Primer Shot
Navidad es en tres días y los elfos han trabajado duro desde el comienzo del mes. Fabricando juguetes según los pedidos de los niños. Pero quién los lidera es el Líder De La Tropa Élfica: Book Kasidet (quién va tarde al trabajo).
—¡Chicos! ¡Ya llegué! — Él líder se anuncia desde las puertas y sostiene sus rodillas para respirar. Corrió veinte largos minutos hasta el trabajo y con las mejores botas para superar la nieve. Es el único elfo de tamaño humano y el único albino de ojos azules.
—¡Jefe!— La multitud vocea. Book endereza la espalda para saludarlos a todos. —Jefe, ¡por aquí!— Piden asesoría. Book se dirige a ellos preguntando qué pasa y un elfo ha detenido la cinta corre-regalos porque él y su colega no deciden un color para el lazo.
—¡A el niño le gustaría el azul! ¿O usted qué cree, jefe?
A punto de responder, habla el que sostiene el lazo rojo. —¡No! El niño preferiría el rojo porque le encantan los cometas y la punta de la cometa, ¡es roja!
—¡Azúl!
—¡Rojo!
—¡Azúl!
—Que es ROJO. — El elfo grita como un mismo alce alargando la "o". Book los relaja y cierra ambos lazos como uno solo.
—¡Vaya, jefe!— Los elfos se sorprenden y Book le comunica al elfo mecánico que siga corriendo la máquina. El elfo con el casco naranja baja la palanca y los regalos siguen corriendo. —Bueno chicos, ¿qué hacemos cuando solucionamos nuestras diferencias?— Book se cruza de brazos fulminándolos con la mirada.
El de rojo mira aborrecido al de azul. El disgusto parece mutuo. —Lo siento. — Suspira el bigotudo rojo.
—Yo también lo siento.
Se abrazan con cuidado de no pisar la cinta y se miran llenos de odio y rivalidad.
El ascensor al fondo de la fábrica abre sus puertas y se muestran los señores Klaus. Saludando como los reyes del Polo Norte y, en efecto, eran reyes.
—¡Señores Klaus!— Todos vocean y Book se detiene frente a ellos para inclinarse. Admira al señor Klaus con toda su alma. Entregar regalos por todas partes del mundo era algo magnífico. A Book simplemente le encanta.
—¿Cómo va todo por aquí? Trajimos galletas. ¡Jo, jo, jo!— Esa risa llena de alegría la habitación y todos detienen sus trabajos para llegar veloces a Santa. Vacían las bandejas en menos nada y en un parpadear de ojos, están trabajando. Solo quedan las migajas.
—¿Eh?— Book mira alrededor impresionado por su velocidad.
—Sospechábamos que sucedería eso. Entonces te trajimos una galleta especial. — Santa saca del bolsillo una galleta roja.
—¡Gracias, Santa!— Book la acepta con una sonrisa de oreja a oreja.
Los señores Klaus sonríen contentos con el trabajo laboral mostrado.
Cuando es hora de almuerzo, Book sale a la parte trasera de la fábrica y se sienta en una roca gigante para comer. Al lado está el bigotudo elfo de la discusión. El de rojo. Calando un cigarro.
—Esto es lo único que me mantiene caliente. — Suspira el elfo. Su nariz siendo una chimenea humeante.
Book voltea hacia él. —Nunca he probado un cigarro.
—¿Quieres intentarlo, jefe? — Le ofrece el cigarro.
Book inclina su cabeza y lo atrapa entre sus labios. Tose apenas lo prueba. Aquel hombre ríe.
—Te acostumbrarás si le das más práctica.
—No creo que sea para mí.
Ambos observan las empinadas cuevas a lo lejos. Las cuevas que adueña el Krampus. Eran violáceas y las decoraban mantos de nieve. En el fondo, muy en el fondo, Book se preguntaba cómo se sentía Krampus. Cómo era vivir solo sin lugar a dónde ir. Pues él mismo se apartó del mundo y de todos. Pero había una voz que le decía, «No te debe importar un comino, Book.» y la obedecía.
El elfo pasa de él a las montañas y de las montañas, a él. Entonces dice: —He oído rumores de que los elfos enviados a llevarle comida regresan con problemas mentales.
—¿Por qué lo dices?
—Anita fue vista la semana pasada hablando sola.
—Pero, eso es normal, ¿no?
—Regularmente sí. Sin embargo, ella se excede y habla cómo sí tuviera una conversación con una persona invisible. Cada vez que siente que alguien la mira, huye. Es aterrador, jefe.
—Yo no lo había notado.
Dentro de la fábrica Book no puede dejar de mirar a la distinguida. La mujer sí habla sola mientras envuelve regalos. E incluso sucede lo más atemorizante: mira atrás cómo una verdadera criminal y Book respinga antes de desviar la mirada. Incluso de lejos siente los ojos de Anita encima.
—Sí da miedo. — Susurra.
Para el siguiente día Book vuelve a repetir la misma rutina: llega al trabajo, saluda a todos, asesora a algunos elfos y monitorea el lugar. Lo más extraño es que los señores Klaus no aparecen con bandejas de galletas como siempre. Pero supone que ellos estarán ocupados y lo ignora.
En la noche despide a los elfos y se queda solo en la fábrica. Ya han metido los juguetes en el enorme saco de regalos y Book lo observa con orgullo. Pasado mañana habrá alegría para todos los niños del mundo. ¡No puede esperar!
Sin embargo, presiente que debería ver cómo están la señora y el señor Klaus. No han aparecido desde la mañana, tampoco en el mediodía y menos por la noche. ¿Están bien? Dudoso, mira los ascensores de la derecha. Por primera vez en veinte años esos ascensores no se han utilizado. «No seas entrometido. » Su mente repite como pista rayada. Sin embargo, ya es demasiado tarde para cuando está dentro del ascensor. Pasando por todas las habitaciones numeradas en la sección de botones. El ascensor se detiene y se abre en la casa de Klaus, cuyo botón no era un número sino el logo de un feliz Papá Noel. Su sala de estar está vacía y en silencio. Demasiado silencioso. Book sólo podía oír su respiración. —S--Sr. ¿Klaus? — ¿Por qué tartamudea? Nunca tartamudea delante de ellos.
No hubo ni un sonido.
Ni una respuesta.
Nada de nada.
El ascensor empezó a cerrar sus puertas pero Book ingresó al lugar. Los muebles son azules, las paredes amarillas y la pared del televisor roja. Los señores Klaus nunca fueron buenos para elegir colores. Eso lo hace sonreír. Pasa de largo la cocina y al llegar a la habitación, nota que no están ahí. Enciende la luz y la cama está vacía. No están por ningún lado.
—¡Señores Klaus! — Grita y corre al baño, revisa dentro de los armarios y subiendo el ascensor se dirige al establo de venados. No están en ningún lado, ¡y solo queda un día para Navidad!
🐧
Llamó al elfo del cigarro y dentro de unos minutos estaban en el establo de venados. Sentados tras una verja con Book respirando dentro de una bolsa plástica y el elfo analizando todo.
—Los demás no pueden saber de esto. Morirán de ansiedad. — Book dice al bajar la bolsa. Aterrado. —¿En dónde crees que están los señores Klaus?
El elfo entrecierra los ojos. Pensativo. Entonces voltea hacia las montañas del Krampus. Visibles detrás de ellos. —Yo sí creo saber. El Krampus odia la Navidad. Quizás está vez se atrevió a sabotearla.
—¿Tú crees? Pero hace diez años que él no hace nada.
—Jefe, eres demasiado inocente. Debes ir allá. ¡Yo te puedo acompañar! Pero necesitaremos armas.
Book suspira cabizbajo. Pero acepta la crueldad del mundo y asiente en su dirección. —¡Necesitaremos armas! ¡Lo que podamos conseguir de la fábrica, solos tú y yo!
—Y un taxi.
—¡Y un taxi!
Ambos se arman de valor y de armas. Que en realidad son objetos que envuelven regalos. Contratan un oso polar taxista y el oso polar los sube a las montañas. El oso polar de esta noche tiene un conito azul con su nombre en él. La paga son tres pescados.
—Gracias, Fred. — Book le da los tres pescados y el oso se los come. Satisfecho.
—Sí. Gracias, Fred. — Dice el elfo.
El oso gruñe de buena manera y parte del lugar. La ventisca en las montañas es fuerte y Book se esfuerza por no cerrar los ojos. Robert, su compañero, también. Pero ambos se acercan a la entrada de la enorme cueva. El túnel interior tiene un suelo damero en lugar de un pavimento rocoso y más adentro hay una sala parecida a la de un castillo. Paredes blancas con ventanas semejantes a coronas y una escalera en espiral. Arriba, a quince pies, hay un candelabro blanco. Todo lo contrario a lo que imaginaron del ser “monstruoso de las cuevas”. Book baja el arma. Impactado. —Esto es lo contrario a lo que imaginé del Krampus.
—Debo admitir que yo también. — Robert murmura, sus dientes de conejo a la vista.
Ambos siguen escaneando el lugar cuando escuchan una voz grave escaleras arriba junto a una música animada y varias voces más. —¡Es divertido quedarse en el Y. M. C. A! — Canta la voz y los elfos comparten miradas curiosas. Book traga grueso y van escaleras arriba. Se asoman a la puerta de la habitación y ven al Krampus bailar frente una televisión cantando karaoke con muchos murciélagos apoyándolo. Los murciélagos visten camisas Rosas que leen: “Te Amo Krampus” o “El Krampus Es Mi Sugar Daddy”. Un par de murciélagos cruzan alitas sobre sus hombros y bailan de lado a lado sobre el sofá.
—¡Es divertido! — El Krampus sigue la canción. Hace cuernos con sus manos y las mueve de arriba abajo. Viste una capa de invierno, pantalones gruesos, y botas anchas. En su cuello reside un collar de colmillos de lobo y en las muñecas aros gruesos.
Él mira a la puerta en un frenesí de inspiración, pero ve a los elfos. Book olea los hombros con la canción y se divierte, pero Robert pega un brinco y le apunta el arma. Book también le apunta el arma.
—Qué hacen aquí. — Gruñe Krampus. Los murciélagos se espantan y entre ellos deciden apagar la TV. Uno de ellos brinca sobre el control remoto y hunde el botón de apagado.
—Krampus, dinos la verdad, ¿secuestraste a los señores Klaus?
—¿Me estás apuntando con una envoltura de regalos?
—Uh, ¿no? — Book pucherea. — Ese no es el caso. ¡Responde mi pregunta!
—Odio a mi hermano, pero no llegaría tan bajo como para secuestrarlo. Ahora qué, ¿no encuentran al gordinflón?
—Ten más respeto.
—Me lo dice el que invadió una propiedad privada.
—¡No hay un cartel de eso afuera!
El Krampus tira lejos el micrófono y se les acerca. Su cabello largo sobre su espalda y sus ojos amarillos brillantes en la oscuridad. Su piel púrpura y las uñas blancas. Era todo lo contrario a su hermano. —No lo secuestre. Ahora váyanse.
—¡Pero mañana es Noche Buena! Los niños se quedarán sin regalo.
—Uy sí, qué mal por ellos, qué mal por los niños, ¡BIEN! Porque yo tampoco recibí regalos de pequeño. — Él les da la espalda y Book baja el arma.
—¿Nunca recibiste regalos de pequeño? — Susurra para atrás y el Krampus voltea sobre el hombro.
—De todos modos no te quedarás a escuchar la historia. Vete.
—Los elfos no podemos conducir a los renos. Solo los familiares de Klaus pueden.
—Jefe, ¿qué está diciendo? — Robert murmura. —Ese monstruo no nos va ayudar–
—Silencio, Robert. — Book sisea. —Si quieres algo, te lo puedo dar. Cualquier cosa. Tendrás un pago. Pero, por favor, ayúdanos.
—... ¿Cualquier cosa?
—Sí. ¿Te gustaría un regalo? — Book sonríe, eufórico por regalar cosas. El Krampus se vuelve hacia ellos y sujeta sus propias caderas.
—Bien. Te quiero a ti. ¿Qué te parece eso?
—Sí claro, por supuesto– ¿eh? — Book analiza todo como un recibo y no lo entiende. —¿Por qué me querrías a mí?
—Quiero que seas mi regalo. Ya estás envuelto. Solo debo abrirte. Si me lo permites.
—¿Abrirme? No lo entiendo, ¿quieres mis órganos? — Lloriquea. Robert suspira ante su inocencia.
—Jefe, baje un momento. Se lo explicaré en el oído.
Book se arrodilla y Robert le explica todo en el oído. Book se cubre la boca ante los detalles y el Krampus se rasga la parte posterior de la cabeza. Nervioso aunque pretende que no.
Book se pone en pie tan rojo como un tomate. —Yo… seré tu regalo.
—¡Jefe! — Grita Robert, escandalizado.
—¿Estás completamente seguro? — Cerciora el Krampus.
—Sí–— Apenas responde, una manada de murciélagos sacan a Robert y lo tiran a los árboles. Su último llamado fue: —¡¡JEFE!! — antes de caer.
Krampus alcanza a Book y lo toma del mentón con dos dedos. Ambos se miran a los ojos. Los ojos del Krampus feroces y los de Book intranquilos. —Vivirá. — Krampus consuela.
—Pero prometeme que me ayudarás. — Book pide, temblando de los nervios. Es virgen y nunca había podido pensar en el sexo dado a que era el único de tamaño grande y todos lo consideraban su amigo. Fuera de la ciudad debían haber humanos atractivos, pero no podía salir al mundo humano. No con esas orejas.
Sin embargo, el Krampus es más alto que él y pese a su color, era tan atractivo como el demonio.
—Te lo prometo. — Jura antes de besarlo. Book cierra los ojos de inmediato. Sus labios son suaves. Son tan suaves que son adictivos. ¡¿Cómo alguien tan aterrador puede tener unos labios tan suaves?!
Krampus mantiene quieto el mentón de Book con el dedo pulgar e inserta su lengua. Ambos frotan sus lenguas entre sí y Book no puede evitar gemir o jadear. El calor los acapara y de repente son verano en invierno.
Book no puede seguir el ritmo de sus besos por más que lo intenta. ¿O era demasiado rápido o simplemente muy bajo para Krampus? Cualquiera es más bajo que el Krampus, nadie en el pueblo es ocho pies de alto. Book vuelve a cabizbajarse y el Krampus se le queda mirando.
—Me duelen los pies. Soy muy bajito para ti.
El Krampus entonces realiza que Book estuvo de puntillas todo este tiempo. Soportando el temblor en las piernas para estar a su nivel. Él lo alza de los muslos y Book se sujeta de sus hombros. —¡Krampus! ¿Qué haces? Muy alto. — El chico mira al suelo aterrado y devuelta al Krampus, quién no le quita la mirada.
—Hago las cosas fáciles para ti. Ya que eres tan llorón.
Camina a la habitación escuchando una última queja: —No soy llorón.
🐧
Dentro de la habitación el Krampus toma asiento en la cama con él encima y a Book le encanta finalmente estar a su nivel. Ahora lo tiene a su alcance. Deshace sus pensamientos con besos en su cuello y una mano grande y ancha que se escabulle entre sus piernas y masajea su pene.
«¿Por qué se siente tan bien?» Book piensa y gime. Krampus hunde la mano en sus pantalones y masajea en directo, bombeando la mano de arriba abajo. La otra mano la hunde en su retaguardia, y tienta la entrada de Book con un dedo. Masajea el exterior con cuidado.
«Esto se siente muy bien. ¿Debería hacer lo mismo con él? Quiero que él se sienta tan bien como yo.» Book hunde una mano en sus pantalones y al tocarlo agranda los ojos. Era grande. De seguro iba a doler.
Cierra sus cinco dedos en él y lo bombea. De arriba abajo. Cuidadoso. Siente a Krampus gemir en su cuello y eso le pone los pelos de punta, pero le indican que es una buena señal.
*N/A: Muejiji lo dejaré aquí para que tengamos todo lo sucio-bonito en el último 🤭 (qué malvada me siento ajajaja) ¿qué les parece? Quería poner elfos atípicos y hacer una shot navideño muy diferente. Nos leemos en el otro, qué lastima que se vaya tan rápido 😭*
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