¿Qué? ¿embarazo? ¿Quién?
Narra Coral
Tiene barba, Damián tiene una cadena de vellos creciendo en su cara como testimonio de que lleva días sin afeitarse, seria un delito si lo hace, y es que no tiene idea lo adorablemente sexy que se ve con ella. Delineo con mi dedo índice las zonas, los pelos pican bajo mi piel, pero no es para nada desagradable, mas bien me produce cosquillas, igual a la que he sentido en el estomago desde que lo vi esta mañana, no tenía idea de lo bien que se sentía su presencia hasta ahora, al fin pude admitirlo y se ha sentido bien hacerlo, darme cuenta y admitirme a mi misma que hay alguien en el mundo que se siente bien tener cerca, y fue la persona que menos imaginé, porque sí soy consiente de mi yo de tres meses atrás no iba a imaginar que Damián seria el causante de mis primeras sonrisas reales en mucho tiempo, el causante de que mi corazón no se sienta como un hielo tan pesado, de que tenga ganas de vivir.
Delineo sus mejillas suaves, su nariz es tan perfilada que siento envidia, encaja perfecto en ese rostro de dios griego, y ni hablar de lo preciosas de sus cejas, es maravillosa la forma, lo oscuras que son y como combinan con el resto de su rostro. Termino acariciando su cabello es tan suave que podría pasar asi todo el dia, pero de repente.
— Damián, hijo — la puerta se abre sin previo aviso y es su padre quien abre sus ojos grandemente, cubre su boca antes de darse la vuelta y disculparse una y mil veces, ese señor parece agradable, me gusta la forma en la que Damián habla acerca de él habría dado lo que fuera para tener un padre como él, tal vez mi vida no estaría tan jodida.
De repente vuelve el mareo, los terribles malestares que me indican que nada está bien dentro de mi, aunque eso lo sé desde hace mucho. La cara de Damián comienza a dar vueltas frente a mi sus vellos se mueven y de pronto me producen tripofobia, puntos de luz se presentan en mi vista y el vomito tranca mi garganta haciéndome correr apurada al baño antes de hacer un desastre en toda la habitación. Logro llegar a tiempo, y me desahogo junto al inodoro, ¿Qué mierdas me pasa? ¿esto es una señal de que me estoy muriendo? Porque lo que siento cuando me embarga este mareo es muy parecido a como imagino ha de ser la muerte, y es horrible.
Siento como si alguien se encontrara martilleando en mi cabeza, y duele tanto que quiero gritar, porque son demasiadas sensaciones desesperantes las que me invaden, mareos terribles, nauseas insoportables, calor, de repente frio y este dolor de cabeza que se ha vuelto tan común. Me abrazo de mí misma en el suelo, junto a la taza, y comienzo a hacer lo que se ha vuelto muy normal en mi, llorar como una idiota porque no lo tolero. Llorar por múltiples razones, la principal de ellas es no querer seguir drogándome, que me he dado cuenta de lo grande de mi dependencia, y de que no me puedo controlar, apenas lo he descubierto, estas ultimas semanas, me he retado a mi misma y solo me ha provocado angustia, dolor por ese sentimiento tan agónico, y mierda que eso me hace sentir tan débil. La segunda de las razones, es que si no me drogo no se van a ir los malestares, y necesito que se vayan, necesito sentirme bien, no quiero seguir asi.
Cuando comienzan los temblores me doy cuenta que ya es tiempo, que no me puedo contener más, que necesito medicarme rápido, antes de comenzar a rasguñarme en la yugular como me he descubierto en mas de una ocasión haciendo. Me arrastro, por el baño hasta salir de ahí, cuando encuentro con que apoyarme me pongo de pie, tambaleándome por el mareo hasta el sofá donde Damián dejó mis cosas apenas llegamos, rápidamente busco mi pequeña cartera con la heroína que le robé a Francis la ultima vez que estuve en su departamento. Cuando la encuentro vuelvo al baño, cerrando la puerta y tumbándome en el suelo, en el medio del cuarto, con dedos temblorosos saco preparo una jeringa, sintiendo mi boca seca de tan solo mirar el liquido ser absorbido por la aguja.
— Coral — mierda. Escondo todo debajo de mi cuando la puerta se abre y Damián aparece en el cuarto, me encuentro de espaldas a él, por lo que no volteo, no soy capaz de hacerlo, porque se dará cuanta de lo mal que estoy.
— ¿Sí? — mis temblores me delatan, son imposibles de controlar.
— ¿Qué haces? — se mueve hasta encontrarse a mi lado, buscando mi mirada, agradezco que mi cabello cubre mi cara.
— Nada — miento sosteniendo una de mis manos con la otra.
— ¿Estás... estás drogándote? — niego rápidamente viéndole de reojo, y fingiendo una sonrisa de tranquilidad. — ¿Qué tienes ahí abajo entonces? —
— Nada — vuelvo a mentir arrastrándome mas lejos de él mientras se acerca.
— Mierda Coral, no me mientas — se acerca en un rápido movimiento e intenta moverme para tomar lo que tengo debajo, forcejeo con él, y en un movimiento rápido tomo la jeringa y amenazo con clavarla en mi cuello.
— No te acerques más — le digo decidida a hacerlo, no me importaría morirme, estoy segura de que la muerte es mejor que esta vida, al menos si muero no tendré que soportar estos terribles malestares.
— Coral ¿es en serio? — tira de su cabello, y suelta un grito de impotencia que hace que varias lagrimas de dolor corran por mis mejillas, no quiere que me mate, y se siente bien saber que le importo, pero sinceramente no quiero que siga haciéndolo, no quiero que siga preocupándose por mi, nadie merece eso en su vida.
— Yo... yo me siento muy mal Dam, yo... solo quiero que pase, verás que estaré mejor, y... y me quedaré contigo toda la noche — trato de convencerle, de hacerle ver que podemos seguir juntos aun cuando me encuentre drogada, despues de todo desde el principio ha sido asi.
— Nada estará mejor Coral, ¡Maldición! No te estás sanando, te estás matando ¿Qué no te ves? — me grita con impotencia y cada una de sus palabras es un martillazo en mi cabeza que duele demasiado.
— Estaré bien, estaré bien, mira, estaré bien — repito una y otra vez temblando, llorando, sudando.
— No lo hagas Coral, deja eso, déjalo por favor, yo voy a ayudarte a sentir mejor, ya verás, te lo prometo — se agacha hasta estar a mi altura, e intenta convencerme, pero si supiera que en este estado nada podría convencerme.
— Estaré bien, estaré bien, estaré bien — no le veo, mi vista se encuentra muy nublada, no siento mas que nauseas, y dolor, mucho dolor.
— ¡Dijiste que querías estar conmigo maldición! Quédate conmigo — solloza acercándose, al mismo tiempo que por reflejo acerco la aguja a mi cuello.
— Estaré contigo, me quedaré contigo, despues que lo haga, estaré bien, estaré bien, ya verás, estaré bien — acerco mi mano libre a su cara, y con temblores lo acaricio por pocos segundos antes de que él se levante rabioso y se aleje de mí.
— Si lo haces yo no quiero estar contigo, no quiero ser amigo, ni pareja de nadie que intente suicidarse, eres una puta egoísta pidiéndome eso, no lo haré Coral y si te vas a drogar lárgate, hazlo lejos de mi presencia y no me busques más, porque no te quiero volver a ver en ese estado — me grita tan fuerte que me sobresalto, y lloro, jadeo, sollozo, antes de clavar la aguja en mi pierna sin siquiera pensarlo, quiero estar con él, quiero estar cerca de él, pero en este estado no puedo estar ni conmigo misma. — No te quiero cerca, no te quiero ver, lárgate — me pide sollozante, mientras dentro de mi todo vuelve a estabilizarse, se va el dolor, se va las náuseas, se van los mareos y el remordimiento, ese tambien se va. — Llévate toda tu mierda y lárgate, maldita egoísta — lo escucho gritarme pero no me importa, no me importa porque ahora estoy en blanco.
Me levanto como si flotara, no me duele nada, me visto mis jeans, tomo mis cosas y me largo, y si me preguntan cómo llegué a la salida diría que volando, llegué volando. Y de esa misma manera camino por las calles aledañas, por la ciudad, hasta que llega la noche, y de pronto siento sueño, de la nada lo que encuentro en frente de mi es una cama, un suave colchón, En el que se encuentra Damián, viéndome con una gran sonrisa y me extiende la mano.
— Ven pequeña, ven — me pide y no dudo en subirme con él, tengo que admitir que adoro que me llame pequeña, me hace sentir como si realmente lo fuera, como si sería capaz de hacer lo que fuera por mi, de cuidarme, de protegerme de matar a mis demonios y mantenerme bajo su cálido manto protector, asi se siente con él.
— ¿No estás molesto conmigo? — le pregunto cabizbaja, hace rato estaba hecho furia.
— No mi amor, no lo estoy, no podría estarlo, estás bien, vas a estar bien — sonrío, porque me ha dicho mi amor y porque se siente muy real cuando me dice que voy a estar bien.
— ¿En serio piensas que voy a estar bien? — le miro con angustia y asiente.
— Te lo prometo pequeña, vas a estar muy bien, yo te cuidaré siempre — sonrío aferrándome de su pecho fuerte y cálido, seguro como nada bajo el sol.
— Voy a estar bien, voy a estar bien, sé que voy a estar bien — me aferro más y más, y de repente siento que se escapa de mis brazos, desaparece, al igual que el colchón suave donde me encontraba, donde me encuentro ahora es en una acera fría, junto a una avenida por donde pasa mucha gente y una gran multitud se encuentra mirándome.
— Está viva — escucho a mas de uno decir y mi cabeza retumba con todo el resto de las voces.
— Tranquila niña, no te muevas, ya viene una ambulancia, estarás bien — se acerca a mi una señora, tocando mi hombro con dulzura, y rápidamente niego con la cabeza, no, una ambulancia no, no quiero médicos, no quiero enfermeros no quiero nada, Damián, solo quiero a Damián.
No me da tiempo a levantarme y huir como deseaba, cuando el ruido intenso de las sirenas de una ambulancia retumban en todo la avenida, mierda que me quieren matar. Se detienen en frente de mí y corriendo bajan unos paramédicos a socorrerme.
— Estoy bien, estoy bien, déjenme estoy bien — repito una y otra vez la misma oración, porque en serio quiero creérmela, él me dijo que estaría bien y le creo, aun cuando es tan difícil hacerlo si estás a un paso de la muerte, nadando en el mismo estanque.
— Sí señorita, estará bien, la vamos a ayudar, estará bien — asegura un joven paramédico que me sujeta en compañía de otro hasta subirme en una camilla dura, me arrastran en ella entre medio de la multitud y me suben al vehículo ruidoso clavándome una aguja entre las venas apenas cierran la cabina.
— Morfina por favor, que sea morfina — les pido suplicante sintiendo el liquido correrse entre mis venas, y no, para nada se siente como la morfina, es algo que me atonta y pronto me hace perder el conocimiento, a pesar de que no sea morfina lo agradezco, me ha sacado como tanto he deseado de mi cruda realidad...
Siento que pasaron años, largos y fríos años en los que me encontraba perdida en la inconciencia, y abrir mis ojos para salir de ellas se convierte en una completa y total odisea, duele abrir los parpados que se encuentran muy pesados, y cuando al fin lo logro duele mas la luz, mierda si esto no significa que me he muerto entonces no sé que es, pero es demasiado raro.
Me encuentro estable, eso si lo reconozco, por primera vez en 3 años me siento estable, como una persona normal, que no se droga ni depende de ellas, y por esa misma razon lo siento todo con claridad, mis, mis papás no me quiere, y la única persona bajo el sol que se habia mostrado interesado por mi me ha echado como basura porque preferí las drogas antes que su compañía, soy una mierda de persona. Tengo ganas de golpearme fuerte con algo, muy fuerte hasta perder el conocimiento, pero no lo hago, no lo hago porque no puedo levantarme aun, no cuando tengo atado a mi un catéter en mi antebrazo, un oxigeno en mi boca, un aparato en mi dedo, y unos parches en mi pecho, ¿Qué mierda? Mínimo soy su ratón de pruebas.
Intento sacarme toda esa mierda, pero antes de que logre mover la cinta del catéter en mi brazo la puerta se abre, y frente a mi aparece una mujer con bata blanca y en su mano una tabla en la que anota cosas.
— Señorita, despertó al fin — me mira con dulzura y ladea su cabeza con reproche cuando se da cuenta de lo que yo pretendía hacer. — No intentes quitarte nada, está aquí por tu propio bien, ¿no quieres estar bien? — asiento con la cabeza ante su pregunta — lo sé repetías que lo estarías todo el rato mientras te trasladaban. — se quita el aparato que rodeaba su cuello, y despues de acomodarlo en sus oídos, toma la parte redonda y plana dejándola en mi pecho, donde late mi corazón. — estás mucho mejor que cuando llegaste — asegura haciendo unas anotaciones en su tabla.
— ¿Qué tiempo llevo aquí? — le pregunto acomodándome mejor en la dura cama.
— 32 horas — mis ojos se abren como platos, ¿estuve todo ese tiempo dormida? — sorprendente ¿no? —
— Mierda, es una locura, debo irme — nisiquiera sé para que quiero eso, si no hay nadie que me espere, nadie que se haya dado cuenta de que he pasado casi dos días inconsciente en un hospital.
— No puedes hacerlo todavía, no tenemos ningún dato tuyo, ni tu nombre, necesitamos eso para registrarte — me dice acomodándose con confianza en la silla alta que se encuentra a mi lado en la cama. Rápidamente me doy cuenta de que no puedo decir quien soy, todo el mundo sabe quienes son mis padres y si los llaman y vienen aquí van a hacer una escena ridícula que yo no estoy dispuesta a soportar. — ¿me los puedes proporcionar? — me pregunta elevando sus cejas mientras espera respuesta.
— Yo... yo no... yo no recuerdo nada, estoy tan confundida... nisiquiera recuerdo como llegué aquí — es necesario fingir demencia para librarme de un mal rato, ella me mira angustiada y pronto comienza a examinarme.
— Estás segura ¿Nisiquiera recuerdas tu embarazo? —
— ¿Qué? ¿embarazo? ¿Quién? — mi ceño se frunce rápidamente, la veo con verdadero espanto.
— Tampoco lo recuerdas. Sí, tienes exactamente siete semanas de embarazo, y si eras consciente de tu estado y aun asi consumiste drogas, y esas drogas en especial, como la que llevabas contigo, tendré que referirte con psiquiatría — me dice con mucha seriedad y en mi cabeza no se para de reproducir la simple palabra, embarazo, embarazo, embarazo, ¿embarazada yo?
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