Capítulo 7

La carta cayó al suelo. Lucy y Nique miraban a Thalia preocupadas, se había quedado mucho más pálida de lo que ya era.

Un pequeño temblor hizo tambalear a las dos amigas.

-¿Qué está pasando?- preguntó Lucy.

Nique caminó hasta Thalia y la cogió del brazo, zarandeándola.

Thalia reaccionó y el temblor paró. Parpadeó un par de veces dándose cuenta de dónde estaba y miró la carta que estaba en el suelo.

-¿Estás bien?- preguntó Nique preocupada.

Ella asintió un par de veces, se agachó y cogió la carta, agarró la otra carta de M y se disculpó para salir de la habitación con paso ligero.

Pensaba ir en ese momento a hablar con la directora McGonagall. Pero recordó que no tenía ni idea de cómo llegar.

En la sala común vio a un par de chicos mayores frente la chimenea apagada, y decidió preguntarles.

-Perdonad. ¿Sabéis dónde está el despacho de la directora?

Los chicos se giraron para mirarla, y le dieron las indicaciones que necesitaba.

-Pero ya no debes salir de la sala común, te llevarás un castigo- dijo uno de ellos.

Thalia simplemente les agradeció y salio por el retraro para empezar a correr siguiendo las indicaciones y apretando las cartas en la mano.

Cuando llegó vio la estatua frente a una escalera que debía subir al despacho.

No sabía cómo entrar y empezó a dar vueltas para calmarse.

Sus ojos picaban, señal de que iba a empezar a llorar.

Sus padres estaban vivos, ahora lo sabía, y decían que pronto iban a estar juntos.

Esperó mucho tiempo sentada en la pared con la cabeza entre las piernas.

-Señorita, ¿qué hace aquí?- la voz de la profesora McGonagall hizo que levantase la cabeza y se secase las lágrimas que habían empezado a caer.

-Necesito hablar con usted, profesora.

Minerva dudó un poco pero asintió.

Murmuró unas palabras y la estatua se movió dejando a la vista las escaleras.

-Sígame- ordenó Minerva subiendo las escaleras y Thalia subió tras ella.

Thalia miró el amplio despacho. Vio en la estantería al Sombrero Seleccionador y en una vitrina una espada muy bonita. La observó detenidamente acercándose a ella.

-Es la espada de Godric Gryffindor, el fundador de su casa, señorita Simmons- explicó Minerva como si leyese sus pensamientos, o quizás lo hacía- ¿Sabe que no puede estar por los pasillos a estas horas?

Thalia asintió, ella ya lo sabía, pero era una emergencia.

-Mire- le tendió las dos cartas y Minerva las leyó, poniendo cara de sorpresa.

Después de unos minutos levantó la cabeza y le devolvió las cartas.

-Sabía su situación, sus padres me hablaban mucho de usted y de lo mucho que querían verte- dijo Minerva.

-Pero... ¿quiénes son? Parece que todos lo saben menos yo- sus ojos estaban cristalinos.

-Ellos te han protegido todos estos años, aún hoy día te protegen.

-Solo quiero saber quiénes son, por favor- suplicó Thalia- Ya me han dicho que me protegen, que me quieren, pero el peligro pasó hace mucho tiempo, lo he leído.

-Thalia, las cosas pasarán cuando tenga que pasar. Tus padres no quieren arriesgarse a perderte. Por ahora solo debes saber que siguen vivos, por la carta.

-¿Y M? ¿Quién es?- preguntó secándose una págrima que le caía por la mejilla.

Minerva soltó algo parecido a una risa pero trató de mantenerse seria.

-Tal y como dice su carta, eres su sobrina.

-¿También sabe quién es pero no puede decírmelo?

Minerva asintió y Thalia bufó.

-Lo siento, es lo máximo que puedo hacer por usted, la mantendré informada si recibo alguna noticia- aseguró Minerva- Y ahora, es tarde, debería descansar, mañana comienzan las clases, su horario aparecerá en su habitación antes de que se despierte.

Thalia asintió y se dispuso a salir del despacho, pero un carraspeo la detuvo.

Miró hacia arriba y vio al Sombrero Seleccionador, y recordó lo que le dijo. Se giró y volvió a ver a la directora, que la miraba interrogante.

-Una cosa más, profesora McGonagall- dijo Thalia- Cuando me puse el Sombrero Seleccionador en la cabeza dijo algo, algo de que en mi corazón había una oscuridad que no era mía, y me dijo que hablara con usted.

Minerva se quedó pensativa unos minutos.

-No se preocupe señorita Simmons, el Sombrero Seleccionador tiene cientos de años, a veces dice cosas por decir, no piense en eso- Minerva sonrió con tranquilidad y Thalia asintió dudando, pero se dio la vuelta para salir del despacho- Y recuerda, si alguna vez quieres hablar conmigo, la contraseña es caramelos de limón.

Thalia se despidió y bajó corriendo las escaleras.

Minerva se quedó parada en su despacho, y miró el retrato de Dumbledore.

-Usted también lo ha notado, ¿verdad, profesor Dumbledore?- preguntó Minerva.

El retrato de Dumbledore asintió sonriente.

-Debe vigilarla, esa magia oscura en su corazón puede arrasar con todo, ella incluída.

-¿Pero qué es?

-No lo sé profesora, no lo sé- negó Dumbledore preocupado.

*****

Cuando Thalia llegó a su habitación, Lucy y Nique saltaron hacia ella preocupadas porque se fuera tan de repente.

Thalia solo dijo que había ido a hablar con la profesora McGonagall por un asunto de sus padres. Era la verdad solo que no contada al cien por cien.

Antes de dormirse estuvo acariciando a su nueva lechuza un rato, y luego terminó Historia de Hogwarts, y empezó a leer los libros de cada asignatura.

Leyó los distintos hechizos que había y la manera de ejecutarlos, las distintas pociones y la manera de hacerlas, cómo se leían las estrellas y las distintas hierbas.

El único que no se leyó fue el de Historia de la Magia, ese libro era más gordo que cualquier libro muggle que había leído ella.

Se durmió abrazando la carta de sus padres. Sabía que estaban vivos, ellos sabían dónde estaba, pero no tenía ninguna cosa que la uniera a ellos, solo sus dos cartas, y una lechuza que perteneció a su padre.

*****

Draco y Hermione recibieron ese día una carta de su hijo Abraxas. Echaban mucho de menos a sus hijos, porque Orion, Perseus, Serpens, Venus y Afrodita estaban en Hogwarts, pero al menos aún tenían a Scorpius y a los pequeños Ryan y Brandon.

La carta de su hijo hablaba en un principio de Thalia, la nueva integrante del grupo.

-Creo que el destino nos ha unido a esa niña- comentó Hermione, y Draco asintió.

Después leyó sobre las bromas que iban a hacer ese año con su nueva amiga, que iba a ser el cerebro.

-Maldición, Draco, ¿tenía que salir a ti en lo de las bromas?- se quejó Hermione.

-Creo que en eso ha salido a ti, yo no era el que inflingía cincuenta normas todos los años en los que iba a Hogwarts- dijo Draco con diversión.

-Nosotros no lo hacíamos queriendo- rió Hermione, prosiguiendo con la carta.

Llegaron a lo que estaban deseando saber sus padres, la casa de su hijo.

Al leer que él y todos sus amigos incluyendo a Thalia habían quedado en Gryffindor Hermione empezó a hacer un baile raro de victoria porque al menos uno de sus hijos fuera a su casa, pero Draco se quedó callado y sin respirar.

-¿No irás a enfadarte con él por quedar en Gryffindor, verdad?- Hermione amenazó a Draco con el dedo, pero Draco sonrió.

Se levantó y rodeó a la castaña con sus brazos.

-¿Por qué iba a hacerlo? Estoy muy feliz, salió a ti, y siempre supe que iba a ir a esa casa, desde que vino a casa lleno de golpes por defender a Lily de unos matones junto a James- aseguró este.

Acercó su cara a la de su esposa y depositó un suave beso en sus labios.

-Voy a ir con Harry a cobrar mi apuesta- dijo Hermione feliz- Dijo que todos quedarían en Slytherin por la maldad de sus bromas, ¿recuerdas aquella vez en que lo dejaron calvo? Creo que sigue resentido por eso.

Draco rió y cogió la mano de su esposa para salir del despacho, no sin antes echar un vistazo al árbol genealógico.

*****

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