VII. Detonante
But just because it burns
doesn't mean you're gonna die
You've gotta get up and try, and try, and try ...
- Pink
Muchas veces debemos caer hasta el fondo del abismo para poder juntar las fuerzas necesarias para impulsarnos, para lograr el cambio que necesitamos en nuestras vidas y encontrar la luz al final del túnel que atravesamos y del cual no sabemos cómo salir, más si hace tiempo que estamos en la oscuridad.
Hace un año estaba atravesando una etapa muy oscura de mi vida, una etapa en la que me encontraba desde hacia bastante tiempo, unos cuantos años. La obesidad me había llevado a aislarme cada vez más del mundo y encerrarme dentro de mí misma: casi no salía de casa, no socializaba demasiado con mis compañeros de trabajo ni con nadie a mi alrededor. Mi único lugar cómodo se encontraba aquí, en el ámbito virtual, con gente que me que me aceptaba como era, sin ver mi aspecto físico y juzgarme por este.
Y cada vez me encerraba más, no dedicaba suficiente tiempo a mi familia, la relación con mi marido se fue dañando cada vez más, al punto de que casi ni nos hablábamos, si estábamos juntos cada uno prestaba atención a su propio celular... y me había olvidado de cuánto tiempo hacía de la última vez que nos habíamos dedicado un «Te quiero». Y la verdad no es que ya no nos queríamos, en realidad, pero ni él ni yo sabíamos cómo hacerlo funcionar. Yo estaba siempre a la defensiva si me hablaban de mi peso, o de que me estaba aislando, él no sabía cómo decirme las cosas sin que yo me sintiera mal y, en definitiva, los canales de comunicación se terminaron cerrando.
Por eso cuando un día mientras yo cocinaba él me dijo: «Tenemos que hablar», ya supe que se venía algo terrible.
Y fue la noticia más horrible que recibí en mi vida. Me confesó que me había engañado con nuestra empleada, que eso venía ocurriendo hacía poco más de un año, y que la bebé que ella había tenido hacía unos meses era muy posiblemente suya.
Mi mundo se vino abajo. Si bien la relación no estaba bien, estaba cómoda en el lugar donde me encontraba y no quería reconocer que estábamos tan mal. Ya no había vuelta atrás después de esto. Si bien él quería seguir conmigo, se arrepentía y no quería perderme, yo ya no quería estar en esa relación. Necesitaba estar sola.
Esto fue a fines de mayo del 2016. En un mes ambos dejamos la casa que alquilábamos, en la cual ninguno de los dos quería seguir viviendo, y nos fuimos a lugares diferentes. Sin discusiones, ni odiándonos, pero cada uno por su lado. Yo con mi sobrina que tengo a cargo desde julio del 2014 y mi gato, él solo a un departamento pequeño.
Jamás lloré tanto como en esas épocas. Derramaba miles de lágrimas al recordar lo felices que habíamos sido y lo mucho que nos habíamos amado, lloraba dolida por esa horrible traición... porque sabía que gran parte de la culpa era mía, por dejar que la relación se echara a perder, porque una infidelidad no ocurre en una relación sana. Sí, la culpa de la infidelidad era solo suya y jamás lo justificaría, pero todo se había echado a perder por culpa de ambos.
Me sentía muy mal conmigo misma, estaba más gorda que nunca, no me entraba nada, había superado los 130 kilos y sentía que jamás podría volver a amar y sentirme amada; que ningún hombre querría mirarme así como yo estaba.
Caí en un pozo, no veía que pudiera volver a ser feliz en un futuro... Escuchaba música deprimente en una lista de Youtube que se repetía una y otra vez, y sufría horrores. Hasta que un día dije BASTA.
No podía seguir así, sintiéndome tan mal. Debía volver a tomar las riendas de mi vida y HACER ALGO BUENO CON ELLA. Debía volver a sentirme yo misma, ser la Natalia alegre que siempre había sido hasta antes de aislarme hasta de mí misma culpa de esa enfermedad horrible llamada obesidad que cada vez se agravaba más.
Tenía que recuperar mi AMOR PROPIO. Debía para ello bajar de peso y reencontrarme conmigo misma.
¿Pero cómo lograría eso? Ya había fallado mil y una veces. Todo me indicaba que volvería a fallar... A no ser que esta vez sí hiciera las cosas bien, a no ser que estaba vez sí fuera diferente.
Ideé un plan de acción:
1. Debía motivarme al máximo. Solo así podría seguir adelante con lo que fuera que decidiera hacer para bajar de peso de forma efectiva. Sabía que dejaba todo cuando mi motivación decaía, me conocía bien. Esta vez esto no podía ocurrir.
2. Necesitaba ayuda psicológica y el apoyo de un grupo de contención para poder mantenerme firme y no decaer.
3. Me sometería a una cirugía bariátrica para esta vez sí tener éxito y poder mantener un peso saludable en el tiempo.
Ya a fines del 2015 había comenzado a investigar sobre la cirugía bariátrica, ya que mi amiga Valeria estaba atravesando el proceso previo para llegar a esta. Cuando le comenté a mi marido que ella se la haría, la cantidad de comentarios negativos que recibí al respecto me hicieron desistir de seguir investigando y de optar por ella como una opción para mí misma.
Pero ahora estaba sola, podía decidir por mí misma, y sabía bien lo que quería.
Miré cientos de videos de Youtube de personas que se habían sometido a esta operación y habían tenido éxito. Miré sus cuentas en Instagram, leí mucho y averigüé todo lo que necesitaba saber para estar segura y saber que los beneficios superaban los riesgos. Y así, me decidí.
Ya antes de mi primera consulta con el médico cirujano había empezado a cambiar hábitos. La decisión de cambiar mi vida me llevó a ir implementando pequeños cambios como ser comer más frutas y verduras e ir reemplazando el azúcar por edulcorante. Cuando lo vi ya había bajado cuatro kilos por mi cuenta... Y para cuando vi a la nutricionista por primera vez para empezar mi plan de descenso ya había bajado seis más. Solo cambiando hábitos de alimentación dañinos por más saludables, y comenzando a ejercitarme. Claro que por mi cuenta no iba a llegar a bajar mucho más sin estancarme, porque estaba cometiendo el grave error de eliminar la mayoría de los hidratos de mi alimentación (produce una pérdida de peso rápida, pero no es sostenible en el tiempo y luego se produce el efecto rebote). Con la ayuda del equipo médico que me atendía (cirujano, nutricionista y psicóloga), más el acceso a un grupo de Whatsapp compartido con otros pacientes en distintas etapas del tratamiento, tendría lo que necesitaba para alcanzar el éxito.
Luego todo fue viento en popa. Lo más difícil fue tomar la decisión y arrancar. Estuve semanas pensando y mirando videos hasta que me motivé lo suficiente y me decidí al cien por cien. Una vez que lo hice, ya no había marcha atrás.
Hoy me encuentro a tres kilos de mi meta, feliz y saludable. Me quiero a mí misma, me puedo mirar al espejo y decirme que amo, que ya no me voy a dañar más...
Y este es un ejercicio que quiero proponerte, querido lector...
Sea que tienes o no sobrepeso, esto es algo que me ayudó mucho al principio de mi tratamiento.
Ve y ponte delante del espejo, háblate a ti mismo y di las siguientes palabras:
Te amo.
Perdóname.
No voy a volver a lastimarte.
Repítelo la cantidad de veces que consideres necesario, y regálate un abrazo a ti mismo.
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