Único Capítulo
Hoy también había sido un día pesado, trabajo por todos lados y el superior Choi maldiciendo a cualquier ser viviente o errante que se le cruce.
El traje ajustado, la corbata opresora, la correa maldita y los zapatos en punta, todo esto hacía que su espalda y cuerpo en general se sientan adoloridos, que su cabeza sea incapaz de concentrarse.
Su vida era una mierda, odiaba trabajar 16 horas al día.
Sacó las llaves de su saco y pensó una última vez acerca de por qué no se lanzaba de un acantilado de una buena vez. Sin coordinación ni delicadeza alguna, abrió la puerta encontrando a su pequeño motivo sentado en el sofá, leyendo un libro.
Al percatarse de su presencia, el rubio cerró el libro y una sonrisa adornó su rostro.
- V-Volviste, a-amor - Le abrió los brazos a Jonghyun, quién estaba recordando la razón de su respirar, de su caminar, de su vivir.
Kim Kibum.
Ese pequeño rubio que hacía sus días felices, sin necesidad de hablar bien en su totalidad.
Kibum nació con tartamudez.
Y eso no lo hacía menos hermoso.
Dejó un beso en sus labios rosas y se dejó caer en el hombro de Kibum, este inmediatamente lo recibió y acarició suavemente su espalda. - ¿F-fue un día dur-duro? - El mayor asintió aún en su hombro. - ¿E-El superior Choi estuvo mal-maldiciendo todo lo que se mu-mueve? - Lo miró divertido y Jonghyun sonrió, asistiendo de nuevo.
Le ayudó a deshacerse de la corbata y el traje, junto con la correa y los zapatos, se sentaron en el sofá, Jonghyun recostado a lo largo de este y con su cabeza en el regazo de Kibum, quién sobaba sus cabellos mientras hablaban.
- Y siguió gritándole a la pobrecita periodista Jung - Decía, y Kibum sólo asentía. - Pero yo creo que ella tenía la culpa, es decir, llegó tarde y más encima no hizo el reporte, no sé muy bien si ella estudia o trabaja aparte pero ese reporte lo anunció hace una semana... - Kibum asentía, lo único que había hecho en las últimas dos horas. - ¿Es que acaso estoy hablando solo? - Pellizcó la nariz del rubio, y este negó con la cabeza. Kibum tenía esa costumbre, no hablaba si no se lo pedían o si no era necesario, y eso a Jonghyun no le gustaba mucho, no por que estuviese loco por escucharle, sino por qué sabía que Kibum no hablaba por que se acomplejaba de su tartamudez, y él quería hacerlo hablar a manera de terapia, no interesa si le hablaba acerca de ese café que tanto le gustaba, o ese restaurante que tanto amaba, para él estaba bien, estaba bien escucharlo. - ¿Y cómo fue contigo? Cuéntame de tu día.
- B-bueno, luego d-de que saliste, m-mi jefe me escribió, di-dijo que necesitaban u-una nueva canción para Je-Jennie...
A Kibum le encantaba la música, desde que era niño, porque recuerda que en el orfanato en el que lo abandonó su madre, habían unas chicas voluntarias que llevaban instrumentos allá y a Kibum le gustaba eso, su madre solía cantarle siempre, hasta que lo abandonó en ese infierno.
A temprana edad comenzó a tocar instrumentos y más tarde a componer, sus canciones eran hermosas y sus sinfonías eran únicas, así cautivó a Jonghyun.
Pero había algo que Kibum no podía hacer y le frustraba.
No podía cantar.
A él le encantaba el rap en su adolescencia, y no podía hacerlo por su tartamudez, pero justo en esos momentos tan difíciles, apareció Jonghyun, quién lo salvó de las críticas y lo alejó de sus posibles malas decisiones.
Había sido muy bueno con él siempre, y le enseñó a amar las baladas lentas y notas largas, que sí podía cantar.
- Woah... - Se sorprendió cuando Kibum terminó la historia. - Y dime...¿Cuántas canciones ya has compuesto para Jennie?
- Y-Ya van qui-quince - Respondió, encontrando una pelusa en el cabello de Jonghyun, quitándola con delicadeza. - E-en fin... ¿Q-quieres ce-cenar? - Lo miró con dulzura y el mayor simplemente no pudo contenerse a su sonrisita.
- Vamos. - Se levantó y tomó la mano del rubio, dirigiéndose a la cocina.
Calentaron la comida preparada por Kibum y cenaron juntos, en la mesa de la cocina.
La comunicación era muy importante y especial en ellos, tanto lingüística como corporal, siempre tenían contacto.
- ¿Sabes? Aún me pregunto, ¿Qué demonios me hiciste para enamorarme así de ti? - Le preguntó, casi en un suspiro.
- T-te di a-agua de ca-calzón - Se rió levemente.
- Travieso - Tomó su mano. - Funcionó muy bien tu agua de calzón.
- L-lo sé.
Una velada tranquila, la luna llena, las suaves caricias de la persona que más amaba, sus cálidos abrazos, sus amorosos y sinceros besos, el dulce aroma de estar en casa.
Estar con su pequeño motivo...
Era felicidad pura.
Por él valía la pena trabajar 16 horas al día, por él valía la pena estar fugitivo de sus padres, por él valía la pena cantar, componer, hablar, comer, respirar...
Por él valía la pena vivir.
Y si hubiese podido, quisiera ser él quién haya nacido tartamudo, quisiera ser él quién hubiese sido abandonado por su madre en un triste y deteriorado orfanato, quisiera ser él quién deba ser discriminado por una discapacidad, quisiera ser él a quién rechacen en todos los trabajos y que con dificultad terminó la escuela secundaria.
Para protegerlo.
De quién sea que intente ponerle un sólo dedo encima.
Por que lo amaba y había aprendido a vivir sólo con él y para él.
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