Ella me vio.
La profesora de gestión nos armó en parejas para armar un proyecto pequeño, para ver nuestras habilidades como futuros administradores de empresas.
Como era de esperar, el destino me alejó de mi adorada Sierra, y me acercó más a Gina. Decidimos trabajar en el parque donde la había encontrado llorando con aquel incidente. No me negué. ¿Qué opción tenía?
La tarde era fresca cuando nos sentamos en las bancas desgastadas. Habría preferido una biblioteca, pero ella se había negado rotundamente alegando que las detestaba. Llevé los libros que usaríamos, dejándolos sobre la banca, interponiéndose en ambos. Nos veíamos; ella estaba nerviosa, yo me limitaba a esperar a que dijera alguna idea para el proyecto.
Sin embargo, cuando habló no dijo nada del proyecto.
—No tienes cara de administrador —comentó con suspicacia.
—En realidad, tienes razón. —respondí con extrañeza ante su comentario.
— ¿Qué eres entonces? —me obsequió una débil sonrisa. Hacía contraste con el frío paisaje que el otoño dejaba a su paso.
¿Decirle o no? Daba igual.
—Me gusta fotografiar.
Ella me vio. Como se ve por primera vez al recién nacido que anhelaban los padres. Me vio con la ternura que sólo inspiran los más tiernos sentimientos. Me vio como yo veo un campo de girasoles al inicio de primavera. Ella hizo lo que nunca antes nadie había hecho:
Ella me vio.
—Seguro eres muy bueno. Espero algún día ver tus trabajos —y sin más, tomó uno de los pesados libros de administración, y comenzó a hojearlo.
No dije nada. No podía. Nadie habría hecho ese comentario ni en broma. Con los ojos, absorto en las páginas del libro, vi como una hoja color ocre, seca y desgastada se posaba sobre la página del libro.
Por alguna razón, la nostalgia me invadió toda la tarde y unos cuantos días después.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top