Mı monstruo favorito eres tú
¡Hola! 😊
Me he puesto escribir este pequeño relato con la canción que dejó aquí arriba. La letra no tiene nada que ver, pero adoro la tonada. Es una de mis favoritas.❤️
Espero lo disfruten mucho, no tiene mayor complejidad en la trama, son solo Kirito y Asuna siendo amorosos. 🥰
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Le miró a los ojos cubierta de curiosidad y con una sensación estrujándole las entrañas. Algo dentro de ellos era delirante, embriagador y muy adictivo. Se sentía como si cualquier tragedia pudiera ser recompuesta con solo observarles; como un nuevo comienzo abriéndose para cualquier necesitado. El brillo que desbordaban traía paz a su corazón, y al mismo tiempo era lo que había precipitado esas incógnitas en su cabeza: ¿Qué eran esas chispas que revoloteaban y se iban cuando parpadeaba?¿Por qué aveces parecían estar hechos de plata pura y en solo segundos se veían manchones azulados?
Sus ojos eran algo más complejo de lo que alguna vez llegó a imaginarse; eran un mundo con vida propia e historias encantadoras esperando ha ser descifradas. Sus mejillas se sintieron calientes cuando él fue consciente de su mirada. Se vió reflejada con tanta claridad que el rojo le salpicó más partes del rostro. Ahora, eran mucho más de lo que había entendido; eran una batalla constante entre luz y oscuridad, golpeándose con furia a una velocidad impresionante.
Lo siguiente que supo fue que estaba encima de él. Le había tumbado en la cama para seguir contemplándole todo lo que quisiera. Él se vió sorprendido, y poco después, sonrió para ella cargado de amor y mucha dulzura. Le acarició con su dedo los labios y trató de memorizar cada una de sus reacciones. Ella dejó escapar un pequeño y apenas audible sonido de su garganta; áspero, tosco, sin ninguna clase de inhibición. Sentirle toquetear aunque solo fuese su boca le hacía estragos en todo su cuerpo; empezaba en el estomago, con un remolino de mariposas llegando a lo más alto del cielo; seguido de su pecho, donde su corazón latía apresurado al borde del colapso; luego se sumaban sus pulmones, que aspiraban aire a montones y lo retenían con miedo a que no supiese como volver hacerlo. Todo en ella confabulaba para hacerle perder la cordura y sumirla en una clase de sueño orquestado por él. Esos ojos acerados escurrían anhelo al confortarla, le hablaban en silencio y ella no podía evitar las ansias por tenerle.
Bajó su cabeza hasta su pecho y escuchó el latir de su corazón. Aferró sus manos a él como pudo y se esforzó por no dejarse guiar por sus impulsos. Una parte de ella se había ido con el sol que desapareció en el horizonte y la que aun quedaba presente, se retorcía por las ansías que todo el tiempo que pasó observándole, había estado acumulando.
Él removió sus dedos en su cabello y respiró con profundidad. Se sintió completo en ese instante, como si siempre hubiera sido dichoso y las penas fueran solo habladurías de la gente. Nada podría dañarle, era un ser invencible y la felicidad era tan clara como lo ojos de miel que le habían estado examinando. Dulces, exquisitos y etéreos; esa mirada le transportaba a un paraíso inefable.
Siguió paseando sus dedos entre todo el arrebol de cabellos, disfrutando demasiado de menearle de un lado a otro; olisqueando cada vez que le apetecía, y sintiendo el hambre creciendo en él. Deseoso de todo ella y embriagado por su esencia. Estaba hechizado, loco, demente, maniático y enamorado. Sonrió dándose cuenta de sus propios pensamientos, y al verle de nuevo a los ojos, se lanzó con premura a devorarle. Entonces le besó.
Su aliento rebotó con delicia en su barbilla, le había dejado temblando, jadeando y la piel ardiente como a él le gustaba. Saborear su saliva, juguetear con su lengua y morderle los labios, era un placer inigualable; le consumía por completo, le volaba la cabeza, le transformaba en un monstruo, y reafirmaba lo que ya sabía; él siempre se sentiría sediento de ella.
—Kirito-kun —acercó su rostro con entera brusquedad y pegó su frente con la suya—. Cuando haces eso —sonrió—. Puedo sentir mariposas en todo mi cuerpo, de esas que todos los poetas mencionan y nunca creí que fueran reales. Pero existen, nacen en lo más profundo del ser y se elevan buscando a la persona que les ha llamado —le acarició su mejilla—. Tú lo haces cuando me besas.
Él se deleitó con cada una de sus dulces palabras, le rodeó con sus brazos y giró en la cama. Asuna le miró sonrojada con todo el cabello desparramado en las sabanas. Sus manos le tentaron el rostro y volvió a perderse en la profundidad de sus bellos ojos. Aun trataba de comprenderlos más, de encontrar respuestas a todos las ideas que revoloteaban en su cabeza, y sobre todas las cosas, quería verle sin su armadura puesta.
—Siempre te muestro todo. Nunca he sido capaz de ocultarte nada Asuna —le besó con ternura su frente—. Mis ojos no son tan misteriosos como tú crees.
—¡Por supuesto que lo son! —frunció el ceño—. Tu mirada es como un par de estrellas fugaces.
—Y la tuya es una iridiscencia que me transporta a mundos lejanos —le sonrió—. Pero cuando ríes, tus ojos escurren miel a montones. Y cuando me ves así, llena de tanta curiosidad, tus ojos son claros y resplandecientes. Siento que puedo sumergirme en ellos durante horas, sin la necesidad de volver a respirar. Tú eres el misterio más grande con el que me he topado, nunca sé que estás pensando, ni siquiera entiendo el porque haces cosas como mirarme tanto. No soy tan interesante como otras personas.
—Moo, Kirito-kun, aveces me sorprende que no sepas lo maravilloso que eres —río—. Creo que eso forma parte de tu encanto.
Kazuto sonrió y le tomó de la barbilla. Le acercó hasta su boca y de nuevo atrapó con recelo sus labios. Todo se desvanecía en cámara lenta, sus manos se movían por instinto, hasta que sintió debajo el corazón de Asuna latir desbocado. La sensación le gustó tanto que no apartó su mano del lugar. Subía y bajaba de forma deliciosa, era una tonada meliflua perceptible a su tacto. Le erizó cada parte de su cuerpo y dio cabida a un sonido áspero proveniente de su garganta. Ella le acompañó con su propio sonido, y cuando él le observó con fascinación, sus mejillas enrojecieron tan rápido que Kazuto solo pudo reírse.
—Eres adorable —le contempló algunos segundos sonriendo y pronto se recostó en su pecho. Lo que más ansiaba en esos instantes era escucharle palpitar —Sabes, no me importa ser llamado monstruo si con eso consigo que nadie te haga daño —cerró los ojos mecido por la suave tonada del corazón de Asuna.
—Entonces, mi monstruo favorito eres tú —sonrió y le abrazó con suavidad—. Dulces sueños Kirito-kun.
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¿Dónde crees que se encuentran?
a) La casa de Asuna b) La casa de Kirito c) En un hotel
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