los huerfanitos

En cuanto lograste ponerte en pie te echaron del hospital, con la excusa de que otros necesitaban ese lugar más que tú.

No supe si sentirme bien o mal cuando me pediste que te recogiera porque tu madre no lo haría.

Te llevé hasta mi auto, nos metimos al interior, y nos quedamos en silencio largos instantes.

No tenías a donde ir,

no tenía a donde ir yo.

Seguía viviendo en mi auto para no malgastar la plata que tenía. Y tú... Vivías cuando tu madre dormía en sus humos de alcohol. 

—Déjame... Déjame en casa —susurraste con apena voz; tiritabas de frío, y en tus ojos se podía leer el temor con la luz del atardecer mortecino.

Coloqué la mano en la palanca de velocidades de mi viejo coche, mientras tensaba la mandíbula. Mi querida Giss, ¿cómo es posible que no te dieras cuenta? Esperabas graduarte para vivir la vida, y yo esperaba graduarme para vivirla junto a ti.

No había que esperar nada.

Cuando viste que tomaba ruta para la interestatal me miraste asustada.

— ¿A dónde vamos? —preguntaste, aunque sin ninguna intención de detenerme.

—A... —un nudo en la garganta me impidió hablar—. Vamos a hacer nuestros sueños realidad.

Por toda contestación, miraste al frente y poco a poco recargaste tu cabeza en mi hombro.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top