Estoy aquí
—Pero Amelia, no no... —Pecco no sabía en donde meterse. Por su cara se veía que el comentario de Nico hacia que yo había estado de maravilla con él le había encantado, pero el hecho de yo tener novio y saber que me había tratado así no le hacía tener muchos ánimos. —De verdad, tienes que dejarle, no puedes permitir que te trate así. Si quieres yo estoy contigo en todo momento.
—Pecco no, no hace falta. Si ya se ha enfadado porque en vez de salir con él, quedé contigo, no va a ser la mejor solución el que tú me acompañes.
—Eso es verdad, pero tía, Pecco tiene razón. Tienes que hablar con él y después del humor que se gasta yo le dejaría. Además no lleváis ni un mes juntos. Os estabais conociendo, me da a mí que ya le hemos conocido todos bastante.
Los chicos tenían razón. Angelo no era para nada estable y ya me lo había demostrado. No solo en esta ocasión, sino también con algunos gestos como el apartarme y no dejarme estar con nadie más que con él mientras salíamos con sus amigos. En fin que mañana le escribiré para quedar en la uni y hablaremos de todo esto.
....
—Amelia cariño. No entiendo lo que me estás diciendo. —habíamos hablado pero a este chico no le quedan las cosas claras, así que se puso a perseguirnos a Luccia y a mí por todo el campus, la pobre Luccia con todo el susto en el cuerpo llamó a Nicola y este llamó a Pecco.
—Cariño nada Angelo, lo que quiero ya te lo he dicho y punto. No me gusta nada la actitud que tienes y menos ahora. ¿De qué vas tío? Es que no te entiendo. —salíamos por la puerta cuando él tiró de mi brazo tan fuerte que mi muñeca crujió y dejó una gran marca roja que en unas 2 horas sería un moratón.
—Pues me vas a escuchar maja. No lo vamos a dejar y me da igual lo que digas. Llevamos meses hablando y cuando por fin somos novios te vas en la primera discusión, si tú no me hubieras mentido esto sería como antes.
—Tienes los cojones de hablarme así, Pues majo, si vas por ese camino, déjame en paz. —mi brazo empezó a doler aún más y todo porque su agarre cada vez era más intensos, sus nudillos estaban blancos y su cara reflejaba una rabia que no había visto nunca en nadie. —Angelo, ¡Suéltame ya! Joder tío. Eres un puto brasas.
—Tío, ¡qué la dejes en paz! —Luccia no dejaba de acercarse, no quiero que le haga nada.
—Tú en esto no te metas. Largo de aquí.
—El que te tienes que ir eres tú gilipollas. —no puede ser, Pecco vete, de verdad.
—¿Y tú quién cojones eres?
—Es Francesco Bagnaia, imbécil. —me estás diciendo que ganó lo de la exposición y no tiene ni idea de que va el tema.
—¿No me has oído? Que sueltes a Amelia, imbécil. —cada vez que Pecco hablaba, la gente se giraba y ya algunos tenían el móvil en la mano. Se iba a meter en problemas con Ducati y todo por mi culpa.
—Osea que tú eres el chaval del otro día. Pues mira la que has liado hijo de puta.
—Angelo, déjale en paz. Y suéltame ya tío. —al oírme hablar, Angelo aflojó el agarre y en ese momento, Pecco aprovechó y agarró mi mano para acerarme a él. De la fuerza, caí contra su pecho y me abrazó a él. Podía ver su cara de cerca y es que joder, es precioso.
—¿Estás bien? —asentí. —Venga. vámonos. Dejemos aquí a este. Luccia, ¿te ha hecho algo?
—No, tranquilo Pecco, vamos a llevar a Amelia a casa.
—Esto no se queda aquí, Amelia. Tú y yo vamos a volver.
—Tú no te vas a volver a acercar a ella —gritó Pecco— , si tengo que estar pendiente de ella y perder mi trabajo así lo haré. Pero tú a Amelia no vas volver a acercarte. —oh Pecco, ¿por qué eres tan maravilloso?
Después de unos metros, nos juntamos con Nicola y nos encaminamos a su coche. Luccia llevaba mi mochila y la suya, Nicola encaminaba el camino nervioso por si Angelo volvía, y Pecco me agarraba fuerte de los hombros mientras que con su mano libre tenía mis manos rodeadas. De vez en cuando desviaba su mirada hacia mi y no podía evitar sonreír al verme entre sus brazos. Yo no paraba de darle vueltas a todo el circo que se había montado y como Pecco había reaccionado delante de toda la gente. Sin duda, saldríamos en las noticias.
—Amelia, vamos a casa. Estás muy pálida. —Luccia no había quitado su vista de mi rostro desde que salimos de la facultad y mis ojeras se habían marcado, mi cara estaba blanca como el papel y mis labios estaban entrecortados. Sin hablar de mis ojos, las lágrimas amenazaban con salir pero no quería llorar delante de ellos, quería estar con la armadura puesta un tiempo.
—Subid al coche.
....
Llegamos a casa y yo salí volando hacia mi habitación. Cerré la puerta de un portazo fuerte y puse el cerrojo, esa era la señal de que la coraza de Amelia había caído y no quería que nadie estuviera presente mientras me derrumbaba.
—Creo que debería irme. Llamadme cuando esté mejor y la llamaré.
—Pecco, quédate. Nosotros somos su mayor apoyo y cuando se le pase un poco querrá refugiarse con todos. Tú la quieres igual o más que nosotros. —Luccia le aconsejó que no se marchara y bendito el momento en que lo hizo.
—La quiero muchísimo.
—Lo hemos visto. Ambos os queréis. Adelante, esta casa es tuya.
....
Me sentía rota, no sabía como podría salir de esta. Había confiado en un gilipollas que resultó ser como los imbéciles de los que huía. Había metido a todos mis amigos en una movida que solo era mía y ahora ellos habían sufrido un shock tan fuerte como yo. Había jodido a Pecco, lo había jodido todo. Le habían grabado gritando a Angelo y cualquier día le iban a sacar en las noticias. Le había arrastrado a una historia en la que él no tenía porqué estar. Luccia había estado muy cerca cuando la bomba explotó, si le hubiera hecho algo a ella no me lo podría perdonar nunca. Intenté mover mi mano y mi muñeca ardía, necesitaba hielo.
Mis ojos hervían, esos ojos marrones que según mi abuelo eran del color de la Coca-Cola, ahora eran dos bolas rojas que supuraban las lágrimas de rabia, tristeza y culpabilidad que llevaba aguantando desde hacía una hora. Los labios me habían empezado a sangrar porque no había parado de morderlos ni un minuto con tal de que ellos no me oyeran sollozar. Estaba rota, otra vez estaba en esta situación y no sabía cuantos botes de pegamento iba a necesitar para volver.
—Amelia, ¿puedo pasar? Traigo hielo para tu muñeca.
Hasta aquí uno de los capítulos más intensos de la novela. El ataque de Angelo, el como todo el grupo ha acabado afectado por su culpa, la implicación de Pecco y cómo esto puede afectar a su carrera o no, Luccia sufriendo por Amelia y Amelia sufriendo por joder la vida a todos. Gracias infinitas por pasaros a leer la novela y el apoyo. Espero que os esté gustando el enfoque que está llevando. Os quieroooo
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