El remedio del insomnio

Este capítulo es +18 bbs, gracias por leer.

Una vuelta, y otra, otra más. No puede ser, llevo así media hora y no puedo volver a dormir. Pecco está abrazándome por la cintura y su boca está entreabierta. Alcanzo el móvil y veo la hora que es, las 4:35, otra vez con insomnio, esto iba a matarme. Estuve un rato viendo Tiktok, a ver si conseguía dormirme otra vez, pero no había manera. Finalmente a las 5:18, me levanté para no molestar a Pecco y empecé a hacer el desayuno. Mientras buscaba ingredientes para unas tostadas, me puse los auriculares para escuchar música. Nunca he sabido realmente porqué tengo insomnio, una noche se hizo rutina y es algo que sufro ocasionalmente. Supongo que será por el estrés, pero en ciertos momentos en los que la mayoría del tiempo estoy en paz, como es este, el insomnio me invade y me es imposible descansar. Llevo un rato cocinando y cuando ya he terminado, veo una sombra en la puerta.

—Me cago en tu puta madre. Pecco por favor.

Amore, que feo eso que dices de mi madre —rió el piloto— ¿Qué haces despierta a estas horas?

—No podía dormir y antes que seguir dando vueltas y molestarte, he venido a hacer el desayuno.

—Podías haberte quedado en la cama y si me despertabas, no me hubiera molestado.

—Eso dices ahora.

—Ahora y siempre Amelia, como si me tengo que quedar despierto y mirarte a los ojos.

—Que cosas más bonitas me dices —me acerqué a él y le abracé por el pecho, mirando su cara y apreciando cada detalle.

—No te digo ni la mitad de cosas que te mereces —me agarró la cintura y me besó.

El beso empezó a tornarse más y más caliente, este chico sabe como besar, sus manos trazaban un camino del final de mi camiseta hasta mis hombros y las mías solo recorrían su pecho lentamente. Cada vez estábamos más pegados y los jadeos se convertían en gemidos que intentábamos callar con besos. 

—¿Puedo meter la mano por tu camiseta? No quiero incomodarte —preguntó susurrando.

—Puedes hacer lo que quieras Bagnaia, al fin y al cabo ya soy tuya.

Esa contestación supuso un subidón de adrenalina para el turinés, que agarró mis piernas, haciendo que las enrollara en su cintura y nos trasladó al salón, la habitación que pillaba más cerca. Entre besos con lengua y lametones por mi cuello, me depositó en el sofá para después levantar mi camiseta y dejarme completamente desnuda en el tronco superior, tras lanzar la prenda a cualquier parte, su mirada se centró en lo que tenía debajo. Debajo de sus piernas estaba yo, roja de la excitación, jadeando y sin camiseta, con los pechos al aire y los pezones duros por el contacto. Sus labios se dirigieron a mis pechos dejando rastro de sus mordidas que no tardarían en aparecer.

—Pecco —no podía parar de gemir su nombre—. Pecco levanta.

Se levantó desconcertado y vio que yo le imité. Agarré su camiseta y la lancé fuera de su cuerpo, al ver todo su torso lleno de lunares, pude jurar que mis bragas eran un embalse, deslice mis pantalones hasta el suelo y le empujé posando mis manos en su pecho para que volviera a sentarse, y esta vez era yo la que estaba besando su torso y rozando mi cuerpo con el suyo mientras dejaba un ligero chupetón en su cuello.

—Amelia, dios mío —mis manos bajaban hasta la goma de los pantalones y la estiraban para introducir la mano y tocarle por encima de los calzoncillos—. Mamma mía, per favore non fermarti. Amelia, per favore...

—No voy a parar amore —dije con un tono seductor que causó en él un gemido mucho más fuerte.

De un tirón, sus calzoncillos y pantalones desaparecieron, madre mía, este chico no es solo un buen piloto. Me quedé bloqueada mirando su miembro, como en una especie de trance, y él pareció notarlo.

—¿Te gusta lo que ves?

—Me encanta —sus manos se acercaron a mi cadera para bajar mis bragas y empezó a acariciar mi clítoris—. Pecco, sigue Pecco, por favor.

Mis manos apretaban su cara contra mis pechos y tiraban de sus rizos mientras él jugaba con mi clítoris y mordía mis pezones. Pasado un rato se levantó y nuestros cuerpos se rozaron, lo que nos hizo gemir como nunca antes, este chico iba a matarme. Nos desplazamos a mi habitación y entre caricias, empecé a masturbarle y al llegar, le tumbé en la cama para coger un condón de la mesilla. Cogí el primero que vi y él me lo quitó de la mano, agarró mi muñeca y tiró de mí, quedando yo debajo de él. Sus besos bajaron hasta mi intimidad y allí me miró como pidiendo permiso.

—Déjalo para otro momento, te necesito dentro Francesco.

Abrió el condón para ponérselo y abrió mis piernas para ponerse entre ellas y poder colocarse.

—¿Segura?

Per favore Pecco.

Se inclinó y cada vez estaba más dentro de mí, no podíamos parar de gemir. Una vez dentro empezó a moverse más rápido agarrando mis piernas para profundizar las embestidas y cada vez sentía que el orgasmo me iba a destrozar.

—Dios mío Amelia, eres perfecta.

—Te amo muchísimo, sigue —gemí—. Más rápido joder.

Aumentó sus embestidas y ambos estábamos a punto de corrernos, esto era el puto paraíso. Unos minutos después, llegó el clímax, yo llegué al orgasmo y él llegó mientras salía de mí. Seguimos jadeando hasta que cogí una manta y nos tapé a los dos, él me abrazó e intentamos controlar nuestras respiraciones.

—Si vamos a combatir mi insomnio así, no me voy a negar nunca.

—Me alegro que te haya gustado amore. Ha sido maravilloso de verdad, eres increíble.

—Para increíble tú, dios mío Pecco. ¿Eres perfecto en todo o qué pasa? Ganas carreras, mundiales y encima follas de muerte. Me vas a dejar sin vida.

—Eso nunca eh, que quiero disfrutarte mucho más rato —apretó el abrazo y puso su cabeza en el hueco de mi cuello—. Por cierto, tú también follas de muerte.

—Te quiero, de verdad te lo digo.

—Te quiero Amelia. Aunque no creo que mi equipo no te quiera tanto —bajé mi mirada a su pecho y abdomen, tenía varios chupetones y uno enorme cerca del cuello.

—Madre mía, lo siento muchísimo.

—Es broma preciosa, a mí me encantan —agarró mi cuello y movió mi cabeza hacia un lado—. Además yo también te he dejado unos cuantos en el cuello —bajó su mirada y avergonzado dijo—, y uno enorme en tu pecho izquierdo.

—No te avergüences, no pasa nada. Luccia me pedirá que se lo cuente pero no me importa. Me encanta que nuestra primera vez haya ido tan bien —apreté mi abrazo contra su pecho.

—Lo mismo digo mi amore.

Madre mía que capitulazo, no estaba para nada confiada pero ha salido genial y estoy muy contenta. Gracias por el apoyo a esta novela, a esta pareja tan increíble y a mí por supuesto, que soy quien ha creado este universo. Os quierooooo

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top