"Mi movido San Valentín"

"Sus corazones se complementaban perfectamente, ambos, tomados de la mano, se miraron a los ojos sin poder creer que se habían encontrado. Después de mucho tiempo, al fin, pudieron expresar sus sentimientos a través de una mirada. Clara, intensa y llena de vida, algo que..." esta mierda no sirve.

¿Han tenido el tan afamado bloqueo de escritor?, yo si, y ahora lo estoy viviendo. Antes me había sucedido, pero hoy, simplemente no puedo quitármelo. ¡No puedo escribir romance!, no me sale, no me queda, no hay nada... son cosas triviales y sin sentimiento.

Sentí mi celular sonar e hice una mueca de preocupación al ver el nombre de mi editora.

—¡Coni! —contesté con una felicidad fingida.

—Licha, dime que tienes algo...

—Tengo algo.

—¡¿En serio?!

—No—sentí su suspiro por el otro lado de la línea.

—Ay niña, siempre lo mismo contigo. Tomate en serio las cosas. La editorial no te esperará el resto de la vida. Debes ponerte las pilas—gruñí por dentro. No es por falta de ganas, sino, de inspiración, ¿Cómo no puede entender eso?, ¿Acaso quiere un trabajo mal hecho?, ¿Es eso? Se lo diría, pero simplemente me quiero ahorrar problemas.

—Me pondré las pilas Coni—espeté desanimada. Ella pegó un chillido y rio por lo bajo. Sentí la voz de su novio hablándole. Coni nuevamente rio.

—Ya Licha, te dejo. Hoy es un día especial—sonreí.

—Pásala bien.

—Claro amor. Hablamos.

—Chao—colgué y miré el calendario que tenía frente a mi computador. Catorce de febrero. ¿Qué es peor a no tener inspiración?, bueno, no tener nada que hacer en estas fechas. Si tuviera novio, de seguro podría inspirarme algo, pero nada. Ya se me acabó ese frasquito de amor y melosidad que guardé de mi última experiencia amorosa. Ahora, estaba seca. Lo único que quería escribir, era amores rotos, tragedias infernales y separaciones. Eso refleja completamente mi estado de ánimo.

¿Cómo se me acabó la inspiración?, bueno, hace tres meses, cuando llegué a este edificio, que terrible, la gente aquí está loca. Mi casero es un desaliñado y loco artista, mi vecino de al lado es un bombón gay, y el chico del frente... es otra historia.

Sentí el timbre y caminé al living. De reojo vi el árbol que mi casero pintó para mí, de agradecimiento por darle comida cuando más lo necesitaba. ¿Era loco?, sí, pero sí que tenía talento. Ahora ando un tanto distanciada de él ya que el otro día dijo que le gustaba. Fue un balde de agua fría para mí. Han pasado tantas cosas en mi vida personal, que no me dejan estar tranquila escribiendo, porque lo único que pienso es en alguna explicación lógica, de porque mi casero gusta de mí, y porque me gusta mi vecino sabiendo que él jamás se fijaría en mí.

Tal vez dirán que de ahí saque material para mi próximo libro, pero ¡No puedo!, es tan complicado que me es imposible comprender mis propios sentimientos.

Suspiré y abrí. Me quedé en silencio, solo vi como mi hermano entraba a mi departamento con algo de desesperación en sus gestos. Me miró.

—Me voy a separar—dijo con miedo.

—¡¿Qué!? —grité impactada. Dios que lastima. Ambos hacían tan linda pareja.

—Sí, me separaré... Licha, ayúdame—me tomó de los brazos. Esto me trae mala espina.

—Cla-claro... dime.

—¿Puedes cuidar a los niños mientras voy a una cena de reconciliación con mi mujer? —cambió su ánimo de un momento a otro, y una blanca sonrisa se asomó por su boca. Gruñí por dentro. Debí imaginármelo, maldito perro.

—Maricón, ¡Con eso no se juega!, cuando te separes de tu mujer, ahí te quiero ver, mierda—lo reté, ¿Qué se cree para asustarme de esa manera?, me abrazó y me dio un beso en la frente. Idiota. Siempre soluciona todo con bromas o un beso. No puedo enojarme con él, porque eso sería nadar contra la corriente. Hace años dejé de luchar por causas perdidas.

—Lo siento, pero sabes que es exagerada con los niños. Estará tranquila si están contigo. Los recojo el Lunes—caminó a la salida.

—¿No crees que son muchos días?, necesito escribir—él se detuvo y sonrió nuevamente. Ay no, que estupidez dirá.

—Alicia, cuida a tus sobrinos, no te costará nada. Los llamaré... ¡Ignacio, Florencia, vengan que su tía los quiere! —gritó y puse los ojos en blanco. Vi como mis sobrinos se asomaban y sonreían coquetos. Lo sé, son encantadores, y sé que me aman porque soy permisiva con ellos, cosa que su madre desaprobaría, pero como ellos dicen, "La bruja no sabe".

—Holaaaaa tía Alicia—dijeron al unísono como pequeños inocentes. Claro, ellos eran más vivos que yo. Florencia tenía diecisiete y Nacho quince, así que ya se imaginarán que están en la más pura adolescencia, y la maldad la llevan en la sangre. Una, por su edad y dos, por los genes de su padre, que era igual que ellos.

—Nada que hola aquí, pasen—ambos corrieron dentro y miré a mi hermano—. Puto.

—Te amo, princesa—y se fue por donde vino. Cerré la puerta y suspiré. Miré a mis sobrinos que ya estaban en la cocina, comiéndose lo que encontraban. Como los quiero... a veces. Caminé donde ellos y me senté en una silla. Ellos se acercaron a mí.

—Licha, ¿Tienes planes para hoy? —me preguntó Flo. Tomé el pan que se había hecho y lo mordí negando con la cabeza—. ¿Y el vecino? —me atraganté. Niña desubicada. La fulminé con la mirada, ella me sonrió. Esta chica es la copia exacta de su papá.

—Qué se yo—respondí a regañadientes.

—Pero tía, debes salir un poco más. Has como yo. Hoy voy a salir con mi pololo.

—¿Y quién te dio permiso? —ella salta a abrazarme.

—Tía linda, preciosa de mi corazón, ¿me das permiso? —me dio varios besos en la mejilla. Suspiré. Debería estar escribiendo tranquilamente sobre una escena de amor, pero no, aquí estoy con mis dos sobrinos tomando desayuno. Ah, sí, y la mayor me pide permiso para salir con su pololo. La miré, y por primera vez le daré un consejo que le va a perdurar el resto de su vida, y haga, tal vez, revelarse contra su sobreprotectora madre.

—Flo, a tu edad ya no se pide permiso, sino, se avisa.

—¿Qué? —preguntó ingenua.

—Que cada vez que quieras salir, no es necesario que pidas permiso, estas grande para eso. Solo informa, tus papás no podrán hacer nada. Si quieres que te traten como adulta, compórtate como una.

—¿Eso significa que puedo ir con mi pololo?

—Eso significa que, si te matan, violan o asaltan, no es culpa mía, sino tuya, por escaparte—dije terminado mi pan. Ella nuevamente me besa y asiente como loca.

—Obvio que sí, tía te amo.

—Sí, sí, sí. Ahora si me permiten, haré el intento de escribir. Coman beban con responsabilidad y Nacho, juega una nueva partida—le advertí cuando se metió a mi juego y adelantó mis etapas.

—Dicho y hecho Licha—me respondió. Antes de poder correr a mi estudio, el timbre nuevamente sonó. Mis sobrinos me miraron y esperamos unos segundos para que alguien se dignara a abrir. Ellos no lo iban hacer, y lo dejaron claro cuando continuaron comiendo. Suspiré, además son flojos. Me puse de pie y caminé a la entrada. Abrí la puerta a regañadientes y me congelé al verlo.

Su sonrisa de comercial se hizo presente frente a mí, y sus coquetos ojos verdosos brillaban más de lo normal. Tragué saliva.

—Hola Alicia—me saludó.

—Ho-hola. Que sorpresa, ¿No estabas en Brasil? —pregunté nerviosa. Él asintió y vi la incomodidad en su comportamiento. Algo tenía, y no se atrevía a decirme.

A Javier lo conozco de hace poco. Es mi vecino de frente, y ha sido la única persona cuerda que he conocido últimamente. Es arquitecto y amante de la música. Es una persona formidable, amable y respetable, el prototipo de hombre perfecto, solo con un defecto, que, cuando se va de copas, suelta la lengua. La última vez que se me ocurrió hacer una fiesta donde lo invité a él, a Sara —mi mejor amiga— y al Manuel —el casero—, Javier se le confesó a mi amiga y esta, ni tonta, corrió a su lado. Desde allí, mi inspiración se fue por completo y me sentí un tanto decepcionada ya que pensé que él y yo podíamos ser algo más que amigos. Pero creo que Sara es mejor que yo, o el gusto de Javier. Es loco, porque gracias a mi se conocieron. Ahora es un constante dolor verlos juntos.

—Me vine antes para estar con Sara—asentí. Mierda, se me olvidó que hoy las parejas celebran. Solo los solteros y amargados como yo se quedan en casa con su gato... ¡Ni siquiera tengo gato!, ¿Qué prototipo de escritora soy si no tengo un gato?, Dios, me falta mucho.

—¿Ella no vino? —pregunté al percatarme que mi morena amiga no estaba.

—No, no... necesito pedirte un favor—me quedé en silencio. ¿Favor?, ¿Otro?, primero mi hermano, y ahora él. Ojalá no me pida ir a buscar su auto al taller, porque hace demasiado calor para salir a Santiago—. ¿Puedo? —me indicó el living. Salté.

—Sí, obvio, sorry, mi cabeza anda en otra parte—lo invité a entrar y mis sobrinos nos miraron como si nada. Flo me tiró una mirada pícara, al igual que Nacho, que se reía por lo bajo. Debo recordar nunca contarles mi vida sentimental a dos niños burlones.

—Hola Javier—dijeron al unísono.

—Hola chicos, provecho.

—Gracias—nuevamente respondieron, y continuaron comiendo. Javier se dio media vuelta y me miró serio.

—Necesito que me ayudes para proponerme a Sara—¿Ah?, ¿Escuché bien?, pro-po-ner-se... ¿Quién usa esa palabra hoy en día?, esperen... ¡Proponerse!, pero, ¿Cómo?

—¡¿Qué?! —chillé. Él suspiró y se sentó en el sofá. Miré a mis sobrinos de reojo, y ambos estaban con la boca literalmente abierta.

—¿Es muy apresurado? —espetó preocupado.

—¡Claro que sí! —grité enojada. Él me miró incrédulo. Mierda. ¿Qué hago?, ¿Cómo le digo que es una locura, que hace solo tres meses conoce a Sara?, ¿Qué no funcionará, porque es Sara?, ¡Maldita Sara!, cálmate, las cosas son así, tu perdiste y punto. Se acabó, que ellos vean lo que hacen, aunque te duela. Aprende algo de la madures de tus personajes. Suspiré. Y me senté a su lado—. Lo siento. Creo que me impactó.

—Estoy mal.

—No, no, no. Si quieres casarte con ella... pues, hazlo. Yo te apoyaré, al fin y al cabo tú y Sara son mis amigos, no podría negarme a ayudarte. Menos si es por su...felicidad—esa última palabra me costó como un demonio. Él sonríe nuevamente y me abraza. Dios, hasta huele bien.

—No sabes lo feliz que me haces. Necesitaba tu apoyo para atreverme, te debo tanto... sin ti, jamás hubiera conocido a mi Sara—claro, gracias por restregármelo en la cara. Un cuchillo más en el corazón. Me dieron ganas de llorar—. Quería hacerlo hoy en la noche, ¿estás desocupada para que me ayudes?, quiero que sea perfecto— ¿pasar todo San Valentín ayudándolo a planear su proposición?, eso sería un suicidio. Miré sus ojos llenos de ilusión, esa sonrisa perfecta que no me haría rechazarlo nunca. Me tomó de las manos. ¿Cómo decirle que no? No sé si pueda soportarlo, es como humillarme a mí misma. Golpearme, patearme y aun así seguir pidiendo golpes. No puedo.

—Javier—sentí la voz de Flo. Estaba seria—. Es San Valentín, mi tía tiene una cita, ha estado toda la semana habla y habla de eso. ¿No es cierto, tía? —fruncí el ceño. No me había dado cuenta, pero ella me estaba ayudando. Asentí.

—Tengo una cita—me encogí de hombros. Él soltó mis manos y esbozó una sonrisa nerviosa.

—Oh, pensé que...lo siento, me desubiqué, ni siquiera pensé en que tú... o sea no es que sea improbable, pero por lo que te conozco pensé que no... así que lo siento... ¿con quien saldrás? —me quedé en silencio. ¿Qué?, ¿acabo de escuchar eso?, creo que debo ir a hacerme una limpieza de oído, cada vez oigo menos, eso es para preocuparse, no quiero quedarme sorda tan joven. ¡Sólo tengo veinticinco!, dirigí la mirada a Flo que tenía una pequeña sonrisita en sus labios.

—Con Manu—respondió Flo. ¿Manuel?, no. ¿No pudiste inventarte que iba a salir con Benjamín Vicuña?, eso sería más realista. Algo había que todos sabían que yo y Manuel, jamás pasaría nada. ¡Nada!

—¿Manuel?, ¿Tú y él?, ¿Desde cuándo? —preguntó sorprendido. Yo también lo estaría. Me encogí de hombros.

—Hace un mes... es un buen tipo.

—No pensé que tú... y él. Es raro, pero... me alegro—sonrió. Yo asentí—. Bueno, te dejo de molestar. Lo haré solo... gracias de todas formas—caminó a la salida. Lo acompañé y aguanté la respiración. Se dio media vuelta y me miró—. Suerte en tu cita.

—Suerte con Sara—lo abracé y le di un beso en la mejilla de despedida. Asintió y entró a su departamento. Ahora que lo pienso... mierda, vive al frente y si no salgo con Manuel, se dará cuenta que le mentí, más bien que Flo le mintió. Cerré la puerta y caminé a la cocina mirando a mi sobrina. Por alguna extraña razón supo que iba aceptar su proposición de ayudarlo. No me quejo, pero es raro que una adolescente esté un paso antes que tú en tus propios pensamientos y acciones. Me senté a su lado.

—Antes que me digas algo, escúchame—fruncí el ceño.

—Habla.

—Tía, siento que no tienes nada de auto amor por ti misma—wow, eso fue más de lo que esperé—. No es que sepa mucho, pero al decirle que sí, perdías toda tu dignidad de mujer. Deja que el hueón se las arregle solo, además no parece convencido de lo que quiere hacer, ¿No es así Nacho? —mi sobrino asintió.

—Mi papá llama eso calentura momentánea—dijo Nacho. Mi hermano enseñándoles bien a mis sobrinos. Genial, ellos saben más que yo—. Va a llegar el momento que se le pase y listo. Se van a separar y se va a fijar en ti—comencé a reír. Para ellos todo es tan fácil. Todo acto tiene una consecuencia, y hay que enfrentarla como sea. Parte de ser adulto es saber lo que haces y si no, pues, te abarcas la mierda que venga. Ya no puedo pensar como una niña y dejarme llevar por mis impulsos. No ahora. Cuando mi mente está en el libro, y mi corazón en el idiota de Javier.

—Oye, no te rías tanto. Si es verdad. Se nota que le gustas, pero la calentura de él es más grande. Y la única que va a quedar mal en toda la historia eres tú por ser tan tonta y no poder decir que no a nada.

—Oigan, ¿Quién es la adulta aquí?, la vida no es tan fácil niñitos. Si él lo quiere hacer que lo haga, y si puedo ayudar, ¿Cuál es el problema?

—¡Ese es el problema tía! —Levantó la voz Flo—. Eres demasiado buena y santa. No te das cuenta de lo malo de las personas—ese pensamiento definitivamente es de Josefa, la mamá de ambos—, y si lo haces, no eres capaz de alejarte por miedo a dañarlos y a pelear. No puedes quedar bien con todos— ¿Quedar bien con todos?, no lo había pensado de esa manera. Aunque es cierto que trato de no buscar problemas con nadie. Mi carácter es algo raro, pero siento que toda mi vida he sido pisoteada por alguien. Tal vez por eso me convertí en escritora. Me costó, pasé mucho para llegar a donde estoy. Autopubliqué, busqué editoriales, hasta que Coni me encontró y me mostró la asombrosa vida de una escritora profesional, porque eso soy, ¿Verdad?, aunque nadie sepa que escribo, aunque nadie sepa que la última sensación en literatura chilena sea yo, ya que me escondo tras un seudónimo, y mantengo mi verdadera identidad oculta.

No quiero crear problemas, solo necesito ser lo que mis lectores esperan que sea, nada más. Tal vez está mal, siento que me he perdido un poco a mí misma, por lo mismo, me bloqueé. ¿Qué me está pasando?, yo no era así.

—Tía—interrumpió Nacho mis pensamientos—. ¿Por qué no lo intentas con Manu?, él si es genial. Aunque parezca un mendigo—sonreí.

—Si fuera tan fácil. Ya coman y dejen de meterse en mi vida—me puse de pie. Necesito escribir, cualquier cosa, debo sacar todo lo que tengo guardado, y la única forma que se hacerlo es en letras.

—Tía—me llamó Flo—, es fácil, los adultos son los que ven todo como si fuera imposible. Intenta, ¿Qué pierdes? —me quedé en silencio. Esto es terrible. ¿Por qué?, porque ellos me han descrito perfectamente. Si alguien ajeno viene y me lo dice, denlo por seguro que me enojo, pero como son mis sobrinos, ¿Qué puedo hacer?, no me haré la tonta y no pensaré que están hablando estupideces, aunque una parte de mi así lo piense. Pero la otra me grita que ellos no exageran. Suspiré. Sonreí de medio lado y di un paso hasta mi estudio.

Antes de avanzar más, nuevamente el timbre sonó. Y ahora un poco ofuscada, abrí la puerta rápidamente. Esta vez la visita no era nada más que el gran Manuel.

Se había duchado hace poco ya que su largo pelo estaba mojado, al igual que su prominente barba. Se acomodó los lentes mientras me miraba con cara de aburrido. La única que tenía. Él no era muy comunicativo que digamos, hablaba lo justo y necesario. Nunca se hacía problemas por nada, era tan light para todo que irritaba. Me crucé de brazos un poco incomoda. La última vez que hablamos, no terminamos en buenos términos, más bien salí literalmente corriendo de su departamento. No habíamos hablado en días.

—Hola—lo saludé. Manuel esbozó una sonrisa. Muy raro en él.

—Te ves bien.

—Gracias. Pasa.

—No. No quiero molestarte. Solo te vine a pedir un favor—¿Otro más?, Dios, debo ser la reina de los favores... es mejor que deje de nombrar a Dios por todo.

—¿Quieres comer?, te preparo algo si quieres—dije ya que siempre venía a comer a toda hora.

—No, gracias. Es algo más importante...—sacó una pequeña tarjeta de color rojo. Estaba con una cinta amarilla. Me la pasó y la tomé algo sorprendida—. Es mi primera exposición en Chile, y quiero que me acompañes—abrí la tarjeta y me emocioné un poco, ya que esto él lo había buscado hace mucho. Sinceramente me alegro por él.

—¿En serio?, después de lo que pasó...

—Solo dije que me gustabas, no veo lo terrible en ello. Aun espero tu respuesta, salir corriendo no es una que digamos—agaché la mirada un poco avergonzada. ¿Por qué siempre hago cosas tan infantiles?, simplemente no represento la edad que tengo.

—Lo siento, creo que fue poco educado de mi parte—miré la invitación. Él me estaba invitando. Era el día más importante de su carrera, y él, vino personalmente a invitarme. Tal vez los chicos tengan razón. Manuel es esa persona mágica en todo libro que siempre está, y que nunca deja de ser. La necesaria, la consoladora, la genial, que toda chica ama y que la protagonista no toma en cuenta porque simplemente es hueona. Yo no quiero ser hueona—. Iré.

—¿En serio? —preguntó sorprendido. Sonreí.

—Claro, no me lo perdería por nada—él asintió y esbozó una sonrisa.

—Bien, entonces a las ocho—asentí—. Es algo... formal—dijo eso con un deje de decepción. Alcé una ceja. Eso iba a ser entretenido. Nunca lo he visto de etiqueta. Siempre lleva esas playeras holgadas y manchadas de pintura, además de un buzo. Nada lindo—. Nos vemos— retrocedió un paso y luego me miró a los ojos. Parecía extraño. Se acercó a mí y me abrazó fuertemente—. Gracias—me susurró. Sonreí. Se sentía bien que alguien necesitara de ti, aunque sea en algo como esto.

Se alejó un poco y acercó su cara a la mía. Sus labios tocaron los míos sorprendiéndome. No me opuse, una porque me quedé congelada de la impresión, y dos porque no quería. No me pareció terrible. Su barba picaba contra mi cara, pero no era desagradable. Cerré los ojos y me dejé llevar. Por primera vez hice lo que mi instinto decía. Tal vez antes lo hubiera alejado, y cerrado la puerta en la cara. Me escondería y no iría con él a ningún lugar. Pero hoy, ahora, no me importa.

Me quedó mirando y se separó un poco. Tal vez no se esperaba eso. Una enorme sonrisa asomó por sus labios formándose margaritas en sus mejillas.

—Me encantaría que esa fuera tu respuesta—debes valorarte un poco más, ¿no es así?, ¿Y qué mejor que empezar de cero?, con Manuel. Javier... él ya no estaría a mi alcance. Más bien, nunca lo estuvo. Ahora se iría con Sara, ¿Qué puedo hacer yo allí?, ¿Y si siempre fue Manuel el destinado a estar conmigo?, no puedo desaprovechar esta oportunidad. No lo haré... Debes valorarte un poco más, debes valorarte un poco más.

—Tal vez sea la respuesta de esta noche—le informé y me miró ingenuo. Creo que fui más que clara en todo. Movió su cuello para un lado y esbozó una sonrisa.

—Me parece perfecto. A las ocho entonces...

—A las ocho—retrocedió y caminó a las escaleras. Él vivía un piso más arriba, en la sección vip. Eso era lógico, ya que era el dueño de todo ese edificio. ¿Lo pueden creer?, si, un buen partido.

Cerré la puerta y vi a mis sobrinos. Mierda, olvidé que estaban allí.

—¡De eso hablaba!, ¡Manuel si, otro no! —canturreó Flo. Nacho hizo sonar la mesa como si fuera un tambor, y comenzaron a reír. Yo les seguí el juego. Tal vez tengan razón. Manuel si, otro no.

***

El día pasó demasiado rápido. Flo había ido a su cita con su pololo y Nacho se quedó jugando video juegos, como siempre. Yo, por mi parte, me dediqué a escribir, y después de mucho, el bloqueó dio tregua y pude escribir la bendita escena del beso entre mis protagonistas, ¿No es genial?, gracias al cielo que será el único que tendrán ambos. Estoy pensando en matar a uno de ellos.

Vi la hora y aún tenía tiempo de sobra para bañarme y arreglarme. Ya había elegido mi vestido y zapatos. Tenía todo listo.

Fui al baño y me duché tranquilamente. Hice todo lo que tenía que hacer y salí a mi habitación para cambiarme. Para mi sorpresa, vi a mi sobrina sentada en mi cama con una sonrisa de oreja a oreja.

—Encaje negro. Buena elección para una noche de pasión—se burló.

—Ridícula—respondí algo avergonzada. Después me di cuenta de algo—. Oye, ¿y no estaba con tu pololo?

—Sí, si lo estoy. Está jugando con el Nacho. Es que no podía estar tranquila sobre tu cita, quiero que te veas súper linda. Así que vine a ayudar. ¿Puedo? — se levantó y tomó el vestido que había elegido. Sonrió en aprobación.

—Claro mi niña. Si te diste la molestia.

—Bacán. Tía, en verdad me encantaría que tú y el Manuel se quedaran juntos. Aunque en un principio no era de mi gusto porque parecía un vagabundo... lo aprendí a conocer, y es muy buena persona. Yo lo quiero como mi tío político definitivo. Y quiero un primo—comencé a reír y negué con la cabeza. Era tierna. La forma en que lo decía era tan sincera que me dieron ganas de llorar. Soy sensible, lo sé. Tal vez no era para tanto, pero el ver que mis pequeños se preocupan tanto por mí, me llenan por completo.

Lo que siento por esos dos es amor verdadero, más allá del compromiso familiar que tengo por ellos, nadie me obliga a amarlos como los amo ahora. Ellos mismos se ganaron mi afecto con su personalidad, sus ocurrencias y sus excentricidades. Flo y Nacho, sacaron lo mejor de sus padres, y lo agradezco, que él, me haya dado estos dos angelitos, que ahora ni angelitos parecen, han crecido mucho.

—Flo, falta mucho para eso. Ni siquiera sé si funcionará. Ayúdame con el pelo, que es un desastre.

—Como tú digas tía querida de mi corazón—se acercó a mí con el vestido y me ayudó a arreglarme, sin darme cuanta, ya eran las ocho en punto, y yo, ya estaba lista. Sentimos el timbre y Flo me pasó unos pendientes que venía con mí vestido negro. Salió corriendo a abrir la puerta.

Me vi por última vez en el espejo y asentí en aprobación. Él dijo formal, y esto es muy formal. Parece como si fuera a los Oscar. ¿Será mucho?, mi vestido era largo y escotado en la espalda. Mi cabello lo até en una cola alta y bien lisa. Pero creo que lo apreté mucho, ya que me estaba doliendo la cabeza de lo estirada que estaba.

Tomé mi cartera y caminé al living normalmente, sin pensar en lo incomodo de los zapatos.

Vi a mi sobrina roja como un tomate y a Nacho que estaba serio con los brazos cruzados. El pololo de Flo, que a todo esto no conocía, me miró y sonrió. Era alto y rechoncho, era bastante masculino, y su sonrisa algo encantadora. Debe ser un buen chico. Me dirigí a ellos y vi a Sara allí brincando y a Javier a su lado. Igual de feliz. De seguro ya se lo propuso. Tragué saliva y me tensé. ¿Qué hacen aquí?

—Hola—interrumpí y todos me miraron. Sonreí cortésmente y caminé al pololo de mi sobrina—Tu eres Agustín, ¿Verdad?

—Sí, mucho gusto—le sonreí y miré a Sara que me sonreía confundida.

—Dios Licha, te ves hermosa, ¿Tendrás una cita? —Me abrazó fuertemente y miré de reojo a Javier que no quitaba la mirada de mi—¿Con quién?

—Manuel...

—¿Ma-nuel? —asentí. Ella sonrió, con burla. Me puse seria. A ella nunca le gustó Manuel, ya que no era el prototipo de hombre que buscaba. Lo encontraba cochino, y feo. Cuando él no lo era. Simplemente lo juzgó por su apariencia... aunque debo admitir que cuando lo conocí pensé lo mismo. Me arrepiento, pero ahora es distinto, lo aprendí a conocer—. Qué bueno amiga. Vine a contarte algo. Iba a llamar a mamá, pero... tú has sido un apoyo tan grande, eres como mi hermana, y quise contártelo primero—aguanté la respiración. Sabía lo que venía, sabía que ella estaría feliz, sabía que me dolería, a pesar que quiero empezar de nuevo, el sentimiento de dolor no se irá tan fácilmente—¡Me casaré! —me mostró un gran anillo y saltó. Sonreí.

—¡Felicidades! —chillé y la abracé. No pude evitar que algunas lágrimas cayeran por mis mejillas. Dolía mucho. Me siento una basura, una mala persona por fijarme en alguien que no me correspondía, de no poder llegar a él como quise, de perder algo que nunca tuve y que me hubiera gustado tener. Pero ahora, no puedo hacer nada, y no haré nada. Solo seguir adelante, sin mirar atrás, y caminar hacia mi nuevo futuro, uno que se ve muy prometedor. Y estoy segura que esta vez no huyo, sino, lo afronto.

—Ay Alicia, te emocionaste—me dijo Sara secando mis lágrimas. Y vi como a ella se le acumulaban en sus ojos. Sonreí. Ella era mi amiga, y merecía esto. Lo sé.

—No todos los días tu mejor amiga se casa—ella comenzó a llorar y me abrazó. Tomé aire y algo en mí se renovó. La alejé y le di un beso en la mejilla. Miré a Javier, que estaba algo serio—. Cuídala, si le haces daño te castro y te dejo estéril. Te degollaré y te tiraré por partes al río Mapocho, ¿entendido? —el suspiró y asintió—. Sara, me tendrás que dejar ayudarte en todo.

—Obvio que sí. No sabes lo feliz que estoy.

—No, pero me lo imagino—sentimos el timbre sonar y Flo salió corriendo. Abrió la puerta y se quedó ahí. Se dio media vuelta y me miró con el ceño fruncido.

—Llegó... Manuel, creo—dijo dudosa. Caminé a la puerta y vi a un hombre alto, bien vestido. Estaba impecablemente peinado y un cutis envidiable. Me extrañó que alguien así viniera a la puerta de mi casa. ¿Manuel le habrá pedido que me viniera a busca?

—¿Quién es usted? —pregunté extrañada. El hombre se aclaró la garganta. Parecía molesto.

—¿Tanto cambié que ya no me reconoces? —esa voz... ¡Dios esa voz la conozco!, la que me parió, este no puede ser el desaliñado de Manuel, ¡Imposible!

—¿Manuel? —pregunté aún sin poder creerlo.

—Sí.

—¿Pero qué te pasó?, ¿Dónde está tu barba... y tu pelo? —lo apunté aun con la boca abierta.

—Un cambio de imagen que me obligaron a hacer. Si no, no harían la exposición. No podía dejar todo mi trabajo por una mata de pelos—se cruzó de brazos mirando hacia otro lado. Me acerqué un poco y lo analicé, incomodándolo notoriamente. No puedo creer lo que diré. Pero me parecía más atractivo con la inmensa barba. No estoy diciendo que se vea mal ahora, porque es al contrario, mejoró en un mil por ciento, se podría decir que ahora era muy guapo, pero, esa barba... era única. Comencé a reír. Simplemente este no era Manuel, era un disfraz. Igual que yo, y lo que usaba en este momento—. No te burles, ya es bastante vergonzoso salir así.

—Tendrás muchas fans, te lo aseguro.

—¿Tú serás una de ellas?

—La presidenta del fan club—esbozó una sonrisa y miré dentro de casa. No había caso que siguiera allí. Miré a mi sobrina y ella me guiñó el ojo. Sonreí—. Nos vamos—avisé. Todos asintieron. Vi la confusión en las caras de Sara y Javier. Al parecer tampoco reconocieron a Manuel. Es gracioso.

Manuel levantó la mano en despedida, y todos respondieron de la misma forma. Salimos y caminamos unos cuantos pasos hasta que sentí la voz de mi sobrino llamándome.

—¡Licha, usa condón! —abrí los ojos como platos y el cabro de mierda cerró la puerta rápidamente.

—Pendejo y la conchade...—Manuel me agarró del brazo y me arrastró hasta el ascensor sin decir nada y antes que fuera a matar al Nacho por sin respeto, ¿Cómo se atreve a decirle eso a su tía?, mocoso de porquería.

—Ya cálmate, no es para tanto—suspiré. Me las pagará.

***

Llegamos a la galería, que para mi sorpresa, estaba repleta de gente interesada en el arte. Entre ellas, muchas parejas con copas de champagne en la mano y riendo por cualquier estupidez. Debe ser lindo tener esa complicidad con alguien, con un ser que ames. El amor es un fastidio, aunque para mí, es imprescindible. Uno, porque la mayoría de mis novelas son de romance, y dos, estoy rodeada de él, aunque no quiera, es inevitable. Ya sea con mis sobrinos, o mi hermano. Amor, amor, amor por todas partes. Necesito estornudar tres veces seguidas para tener todo.

Manuel me dejó un momento solo para hablar con su representante. Parecía feliz, y con cada elogio que le daban, él ampliaba más su sonrisa, contagiándome de esa alegría. Nunca lo vi tan radiante... como dicen, uno nunca deja de conocer a las personas.

Llegó una mesera y le saqué una copa de vino tinto. No podía estar amargada en este momento, y sé que algo de alcohol en la sangre haría subir mi entusiasmo. El evento era algo aburrido. Gente hablando de artistas que jamás en mi vida he escuchado, y que me horroricé a no conocerlos. Debo estudiar un poco más. Otras hablando en idiomas desconocidos para mí, y me hizo pensar que, me falta mucho que aprender. Se escuchaba de fondo a una chica tocando elegantemente el violín, dando una atmosfera más culta al lugar. Creo que me quedé pegada en ella.

—¿Aburrida? —salté en mi lugar y vi como Manuel se me acercaba. Sonreí.

—No, está súper... alegre—mentí. Él asintió y se tomó una copa de vino al seco. Me sorprendí—. Oye, no te vayas a curar.

—Es solo una copa de vino... estoy nervioso—le di un pequeño golpe en el brazo y comencé a reír.

—¿Tú nervioso?, pero si estabas de lo más bien hablando con esas personas.

—No es eso... es... por ti—alcé una ceja y lo miré ingenua. ¿Por mí?

—¿Qué hice?

—Nada. Es solo que... quiero presentarte a esas personas como tú las llamas, pero no sé cómo— ¿eh?, no entendí, y creo que me da miedo preguntar—. Alicia, es sobre lo que me dijiste hoy... la respuesta—suspiré y sonreí. Así que era eso. Por un momento pensé que sentiría vergüenza de mí. ¿Por qué pensé eso?, que idiota soy.

—Somos adultos Manuel. ¿Qué quieres que te diga?, me gustas... y me encantaría llegar a quererte más... y conocerte más. Y creo que la palabra "Pololos", no es la más adecuada—él suspiró y asintió.

—Tienes razón. ¿Quieres ser mi novia indefinidamente? —comencé a reír. Sus ojos brillaban y me sorprendí que, a pesar de que era su día, aun me tuviera presente. Eso era de lo más considerado de su parte.

—Por supuesto que quiero—sonrió y me abrazó fuertemente.

—Gracias por la oportunidad. Sé que aún Javier...

—Manu—lo interrumpí y lo miré a los ojos— ya no más. Cada uno va donde tiene que ir. Y no te estoy dando una oportunidad a ti... sino, a mí. Creo que ya era tiempo de apreciarme un poco como persona.

—¿Sabes cuánto tiempo estuve esperando esas palabras? —me sonrió. Asentí. Si, era sorprendente que yo, dijera esas palabras. Nadie puede cambiar de la noche a la mañana. Sé que caeré al momento que alguien me pida ayuda, sé que seguiré como idiota creyendo en todos, pero, de a poco, dejaré de ayudar a quien no lo necesite, y en creer en quien no lo merezca. Es un camino largo y pesado, pero que estoy dispuesta a recorrer—. Te tengo una sorpresa—me tomó de la mano y salimos hacia un balcón. El aire fresco de la noche me golpeó y refrescó. Era tan malditamente agradable, que me hubiera quedado allí por horas. Pero, Manuel, me arrastró hasta otra habitación, una más vacía, pero con personas de igual manera. Caminamos hasta el final del gran salón y me dejó frente a una hermosa pintura de colores cálidos.

En ella estaba la puesta de sol, mar, playa, bañistas y en el centro de todo ese alboroto, una mujer leyendo. Su cabello castaño volaba con el viento, su bikini a rayas blancas y rojas, combinaban con el libro rojo en su mano. Me acerqué un poco más y me di cuenta que no era un libro, sino, un cuaderno. Y en su mano derecha tenía un lápiz. Wow, pudo retratar cada detalle de esa mujer...esperen, ese bikini lo he visto en alguna parte.

—¿Crees en el destino? —me volteé a mirarlo sin entender mayormente sus palabras. ¿Si creía en el destino?, esa pregunta era difícil. Pero en algunas ocasiones, la única explicación lógica, para algo más allá de la razón, es el destino. Asentí—Cuando retraté este cuadro, jamás imagine que la chica que escribía en el cuaderno, eras tú—¡¿Yo?! Miré la pintura y con asombro me reconocí en ella.

—¿Cómo te diste cuenta que era yo? —pregunté, más bien le exigí.

—Nunca lo supe, hasta una semana atrás cuando vi el cuaderno. Lo reconocí por las letras doradas, en donde decía Alicia—mi cuaderno de personajes. Allí estaba la vida de cada uno de ellos. Sin él, no podría vivir. Es como si llevara a mis bebés conmigo siempre, y si se me llegase a extraviar, me moriría de pena y preocupación de no ser plagiada.

—Es increíble—susurré mirando el cuadro. Esto fue hace un año atrás, cuando terminé de escribir el libro. Esa semana fui con mis sobrinos a la playa, unas muy lindas vacaciones. ¿Quién me iba a decir que un año después estaría de novia de quien me dibujó sin saber que era yo?, sorprendente. Lo anotaré en mi libreta como un acontecimiento increíble—. Manuel...—me di media vuelta para mirarlo— gracias por ser parte de mi vida—él negó con la cabeza.

—Gracias por llegar a mi vida—me acerqué a él y lo besé frente a todos sin importarme nada. Tal vez lo que siento por él no sea lo suficientemente fuerte, pero me aseguraré que en el futuro, él sea algo tan preciado como mis libros, como mis sobrinos, como yo misma, y que sea la única persona que me haga sentir querida de la única forma que Manuel podría hacerlo. Y tal vez así, apreciarme un poco más como mujer, y como individuo.

Estoy segura, que este es el comienzo de algo mejor, algo más grande y de muchos problemas. ¿Pero que el amor no es eso?, dar sin recibir nada a cambio, solo el bien estar de quien se ama.

Fue un San Valentín algo movido, lleno de sorpresas, pero que se convirtió en el comienzo de algo más.

***

NTA: Me enamoré de Manu :C


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