Capítulo 1

(Narra TN)

Esperé con paciencia a que fueran pasando las horas. El tiempo allí pasaba extremadamente lento, pero me agradaba ver cómo mi humano dormía de aquella forma tan plácida.

Me entretuve escuchando su profunda respiración y viendo cómo su pecho subía y bajaba de forma acompasada. Era relajante.

Me sobresalté y casi caí de la mesilla de noche al escuchar aquel ensordecedor ruido procedente de un objeto rectangular que había apoyado a mi lado.

Law estiró el brazo y cogió el objeto. Tocó algo y, por fin, aquel sonido cesó. ¡Eso, Law! Casi se le olvidaba el nombre de su encargo.

—Buenos días —saludé, al ver que se incorporaba. Se frotó los ojos y dirigió sus ojos grises hacia mí.

—Eres real —dijo, algo confundido.

—Sí, pero... ¿Has dormido bien o no?

—La verdad es que sí. He dormido muy bien —afirmó, provocando que me hinchara de orgullo.

—Perfecto. ¿Qué plan tenemos hoy? ¿Es eso que me comentaste anoche? Lo de la especialidad de cirugía.

—Sí —respondió, levantándose de la cama. Comenzó a caminar hacia la puerta, así que le seguí—. ¿Vas a venir conmigo?

—Claro, no puedo ayudar desde tanta distancia. Tengo que estar cerca de ti.

—Bien. Voy a prepararme un café. ¿Tú quieres algo? ¿Tienes que alimentarte?

—No, gracias. No lo necesito.

Observé mientras tomaba su bebida oscura y amarga, sin leche ni azúcar.

Durante ese rato estuve recordando la información que me habían dado sobre él: su familia había muerto en un accidente de avión, tuvo una relación sentimental tóxica y acabó solo sin ganas de intentar nada más, no había tenido tampoco suerte en sus estudios y profesión... Aunque, bueno, eso último iba a solucionarlo yo personalmente en unas horas.

—Bueno, voy a vestirme. ¿Vas a seguirme también?

—Eh, no, no. Te dejo intimidad, claro —farfullé algo nerviosa.

Obviamente estaba prohibido ver a los humanos de aquella forma. Siempre se había dicho que era algo impuro.

Me acomodé en el sofá del salón mientras el se dirigía hacia la habitación. Era cómodo y mullido. No estaría mal quedarse allí sentada un buen rato descansando, aunque no lo necesitara.

—Estoy listo. Supongo que no, pero quiero asegurarme. Nadie puede verte, ¿verdad?

—No, solo tú. Así que intenta no hablarme mucho o parecerá que no estás muy bien —le explicaré, mientras me acercaba a él y me posaba sobre su hombro.

Tan solo asintió. Cogió unas llaves de un cuenco que había sobre el mueble de la entrada y se las guardó en uno de los bolsillos traseros del pantalón.

La calle estaba muy ajetreada, tanto de personas como de vehículos. Se notaba que era hora de ir a trabajar y de que los pequeños humanos fueran a sus escuelas a formarse y estudiar.

Esperamos durante unos minutos plantados en una parada y, poco después, llegó un vehículo más grande que el resto: un autobús.

Iba bastante lleno, así que nos tocó estar de pie durante todo el trayecto. Bueno, tan solo a Law, técnicamente yo estaba sentada.

—No me gusta nada este vehículo. Hay demasiada gente y es un poco agobiante —expresé, cuando un hombre paso por nuestro lado y empujó a mi humano. ¡Casi me tira!

—Es mejor que coger el coche, algo más bueno para el medioambiente.

—Oh, eso es muy respetuoso por tu parte.

—La próxima parada ya es la nuestra.

Me agarré a la tela de su camiseta cuando bajamos del medio de transporte. Podría seguirle volando aunque me cayera, pero temía perderle entre la multitud. Y, bueno, no lo iba a negar... Era un poco vaga.

Tras cinco minutos caminado llegamos a un enorme edificio de color blanco roto con numerosas cristaleras. Ese lugar debía ser el hospital donde Law debía acabar su formación.

Cuando cruzamos las puertas nos encontramos con un numeroso grupo de personas que parecían estar en la misma situación que mi humano.

Estaban mirando un tablón de anuncios en el cual se indicaba a que zona debían dirigirse según su especialidad.

—Bueno, tú vete directamente a la de cirugía general. Yo me encargo del resto. —No me miró muy convencido—. Hazme caso. Ahora nos encontraremos de nuevo.

Comencé a volar hacia el despacho del que debía ser el director, el secretario o quien fuera la persona que se encargaba de las admisiones. Mi sexto sentido me llevó hasta el lugar correcto.

Había dos mujeres leyendo unas interminables listas con nombres.

—Falta una vacante en cirugía general. Al final se ha desapuntado alguien. Un cambio de última hora —explicaba una de ellas.

Entonces era mi momento. No tenía que borrar a nadie de la lista, el destino así lo había querido. Tan solo debía añadir el nombre de Law y borrarlo de la otra lista.

Me acerqué a toda velocidad y rocé el papel con los dedos antes de que se lo pasara a su compañera.

—No hay ninguna vacante. Están todos los puestos cubiertos —indicó la otra mujer. Ambas volvieron a revisarlo.

—Vaya, es cierto. Pues juraría que he visto una vacante en algún sitio...

Comenzaron a revolver papeles y observé atentamente hasta que por fin vi asomarse uno que se titulaba "pediatría". Lo rocé y, poco después, lo cogieron.

—Aquí, en pediatría es donde queda una vacante.

¡Toma ya! Misión cumplida. Di media vuelta y volví a salir a los pasillos de aquel apagado y algo triste lugar. Me concentré y no tardé en ver la luz que me guiaría hasta Law.

No recordaba que era imposible perderlo de vista. En fin, por algo me costó más tiempo graduarme que a los demás de mi generación.

¿Qué hacía ese incrédulo esperando en la zona de pediatría? ¿Acaso no le había dicho que se fuera directo a cirugía? Ya estaban pasando lista para comprobar que estaban todos los estudiantes.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso quieres quedar como un tonto el primer día? —le solté, frunciendo el ceño mientras volaba frente a su cara.

Sus ojos grises se clavaron en mí, pero no me contestó. Era obvio que no iba a hablarme en presencia de tanta gente que estaba en silencio.

Cada vez que me miraba tan fijamente sentía unos extraños escalofríos recorriendo mi cuerpo.

Tan solo se movió del sitio cuando acabaron de pasar lista y no dijeron ni su nombre ni su apellido.

—Ah, te lo había dicho, pero no se por qué no me haces caso. Ve corriendo ahora mismo a la zona de cirugía —le apremié—. ¿Te guío o...? Vale, vale. Veo que te acuerdas. ¡Qué memoria!

El resto de médicos aprendices ya había entrado en la sala, así que le tocó llamar a la puerta y pedir permiso para entrar.

—¿Trafalgar Law? —preguntó una mujer de avanzada edad con el pelo largo y canoso.

—Sí.

—Le parecerá bonito llegar tarde el primer día —le regañó, usando un tono sarcástico—. Anda, toma asiento. Justo iba a empezar a explicar ahora. Me llamo Kureha y voy a ser vuestra tutora y supervisora.

—Tendría que haber estado más rápida y haberte evitado este momento vergonzoso —comenté, o más bien pensé en voz alta—, pero es que tú deberías haberme hecho caso y venir aquí.

Sabía que no iba a contestarme, pero no me importaba. Era muy habladora y me encantaba expresar todo en voz alta. Además, solo él podía escucharme.

No iba a negar que me quedé medio dormida durante casi toda la explicación. Ya había tenido bastantes clases antes de llegar al mundo de los humanos como para tener que tragarme las de allí también.

—Bueno, espero que tengáis todo claro —sentenció la anciana, tras haber acabado con toda la explicación—. Ahora id a almorzar algo y dar una vuelta por el hospital. Tenéis que empezar a familiarizaros con él.

Los seis estudiantes de la especialidad se levantaron y fueron abandonando el aula.

A excepción de Law, caminaban en grupo y se estaban haciendo preguntas para conocerse los unos a los otros. ¿Por qué mi humano no participaba en la conversación?

—Oye, ¿dónde vas? —inquirí, cuando vi que cambiaba de dirección y no les seguía.

—Voy al baño. ¿Vas a entrar conmigo? —murmuró de forma casi imperceptible.

—¡Claro que no! —exclamé, algo avergonzada—. Te espero en la puerta.

El resto del día junto a Law me sirvió para recolectar bastante información. Era un tipo bastante asocial y estaba claro que prefieres la soledad a la compañía, lo cual iba a tener difícil conmigo junto a él. Era algo maniático, perfeccionista y le encantaba tener todo en orden y bajo control.

Y otra cosa que saqué en claro... Es que mi presencia le ponía nervioso. Era obvio que mi existencia escapaba a su razonamiento.

No es que se mostrara alterado. De hecho tenía que admitir que su rostro era prácticamente inexpresivo, pero yo podía notar las emociones en el aura de las personas. Todas tenían un color y una tonalidad distintas.

Estaba claro que con mi humano esa habilidad iba a ser especialmente útil dada su inexpresividad.

—¡Oh, por fin en casa! —exclamé, recostándome todavía más sobre su hombro. El dejó el abrigo, se quitó los zapatos y se puso los de estar por casa—. Bueno, ¿qué te ha parecido el primer día? ¿Te fiarás de mí a partir de ahora?

—Sí. He de confesar que no tenía mucha confianza, pero ya me ha quedado claro.

—Bien. Oye no te has apuntado al grupo de WhatsApp de tus compañeros —comenté, mientras nos dirigíamos hacia la cocina—. Han comentado que este fin de semana harían una cena de bienvenida. ¿No piensas apuntarte?

—No me interesa —respondió, mientras sacaba alimentos y utensilios de los armarios.

—Bueno, tal vez cuando los conozcas más... —murmuré, sentándome de nuevo en su hombro—. Pues había varias chicas que no paraban de mirarte, en especial una con el pelo verde, bastante guapa.

—No me he fijado, y tampoco me interesa —aseguró él, al mismo tiempo que empezaba a cocinar—. Se podría decir que la única mujer en la que voy a fijarme es en Kureha-ya, para aprender de ella.

—Bueno... —murmuré, levantándome de su hombro y volando hasta quedarme en frente de aquellos fríos ojos grises—. ¿Pero estás contento o no?

—Sí. Me has salvado la vida —respondió, dejando de cortar aquel pescado anaranjado y dirigiendo su mirada hacia mí—. No sé qué hubiera sido de mi si hubiera acabado haciendo pediatría. Así que gracias.

Sonreí, satisfecha, y dejé que continuara con su tarea mientras descansaba de nuevo sobre su hombro.

[•••]

Aquella mañana no me sobresaltó el sonido de aquel aparato. Sabía que iba a sonar a aquella hora y estaba preparada.

—¡Arriba, humano! Es hora de despertarse —apremié, mientras hacía un baile sobre su pecho siguiendo el ritmo de la chirriante melodía.

Continué moviendo mientras él se frotaba los ojos, aunque me hizo caer y rodar sobre el colchón cuando se desperezó.

—No hace falta que me llames humano, puedes llamarme Law —indicó, con voz ronca, todavía medio dormido. Su voz me daba escalofríos. Extraños escalofríos.

—Vale, Law. Venga, hoy es tu primer día. Ayer solo fue una presentación. ¡Hoy empieza tu aventura! Yo te he dado la oportunidad, pero eres tú quien tiene que aprovecharla.

—Tienes demasiada energía y yo necesito silencio por las mañanas.

—Vale —acepté, apretando los labios tras aceptar su petición. Si tenía que estar en silencio para que estuviera feliz, estaría en silencio.

Le observé sin decir una sola palabra mientras se preparaba aquel líquido marrón —café— que tanto parecía gustarle.

—¿No vas a decir nada? —me preguntó, pillándome por sorpresa. Si era él mismo el que me había dicho que quería silencio—. Solo he pedido un poco menos de energía, pero puedes hablar.

—Has dicho que necesitabas silencio.

—Cierto, pero ya estoy acabándome el café. Ahora ya soy más persona.

Me asomé a la taza, por curiosidad. ¿Acaso era un brebaje mágico? El olor no terminaba de gustarme, y tampoco el color.

—¿Quieres probarlo?

—No tiene muy buena pinta, pero... Tengo curiosidad —admití.

Sin decir nada, se levantó de la silla y rebuscó en uno de los cajones, volviendo a acercarse a la mesa con una pequeña cuchara plateada en la mano.

La colocó dentro de la taza y volvió a sacarla. Me acerqué con cautela y, no del todo confiada, me incliné para probar aquel líquido.

Puag. Demasiado amargo para mi gusto.

Mi mueca de asco debió causarle algo de gracia. Aunque su rostro no lo demostró mucho, tan solo con una sonrisa de lado, lo noté en su aura.

—Todo para ti —sentencié, alejándome.

Tras acabarse su desayuno y vestirse nos encaminamos de nuevo a aquel medio de transporte llamado autobús, que iba tan concurrido como el día anterior.

Cuando llegamos al hospital, ya en la entrada, había reunidos varios jóvenes de los que estaban realizando la especialidad. Algunos de ellos eran de la misma que Law y otros de una diferente.

—Ey, hola, Law —saludó un chico de su especialidad. Tenía el pelo castaño, a conjunto con sus ojos.

Un par de chicas que no eran de su grupo cuchicheaban entre ellas, mirando de arriba abajo a mi humano. Se alegraban de verle.

Y ahí estaba también la chica de pelo verde que sí iba al mismo grupo de Law. Emanaba una energía prácticamente irresistible y parecía interesada en él. Sería una misión fácil si no me hubiera tocado un humano tan terco.

—Hola —saludó él, no muy agradable, pero al menos educado. El resto de los presentes devolvió el saludo.

—Ayer me fijé que no me pasaste tu número para el grupo de WhatsApp —comentó el mismo chico que le había saludado—. Por cierto, me llamo Yuki.

—Ah, sí. Se me debió pasar —mintió. El día anterior ignoró la propuesta por completo.

—Mentiroso... —murmuré. Él se sacudió un poco el hombro, haciendo que saliera disparada no muy lejos.

—No pasa nada. Te meto enseguida —dijo Yuki, sacando un aparato de color negro de su bolsillo.

Law no parecía muy entusiasmado con la idea. No había podido librarse, pero puede que le viniera bien despejarse un poco.

—Ya me sale —indicó Law, al saltarle el chat del grupo en la pantalla de su aparato.

—Genial, ahora pasaré de nuevo la lista para que te apuntes a la cena del sábado —indicó su compañero. El mensaje no tardó en aparecer—. Te vendrás, ¿no?

—Está tarde miraré a ver si puedo organizarme y, si puedo, me apuntaré.

—Genial, tío. Bueno, vamos dentro, ya es casi la hora.

Law comenzó a caminar junto al resto, que charlaba animadamente mientras caminaban hacia el interior del edificio. Él no, por supuesto, los demás eran los que charlaban.

—A ver qué excusa te inventas —comenté, divertida, sentada de nuevo en su hombro—. Igual puedo ayudarte y hacer que dejen de insistir, pero la verdad es que me gustaría ir a una fiesta de humanos.

Tal vez no le importaría darme el capricho en agradecimiento a mi ayuda.

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