Jane.


Finanzas era la peor materia del mundo, porque no tenía nada que ver con la fotografía. Y apenas comprendí que la reprobaría, comencé a llevar clásicos de la literatura para leerlos en la clase.

Ese día, llevé Orgullo y prejuicio.

Hubiera sido un día normal, sí no se me hubiera caído en el pasillo y Sierra lo hubiese visto. 

Lo tomó, lo hojeó y al final, cuando me miró, soltó una carcajada, que destrozó mis oídos.

 — ¿Acaso eres marica?  Es un libro estúpido. Es para  nerds y mujeres con delirio de princesas.

Y antes de que pudiera decirle "Es un clásico de la literatura" Se acercó al bote de basura y lo lanzó sin más. Me sonrió y antes de que pudiera decir algo, desapareció entre la masa de alumnos. 

Tragando mi orgullo, iba a acercarme al bote para cogerlo e irme, pero antes de que diera más de dos pasos, vi como ella, ¡Ella! Tomaba el libro de la basura. 

Lo contempló, lo hojeó y al final, cuando me miró, me lo tendió con infinita dulzura. 

—Es un buen libro. Mi favorito de Jane —musitó como si se disculpara por su gusto. Como sí así aliviara el dolor que me había provocado. Como sí con su sola voz, pudiera otorgarle al mundo entero paz.

Recuperé el libro de sus manos, sin apartar mi mirada de ella. 

— ¿Crees que soy estúpido por leerlo? 

Bajó la vista unos instantes, pensando la respuesta, para después volverme a perforar con sus ojos avellanas.

—Creo que lo serías sí no lo hicieras.

Y en medio de aquel pasillo abarrotado de alumnos, casi al mismo tiempo, nos sonreímos. 

Ella sonreía por ingenua,

yo sonreía por el placer de hacerlo.

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