28. Tristes sensaciones.
Con prisa la sujetó para que no cayera. Las manos empezaron a temblarle al igual que sus vacilantes piernas. La fría piel de Janna fue un austero golpe a su debilitada y frágil alma.
—Janna —pronunció, con la voz opaca e irresoluta.
Esos ojos apagados, le trajeron consigo el recuerdo de aquella última vez en que vio la luz en los ojos de Jimena. Aquella vez en que ella tomó el camino de la oscuridad y partió lejos, para nunca más volver.
Fue un entrever de recuerdos de la imagen de las hermanas gemelas; vislumbró el rostro sin vida de la primera que amó en el rostro luctuoso de la que tenía en sus brazos.
El pánico se apoderó de él; miedo de perderla como la perdió a ella. Verla tan frágil y delicada... ¡No lo soportaba!
Sacando fuerzas de lo más recóndito, la cargó hasta su auto. Nervioso empezó a manejar como loco por las calles cubiertas de nieve. Tenía que llegar cuanto antes a un hospital.
Así como él, muchos más aparcaron sus vehículos junto a emergencias.
El lugar que tanto detestaba le abrió las puertas. Con cuidado sacó a Janna y corrió por los pasillos aglomerados de emergencias, con ella en brazos.
—Mi amor, despierta por favor —rogó desesperado.
—Por aquí —le señaló una enfermera jalando la camilla—. ¿Qué sucedió?
—Se desmayó. ¿Va a estar bien? ¿Va a recuperarse?
—Claro que sí joven. Tranquilícese.
Derek observó a un par de metros, como Janna era atendida. Un médico le abrió los párpados y le inspeccionó los ojos con una linterna. Siempre hacían lo mismo cuando Jimena se desmayaba.
Esa sensación horrible se apoderó de él. Lo único que quería era verla abrir los ojos. ¿Qué sucedía con ella? ¿Acaso tenía la misma enfermedad que Jimena? ¿Janna también tendría leucemia? Aturdido se pasó las manos por el cabello.
La enfermera le punzó la vena de una de sus manos para pasarle hidratación, y al mismo tiempo, le puso el termómetro, midió su presión arterial, y en su dedo índice le colocó el pulsioxímetro.
Mientras era testigo de todo eso, se sintió desfallecer, fue transportado años atrás a una sala de hospital, tan pequeño, tan joven viendo a su Jimena morir de a pocos, con toda una vida por delante. Le dolía en el alma. Tenía muchas ganas de llorar, de gritar hasta quedarse sin voz. Perdió a Jimena y ver a Janna tan vulnerable, era demasiado cruel.
Al parecer el personal de salud había terminado. Cerraron las cortinas que separaba a los pacientes en la sala de observación. Lo primero que hizo fue acercarse al médico.
—¿Cómo está ella? —preguntó atropellando las palabras.
El médico de enormes gafas, revisó los signos vitales y se concentró en Derek.
—Se encuentra estable, solo con fiebre. Le estamos pasando metamizol en la hidratación para que disminuya.
—¿Qué le sucede? ¿Por qué se desmayó?
—Aún no lo sabemos, le tenemos que realizar algunos estudios.
—Hágaselos todos, por favor.
El médico asintió, y con un movimiento de cabeza desapareció de su campo visual.
Derek se restregó el rostro y se aproximó a Janna. Le dolía el pecho al verla así, le dolía inmensamente. Haría cualquier cosa por ella, darle algún órgano, su sangre, su vida, su alma, lo que sea por salvarla.
—Por favor, ¿podría seguir aplicándole estos paños de agua? —La enfermera le señaló la riñonera con agua, y el paño.
El asintió casi por inercia.
Se sentó junto a ella, humedeció el paño y se lo pasó por el rostro. Lo había hecho muchas veces por Jimena. Hacerlo nuevamente lo ponía triste. Detestaba verla enferma.
El teléfono de Janna había estado sonando innumerables veces. Derek vio las llamadas perdidas de Karina.
Marcó su número, y al instante la joven contestó.
—Janna, ¿qué sucede? ¿Dónde estás?
—Soy Derek. Janna se desmayó; ahora estamos en el hospital.
—¿Cómo dices? ¿Ella está bien?
—Está bien, se encuentra en observación por el momento.
—Oh Derek, qué terrible.
—Tranquila, ella se pondrá bien. Cuida de la abuela por favor.
—Está bien.
Cortó la llamada, y sin querer se fijó en el registro de llamadas. Caleb estaba en la lista. ¿Debería avisarle del estado de Janna? Claro que tenía que hacerlo, era su mejor amigo, tenía derecho.
Sin pensarlo más, lo llamó.
—¿Jan? ¿Qué sucede?
—Habla Derek.
Se pudo escuchar un completo silencio al otro lado de la línea.
—¿Qué sucede, Derek?
—Quise avisarte que Janna está en el hospital.
—¡¿Cómo dices?! —preguntó muy preocupado.
—Ella está en observación. La traje luego que se desmayó en la residencia.
—¿En qué hospital?
—San Agustín.
Caleb cortó la llamada, y Derek supuso que estaba volando hacia allí.
Después de la llamada, Janna abrió los ojos lentamente.
—¿Qué sucedió? —preguntó desorientada.
Derek se fijó en ella, y su corazón rebosó de alegría.
—Amor. ¿Cómo te sientes? Te desmayaste cuando subíamos a tu departamento.
—Me duele un poco la cabeza.
—Debe ser por la fiebre. —Tomó su mano y la besó.
Janna lo notó muy preocupado y le partió el corazón. No se lo imaginaba sufriendo por su hermana, cuando apenas era un muchachito.
—Cariño —masculló acariciándole el rostro—, no te preocupes, estoy bien.
Los ojos de su novio se tornaron vidriosos. No aguantaba verlo así.
—Yo —susurró Derek—, yo no soportaría que algo malo te sucediera.
—Nada malo va a sucederme. Soy muy fuerte, ¿sabes?
Él sonrió débilmente y depositó un beso en su frente. Se mantuvieron un
momento así, hasta que llegó Caleb, y se detuvo en seco al verlos. Cuando Derek se incorporó, se pudo aproximar.
—Caleb —murmuró Janna en cuanto lo vio.
—¿Cómo te sientes? —Le acarició la cabeza.
—Estoy bien, seguramente me descompensé por estar tanto tiempo en la nieve.
Caleb asintió.
—Gracias por haberme avisado —se dirigió a Derek.
—No hay por qué.
Juntos esperaron, hasta que el médico realizó su visita a cada paciente, y en cuanto llegó a Janna, le puso el termómetro.
—Está todo bien —se adelantó a explicarle a Derek—. Solo tiene las defensas bajas, y un cuadro leve de anemia. Debes alimentarte bien —se dirigió a la joven—. Te recetaré sulfato ferroso. Durante un mes, una tableta diaria acompañado de una bebida cítrica.
—De acuerdo doctor —contestó Janna.
—Muchas gracias doctor —continuó Derek. Y pudo respirar más tranquilo al saber que no tenía nada grave.
—Debes cuidar tu salud —le dijo Caleb.
—Así lo haré.
Después que se terminó el cloruro de sodio, fue dada de alta, casi en la madrugada. Derek los llevó a la residencia. Caleb bajó del auto, y dudó entre despertar o no a Janna que dormía plácidamente en el asiento del copiloto.
—Creo que la llevaré a mi departamento para que pueda descansar —se apresuró Derek—. La cuidaré hasta que recupere fuerzas. Aquí no hay quien cuide de ella.
Sus palabras de cierto modo le causaron dolor. El siempre cuidaba de ella. Pero claro, ahora tenía a alguien más, y era su novio. Aunque en realidad, tenía clases y no podía faltar, así que al mismo tiempo agradecía que Derek estuviera presente.
—Cuídala bien —dijo finalmente Caleb sonriendo con sinceridad.
Derek le sonrió también afirmando con la cabeza. Volvió a encender el auto y lo puso en marcha.
Janna no tenía intenciones de despertar. Derek la recostó en su cama, mientras él se quedó en el sofá. Aún seguía muy preocupado por ella, pero el cansancio lo hizo dormir profundamente.
***
Probablemente nunca había descansado tan bien como en ese momento. Intentó girar, pero sintió que no era su cama. De sopetón se incorporó y miró con recelo a todos lados. Entonces vio la foto que le había regalado a Derek, en ella salía junto a Jimena cuando eran apenas unas muchachitas.
La habitación era bastante amplia, en tono gris y toques blancos. Todo olía a Derek.
¿Pero cómo había llegado ahí?
Salió de la habitación para cruzarse con Lucas.
—¿Janna? —cuestionó abriendo bien los ojos.
—Ho...hola Lucas —tartamudeó.
El chico cambió de expresión, esta vez sonriendo de medio lado.
—Pasaste la noche aquí.
—No, no es lo que estás pensando —expuso Janna.
La puerta se abrió entrando Derek por ella.
—Ya despertaste. Mira lo que traje. —Le mostró las bolsas, unas llenas de alimentos y otras con medicina.
—Qué rico. —Se aproximó Lucas intentando quitarle la fruta.
—Ni lo pienses. —Lo esquivó su amigo—. Son para Janna, está enferma, por eso la traje aquí.
—¿De verdad? ¿Qué tienes? —le preguntó Lucas, preocupado.
La chica sonrió y negó con la cabeza.
—Solo tengo la hemoglobina baja, nada más.
Lucas sonrió abiertamente, emocionado.
—Bueno yo sé hacer extractos buenísimos para elevarla.
Derek le lanzó una mirada inquisitiva.
—¿No estás mintiendo?
—Claro que no. Mira, ven aquí. —Lo jaló a la cocina—. Necesito uva morada, espinaca, betarraga...
Derek le prestaba mucha atención, mientras Janna los veía con una sonrisa en los labios.
Janna ni siquiera recordó todo lo que ellos le hicieron comer y beber, además del sulfato ferroso.
—¿Ya no tienes fiebre? —Derek le tocó la frente.
—Ya no, tampoco me duele la cabeza.
—Qué alivio.
—¿Ya puedo volver a casa? Quiero ver a la abuela.
—La abuela está bien —intervino Lucas—. Karina me lo dijo.
Janna no tuvo más que asentir.
Lucas observó el mensaje que le había llegado.
Emilia:
Te espero en la montaña. Tengo ganas esquiar.
A lo que Lucas le respondió.
No me esperes no iré.
Emilia:
¿Me dejarás sola? ¿Acaso estás con la rubiecita esa?
Lucas:
Sí, estoy con ella, y tenemos mejores planes para el fin de semana.
Emilia:
Estoy sola Lucas. ¿Cambiarás a tu amiga de años por esa tipa? Te estaré esperando.
Lucas intentaba teclear la respuesta, pero lo borró, y no supo que responder.
—¿Sucede algo? —le preguntó Janna.
—Mmm, debo salir urgentemente.
Fue a su habitación, obtuvo su abrigo y se despidió de la pareja. Cuando quiso arrepentirse, ya estaba en el tren que llevaba a la montaña.
Emilia... ¿Por qué diablos era tan débil con ella?
Iba maldiciendo mientras subía la montaña llena de nieve. El bullicio se hizo notar cuando vio tanta gente jugando en la montaña. La buscaba con la mirada, pero no la hallaba.
—Te tardaste mucho.
Se giró para comprobar que se trataba de ella.
Se veía realmente linda. Sus mejillas siempre se sonrojaban en el frío y eso la hacía verse mucho más linda.
—No quise venir.
—Pero viniste. Ella no debe importarte tanto como te importo yo.
Lucas sintió todo su ser arder. ¿Cómo podía quererla demasiado y odiarla a la vez?
—¿Por qué dices eso, Emilia?
—Por qué estás aquí, junto a mí. Y no la miras como me miras a mí.
—¿Eso te complace?
—No me agrada para ti. Tampoco estás enamorado de ella.
—Con ella me siento bien.
—No es suficiente. —Clavó su profunda mirada sobre la de él. Sus ojos negros, profundos, misteriosos y tormentosos
Lucas era muy importante para ella, tan importante como lo era Derek. Y no soportaba verlo ser amable con otra chica que no fuera ella. Si eso se llama ser egoísta, pues sí, lo era.
—Eres muy mala —soltó Lucas con amargura.
—Eso ya lo sé.
De repente ella lo abrazó tomándolo por sorpresa. El frío se amilanó entre la unión de sus cuerpos. Aunque su corazón latía con rapidez, Lucas no correspondió al abrazo.
—Voy a regresar a Argentina —soltó de golpe.
Sus palabras la dejaron helada. Lentamente se separó de él y buscó su mirada.
—¿Vas a irte? ¿Por qué?
—Porque ya no tengo nada que hacer aquí.
Las palabras se le quedaron estancadas y no supo que responderle.
***
Pasaron todo el día juntos, y fue un día maravilloso. Derek empezaba a profundizar sus sentimientos, a acostumbrarse a ella, y a añorarla.
—Quiero bañarme —le dijo Janna—. ¿Me prestas ropa de dormir?
—Claro. Buscaré algo para ti.
Después de bañarse, Janna salió del baño con una toalla envuelta en su cabello, y una polera de Derek que le cubría hasta el muslo.
—Buscaré la secadora. Aguarda aquí —señaló él.
Janna se sentó sobre la cama mientras no lo perdía de vista.
—¿No la utilizas?
—No, Lucas es quién lo hace y jamás lo deja en su lugar.
—Debe ser muy divertido vivir con él.
—Solo lo acojo porque es mi mejor amigo.
Janna rio por su comentario.
—Aquí está.
Se sentó junto a ella y le quitó la toalla. Con una mano separaba su cabello, mientras que con la otra manejaba la secadora. Como su cabello era corto acabaría rápidamente.
Cuando acabó se puso de pie.
—Descansa.
—¿En dónde dormirás?
—En el sofá.
—¿No es muy incómodo? Tu cama es bastante grande. —La palmeó.
Ni bien lo dijo, Derek apagó la luz y se lanzó extendiendo los brazos.
—Ven aquí. —La jaló haciéndola reposar sobre su brazo.
Janna se acomodó. Se sentía tan bien estar junto a él. Lo abrazó sobre el abdomen, y sonrió.
Él también la abrazó con el brazo que le quedaba libre. Se estremeció cuando Janna metió una de sus piernas en medio de las suyas. Necesitaba de ella, su cuerpo necesitaba de ella.
Sintió como la temperatura le fue incrementado y el corazón le latió fuertemente. Sintió unas ganas inmensas de besarla y acariciarla.
—Janna —pronunció su nombre, pero no hubo respuesta—. ¿Janna?
En medio de la oscuridad consiguió verla completamente dormida, rendida.
—¿Cómo puedes dormir en momentos así?
Se separó de ella porque era demasiada tortura tenerla cerca. Se giró de un lado a otro y no conseguía tranquilidad. Estaba seguro que no podría pegar un solo ojo en toda la noche.
Encendió la lámpara y buscó el libro que estaba leyendo. Pasó la lectura rápida de página en página, pero no conseguía concentrarse.
Dejó el libro sobre la mesita de noche. Eso tampoco funcionaba.
Giró a Janna hacia él y le acarició el cabello. Incluso durmiendo se veía realmente hermosa. Soltó un profundo suspiro, y de pronto sintió el pecho pesado.
—Tengo miedo de amarte —susurró.
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