Capítulo 10. Un día fructífero.

El día había concluido exitosamente en lo que respecta a la jornada escolar. Los alumnos abandonaban sus aulas entre risas y conversaciones de pequeños grupos compuestos por una variedad de estudiantes a los cuales desconozco a pesar de hallarse en las mismas clases que yo.

Recorría los pasillos repletos de personas para de ese modo retirarme con dirección a mi hogar.

Como era costumbre en mí, miraba fijamente el camino delante mío sin prestar atención a lo que sucedía alrededor.

No obstante, esto se dificultaba debido a los constantes susurros y conversaciones a mi espalda mientras era observada, al igual que señalada, como si de un bicho raro se tratase.

-Es incómodo...-.

Solo logré susurrar eso mientras inclinaba la cabeza ligeramente hacia abajo para no hacer contacto visual con nadie.

Era lo mismo de siempre. Las malas intenciones y el desagrado que los demás me dirigían se volvía tortuoso.

Envidia, disgusto y complejos de inferioridad que escondían al arrojar insultos a mis espaldas. Era un cúmulo de emociones negativas que apuntaban sobre mi espalda sin ninguna clase de miramiento o justificación.

No recuerdo haberles siquiera hablado. No consigo información respecto a sus rostros o nombres. Así que... ¿Por qué soy objeto de esto?

Todo este tiempo he pretendido ignorarlo. Pretender que nada ocurre. Esa ha sido mi estrategia desde que tengo memoria. El modo en el que evado la realidad para que los sucesos no afecten mi estado de ánimo.

Y comenzó desde que mi madre...

No, no es algo que desee recordar.

Me limité a sacudir la cabeza para evitar el surgimiento de recuerdos indeseados.

Las voces detrás mío se intensificaban.

-La princesa de hielo. Tan hermosa y perfecta como siempre-.

Esa oración estaba repleta de sarcasmo e ironía. El mensaje era claro.

-Escuché que por fin consiguió un amigo. ¿Cuánto crees que tarde en darse cuenta que no le interesa nadie más que ella y vuelva a dejarla sola?-.

Hablan de Yukito...

Eso no es cierto. No hay manera de que no sienta alguna clase de interés o afecto hacia terceros. Simplemente no soy buena expresándolo y me cuesta formar vínculos con los demás.

Y yo sé que Yukito no me abandonaría. Nuestro noviazgo está sellado con una firma sobre un documento legal. Es imposible que algo de este peso sea roto.

Mis manos temblaron al infundir una mayor fuerza en las cintas de mi mochila.

-Yukito...-.

No sé a qué se debió, pero su nombre fue emitido por mí tan pronto pensé en él.

Y en ese instante cualquier voz o sensación de ser observada fue simplemente disipada.

Ya no valía la pena darle demasiada importancia a lo que la envidia del resto decía.

En vez de eso, continué ignorándolo. O mejor dicho, decidí enfocarme en otro asunto, pasando por alto lo demás.

Había sido un día fructífero en cada aspecto de mi vida.

Pude entregarle el contrato a Yukito y recibir su firma sin ningún problema. Previo a eso se sentó conmigo y conversamos. Bueno, al menos esa fue la intención que tuvo, pero no fui capaz de proseguir con el intercambio.

No sé de qué hablar con un novio. Jamás había tenido uno para practicar y a pesar de que busqué en libros, al igual que en páginas web, no hubo información fidedigna que avale la efectividad de las técnicas.

Nos mantuvimos en silencio durante veinte minutos. Aun así, disfruté mucho de su compañía.

Quise recolectar valor para hablarle sobre el contrato, pero las palabras simplemente no salían.

Posaba las manos encima de mi mochila con la intención de sacar la carpeta en la que almacené el documento. Sin embargo, estas no se movían.

Al transcurrir el lapso antes mencionado, el timbre que avisaba del inicio de clases sonó y Yukito se despidió, no sin antes hacerme una oferta, la cual consistía en reencontrarnos en el receso.

Ahí fue donde vi mi oportunidad.

En uno de los libros que consulté mencionaba que pasar los recesos acompañada de tu novio es algo común dentro de las parejas de nuestra edad. Y también era el momento indicado para hablarle del contrato, por lo que acepté de inmediato, usando la excusa de que estudiemos.

Necesito acostumbrarme a su compañía. El verlo directamente a los ojos provoca que recuerde su confesión y mi pecho se acelere. No deseo repetir esa sensación, no estoy lista.

Así que, aprovecharía para enseñarle sobre las matemáticas, materia que he visto que le cuesta comprender, y de ese modo comenzar a reducir la incomodidad en mi persona debido a su compañía.

Sin embargo...

"No sería eficiente entregarle el contrato durante el receso. Eso reduciría el tiempo de estudio".

Fue mi pensar. El grosor del documento era considerable, por lo que le tomaría por lo menos 5 minutos leerlo por completo. Esos serían cinco minutos que no recuperaríamos.

Cuando cuestionó el sitio en el que haríamos la ingesta de alimentos, aproveché para infórmale sobre el contrato y la calendarización.

Él parecía confuso ante ello así que le expliqué de qué se trataba.

Para mí sorpresa, él aceptó y firmó sin leer siquiera los términos al final.

"Lo firmó sin dudarlo...".

Pensé.

Desconozco el motivo, pero mis mejillas se sentían ligeramente calientes tras recapitular esto último.

La emoción en su rostro fue... placentera de presenciar.

Y lo que siguió tras esto no se queda atrás.

Nos reunimos como se acordó. Antes de esto, él estuvo sumamente concentrado en la clase, cumpliendo de ese modo el primer acuerdo del contrato.

Eso me llenaba de ilusión. Me daba esperanza de que nuestra relación sería ideal y sin finales trágicos, o al menos era un buen indicio del compromiso que Yukito poseía.

Propuse un juego durante la sesión de estudio. Consistía en entregarle una serie de ejercicios de álgebra y conforme él los contestara le entregaría una pieza de su almuerzo. He leído que esta clase de incentivos son ideales a la hora de buscar un objetivo.

Y... quedé gratamente sorprendida por su desempeño. Jamás me hubiese imaginado que Yukito fuese como una esponja que absorbe información a un alarmante ritmo.

¿A qué se debía? Lo desconozco. Él siempre ha sido un alumno promedio y en ocasiones duerme en clase. Pero ahora demostró un genuino interés en mis explicaciones, ni siquiera parpadeaba.

¿Por qué no hace lo mismo con los maestros? No lo entiendo.

En fin. Es grato saber que mi novio es un hombre con un potencial enorme. Como su maestra, estoy orgullosa de ser la responsable de pulir ese diamante en bruto.

"¡No te decepcionaré, Yukito! ¡Deja tu futuro académico en mis manos!".

Me llené de decisión.

No obstante, cierto asunto todavía hacía ruido en mi interior.

"Lo firmó sin leerlo...".

Recordé y mi ritmo cardíaco se aceleró.

¿A qué se debe esto?

Solo pude posar la mano sobre mi pecho, confusa.

-Debo ir al médico. Desde ayer mi corazón se acelera de repente. Puede tratarse del comienzo de una arritmia-.

Dije, preocupada por mi estado de salud ante esta nueva sensación de presión en el pecho sin motivos aparentes.

O tal vez... este sentimiento no es causado por una patológica cardiaca.

Tras todo lo que he vivido respecto a mis relaciones afectivas, es posible que no sepa identificar ni diferenciar lo que es normal y lo que no.

-¡Haruka-San!-.

Mientras estaba sumergida en mis pensamientos, una voz pronunció mi nombre, rompiendo mi concentración.

Rápidamente volteé hacia la dirección de donde fue emitido el mensaje.

-Hola, Yukito-San-.

Lo saludé. Se trataba de mi novio Yukito Yukihira.

Él caminaba hacia mi dirección trotando en los pasillos y escabulléndose entre el resto del alumnado. Sacudía su mano y saludaba efusivamente.

Yo permanecí de pie, aguardando a su llegada.

No pasó mucho para que estuviésemos de frente.

-¿Qué sucede, Yukito-San?-.

Pregunté.

No me desagradaba su presencia, al contrario. Pero me sorprendía la repentina aparición.

-¡Caminemos juntos hasta la salida!-.

Declaró con vehemencia. Lucía emocionado.

Yo ladeé la cabeza.

-Soy perfectamente capaz de caminar hasta la salida del instituto-.

Expresé.

Esto disipó su euforia inicial.

Rascó el costado de su cabeza, desviando la mirada. Quizás algo le avergonzaba.

-Es que he leído que acompañarte es algo que los novios hacen. También que es normal caminar juntos por los pasillos de la escuela-.

Respondió.

"¡Revelación!".

Es una enorme revelación. Yo no poseía esa información. Quizás no realicé una búsqueda idónea respecto a las actividades de pareja.

"Haruka, debes hacer una investigación más profunda. Este tipo de cosas no pueden repetirse. El caminar a su lado es tolerable si lo comparamos con el resto de cosas con las que me encontré".

Tuve que reprenderme. Cometer esta clase de errores no es propio en mí.

-¿Haruka-San?-.

Yukito me nombró nuevamente. No me percaté que permanecí en silencio ante su contestación.

-Me disculpo, Yukito-San. Acepto gustosamente que me proporciones tu compañía en este recorrido-.

Respondí, inclinándome hacia adelante para hacer una pequeña reverencia debido a mi pedido.

-¡¿En serio?!-.

Él se acercó a mi rostro peligrosamente. Sus ojos brillaban intensamente.

Yo retrocedí un par de pasos, incómoda por esto.

-Sí-.

Asentí, confirmando mi decisión.

-¡Genial! Si quieres ¡Podemos hacerlo a diario!-.

-Esto sería demasiado excesivo-.

Sugirió y rechacé de inmediato.

-Tienes razón, me disculpo-.

Como si de un animalito regañado se tratara, se disculpó conmigo. Aunque no había motivo para ello. La razón por la que me niego es porque todavía no me adapto. Quizás en el futuro no me molestaría.

-Vamos-.

Dije.

Él se puso a mi costado y comenzamos a caminar.

Hablaba sobre sus gustos. Yo lo escuchaba atentamente.

Me gustaba oírlo. Era agradable recibido información de su parte. No solo porque de ese modo lo conocería mejor. Sino porque cada que habla sobre algo que le gusta lo demuestra sin restricciones.

Por primera vez, desde que estudio en este instituto, disfruté caminar por los pasillos.

-Oye Haruka ¿Vas a pie a casa? Puedo acompañarte si así lo deseas-.

Declaró Yukito al recién llegar a la acera.

-Inútil. El esfuerzo y los minutos gastados en caminatas pueden ser fácilmente aprovechados en algo de mayor importancia-.

Respondí.

No es que me desagradara la propuesta. Al contrario, disfruté mucho de su compañía el día de hoy y no quisiese que acabara. No obstante, no podía acompañarme porque...

-Es por eso que mi padre es quien viene por mí-.

Porque no me voy a pie. Lo idóneo fue informárselo para no crear malos entendidos.

-Y-Ya veo. ¿Gustas que espere aquí contigo?-.

Interrogó.

-Ineficiente. Emprende el viaje de regreso a tu hogar y concéntrate en estudiar. Lo requieres-.

Para ser sincera eso era mentira. Es solo que no sabía como reaccionaría mi padre en caso de conocerlo. Sería agotador responder a sus preguntas en caso de que él lo viese. Según la información que poseo, que el padre de la novia conozca al novio no tiende a ser al principio de la relación así que eso era otro punto a favor que apoyaba a mi negativa ante la propuesta que me proporcionó Yukito.

-P-Pero...-.

Su ánimo bajó. Agachó la cabeza.

Oh no... ¿Lo herí?

¿Qué hice mal?

¿Dijo algo que no debía?

Me empecé a preocupar.

-De acuerdo ¡Supongo que sí lo necesito!-.

Mis temores desaparecieron cuando me respondió del mismo modo de siempre.

Suspiré, aliviada.

-Entonces supongo que nos veremos mañana. Esperaré ansiosamente estar a tu lado un día más, Haruka-San-.

Me sonrió al decirlo.

El ritmo cardíaco acelerado se presentó nuevamente. Mis labios temblaban.

Solo pude elevar el puño y posarlo sobre mi pecho mientras lo observaba esperando una reacción de parte mía.

Quería hablar. Ni siquiera sabía que diría, pero deseaba hacerlo.

Un nudo en la garganta me lo impedía y solo pude asentir.

Eso pareció ser suficiente para él, quien se dio la vuelta, alejándose.

Por un breve instante se detuvo a medio camino y volteó de reojo a mi dirección.

Noté que sus labios se movieron, formando un mensaje que no fui capaz de leer.

Tras esto, se fue. Lo perdí a la distancia. Desapareció de mi vista.

Yo permanecí mirando hacia el camino que tomó hasta que el automóvil de mi padre se estacionó al costado de la acera, por lo que entré, como era costumbre, en los asientos de atrás.

-¡Hola, hola, Haru-Chan! ¡Adivina qué me sucedió hoy!-.

Dijo mi padre, emocionado mientras arrancaba el auto.

Antes de responderle, él me lo dijo.

-¡Exacto! ¡Fui elegido como el dueño de la obra! ¡Es la primera vez que me dejan a cargo del trabajo! Sabía que meter mi curriculum en esa constructora era buena idea. A mis jefes les agradaron los planos y comenzaremos con la construcción del edificio en un par de meses-.

Informó, eufórico.

Y no se detuvo ahí. Continuó relatándome lo que hizo este día. Yo lo escuchaba atentamente, alegrándome en lo profundo de mi corazón que le vaya bien. Si alguien ha luchado mucho por obtener lo que desea es él. Que sea recompensado me hace feliz.

Él avanza, saliendo de la sombra de mi madre.

-Ya dejemos de hablar de mí. Cuéntame Haru-Chan ¿Cómo estuvo tu día?-.

Me preguntó, cambiando de repente el tema y mirándome de reojo por el espejo.

Me dispuse a relatarle las actividades que realicé hoy, evitando los sucesos en los que haya estado presente Yukito.

No obstante, esto no pareció ser suficiente para él.

-¿No hay algo más que me quieras decir?-.

Insistió.

-No. ¿A qué te refieres?-.

Cuestioné.

Me extrañaba su actitud. Normalmente solamente me haría un par de preguntas sobre las clases.

-Haruka...-.

Me nombró, tomando una pausa.

-Es la primera vez que te veo feliz después de terminar las clases. No has dejado de sonreír desde que te subiste-.

Informó.

Rápidamente miré mi rostro en una superficie reflejante para confirmarlo, las ventanas en este caso, y... tenía razón.

Mis labios formaban una sonrisa pequeña y mis mejillas estaban sonrojadas.

Posé las manos sobre ellas y estaban hirviendo.

-Dime ¿Hay algo que hizo que tu día fuese mejor a los anteriores?-.

Pensé en Yukito.

-O... ¿Alguien?-.

Agaché la cabeza. Me sentía avergonzada.

No puedo mentirle a la persona que mejor me conoce en este mundo. Negarlo sería inútil.

Inmediatamente cruzó por mi mente la imagen de Yukito.

Tomé aire, respiré hondo para darme valor y...

-Papá, tengo novio-.

Confesé.

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