Capítulo 13. Papá... ¿Lo arruiné?
Nuestra cita había dado inicio. La primera cita que compartíamos, la primera que tenía en mi vida.
Podía sentir el cálido tacto de su mano aferrándose a la mía con delicadeza, sin mucha fuerza, como si cuidara de mí y regulara su emoción para evitar dañarme.
No me digas que... ¿Es este el modo en el que una pareja camina? Es así como sostienes a la persona que amas ¿De esta manera demuestran la cercanía de sus vínculos afectivos?
-¡Podríamos visitar primero el puesto de Kingyo-Sukui! ¡Estoy seguro de que esta vez lograré capturar un pez! ¡Aguarda! ¡También está el Yoyo Tsuri! ¡Ah, no sé por dónde empezar!-.
Alcanzaba a escuchar a Yukito hablar y maravillarse de cada atracción por la que cruzábamos, preguntándome si me gustaría que las visitáramos, pero, si bien físicamente me hallaba a su lado, ese no era el caso mentalmente.
No era capaz de pensar con claridad. Mi cabeza daba muchas vueltas y mi rostro se calentaba en demasía, tanto que, si fuese posible que vapor saliese de mis orejas a raíz de la vergüenza, sin dudas sucedería.
Plenamente consciente de que si le respondía demostraría mi nerviosismo, siendo eso un posible detonante para provocar preocupación en Yukito por mi estado, preferí permanecer en silencio y no ser descubierta.
Además, a parte de eso, tenía miedo por su opinión en algo, lo cual se trataba de si...
"¡Qué vergüenza! ¡A-Acepté agarrar su mano sin dudarlo! ¿Creerá que soy una mujer fácil? ¡Tomarnos de la mano ante el público en la primera cita estaba fuera de los límites! Eso debíamos hacerlo c-cuando nos casemos...".
Sí. Debido al calor del momento y la emoción de verlo, no me cuestioné los pros ni los contras de este contacto físico injustificado.
Ya con la cabeza fría me doy cuenta que no me siento mentalmente preparada para esto. Sin embargo, pedirle ahora que me suelte resultaría en una grave consecuencia para el buen estado de ánimo en el que estamos.
"Sé que Yukito fue quien lo sugirió... y que mi corazón late tan fuerte que pareciese tratar de salirse de mi pecho. Hay muchas emociones alejadas de la conformidad en este acto. Siendo así... ¿Por qué lo estoy disfrutando? ¿Por qué no puedo dejar de sonreír?".
Me cuestioné, presionando mis párpados a mis ojos y tratando de relajar los músculos de mi rostro para dejar de curvear la comisura de mis labios y maquillar mi sonrisa. No obstante, no me resultaría sencillo.
Poco a poco volví a abrir los ojos y mi mirada se dirigió a nuestras manos unidas. La delicadeza y la forma tan perfecta en la que nuestros dedos encajaban con los del otro me maravillaba.
El calor que me transmitía calmaba mi frío ante el helado invierno. El latido irregular de mi corazón permitía que esa calidez se esparciera del pecho al resto de mi cuerpo.
¿Cómo es posible que algo sencillo como acompañar a tu novio de este modo se sienta así de placentero?
Fue ahí donde me di cuenta.
"Mi novio...".
Repetí mentalmente, recordando la relación que nos une.
"Cierto... Yukito es mi novio. Esto debería ser normal...".
Dije, aceptando lentamente que hay cosas de parejas que había evitado por el miedo al cómo reaccionaría al afrontarlas.
De repente sentí que los pasos de Yukito se detuvieron paulatinamente, causando de ese modo que también frenara mi propio andar.
-¿Haruka?-.
Él me nombró, sacándome de mi trance y provocando que sufriera un pequeño salto.
-¡H-Hai!-.
Respondí con un breve titubeo y subiendo mi puño encima de mi pecho.
Cuando lo miré fijamente no pude esconder la explosión de sentimientos que se generaba sin detenimiento en mi interior.
"¡¿Por qué luce más apuesto que antes?!".
Me cuestioné.
Parecía que brillaba. Sus rasgos faciales eran detallados y no era capaz de guardar la calma al estar enfrente suyo, por lo que solo pude agachar la cabeza ligeramente para evitar el contacto directo, viéndolo de reojo.
-¿Te sientes bien? ¿Quieres descansar? Sé que el frío puede ser muy fuerte estos días, por lo que sí necesitar sentarte un momento y tomar calor te acompañaré. Quiero que disfrutes de la cita tanto como lo yo hago al estar contigo-.
Declaró tras un par de preguntas, cerrando con un cumplido.
Mi cabeza se movió con lentitud de lado a lado, negando que esa fuese el caso.
Mis piernas temblaron de la emoción. Me hizo feliz ese último comentario. Complicaba aún más que guardara la calma si continuaba diciendo esas cosas sin miramiento ni detenimiento.
Tenía que pensar en algo rápido antes de sucumbir a la pena. Alguna excusa factible que justificara mi estado de ánimo y manifestaciones físicas que se alejara de la penosa realidad.
Tomé una bocanada de aire para llenar mis pulmones y relajar mi ritmo cardiaco, trayendo consigo la calma a mi mente y ser. Si no aclaraba mi cabeza esto se complicaría más y podría representar un impedimento para disfrutar la cita. No solo para mí, también para Yukito.
Volteé brevemente a mis costados y noté que estábamos rodeados de personas. En cada esquina y rincón había por lo menos diez personas entre las filas de los puestos y zonas de descanso.
-No me siento mal ni nada que se le asemeje, Yukito. Es solo que mi estado de ánimo se ve comprometido al estar en un lugar repleto de personas a consecuencia de mi nula capacidad de soportar encontrarme en sitios conglomerados-.
Argumenté, empleando la excusa perfecta que no comprometiera a ambas partes.
Obviamente esto era falso, al menos la mayoría. Si bien siento incomodad ante esos escenarios, he desarrollado la fuerza de voluntad para anteponer,e q dicha adversidad. No obstante, lo estaba dispuesta a decirle la verdadera razón. Dado que él conoce mi condición, era una excusa creíble que no traería consigo dudas y cuestionamientos. Aunque tampoco es como si Yukito fuese de quienes me interrogaría por ello.
Recuperé la compostura y nuevamente estuvimos cara a cara.
Guardé las apariencias para que no se detectara mi actitud previa.
Cuando hicimos contacto visual pude notar cierta impresión en el rostro de Yukito.
-T-Tienes razón. No eres alguien que disfrute estar en esta posición ¿Cierto? Es mi culpa por no considerarlo antes de pedirte que nos reunamos aquí, me disculpo-.
Rascó su nuca y se disculpo con cierta pena, al igual que lamento. Lucía ligeramente cabizbajo al responder.
Sentí cierto malestar en el pecho al verlo en ese estado.
Yo... ¿Lo arruiné? ¿Provoqué lo que trataba de evitar?
-Y-Yukito...-.
Lo nombré, estirando la mano libre para alcanzarlo. Quería despreocuparlo y decirle que no tenía ninguna clase de responsabilidad en ello, pero me fue imposible. Mi brazo extendido con duda volvió al costado de mi cintura y guardé silencio. No obstante, parece ser que mi intervención no sería necesaria.
Tras un profundo suspiro, la sonrisa enérgica y animada de mi novio se recuperó.
-¿Preferirías ir a los carruseles? Cuando entré estaban de paso y no había mucha gente allá. Quiero que te sientas cómoda-.
Sugirió con tacto y amabilidad, pasando de página.
No pude evitar sentirme aliviada al ver que mi mentira no tuvo ninguna consecuencia. Podríamos proseguir con naturalidad como si esto no hubiese sucedido.
-Me parece bien-.
Asentí y respondí.
-Entonces vamos, Haruka-.
Su dedo pulgar frotó la parte externa de mi mano y dio un paso adelante, tirando de mí ligeramente.
El sol del atardecer lo iluminó y eso hizo que me inquietara más porque ahora resaltaba de mayor manera que antes.
La gente nos veía, fui objeto de múltiples halagos por mi supuesta belleza, los cuales fueron difíciles de ignorar.
Sin embargo, no todos los comentarios fueron dirigidos hacia mí como individuo, hubo uno de una pareja de personas mayores que provocó una pequeña sonrisa temblorosa se dibujaba en mis labios.
"¿Por qué me hace feliz lo que la gente piensa de nuestra relación?".
Me cuestioné e indirectamente lo relacioné con lo que sentía cada vez que mi padre halagaba y se emocionaba por lo mismo. Quizás saber que nos veían como una pareja hecha y derecha, una que representaba lo que un noviazgo amoroso significaba, me llenaba de felicidad. Al final del día, mi objetivo es exactamente ese.
-Una linda pareja...-
Susurré en voz baja para que Yukito no me escuchara. Ese fue el adjetivo que la pareja de antes empleó para referirse a nosotros.
No pasó mucho para que llegaramos a los carruseles, los cuales resaltaban con colores vibrantes y luces parpadeantes.
A la distancia se escuchaban risas y el sonido típico de la música de feria.
Los caballos de madera se elevaban y descendían como la atracción lo requería. Cada carrusel tenía su propio tema; uno estaba adornado con figuras de animales del bosque, otro con personajes de cuentos de hadas, todos girando en un ballet mecánico.
Ambos decidimos tomar asiento uno al lado del otro después de hacer fila y pagar.
Nos mantuvimos quietos y en silencio hasta que las figuras comenzaron a moverse a su ritmo característico.
Un par de niños acompañados de sus padres gritaban de alegría y júbilo detrás de nosotros dos cuando este inició.
Íbamos a una velocidad moderada. El movimiento oscilante no era nada a resaltar por lo que pude mantenerme tranquila.
Podía ver a Yukito disfrutando de la atracción. Sonreía como un niño. No tenía miedo a demostrar lo que le gustaba, lo que le divertía y extasiaba.
Yo... lo envidio en esa parte. Es una persona auténtica sin preocuparse por lo que la gente dirá.
-¿Te está gustando, Haruka?-.
Me preguntó.
Yo me mantuve en silencio y asentí.
"¿Cómo podría no hacerlo si estás conmigo?".
Dije mentalmente. Su sola presencia en mi vida ponía de cabeza lo que creía inherente y establecido. Mis días grises se pintaban de colores.
No sé lo que es el amor ni cómo se manifiesta. Pero quizás... lo estoy sintiendo.
Mientras estaba absorta en la figura de mi novio, la velocidad del carrusel aumentó.
Comencé a sentir ciertas cosquillas en el abdomen y mareos. Centre mi atención en Yukito pero la velocidad era tal que su imagen era borrosa.
"E-Es demasiado rápido...".
Entré en un pánico disimulado. Si pudiese verme a un espejo el color de mi rostro sería azul.
Como podrá intuirse, yo no tiendo a subirme a esta clase de juegos. No soy amena a experimentar cosas de alto riesgo, o siquiera medio. Por lo que esto empezaba a ser demasiado para mí.
Los niños detrás mío no parecía afectarles. Quizás se debía a la nula capacidad de comprender los riesgos a sus alrededores o el pobre sentido de autoconservación, pero... ese no era el caso conmigo.
Cerré mis ojos y aumenté la fuerza de agarre en el tubo que atravesaba la figura del caballo sobre el que me monté.
La baja tolerancia a la fuerza centrífuga se manifestó en un par de síntomas. Mis oídos se taparon, disminuyendo mi capacidad de audición. El sudor en mis manos provocaba que se deslizaran por la vara y mi estómago se revolvía, no al extremo de provocar náuseas.
-M-Me quiero bajar...-.
Susurré.
No obstante, sentí el tacto de los suaves dedos de Yukito entrando en contacto con los míos.
Una de mis manos soltó el tubo y fue envuelta por la suya.
Abrí los ojos de repente y volteé a mi costado, donde él se hallaba.
-Perdón. Sé que es repentino, pero empecé a sentir miedo-.
Declaró, rascando el costado de su cabeza con su mano libre, manteniendo el equilibrio.
Estaba mintiendo. Si estuviera asustado no se soltaría. Entonces eso dejaba una sola explicación posible, la cual era que...
"Se dio cuenta de que estaba asustada y... ¿Quiere reconfortarme?".
Pensé.
La risa nerviosa de su amado aligeró la carga, calmó sus nervios.
Se formó un nudo en su garganta, conmovida.
Tenía la sensación de que las lágrimas de alegría se acumulaban en sus párpados inferiores.
Bajó la mirada, sonrojada y se centró en lo que los unía.
-Quisiera... quisiera estar de este modo para siempre...-.
Murmuré sin ser escuchada. Yo... vivía un sueño del que no quería despertar.
Los minutos transcurrían. Las emociones negativas de antes se disiparon hasta desaparecer por completo. Uno creería que eso sería suficiente para que disfrutara de la atracción, pero... mi atracción, lo que hacía que me divirtiese estaba sosteniéndome.
Cada que estoy con Yukito esa emoción placentera que trae paz a mi ser brota sin detenerse y no sé cómo identificarla.
Acaso... ¿Se trata de ese amor del que se habla? ¿Aquel que llena los corazones y aviva tu ser?
De ser ese el caso, por fin lo estoy experimentando. Empiezo a comprender lo que conlleva y es... ¡Increíble!
El tiempo transcurrió y abandonamos el carrusel una vez finalizado nuestro turno. A pesar de eso, las actividades no cesaron.
Ya me sentía cómoda. Ya no me importaba si la gente abarrotaba los puestos o la razón principal de mi vergüenza, la cual era la cercanía con Yukito. Comenzaba a acostumbrarme a su tacto y presencia. Amaba verlo llevándome de un lado a otro con emoción, explicando cada parte de las atracciones para mi mayor comprensión.
Me llevó a un puesto de juegos, donde intentamos ganar premios con los juegos de pesca y tiro al blanco. Él siempre hacía todo lo posible por explicarme las reglas, incluso cuando yo no entendía del todo, su paciencia era infinita.
Antes de darme cuenta, la noche comenzaba a caer. Las luces de los farolillos se reflejaban en sus ojos, y su sonrisa iluminaba aún más el ambiente. Estaba feliz, y por primera vez, me sentía a gusto.
Después de ir a varias zonas, nos detuvimos en una última atracción.
No sentía cansancio. Si bien soy una chica enfocada en los estudios, mi condición física es buena, por lo que las caminatas no representaban agotamiento alguno.
-Esperaba con ansias traerte aquí, Haruka-.
Declaró.
-¿Es así? Ha de ser lo mejor del festival si escogiste que fuese el último sitio que visitemos-.
Respondí, inclinando mi cabeza y sonriéndole.
Por alguna extraña razón, Yukito permaneció estoico y quieto sin dirigirme la palabra, como si estuviese hipnotizado.
-¿Sucede algo? ¿Te sientes bien?-.
Mi preocupación se presentó cuando noté un aumento en el sonrojo de sus mejillas que fue esparciéndose a cada zona de su rostro, incluso alcanzando sus orejas.
"¿Será fiebre?".
Me cuestioné.
Usé la mano libre y la yema de mis dedos entraron en contacto con su frente.
-¡N-No se trata de eso! Es que... por alguna razón... hoy luces aún más hermosa que de costumbre, tanto que me es difícil resistir la alegría que eso me causa. Quisiera gritarle al mundo que mi novia es la mujer más bella de este mundo-.
-¿Are? ¿Más bella?-.
Mi ceja tembló. No sabía como reaccionar ante ese meloso cumplido, o al menos de de forma lógica. Pero por instinto mi cuerpo le respondió.
Lo solté y cubrí mi rostro que comenzaba a asemejarse al suyo. El aumento en la temperatura del mismo me hizo comprender por lo que él pasó antes.
-G-Gracias, supongo...".
Sucumbí al estado de ánimo. No pude decirle otra cosa más que esa.
Estuvimos en silencio unos segundos, mirando al suelo. Estábamos nerviosos otra vez.
O así fue hasta que...
-Disculpen ¿Planean entrar sí o no? Hay visitantes que están esperando su turno, pero ustedes no se mueven del camino-.
El encargado de la atracción nos interrumpió, sacándonos de ese ambiente pesado y señalando detrás nuestro a la multitud de personas irritadas por la tardanza que aguardaban.
-Nos disculpamos, sí entraremos-.
Respondimos al unísono como si nos hubiesen regañado, avanzando y permitiendo el flujo de gente antes de que desesperamos a los demás de peor manera.
Nos dispusimos a entrar, Yukito fue el primero, Sin embargo, antes de que yo lo hiciese...
-Un momento...-.
Dije mientras mis dedos temblaban al estirar el brazo y suspenderlo en el aire, dudosa.
Mi rostro, ya pálido por naturaleza, se volvió aún más blanco al ver la cabina frente a mí. Levanté la mirada y noté otra idéntica a varios metros por encima, lo que me hizo sentir aún más pequeña e insegura.
La estructura era circular, imponente en su diseño.
-Es la... r-rueda...-.
Balbuceé, apenas capaz de articular las palabras mientras mi mente luchaba por procesar la magnitud de lo que veía.
-Señorita, entre por favor. Hay más gente esperando-.
Pidió el encargado con tono paciente pero firme, consciente de mi vacilación.
-Hai...-.
Respondí finalmente, tratando de controlar el temblor en mi voz mientras me obligaba a dar el paso hacia adelante.
Una vez sentada, posé las manos en mis rodillas, sintiendo el pulso acelerado en mis palmas sudorosas, y desvié la mirada hacia abajo en un intento de encontrar algo de calma en el suelo bajo mis pies.
No quería mostrarle a Yukito mi estado más lamentable, él estaba maravillado mirando por los cristales de la cabina la gran altura que habíamos alcanzado, ajeno a mi respiración irregular mientras la rueda giraba y nos elevábamos varios metros sobre el suelo.
Mis manos se aferraban con fuerza mis rodillas. A través de los cristales, veía cómo el paisaje se extendía cada vez más abajo, una vista que, aunque impresionante, alimentaba mi creciente ansiedad.
-T-Tengo miedo... tengo miedo...-.
Me repetía en silencio, sintiendo un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de derramarse, luchando por mantener la compostura frente a mi novio.
Cada vez que la cabina alcanzaba su punto más alto, mi corazón parecía detenerse por un instante antes de que comenzara el descenso nuevamente. La sensación de vértigo se intensificaba, pero no podía permitirme estropear el momento para Yukito.
No obstante...
-Haruka... de casualidad... ¿Le temes a las alturas?-.
Él se percató de mi condición e hizo esa interrogante a raíz de ello.
Mi cuerpo saltó ante esto, avergonzada. Por más que traté de enmascararlo, fracasé.
-E-Es normal que los seres humanos le temamos a situaciones en las que nuestra seguridad o bienestar peligren...-.
Respondí, titubeando y resistiendo la infinidad. Las palabras salían con dificultad en mi boca, algo poco común en mí.
Quería disfrazar este temor infantil al respaldarlo con argumentos lógicos. Pero todo se resumía a que me asustaba verme a varios metros del suelo.
Fue entonces que, en mi punto más bajo, Yukito se puso de pie.
Levanté lentamente la mirada para ver lo que haría y, para mi sorpresa, aunque no debería ser así, se sentó a mi lado.
-L-Lo siento. Si sirve de algo, te acompaño-.
Dijo, posando su mano encima de su rodilla y manteniéndose junto a mí plenamente consciente de mi temor y sabiendo que no había mucho más que pudiese hacer. No obstante... eso fue suficiente para mí.
Me regaló esa sonrisa que le trae paz a mi corazón.
Mis labios temblaron. Mordí el inferior con cierta frustración.
Él siempre hace todo por mi. Se esfuerza por mantenerme a gusto, aceptando mis demandas sobre sus deseos.
Yo... quiero recompensarle un poco...
Respiré profundamente como anteriormente. Eso ayudaría a regular la frecuencia con la que mi corazón latía y aligeraría los nervios en mi haber.
Mi temblorosa mano delataba la poca capacidad que tenía de lograrlo, aún así, la dirigí hacia la suya y... me aferré a ella.
Pude sentir a Yukito dirigiendo su atención hacia mi dirección, pero me mantuve cabizbaja.
A pesar de que le temía a las alturas, enderecé mi espalda y miré a mi costado a través de los cristales. Sentía una mezcla de miedo y seguridad al tener a Yukito sujetándome y transmitiéndome confianza.
Fue entonces que pude maravillarme con la gran vista que se extendía frente a nosotros. Desde esa altura, todo lucía pequeño y distante. Las personas como diminutas figuras que se movían lentamente, los puestos del parque de diversiones parecían pequeños puntos dispersos entre gris concreto del suelo.
En ese preciso instante, un pequeño fuego artificial se elevó por los aires e iluminó el cielo con destellos brillantes. La luz se reflejaba en los cristales de la cabina, creando un juego de luces y sombras que amplificaba la sensación de asombro.
Varios más le siguieron, cada uno pintando el cielo con hermosos colores que flotaban sobre nosotros. El cielo se teñía de tonos vivos y brillantes, contrastando con la oscuridad de la noche, y la vista desde lo alto de la rueda era simplemente inmejorable.
Los ojos de Yukito brillaban con emoción mientras observábamos el espectáculo desde nuestra posición elevada, y su sonrisa contagiosa me hizo olvidar por un momento mi temor inicial, sumergiéndome en la belleza del momento compartido.
"Yo... ¿Le temía a esto?".
Me cuestione, apenada por lo sucedido.
¿Cómo era posible sentir miedo por algo así de hermoso?
-Yo no sabía que le temías a las alturas. Debí preguntar antes-.
Dijo Yukito, rascando el costado de su cabeza con gesto apenado y con cierto arrepentimiento en su tono de voz.
Mi expresión se aligeró al escuchar sus palabras. Sonreí con dificultad, sintiendo cómo las lágrimas de miedo de antes se transformaban en lágrimas de alegría.
Permanecí en silencio, emocionada y sin palabras en este estado de felicidad abrumadora.
"No podría ser más feliz... gracias Yukito, gracias".
Logré articular finalmente, al menos en mi su cocina. Pude sentir que mis ojos se volvían cristalinos y estaba segura de que gracias a esa condición el espectáculo de luces se reflejaba en ellos.
"Es nuestra primera cita y, para mí... no podría ser mejor".
Fue mi último pensar con una mezcla de emoción y gratitud. Sin dudas este momento mágico se convertiría en un recuerdo precioso que atesoraré para siempre.
Más pronto que tarde, el espectáculo de fuegos artificiales y nuestro recorrido en la rueda de la fortuna finalizó.
Cuando la atracción se detenía y los pasajeros éramos bajados, un mensaje llegó a mi celular. La vibración me hizo sacarlo rápidamente del bolsillo para ver de quien se trataba. Me preocupaba que fuese mi padre pidiéndome volver.
No obstante, cuando vi el contacto, asegurándome que no se tratara de él, toda la alegría que había sentido en las últimas horas se desvaneció, siendo reemplazada por un profundo temor y ansiedad que apretaban mi pecho.
Tan pronto como la cabina se abrió, fui la primera en salir apresuradamente, dejando a Yukito atrás. Corrí y corrí hasta encontrar un rincón más tranquilo.
El celular seguía vibrando sin cesar. Una oleada interminable de mensajes que me mareaban eran recibidos.
Me costaba respirar y cada paso era un calvario para mí.
A lo lejos divisé un baño. A pesar de lo sucio que lucía, me lancé dentro y desbloqueé mi móvil.
Seguramente se preguntarán quién era tan importante como para hacerme atender un mensaje y dejar a mi novio sin una explicación.
Es simple...
-¡¿P-Por qué te pones en contacto conmigo por primera vez en un momento así, madre?!-.
Grité con gran frustración.
Sí... se trataba de mi madre. Aquella mujer que nos abandonó a papá y a mí muchos años atrás.
Me vi al espejo completamente pálida producto del terror que su solo nombre de contacto me infundía al verlo en la pantalla del móvil.
Tragué saliva con dificultad y mi tembloroso dedo índice se dirigió a la notificación, pulsándola y abriendo la conversación para leer el mensaje que me fue enviado.
Era la primera vez que recibía uno de parte de mi madre.
Cuando papá y mamá se divorciaron, él jamás me impidió mantenerme en contacto con ella, al contrario, me otorgó un teléfono móvil y su número para hablarle cada que lo deseara, aunque hizo mucho énfasis en que quizá no respondería y... así fue.
Cuando se fue de nuestro hogar, sin falta, le mandaba un mensaje al final del día para preguntarle cómo estaba y lo que hizo. Le llamaba con la esperanza de que atendiera, pero jamás sucedió.
Le avisaba de notas, logros, mis cumpleaños, la felicitaba en el suyo y... nunca recibí una contestación.
Debido a los constantes rechazos, no volví a contactarla. Entendí que definitivamente cortó los lazos con nosotros y no insistí.
O al menos eso creo hasta el día de hoy en que por fin lo que añoraba de niña estaba sucediendo. Mamá tomaba la iniciativa.
El detalle radica en que... debí suponer que la razón estaba alejada de lo idealizado que tenía este momento.
Cuando di inicio a la lectura lo comprobé.
-Hoy hubo entrega de calificaciones, Haruka. He de admitir que no creí que fueses capaz de decepcionarme del mismo modo que tu padre. Tu promedio perfecto se arruinó por tu tonta diversión y distracciones. Hiciste caso omiso a mi advertencia y te emparejaste con un mocoso sin futuro. Eso me deja claro que has tomado la decisión de mantenerte en la mediocridad como tu progenitor. Sigue perdiendo tu tiempo y echando al caño tu vida, haces más fácil olvidar que tuve una hija-.
Terminé de leerlo...
Cuando la última palabra fue leída, un fuerte malestar en el estómago me golpeó team fuerte que instintivamente tuve ganas de vomitar.
Mis piernas temblaron. Se debilitaron a tal punto que se me complicaba mantenerme de pie.
La primera vez que recibía un mensaje de esa mujer que se hace llamar mi madre y solo fue para... ¿decir que la decepcionaba?
Una imagen fue adjuntada a la conversación, mostrando que en matemáticas mi promedio había bajado a 99 puntos. Aún era la más alta de mi generación, pero... sin perfección.
Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Mis manos temblaban mientras sostenía el teléfono, la pantalla parecía brillar con una intensidad insoportable. La perfección, siempre la perfección. Nada más importaba para ella.
Respiré profundamente, tratando de calmar el nudo en mi garganta. Mis piernas se sentían débiles, así que me apoyé contra la pared del baño. El ruido del parque de diversiones parecía lejano, amortiguado por el zumbido en mis oídos.
Dejé que las lágrimas rodaran libremente por mis mejillas, sin poder contener la avalancha de emociones. ¿Cómo podía ser tan cruel? Todo mi esfuerzo, todo mi sacrificio, reducido a una cifra. Una cifra que, para ella, significaba fracaso.
Me senté en el suelo del baño, ignorando lo sucio que estaba. Necesitaba un momento para recuperar el aliento, para procesar lo que sentía.
-¿D-Distracciones?-.
Repetía en voz baja, sintiendo cómo el peso de la palabra se hundía en mi pecho. La imagen de Yukito apareció en mi subconsciente.
-No... él no...-.
Mi celular cayó al suelo, resbalando de mis dedos en medio de un ataque de pánico. Mis manos se deslizaron por mi cabeza, tirando de mi cabello, mientras intentaba procesar el torrente de emociones.
-N-No es una pérdida de tiempo... no es su culpa...-.
Las lágrimas seguían derramándose por mis mejillas. Cada gota parecía un reflejo de la injusticia que sentía.
Me había concentrado tanto en que Yukito siguiese estudiando y mejorando, descuidando ligeramente mi propio desempeño escolar. Había pensado que podía manejar ambas cosas, pero ahora...
"¿Por qué? ¡¿POR QUÉ ME AFECTA TANTO LO QUE ELLA DIGA O PIENSE?!".
Grité internamente, sintiendo la frustración y la desesperación crecer dentro de mí. El eco de mis propios pensamientos parecía rebotar en las paredes del baño, amplificando mi dolor.
No lo entendía. Una mujer que abandonó a mi padre y a la hija que ambos concibieron no merecería importancia. Pero... en mi corazón seguía habiendo deseos de estar con ella, aunque lo negara. Quería recuperar a mi madre. Pero a medida que los años pasaban, esa posibilidad desaparecía...
Clavé mis uñas en mi cabeza, sin dejar de llorar. El dolor físico apenas era sentido comparado con la tormenta emocional dentro de mí.
-Echar a perder mi vida... mi futuro...-.
Susurré como una zombi, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor se desvanecía. Entré en un estado de shock.
Todo a partir de ese momento fue... difuso.
Recuerdo haber abandonado el baño y recoger mi teléfono, guardándolo en mi bolsillo. Este vibraba sin cesar, pero no quería revisarlo. Tal vez era nuevamente mi madre o... Yukito.
Divagué entra la multitud de gente, sin un objetivo claro. O así fue hasta que... Yukito me encontró.
-¡Haruka!-.
Me identificó a la distancia, corriendo hacia mí tan pronto se percató d emi presencia.
-¡¿Te sientes bien?! ¡Saliste corriendo de repente y...!-.
-Estoy bien. Solo necesitaba ir al baño. No hagas un escándalo por esto-.
Respondí con suma frialdad y rapidez a su interrogante. No me di cuenta que mi tono de voz volvió a ser inexpresivo y seco, probablemente aún más que antes.
Lo noté en su expresión. El cambio repentino entre cómo actuaba antes y ahora era chocante.
Esa... no era mi intención. ¿Qué estoy haciendo?
-E-Entiendo. He de reiterar mi arrepentimiento por haberte hecho afrontar la rueda de la fortuna sin conocer tu temor a las alturas-.
Se disculpó, reponiéndose de la impresión en un dos por tres.
-No te preocupes por eso-.
Las palabras salían de mi boca del mismo modo que antes sin que pudiese detenerlo.
"¿Qué es lo que me sucede? Yukito no es el culpable... ¿Por qué? ¿Por qué siento tanta frustración hacia él...?".
Fue mi pensar, mi lamento. Inconscientemente me desquitaba con él.
-Yo...-.
Quería aligerar el ambiente, fingir que ese mensaje jamás fue recibido y continuar con la cita, pero... no podía. Las palabras resonaban en mi cabeza, imposibilitándome olvidarlo.
-Yo... tengo sed. Quiero beber algo-.
Informé, desistiendo del intento.
-¿Uh? ¡Cierto! Hemos estado caminando sin parar durante horas, obviamente estás sedienta. La zona restaurantera ha de estar a unos metros hacia allá, vayamos-.
Yukito atendió a mi pedido a la brevedad. Pude percibir cierta intención en él de levantar la mano para ofrecerme sostenerla, pero me adelanté y crucé a su lado para no hacerlo.
-Vamos-.
Dije, fingiendo no haberme dado cuenta y así rechazando la oferta indirectamente.
Me adelanté, dejándolo atrás.
Vi de reojo que permaneció de pie, pasmado, por unos cuantos segundos.
-¡S-Sí!-.
Rápidamente aceleró el paso para alcanzarme, recuperándose.
No nos tomó mucho llegar a la zona restaurantera y realizar nuestros pedidos.
Yukito se llenaba de comida mientras yo me rehusaba a consumir cualquier clase de alimento, siendo la botella de agua lo único que pedí, dándole sorbos de vez en cuando, esperando a que él se terminara lo que compró.
Trató de entablar una conversación durante esto, sin embargo, mi mente no estaba ahí en ese momento. Solo podía pensar en lo que haría a partir de hoy.
Se ofreció a invitarme de su comida y lo negué. En un par de horas cenaría con mi padre, por lo que sería contraproducente saciar el apetito. Además, las náuseas que experimenté antes al recibir aquel mensaje me impedían incluso el antojo.
Todo el encanto, deleite y belleza que sentí desde el inicio en la cita se desvaneció como arena entre los dedos luego de recibir el mensaje de mi madre.
La hora de mi retorno a casa por fin llegó, siendo indicativo de que era hora de finalizar nuestra reunión.
Caminamos de regreso en completo silencio, o al menos de parte mía. Yukito se había ofrecido a llevarme y, al estar perdida en mis pensamientos y emociones, no respondí adecuadamente por lo acepté la propuesta sin ser plenamente consciente de lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde.
Mentiría si dijese que recuerdo lo pasado en el transcurso del viaje. No prestaba mucha atención al entorno ni a lo que Yukito balbuceaba, aunque reconocía que se esforzaba en disminuir la tensión entre nosotros.
Finalmente, llegamos a mi casa. Era la primera vez que él venía y lamentaba que fuese bajo este contexto desalentador.
Nos mantuvimos afuera por unos minutos.
"Sería mejor no experimentar... permanecer del modo en el que lo hemos hecho estos meses ¿Verdad?".
A pesar de que Yukito proseguía en su diálogo unilateral, yo también estaba en mi propia conversación conmigo misma.
Lo ocurrido con mamá era imborrable.
"No quiero terminar con Yukito... no quiero...".
El solo pensar en esa posibilidad causó un dolor inmenso en mi pecho.
"Pero... ¿Y si mamá tiene razón?".
Un profundo terror me abordó. Mis ojos cristalinos vieron a Yukito, aterrados por el escenario en que se fuese de mi vida.
Por un breve instante el zumbido de mis oídos cesó. El mar de dudas en mi subconsciente se silenció y escuché a mi... novio.
-Haruka... ¿Disfrutaste la cita? ¿Te divertiste?-.
Me preguntó, volviendo a sonreír.
¿Cómo es capaz de mostrar tanta felicidad? Estoy segura de que tuve malos comportamientos en el ocaso de nuestra reunión.
"¿Me divertí? ¿La disfruté?".
Interrogué.
En mi mente, a manera de película, se reprodujeron los momentos felices que compartimos en la cita. Esas emociones estallaron en mi interior como una lluvia de... fuegos artificiales.
El viaje en el carrusel donde me reconfortó. Los juegos en donde me instruyó y el paseo en la rueda de la fortuna donde me ayudó a superar ese miedo, mostrándome la escena más hermosa que he visto en mi vida.
Mi corazón herido sanaba al recordarlo. Ese frío se volvía cálido.
Todo apuntaba que fue una cita increíble, la mejor que alguien pudiese pedir.
Sin embargo...
"-He de admitir que no creí que fueses capaz de decepcionarme del mismo modo que tu padre-".
Tuve la desgracia de rememorar las palabras de mi madre.
Fruncí el ceño, arrugué las cejas, mordí mi labio inferior y cerré los puños con fuerza.
Mis ojos brillantes se volvieron opacos, sin vida.
-Sí... me divertí...-.
Respondí.
Tragué saliva, sintiendo un profundo dolor en el pecho por lo que vendría a continuación. Antes de que Yukito me interrumpiera, continué.
-Sin embargo... solo fue eso...-.
Añadí.
Emitir ese mensaje... me destrozaba. Pero ya no tenía control sobre mí.
Era el rencor mal dirigido y el enojo los que hablaban.
-¿E-Eh?-.
Estoy segura de que lo herí.
-Diversión... perdida de tiempo...-.
Fueron lo que mi madre usó como razón de mi decremento en el rendimiento académico.
Mi respiración se dificultaba. El pecho me dolía. El corazón me latía demasiado fuerte mientras se me formaba un nudo en la garganta.
La alegría que me trajo su presencia el día de hoy era reemplazada por lo negativo que experimenté por culpa de esa mujer. Olvidé lo bueno... me concentré en lo malo.
-No gané nada. Fue un día insignificante que no representa nada en mi vida y futuro...-.
Finalicé, apretando los puños y sintiendo mis uñas incrustándose en la palma.
Yo... permití que ese agujero negro de tristeza y desesperanza me consumiera.
-¿Es así?-.
Me interrogó Yukito, agachando la cabeza.
-Lo siento-.
Le respondí, viéndolo a los ojos. Era lo mínimo que le debía por lo cruel que estoy siendo.
No obstante... él volvió a sonreír...
-¡N-No te disculpes! Es entendible. Prácticamente te saqué de casa para ir a un sitio que no es de tu agrado...-.
"No... no hagas eso...".
-Es comprensible que no desees recordarlo...-.
"Por favor detente... no te eches la culpa... ¡Tú no eres responsable de nada!".
-Yo soy quien debe disculparse...-.
Mi boca se abrió ligeramente. Subí el puño y lo posé encima de mi adolorido corazón.
Salí de esa negrura y sufrimiento por un breve instante.
"No... esto no está bien... n-no... yo...".
No lograba articular el diálogo en mi subconsciente. Mucho menos podría empalmarlas para pronunciarlas.
Quería llorar.
"¡!".
Fui sorprendida. La felicidad hasta hoy imperturbable de mi novio... lucía falsa.
-Supongo que debo irme. Feliz noche buena, Haruka-.
Me deseó, volviendo a su estado habitual. No... es imposible... ¡Vi dolor en ti! Dolor que... yo provoqué...
Aunque, como ha sido desde el principio... mi cobardía me impedía detenerlo.
-Feliz noche buena y próspera navidad, Yukito...-.
Le deseé, agachando la cabeza.
Mi mano se subía instintivamente, tratando de alcanzarlo, como si de un reflejo se tratase.
Él aguardaba que entrara a casa para retirarse. Aún habiendo finalizado la cita... seguía cuidando de mí.
Mi brazo volvió a su posición habitual, desistiendo.
"Lo siento...".
Me disculpé mentalmente. Era yo quien debería pedir su perdón por lo que le estoy haciendo pasar sin ser su culpa.
Giré, abrí la puerta y entré.
Mientras las bisagras chillaban y la puerta se cerraba para finalizar de ese modo con la cita... pude verlo darse la vuelta y decir...
-Así que... ¿Solo fue un día insignificante?-.
Cuestionó.
Mis ojos se abrieron en demasía y las lágrimas contenidas se acumularon y derramaron.
Permanecí de pie frente a la puerta, debatiendo internamente si salir o no.
-Yukito... Yukito...-.
Mi llanto se potenció. Solo repetía su nombre con profundo arrepentimiento por el sufrimiento que le causo a quien... me ama de verdad.
Mis piernas, así como en el baño del festival, se rindieron.
Caí de rodillas al suelo, en un golpe seco que hizo eco en la casa.
-A pesar de lo cruel que fui... ¿Por qué seguiste sonriendo?-.
Mis sentimientos estallaron en un frenesí de ardor, desespero y tristeza.
Limpié mis lágrimas sin aparente fin con las mangas de mi suéter.
-Perdóname... perdóname...-.
Me rompí.
Ya no servía de nada pedirle disculpas. No cuando él se ha ido.
Abracé mis piernas y pegué las rodillas al pecho, incrustando el rostro en los muslos. Mi pantalón se empapaba de lágrimas.
-¿Haruka?-.
Escuché mi nombre ser pronunciado.
Separé la cara de mi "almohada" y atendí al llamado.
Era mi padre, quien mostró preocupación y miedo por el estado tan deplorable que le mostré.
-P-Papá... ¿Lo arruiné?-.
Pregunté, aún con la esperanza de arreglar las cosas.
Él corrió hacia mí, se agachó y me abrazó.
Perdí la noción del tiempo. Lloré y lloré hasta que me dormí. A la mañana siguiente amanecí en mi habitación con mi padre dormido en una silla al costado de mi cama sosteniéndome la mano.
Claramente perdimos la reservación en el restaurante.
Cuando por fin me recuperé, ambos conversamos. Le conté lo sucedido entre nosotros y el mensaje de mamá. Sobre decir que realmente se enojó, pero le pedí que no hiciese un escándalo de esto.
Al preguntarle por lo que debería hacer, me dijo que era obvio, debía disculparme con Yukito.
Yo... quería hacerlo en persona, pero ese fue el último día que nos vimos hasta que comenzaron las clases nuevamente, por lo que recurrí a enviarle un mensaje pidiendo perdón, y Yukito respondió amablemente, diciendo que no había problema sin pedir más detalles ni preguntarme la razón por al cuál me comporté de ese modo, haciendo más fácil procesarlo al no ser necesario revivirlo.
Las vacaciones terminaron y nos encontramos de nuevo al inicio del año escolar.
Previo a eso, intercambiamos mensajes, compartiendo detalles sobre lo que hicimos durante ese tiempo. Parecía que todo estaba bien, que no había resentimientos. Eso me hizo sentir aliviada, pero algo se volvió extraño entre nosotros.
Notaba que algo faltaba en Yukito.
Estábamos en una relación estática, similar a la del principio. Ambos parecíamos conformes con la situación actual, sin dar más de nosotros ni tomar nuevas iniciativas.
Pensé que esta calma podría asegurar la duración de nuestra relación, cumpliendo con los acuerdos implícitos entre nosotros.
Los meses se convirtieron en años, y Yukito seguía conforme con la dinámica establecida. Nada parecía cambiar entre nosotros. Él continuó siendo mi novio y firmando los contratos de noviazgo con el mismo entusiasmo de siempre.
Entramos a la universidad de nuestros sueños. Nos volvimos iguales en lo que respecta a rendimiento académico. Podría incluso admitir que Yukito era mucho mejor que yo.
Todo era tranquilidad en nuestra relación. Nuestro noviazgo se afianzaba a pesar de que no seguíamos lo establecido por los estándares de la sociedad. Íbamos a nuestro ritmo.
Fue entonces que, el día de su cumpleaños, me citó a la parte trasera de los edificios de la universidad.
No negaré que me pareció cuanto menos curioso, pero hice caso y nos reunimos en dicho sitio.
-Yukito ¿Para qué me citaste aquí? Se supone que debemos estudiar antes del inicio de clase, no tardes-.
Le recordé con una pequeña sonrisa. Esa que mostraba cada que lo veía al alegrarme por reunirnos.
Era nuestra rutina. Formaba parte del itinerario que seguían.
-Quería decirte una cosa...-.
Declaró de forma seria y voz gruesa.
Una fría brisa cruzó y elevó las hojas marchitas que cayeron del árbol al recibir el otoño.
Levanté mi ceja con confusión, asintiendo para indicarle que prosiga.
Por alguna razón que desconozco, sacudió la cabeza y palmeó sus mejillas antes de hablar.
-Haruka-.
Dijo mi nombre.
Eso, por motivos desconocidos, produjo un profundo malestar y un terrible presentimiento en lo profundo de mi ser, presentimiento que... estaría en lo correcto.
Me preparé para el peor escenario posible como medida de defensa, no obstante...
-Haruka, quiero que terminemos nuestra relación-.
Expresó con seguridad y decisión.
Pero ni años de antelación me prepararon para esto.
Fue en ese preciso instante en el que un fuerte crujido hizo eco en mi interior...
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