exclama con una gran sonrisa—. Tengo una buena intuición y estoy seguro de que tú regresarás a los Lomannes a la cima, auguro un buen futuro si estás ahí para darles una mano.
Con la ayuda de Hamada, el príncipe heredero, fue estúpidamente fácil obtener la panacea, aunque en realidad no era más que una versión inferior que les fue enseñada por un extraño ermitaño que apareció de un día para otro y con su ayuda consiguieron evitar que las personas volvieran a temer a cualquier enfermedad.
—Es de un color bastante claro, casi pareciera agua —comentó Hamada.
Gracias a ello, lograron establecer una relación amistosa entre ambas naciones, al menos por ahora.
—Realmente... —musita mientras observa la panacea.
Por ahora, no les quedaba de otra que emprender el viaje de regreso a Ikronia, dónde tomarían caminos separados por un tiempo dado que tienen distintas prioridades, normalmente la panacea primero sería analizada para replicarla, pero dado que el objetivo inicial era conseguir una para usarla en flora, Hamada optó por apostar en curar a la heredera de los Lomannes.
Tras cerca de doce horas de viaje, finalmente llegaron cerca de la frontera.
—Buena suerte —dijo Hamada al ver que dentro de poco tendrían que separarse—. Si el talento de la señorita se desbloquea, podría ser algo relacionado al hielo como su padre.
—¿Lord Lomannes es un mago? —pregunta Edmond.
—Más que un mago, es un espadachín mágico —dice Hamada.
Edmond lo miró con atención.
—Pero, por ahora... lo mejor será que te apresures a regresar.
Una vez que se separaron, Hamada recibió un informe que le heló la sangre, ya que varios poblados de agricultores habían sido destruidos, no se ha encontrado ningún cuerpo ni superviviente aparente.
—¿Qué está pasando?
Existen varias formas de cruzar mundos:
La primera es ser invocado por algún medio, es decir, mediante un ritual o por acción de algún dios.
La segunda es usando alguna habilidad de tipo espacial y de rango superior, es decir, por tus propios medios.
La tercera deriva de la segunda, que es viajar a otros mundo mediante naves interespaciales o similares.
Y por último, caer en alguna grieta dimensional, dado que en ocasiones se abren portales de forma aleatoria entre diversos mundos, esto tiene una taza de supervivencia de menos del 1%, debido a que lo normal es que el ser vivo aparezca en zonas inhóspitas o dentro de paredes, en volcanes o demás.
Pero, no sólo los humanos pueden ser teletransportados.
—¿Q-Qué es eso? —preguntó un guardia viendo como dentro de la pared se materializó de la nada una bestia que nunca antes ha presenciado.
Una criatura bípeda con una cola exageradamente larga y cuerpo grisáceo, sin embargo, sobre su cuerpo hay varias máscaras. En lugar de cabeza solamente posee un par de mandíbulas grotescas, sin parpados o rostro.
—Ayuda~ ayuda~ —Lamentó una de las máscaras.
No solamente los humanos pueden viajar a través de mundos, en ocasiones graves amenazas pueden aparecerse sin previo aviso y es así como una de las infames bestias que acabaron con incontables mundos apareció en las afueras de Ikronia.
—¡Disparen, no dejen que salga del muro! —exclama otro soldado veterano con mayor intuición.
Flora se encuentra admirando las estrellas desde su balcón, en espera del regreso de su futuro esposo.
No es que tuviera expectativas, sin embargo ¿Y si lo conseguía? ¿Y si realmente podría seguir viviendo más allá de lo que la gente esperaba?
¿Qué haría entonces? No pudo evitar pensar en eso y es por ello que se volvió incapaz de conciliar el sueño.
—...
"Después de todo, quiero vivir" pensó Flora.
Rosa a su lado ronca, mostrando que hace rato que cayó dormida junto a su ama, si Flora fuera cualquier otra noble, la hubiera regañado y en su lugar, optó por sonreír ante la vista de su mejor amiga y sirvienta durmiendo plácidamente.
—Descansa —dijo mientras acariciaba la mejilla de Rosa.
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