30. ¿Sombra?
Janna se quedó estática. Sintió como si una filuda espada hubiese atravesado salvajemente su pecho hasta llegar a su corazón haciéndolo añicos. Todo se paralizó, su mundo, su sueño, y lo más importante, su amor. La confundió, la había confundido... con su hermana, con la persona que había nacido, con que la había aprendido a dar sus primeros pasos, con la que había aprendido a comer, a hablar. Su hermana gemela, la mitad de su alma, de su vida entera.
Fue tanto el dolor que sintió que perdió la fuerza en las piernas y se quedó caer junto a él. Buscó su mirada, pero él ya había cerrado los ojos, apartándose de la realidad. La había dejado sola, sin explicación alguna, sin respuesta alguna. Probablemente no tendría nada que decirle. ¿Y qué podría decirle? ¿Qué era lo que ella quería escuchar?
¿Por qué la confundió con Jimena? Como si no tuviera respuesta... ¿Tanto la extrañaba que la miró a través de ella?
Era momento de tomar una decisión, era momento de escapar si quería salir ilesa. Porque estaba segura que no lo lograría cuando él la mirara a los ojos y la aprisionara. No había escapatoria, no había salida. No era capaz...
Las malditas lágrimas empezaron a brotar una a una sin poderlas contener. Un nudo se instaló en su garganta que le dificultaba la respiración. ¿Por qué el amor dolía tanto?
Estaba luchando una batalla ya perdida, una batalla sin tregua ni final. ¿Y quién era su enemigo? Ella misma, porque ella era la misma imagen de su hermana. Jimena, quizás el único amor de Derek. Y ella... Ella era un triste y cruel recuerdo, ella solo era el triste recuerdo de la única persona él que amó. ¿Cómo podría luchar contra eso?
Maldijo la hora en que su corazón se había acelerado cuando lo vio. Maldijo la hora en que le había abierto la puerta a su alma, y le había permitido adueñarse de ella.
Abrazó sus rodillas y se desgarró en llanto. Aunque intentaba hacer el mínimo ruido, no lo conseguía. Parecía una niña pequeña que había perdido lo que amaba.
Tomó la mano de Derek y la besó durante varios segundos, dejando quizás en ella su última entrega. La posicionó sobre el sofá y se levantó inestable. Buscó su abrigo, verificó que estuviera su billetera y salió del departamento.
Las calles frías y heladas parecían apaciguar su dolor, aunque no podían disiparlo. Ojalá y congelara los sentimientos que tenía por él. El viento se esmeraba en elevar sus cabellos, ojalá la elevara a ella y la hiciera volar lejos. Ojalá y pudiera no parecerse a ella... ¿En qué momento empezó a desearlo? Si hubiese sido otra la persona que él hubiese amado, quizás dolería menos. ¿Cómo podría verla y no recordarla? Era imposible. Siempre la vería a través de ella. Era su escape y su consuelo. Nunca podría ocupar el espacio de su hermana, jamás. Él nunca la vería más que como la gemela de ella. ¿Y qué tal si hubiese aparecido en su vida cuando Jimena aún vivía? El ni siquiera habría volteado a verla porque, ya la tenía a ella. Y si no hubiese sido su gemela, quizás nunca se habría fijado en Janna. La verdad dolía, pero era momento de aceptarlo.
Paró un taxi y subió en él.
—¿A dónde la llevo? —preguntó el sujeto.
Al infierno. Sí, esa era la respuesta que daría si no estuviera ya en él.
—Al terrapuerto.
El hombre asintió.
Debido a lo tarde que era, los vehículos transitaban en menos cantidad, por lo que no tardó como esperaba, en llegar. Le hubiese gustado tardar más, porque el tiempo ya no le importaba.
El bus que salía al cementerio, donde ella quería ir, ya había salido, así que le tocó esperar el siguiente que salía en una hora. Qué más da...
Cuando fue a formar cola para comprar su boleto, una pareja se paró delante de ella, felices, desbordando amor hasta por los poros. Seguramente era una pareja común y corriente, sin una historia tan complicada como la suya. Él se preocupaba de que ella estuviese bien abrigada, y sujetaba sus manos para proporcionarle calor. Janna estaba segura que esa chica no era el reemplazo de nadie, ni la gemela de nadie. Él la amaba porque se trataba de ella, porque era ella y nadie más que ella. Pensó que el chico no era tan bien parecido como lo era Derek, ¿pero de qué valía? Sintió envidia de la chica y su pena solo se hizo más profunda. También quería ser amada de ese modo, por quien era, por ser Janna y únicamente Janna. No quería ser el recuerdo de nadie ni parecerse a nadie.
Jimena... ¿Qué culpa tenía ella? ¿Cómo podía pensar en no querer su gemela? Su hermanita, su mitad. ¿Hasta qué punto la había llevado el amor? Se odió así misma por pensar así. No tenía derecho a pensar así. Ella había muerto, no había logrado llegar a la juventud. ¿Cómo podía ser tan cruel al pensar así?
Perdóname hermana.
Compró el boleto y se sentó a esperar. Cuando por fin anunciaron la salida del siguiente bus, Janna lo sacó bolsillo, y caminó en dirección del vehículo.
Era como un cuerpo sin alma caminando en la nada. ¿A dónde había ido la sonrisa que la caracterizaba? Probablemente se había quedado con él.
Ubicó su asiento junto a la ventana, como lo había pedido. Recostó la cabeza en ella y se perdió en la oscuridad. De rato en rato suspiraba porque intentaba con todas sus fuerzas no llorar. Le ardía los ojos y le dolía la cabeza de tanto hacerlo. Agradeció al cansancio que la consumió en un profundo sueño.
***
El bullicio lo despertó a regañadientes. Tuvo que mirar a todos lados para entender en donde estaba, y cuando lo hizo, sonrió de lado a lado.
—Qué dolor —se quejó tomando su cabeza mientras se sentaba—. No volveré a beber nunca más, mucho menos con Janna.
Fue al baño, se lavó la cara, y se enjuagó la boca. ¿Dónde estaba Janna? ¿Aún seguía durmiendo?
—Janna —susurró para evitar hacer bulla. Fue a su habitación y tocó la puerta, pero no hubo respuesta—. ¿Puedo entrar? ¿Janna?
Vacilante abrió la puerta, pero al no verla ahí, la abrió completamente. La cama estaba hecha y no hubo señales de que la haya utilizado. ¿A dónde habría ido? A lo mejor fue a comprar temprano.
Salió nuevamente a la salita cuando escuchó a alguien llamar a la puerta. Se trataba de Karina.
—Derek, ¿tan temprano por aquí? ¿O pasaste la noche aquí? —Entró diciendo con una sonrisa dibujada en los labios.
—La verdad es que ayer bebí mucho y terminé muriendo ahí —señaló el sofá. Pero al hacerlo vagos recuerdos vinieron a su mente. Se quedó observando el mueble con expresión sombría.
—¿Sucede algo? —cuestionó la rubia.
El peor recuerdo fue el último, cuando la llamó Jimena. No, no pudo haber sido tan patán de haberla confundido.
—No... No pude haber sido capaz —titubeó. Se sentó casi perdido en el sofá y se llevó las manos a la cabeza—. Soy un completo idiota.
—¿Qué sucede Derek? —se preocupó su amiga.
Ignorando su pregunta marcó el número de Janna. El móvil empezó a sonar en la mesa del comedor. El joven fue hasta ahí y comprobó que Janna no lo había llevado con ella.
—¡Maldición! —exclamó perdiendo los estribos.
A estancadas salió del departamento frente a la confusión de Karina.
***
—Señorita. —Sintió que alguien la movía suavemente—. Ya llegamos señorita.
Janna se restregó los ojos para comprobar la fría madrugada. Al bajar del autobús se topó con la pareja nuevamente, abrazados y diciéndose palabras sublimes al oído.
Caminó hacia el cementerio mientras amanecía. Menos mal no estaba nevando como de costumbre, aunque pronto dejaría de hacerlo. El invierno se estaba alejando para dar paso a la primavera, y a su cumpleaños también. A un año más de la muerte de Jimena. ¿Qué pensaría primero Derek? ¿En el cumpleaños de Janna o en la muerte de Jimena? Eso era tremendamente cruel.
A buena hora el cementerio ya estaba abierto. El campo santo era sombrío en esa época. Casi nadie lo visitaba en el frío. Aun así, ella caminó hasta dar con la tumba de su hermana. La foto sonriente de Jimena le dio la bienvenida. Sintió una punzada en el pecho al verla. Su dulce Jimena. Esa chica que se quedó con grandes sueños sin cumplir, a mitad del camino, a mitad del amor.
Las lágrimas que había estado conteniendo decidieron salir en libertad una vez más.
—Jimena —sollozó tocando su fotografía—. Lo siento Jimena, lo siento mucho.
¿Quién habría sufrido más? No lo sabía. ¿Habría sentido Jimena lo mismo que sentía Janna por Derek? Indescifrable.
La chica que impedía que entrara completamente en el corazón de Derek estaba muerta, y era su hermana. ¿Por qué el destino estaba ensimismado en hacerlos sufrir?
—Tú... Tú también sufriste por él, ¿no es así?
Si pudiera contestarle le habría dicho que sí. Que Jimena sufría por él cada vez que la vida la abandonaba, cada vez que no podía darle lo que él merecía. Cada vez soñaba una vida junto a él y sabía que la muerte se lo impediría. Cada vez que estaba postrada en una cama, y él estaba ahí, para ella. Cada vez que lo veía llorar a causa de ella. Era un amor tan doloroso, tan cruel. Tan solo tenía diecisiete años. Quería tanto vivir, quería tanto estar sana, todo por él.
Era un amor puro, y verdadero, pero también desgarrador. Era algo que Janna jamás podría borrar nunca, aunque así lo quisiera. ¿Pero realmente quería que él la olvidara? ¿Realmente ella quería ocupar su lugar? ¿Realmente era capaz de desterrarla de su mente y su corazón? ¿Realmente quería dejar a su hermana en el olvido?
¿Pero qué culpa tenía ella? ¿Qué culpa tenía de querer al mismo chico que quiso su hermana? A lo mejor sí, a lo mejor se estaba robando los sueños de Jimena, el sueño de verlo convertido en un hombre importante, el sueño de verlo sonreír, el sueño de estar junto a él. Quizás era una mala hermana por tener lo que tanto quiso su Jimena, "lo tenía a él". Tenía salud, tenía una vida formada, había logrado ser maestra, tenía una vida por delante, y para agregar "tenía" el primer y único amor de su hermana. ¿Cómo es que fue tan egoísta al enamorarse de él? ¿Cómo es que se le pasó por la mente añorarlo? Todo el sueño de su hermana lo había robado ella. Quizás se merecía todo el dolor que sentía. Porque era como si le recordara que podía tenerlo todo, pero jamás lo tendría a él porque fuera ella, porque se tratara de Janna, lo tenía a él porque le recordaba a Jimena, porque era un vago y triste recuerdo de ella. La única chica que él amó.
Todo eso era ella...
—¿Janna?
La nombrada se giró para ver de quién se trataba. La madre de Derek había ido al cementerio también.
—Señora, no pensé que vendría. —Intentó enjugar sus lágrimas.
La mujer dejó un ramo de rosas blancas sobre la tumba, y observó a Janna durante largos segundos. Le oprimió el corazón verla llorar. No sabía por qué lo hacía, pero no pudo evitar el impulso de acercarse y abrazarla. La chica aceptó el abrazo y lloró aún más fuerte.
—¿Qué sucede niña? ¿Por qué lloras de este modo?
—Usted tenía razón... —sollozó— Solo soy un recuerdo para él.
Lara se separó de ella y la tomó por los hombros.
—Janna... —Se le quebró la voz e inevitablemente se le unió en llanto—. Es momento de alejarte de él, hija, porque te estás convirtiendo en la sombra de Jimena.
El corazón se le detuvo.
¿Tan solo era la sombra de Jimena para él?
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