Esposa
Creí que mi relación con Sierra comenzaba a adquirir un tono maduro, cuando se quedó a cenar en mi casa tras un trabajo escolar.
Mis padres se comportaron como siempre, y, por alguna razón, ellos y Sierra encajaron perfectamente.
Justo cuando despedimos a Sierra en la puerta, mi madre se acercó y susurró a mi oído:
—Ella me gusta para que sea tu esposa.
Aunque quise sonreír, no pude.
Sierra no tenía pinta de ser una Esposa.
Pero yo tampoco tenía pinta de ser un Esposo.
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