XVII. Preparación previa y día de la cirugía
El 17 de enero fui sometida a una intervención quirúrgica para bajar de peso: una manga gástrica, conocida en términos médicos como gastrectomía en manga.
El 20 de diciembre llevé mis papeles al sanatorio La Entrerriana de Paraná para que hicieran aprobar la cirugía por Iosper, mi obra social (seguro médico). A la semana debía llamar para tener novedades, pero como creía que antes de marzo no iban a operarme porque la obra social solo aprueba dos cirugías mensuales para mí equipo médico y ya había otras personas en espera, no llamé ni pensaba hacerlo.
El 28 de diciembre recibí un mensaje de texto que creí era una broma del día de los inocentes.
"Natalia, tenés fecha de cirugía para el 17 de enero. Ponete en contacto con Caro para la líquida y sacá turno para control con el anestesista".
Era mi cirujano.
No lo podía creer.
Ya?!!!
No pensaba que sería tan rápido. (Luego mi psicóloga me diría que evaluaron los pacientes en espera y decidieron que yo estaba más preparada y por eso me operaron antes que a otros que llevaban más tiempo en tratamiento).
Mandé un mensaje al grupo de WhatsApp de bariátricos. Les conté a mis amigas que sabían sobre mi proceso, a mi mamá para que no hiciera planes para esas fechas... Y básicamente lloraba de la emoción (se me escapan lágrimas ahora al recordarlo), y un poquito entré en pánico. Me había mentalizado que tendría unos dos meses como mínimo para prepararme, para despedirme de mi vieja vida. Ahora tenía menos de tres semanas.
Y lo peor de todo era que... Iba a estar en mis días cuando me operaran! Shit! (Por suerte existen los tampones).
Me propuse despedirme de mi vieja vida sin excesos pero disfrutando todo al máximo. Así que comí lo que me gustaba sin culpa para las fiestas, pero de forma moderada. Elegí helado y ensalada de frutas, pero no toqué ni los budines ni los panes dulces. No engordé un solo gramo, e incluso estaba más delgada en mi siguiente control nutricional. Había entendido que se puede disfrutar de lo que a uno le gusta sin excesos, y que luego se equilibra con el ejercicio y comiendo de forma saludable día a día.
Festejé mi cumpleaños el 4 de enero, y el día previo a empezar mi dieta líquida, que duraría diez días, fui a un restaurante y despedí mi vieja vida con pollo al champignon con crema y papas noisette, y de postre helado. Todo con el debido permiso de la nutricionista 😂
Como contaba, empecé entonces una dieta líquida de diez días. El objetivo de la dieta líquida no es que uno baje más de peso sino desgrasar el hígado y llegar en condiciones óptimas al día de la cirugía, reduciendo al máximo los riesgos de complicaciones. Bajé dos kilos y medio en esos 10 días.
Así era mi dieta líquida:
(Recuerden que estas dietas son subidas solo con fines ilustrativos. No deberían seguir ninguna dieta, mucho menos una de tipo preoperatorio, sin que está haya sido indicada por un profesional).
No consumía nada crudo, todo cocido. Sopas, compotas, batidos proteícos y gelatina. Empecé a extrañar el poder masticar, pero más lo extrañaría después de la cirugía.
En un principio pensé que quizás pasaría hambre pero, al igual que con el resto del plan, jamás me pasó. Es más, a veces me costaba comer todo lo que tenía que consumir.
Sí me costó el día previo a la cirugía, porque eran solo líquidos claros. Pero fue muy llevadero. Jamás se me cruzó por la cabeza comer algo que no estuviera contemplado en la dieta líquida. No quería que suspendieran mi cirugía.
Las últimas 8 horas antes de la cirugía eran de ayuno completo. Nada de líquidos, ni comer caramelo o chicle (supe que alguien le habían suspendido la cirugía por estar comiendo chicle!).
Debía internarme a las 5.30 de la madrugada porque a las 7 me llevaban al quirófano (fueron puntuales). El día anterior fui a consulta con el equipo de anestesistas del sanatorio y aclaré muchísimas dudas que me preocupaban. También había visto a mi cirujano y a mi psicóloga la semana anterior, lo cual me ayudó a estar más tranquila y a prepararme mental y psicológicamente para la operación.
Creo que mis seres queridos tenían más miedo que yo.
Me acompañaron mi mamá y mi ex, con quien siempre había mantenido una relación de amistad y quien siempre estuvo presente a pesar de que estábamos separados (cosa que jamás me había imaginado). Él era el que más miedo tenía, de hecho, y me dicen que básicamente caminaba por las paredes cuando estuve esas tres horas y media en el quirófano. Mi papá también llegó más tarde, un rato antes de que me llevaran al quirófano.
Me tuve que dar un baño con un jabón especial a cierta hora, y a las 7 en punto me buscaron para ir al quirófano. Me despedí de quienes me acompañaban y marché en la camilla, con una mezcla de nervios y tranquilidad. Sabía que estaba en buenas manos.
Pero siempre que te sometes a una cirugía sabes que no es tan solo un trámite. El miedo de no volver a despertar es algo que todos los que pasamos por estas situaciones experimentamos. Pero hay que asumir el riesgo.
Lo que más sufrí fue cuando me colocaron los sueros. Me excavaron prácticamente todo el brazo! Los odié mucho.
Cuando me anestesiaron me dormí sin siquiera ser consciente de ello. Soñé cosas lindas que ya ni recuerdo, y cuando vuelvo a ser consciente de mí misma ya me estaban transportando en la camilla rumbo a mi habitación. Eran las 10.30 (la operación en sí duró poco menos de dos horas).
Las enfermeras se ofrecieron a vestirme pero acababa de despertar y lo único que quería era que me dejaran en paz. Venía mi madre, venía mi ex. Yo apenas podía hablar y quería que se fueran todos.
No sentía dolor, solo un pequeño ardor en el estómago que me decía que efectivamente me habían operado, y molestias en la garganta debido al tubo respirador. También pude verme los puntos (es un cirugía laparoscópica así que tenía seis sitios diferentes donde me habían hecho dos puntos). Me pregunté qué me había hecho a mí misma cuando me invadía esa situación de malestar post anestesia. Sentía molestias que eran debidas a esta y no a la cirugía en sí.
Empecé a temblar como posesa. Me pusieron frazadas pero no había forma en la que dejaran de temblar mis piernas y mandíbula. No hasta una hora más tarde.
Mi ex no sabía qué hacer. Y cada vez que venía y me tocaba me daban ganas de vomitar (lo hice dos veces y le tocó limpiar todo a él, ja!).
Por suerte a la hora eso pasó y pude dormirme una siesta. Mi mamá se quedó conmigo el resto del día y a la noche vino mi amiga Valeria para hacerle el relevo.
Me recuperé súper bien. Ya a la tarde estaba caminando y dando vueltas por los pasillos (requisito para poder irte de alta). Al día siguiente me dieron té, y como lo toleré bien tuve mi alta al mediodía. Y me fui a casita para seguir mi proceso de recuperación allí.
En la próxima parte les hablaré de mi recuperación y de cómo comía los primeros tiempos después de la cirugía. Espero que les haya gustado lo que les conté hoy. 😀
Buen domingo para todos!
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