Despertar a blanco y negro.


Llevo cerca de media hora sentado en una de las mesas dispersas de éste anticuado salón.

Le cuido a Sierra su bolsa y sus cosas. Ella lleva media hora bailando en los brazos de otros tipos. 

Hasta ahora sólo he conocido a Tristán, a Derek, y a Alex, un perdedor de la clase de contaduría.

Bebo del ponche alcoholizado. Sierra se ríe con Tristán. Su labial está levemente corrido.

Creo que ha besado a más de uno a mis espaldas.

Procuro ignorar el sentimiento, percibiendo la música reventarme el pecho. Pero  me es difícil el no notar lo feliz que está mi novia bailando algo de folk en los brazos de Tristán. Las luces están bajas, ambos se ríen y se hablan al oído.

Y me siento pésimo.

Tiento la cámara que me cuelga del cuello. Me pregunto porque la he sacado de su estuche justo hoy, ¿acaso tenía la ilusión de fotografiarme con Sierra?  Un nudo se forma en mi garganta y me impide tragar. Noto un ardor en los ojos, pero me los tallo con fuerza.

Aquí en ésta mesa, me doy cuenta de muchas cosas; como de que soy el único que está sentado, porque todos bailan riendo a pierna suelta. También sé que a pesar de que algunas chicas me miran de forma atrevida, yo no pienso ceder a sus deseos. Aquí, bebiendo ponche sabor a alcohol y no a frutas, me entero  de que aunque intento ser como el resto de los chicos, no puedo. No quiero insultar a nadie más en mi vida. No quiero que Elías Malkin falte de nuevo a clase por mi mal trato; o que Tobías Rodríguez me pague dinero para no hacerle daño.

No quiero que Gisselle vuelva a mezclar sus lágrimas con sangre. No otra vez.

Me levanto. Me acerco a la pista,y busco a Sierra con la mirada. No está muy lejos, por lo que me acerco lo suficiente para poder captarla con el lente de mi reflex. Logro captarla a ella y a Tristán. Muerdo mi labio inferior y doy media vuelta, con la intención de no verla jamás.

No sería un egocéntrico. No sería un ser despreciable. Nunca más. 

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