¿Felicidad?
Estabamos en la enfermería.
La gorda parecía haber dejado de sangrar. No podía evitar morderme las uñas, viendo con nerviosismo a la enfermera; le preguntaría que le había sucedido, y ella respondería. Tenía la cara de ser una soplona.
Me obligué a calmarme. Me echaría la culpa por Sierra, diría que yo le aventé el balón. Después de todo, fue mi idea ir al gimnasio.
Mientras la curaban, noté sus miradas insistentes sobre mí. Era una chica fea, ¡no! En serio lo era. Además poseía un mal gusto al vestir. Tenía las mejillas regordetas, y los ojos cafés saltones. Su cabello era negro sin brillo, y su rostro, creo que era la peor parte; un rostro tan poco fotogénico... Simple y vulgar. Y era aún más asqueroso con aquel enorme moraton sobre su frente, producto del encuentro con Sierra.
—Ya está —dijo la enfermera, tocando la frente de ella con cuidado—. ¿Qué te pasó?
Posé la mirada sobre ella de forma vehemente. Pero ella ni lo notaba. Se veía nerviosa.
—Me caí —Contestó al fin con naturalidad.
— ¿Cómo?
—Sí... Me caí.
—Pues... Es extraño —los ojos de la enfermera me vieron después a mí, a manera de reproche. Yo me limité a verla como sí nada—. Está bien. Pueden marcharse. Ve con más cuidado.
La chica gorda asintió. Yo me sentí más aliviado. Ambos salimos de la enfermera. Deseaba correr lejos de aquel espécimen... Pero no podía; algo me retenía.
La verdad.
— ¿Por qué mentiste? —pregunté sin verla. Mis ojos habían tenido suficiente del horrible espectáculo que era su cara inflamada.
Tardó varios segundos antes de formular una respuesta en voz baja.
—Parece que eres feliz con ella, ¿verdad? —su voz, era cálida. Cómo el susurro de las hojas al rozar el suelo en otoño. Otra cosa que desentonaba con su terrible apariencia. No le respondí, y fingí desinterés. Ella no lo percibió—. Sí alguien hiciera daño a lo que me hace feliz, lo odiaría y bien... Tengo suficiente gente odiándome —confesó al fin. Tensé la mandíbula, sin saber que decir—. Gracias.
Caminó más rápido, y vi la silueta rechoncha bañarse de la luz del sol. En pocos segundos su persona se perdió entre la masa gris de alumnos que no logró capturar algo de aquella majestuosa luz. Era un cuadro bonito.
Con una persona horrible.
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