remordimientos

—No sé que hacer.

—Pero ya no va a despertar —me replicó Elías Malkin, un nerdo que terminó siendo un buen escucha—. ¿Por qué te apura tanto que haya pensado de ti?

Miré el fondo de mi vaso de vodka. La crudeza con la que hablaba Elías me mataba.

—Despertará —dije, no muy convencido—. Pero ella no querrá verme porque pensará que sólo estoy llevando a cabo un siniestro juego con ella. —alcé mi mirada, buscando algo de fe en Elías—. ¿Ideas?

—Podrías ayudarla —replicó, encogiéndose de hombros, sin saber que decirme—. Completar para su tratamiento, darle más tiempo en éste mundo. Después de todo, eres rico...

La idea de contarle a mi padre me provocaba escalofríos... 

—Sí, pero...—me detuve a media frase, pues la inspiración había llegado a mí—. Tienes un punto, Malkin. Gracias. 

Me puse de pie con prontitud y corrí a la puerta. No escuché cuando Elías me gritó que estaba loco.

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