Esto es maravilloso

El sudor en las palmas de mis manos me resulta agobiante, desesperante, tambien lo siento en mi frente aun cuando casi estamos bajo cero, comienzo a temblar y muero de ansiedad mientras conduzco como demente a casa de mi amigo Bastian, él sabrá darme lo que necesito para sentirme mejor, él siempre sabe que es lo mejor para mi en momentos como estos.

Las calles que conducen a su pequeño y horrendo apartamento son verdaderamente tenebrosas, esas en lasque mis padres ni siquiera se imaginan que suelo frecuentar muy seguido, cada que me encuentro en estados como estos, la carretera tiene muchos baches y polvo, además de que hay mucho maleante en las cales y mujeres que visten atuendos que dejan claro su profesión, prostitutas. No me importa nada, no me preocupa que algún periodista me vea por estos lares, cosa que dudo que pase por la hora y el lugar, ignoro tambien el hecho de que alguien podría intentar hacerme daño, en este momento de mi vida eso es lo que menos me importaría.

Estaciono mi Mini cooper importándome poco haber chocado con la moto de en frente, en serio no me importa nada justo ahora, solo necesito mi medicina. Apurada me introduzco en el angosto callejón, ignorando el crujir de las ratas y el terrible hedor de las cloacas que parecen estar bajo mis pies.

— Bastián — le llamo apenas me encuentro en su puerta, es tarde, lo sé, y no me importa, tengo tanto dinero como para que no se enoje porque lo despierte. — Bastián, ¡Abre! — grito temblorosa, mi voz comienza a entrecortarse. — Bastián, soy Coral, tengo mucho dinero para darte — la puerta se abre al instante.

— Niña, ¿Qué mierdas haces por aquí a estas horas? Es tarde — bosteza dejandome pasar, el olor desagradable a pies, mierda y comida podrida es lo que me recibe, además del desorden.

— Solo dame lo que necesito, estoy mal, perdí lo que me vendiste ayer — me abrazo a mí misma desesperada, temblorosa, ansiosa.

— Coral — menciona mi nombre con sienta advertencia.

— Quiero lo más fuerte — le suplico — eso que me vendes ya no me sirve de nada — me como las uñas con angustia, me quedan pocas, y de hecho estan hechas un desastre, mi madre ya mencionó esta tarde que me veía terrible, que no parezco una señorita de mi clase, y de hecho no, Mari Paula, la hija de su mejor amiga, la cual tiene casi mi edad es un ejemplo perfecto de lo que ella quiere para mí, no sale del centro de belleza, su melena tan rubia que desagrada y molesta a la vista, siempre maquillada, con uñas bien arregladas y pedicura recién hecho todos los días, además de que nunca ha repetido algún pieza de ropa, cuando yo casi todos los días visto lo mismo, y es que me vale una mierda lo que los demás piensen de mí, me vale una mierda la vida, la muerte, me vale una mierda todo, por eso avergüenzo tanto a mis padres, y ¿saben qué? Eso tambien me vale una mierda.

— No te saldrá barato — me dice el moreno caminando a ese escondite donde guarda las drogas.

— No me importa — le sigo jugando ahora con la punta de mi cabello azul, el tinte ya se está deshaciendo.

— Eso me encanta de ti Coralcita — se levanta y me extiende una pequeña bolsita con unas píldoras. — estas te van a hacer volar muy alto, recién me llegaron ayer, y te aseguro que te fascinaran — me dice como si necesitara promoción para que yo me las lleve, las arrebato de su mano, suspirando mientras las miro, son hermosas, son mi salvación. — Son 300 — de mi bolsillo trasero saco 500 y se los extiendo sin más, saliendo de allí ansiosa por detenerme en algún lugar y disfrutar de esta gloria.

Me subo a mi coche desesperada, usando mis uñas para romper las pastillas hasta hacerlas polvo, me apoyo de mis tarjetas de crédito, y pronto con mi uña más larga sacio mi deseo, mi necesidad, y mientras siento el polvo calar a lo profundo de mi nariz, de mi cerebro, siento todo irse, las preocupaciones, la ansiedad, el frio, la pena, el dolor, el miedo, el pánico, la soledad, se va todo, y me siento feliz, realmente feliz, y sonrío, me rio, respiro, suspiro y todo se siente color de rosas, todo deja de ser una mierda para ser entonces el paraíso, mi paraíso personal.

— ¡Esto es maravilloso! — Grito fascinada comenzando a conducir por el lugar que ahora luce menos feo, marginal y tenebroso, todos me sonríen, todos son felices, yo soy feliz, hasta puedo ver a la luna saludarme por mi nombre y brindarme una estrella que me guía hasta un lugar que desconozco. Esto es mágico.

La estrella me guía a una carretera solitaria, y hermosa, donde la luna se encuentra a mis pies, detengo mi coche en movimiento y salgo de este para correr hasta ella, quien no para de hablarme, la luna es mi amiga, siempre me imaginé que seria asi de agradable, y si lo es, me encanta lo fría y brillante que es, lo grande que es y lo bien que me siento con ella. Intento seguir alcanzándola, pero no puedo, no me permite llegar a ella porque se aleja, y me canso, termino agotada a mitad de la calle y me dejo ir, me acuesto en el pavimento como si fuera la cama mas cómoda y termino con la vista en el cielo donde ahora se encuentra la hermosa luna rodeada de sus estrellas, son todas tan hermosas, brillan, se acercan, me hablan, y permanecen danzando al ritmo de la música de los grillos hasta que mis ojos se cierran inevitablemente y todo se vuelve oscuro.

— Señorita, señorita — alguien se encuentra sacudiendo mi cuerpo y parece que me hablan a mi, ronroneo, gruño, e intento que me dejen en paz, pero continúan.

— Creo que tendremos que llamar a la policía, o a una ambulancia — entiendo todo cuando comienzo a sentir el sol caliente, estoy en plena carretera, tumbada como muerta y ha amanecido.

— Ya dejen el escándalo — ronroneo levantándome con pesar, me duele la cabeza, y mis huesos se sienten entumecidos por el frio, de hecho, me muero del frio. Llego a mi coche siendo seguida por la mirada de la pareja que me mira con miedo, les saco el dedo de en medio y comienzo a conducir como puedo despues de encender el calentador, realmente eso que me dio Bastián ha estado fabuloso.

Por la intensidad del sol deduzco que no han de ser las 7 de la mañana todavía, ojalá mis padres sigan durmiendo y no estén despiertos cuando yo llegue, lo último que quiero es que me fastidien con preguntar en donde andaba, no quiero ni pretendo dar explicaciones a nadie de mi vida, menos a esos dos que ni siquiera sé cómo insisten en llamarse mis padres. Son dos completos hipócritas.

La puerta se abre apenas llego, dándome paso a los jardines extravagantes de mi "dulce hogar" me estaciono junto a la fuente justo en medio de todo el simétrico lugar, e importándome poco que mi madre deteste que haga eso, me bajo de allí y comienzo a caminar sin ánimos hasta dentro de la casa donde por desgracia mi papá se encuentra despierto y listo para irse, por sus maletas deduzco que muy lejos y por mucho tiempo, como siempre.

— Coral, cariño ¿Qué haces despierta tan temprano? — me pregunta apenas me ve, dejando su celular para entonces analizarme completamente, lo ignoro pretendiendo llegar a mi habitación sin impedimentos, pero a mitad del pasillo despues de subir al segundo nivel me encuentro con mi madre.

— Coral Thompson, ¿Dónde pasaste la noche? — me grita apenas me ve, venia saliendo de mi habitación.

— ¿A ti que te importa? Déjame en paz — ronroneo intentando encerrarme, pero me detiene tomándome fuerte del brazo.

— A mi no me hables asi señorita, y responde ahora mismo, ¿te crees muy grandecita para andar tomando tus propias decisiones y amanecer afuera sin siquiera consultar y sabrá Dios con quien —

— Que ridícula te ves cuando pretendes ser una buena madre — le miro con ojos entrecerrados que expresan mi asco, indignación y pena ajena, eso es lo que siento casi todo el tiempo por esta señora.

— ¡no me faltes al respeto! — me pega en la mejilla derecha logrando que me queje y me contenga las ganas inmensas de devolverle el golpe, es una maldita perra, aprieto mis dientes tan fuertes como puedo al igual que mis puños mientras le miro atentamente y para no terminar arruinando mi mañana mas de lo que ya está me encierro en mi habitación con seguro.

— Lárguense muy lejos y déjenme en paz — grito rabiosa tumbándome sobre mi cama hecha furia, la odio, los odio.

— Eres una niña insoportable y malcriada, ábreme la puerta, tienes que aprender a respetarme, soy tu madre — me grita y la ignoro.

— Cállate vieja ridícula, no sabes ni siquiera ser mamás, ese papel te queda demasiado grande — grito controlándome las terribles ganas se salir y decírselo en la cara, en serio la detesto, los detesto a ambos pero no puedo negar que a ella mucho más, es una perra, traidora, mala madre, superficial y vanidosa, está con el viejo asqueroso de mi padre nada mas por dinero, los diez años de diferencias que el le lleva a ella se los ha cobrado muy caro, y ya he escuchado en más de una de las bocas de sus propias amigas de su circulo social que me tuvo a mi solo para retenerlo a él, y en serio que eso me resulta repugnante. Son pura apariencia, fingen ser unos padres perfectos cuando realmente ni siquiera saben cuál es mi plato favorito, y es que desde que tengo uso de razon sus vidas solo se ha basado en viaje tras viaje, sin importar que hayan sido mis cumpleaños, navidad, dia de gracias, Halloween, yo siempre he sido solo un adorno para ellos y viví tanto tiempo de mi vida amargada por eso, sufriendo por eso, que en este momento siento lastima por mí, por haber sido tan débil, hasta que conocí los estupefacientes y mi vida sin duda ha mejorado por montón.

Los gritos de esa señora siguen por largo rato más, hasta que se calla cuando escucho a mi papá pedírselo porque ya es tarde y pronto se hace el silencio.

Pienso en tumbarme a dormir, pero ya en serio no tengo nada de sueño, deseo todo menos quedarme en esta casa, por lo que decido ir a clases, al menos ahí veo a gente mas miserable que yo.

Decido ir por una ducha cuando me descubro llena de lodo, y recuerdo el horrible lugar en el cual estaba ayer, a veces hago cosas tan locas. Al salir despues del baño reparador y reconfortante me visto mi ropa interior, pantis negros sostén gris, mis medias de mayas largas, unos shorts de mezclilla, una grande camiseta azul con el logo de una de mis bandas de rock favoritas, una chaqueta oscura, y mis botas sin tacón. Ignoro mi horrible cabello dejándolo ser libre como siempre, agradezco que no necesite de mucho cuidado y sea tan lacio, pues hace parecer que lo he peinado con mucho cuidado cuando realmente no ha sido asi, y despues de tomar mis cosas salgo asi de allí, cierro mi guarida con llaves antes de bajar a la cocina en busca de algo para comer, agradezco que ya se hayan ido esos insoportables. En la cocina se encuentra María, la señora que ha cocinado para mi desde que tengo uso de razon, es amable y agradable, y adoro que no sea tan habladora, odio la gente que hable demasiado, que a postas quiere agradar con su palabrerío, esta señora es todo lo contrario.

— Buenos días, señorita, ¿va a desayunar? — me pregunta pues no suelo hacerlo muy seguido, apenas asiento y ella lo sirve para mi, hotcakes amo los hotcakes con arándanos, y mermeladas de diferentes sabores, esta señora me conoce mas que mis propios padres, aun cuando nuestra relación es apenas de saludar por las mañanas, y no necesito mas de ahí, con que sepa lo que me gusta y lo prepare para mi es suficiente.

Lo como en armonía, sin voces, en silencio total y aun cuando mi cabeza duele muchísimo disfruto de este momento y al acabar salgo de ese lugar espantoso encaminándome a mi coche y largándome a mi otro lugar de tortura, la escuela tambien es detestable, en especial por los estúpidos adolescentes, más los que se creen mayores, son terribles.

Apenas llego al grandísimo lugar me arrepiento, verdaderamente detesto a la gente, lo que hacen, los intentos de ser agradables, simpáticos y graciosos, en serio es terrible para una persona como yo adaptarse a este tipo de eventos y lugares, pero me toca. Comienzo a mover mis piernas delgadas y no demasiado largas en una caminata apurada con la intención de llegar a ese salón de biología donde me toca la primera clase del dia, antes de llegar allí me toca soportar las voces irritantes de todos y sus estúpidos saludos que terminan en tremendos tumultos que me toca atravesar a la fuerza, empujando a más de una que se detiene a verme indignada, las ignoro, asi como ignoro a mas de un tipo fastidioso que me mira con intenciones desagradables de parecer coqueto, en serio los adolescentes son patéticos.

Cuando al fin llego al salón de biología camino apresurada a la ultima silla de la fila junto a la puerta, paso desapercibida allí, tal vez pueda dormir un rato... y no lo logré, terminé envuelva en una "clase dinámica" donde me tocó junto con otras dos chicas no tan desagradables, hacer un informe acerca de la reproducción animal y gracias al cielo me salvé de una ridícula presentación en público exponiendo eso.

Apenas la terriblemente fea maestra acaba la clase salgo casi huyendo de ese lugar antes de tener que soportar ridículas escenas de despedidas, y falsas sonrisas. A veces yo misma me considero irritante, en otras ocasiones me siento patética por sentir que todos lo son, por sentirme tan única en el universo, pero es que realmente estoy comenzando a creer que lo soy, la humanidad es ridícula, y yo estoy muy lejos de parecerme a todos ellos, eso sí que lo tengo mas que asegurado.

Agradezco que por la hora los pasillos no se encuentren tan transitados, por lo que puedo caminar tranquila por estos y relajarme, me gusta caminar, de hecho, antes solía hacerlo más a menudo, pero desde que conseguí licencia de conducir he perdido montón la costumbre, además que de un tiempo para acá todo me provoca decepción por el mundo, la basura es un gran ejemplo de esto, y sin duda la gente que habla mucho, como ese grupo de idiotas de ultimo año que alcanzo a ver desde aquí, no tengo ganas de cruzarme con esos patéticos con delirios de adultos. Aprovecho estar a un lado del baño y decido entrar, agradeciendo que está vacío y puedo disfrutar de eso que anoche me tenía hablándole a la luna, solo que esta vez no tomo demasiada, tampoco quiero enloquecer, todavía me quedan 4 largas horas de clases. Mientras el polvo blanco se cala en mi nariz recuerdo la primera vez que consumí drogas, creo que tenia 14, o 15, no recuero bien, solo sé que en ese entonces no tenia ni una idea de lo que era el mundo en realidad, si conocía el sufrimiento, la tristeza, el dolor por la falta de cariño y atención de mis padres era mi fiel acompañante, pero de ahí a conocer y vivir lo que he vivido en estos años, para nada, pero sin duda las drogas han sido lo mejor que me ha pasado en la vida, y no seria capaz de dejarlas por nada, por nadie, porque estar en completa sobriedad es peor que la muerte, y en serio que prefiero cualquier cosa antes que caer en la realidad, en serio no pienso ni puedo dejarla nunca.

Me disfruto hasta el minúsculo gramo de polvo, y los músculos de mi cara rápidamente se ensanchan en una sonrisa de fascinación, esto me hace muy feliz. Disfruto de la sensación tan vivificante, hasta que las voces de unas chicas entrando al baño hacen que termine espantada y salga de ahí.

Apenas salgo del cubículo las tres patéticas y exageradamente arregladas jóvenes me miran de arriba abajo, haciendo expresiones desagradables y pronto vuelven a lo suyo en sincronía.

— Grupo de perras — soy capaz de decir sin remordimientos, y sin miedo a que me caigan las tres, cuando estoy drogada me siento la reina del universo y sería capaz de insultar a la mismísima reina Isabel, no dudo que tambien pueda hacerlo en sobriedad, solo que tal vez nunca me encuentre en ese estado como para comprobarlo.

Apenas salgo al pasillo al pasillo el bullicio de los narcisistas y ridículos tipos de ultimo año me recibe, solo que ahora no me importa para nada, pues en mi cabeza solo pasan las ansias de llegar a casa y encerrarme a la habitación con música de Rock a todo volumen, y sentirla, vivirla, disfrutarla. Pero a pesar de estar elevada por los aires no puedo evitar mirar asqueada la escena que montan el grupito de cinco, como golpean el trasero de las chicas que pasan por su frente con caras de buscar eso mismo y sus falsos gritos de sorpresa son repugnantes, son unas putas sin amor propio, y realmente me dan pena, tanto como quienes la golpean.

Por desgracia me toca pasarles por el frente, y pretendo hacerlo apurada e ignorar completamente lo que hacen, de otro modo terminaría vomitando sobre alguno de los cinco idiotas. No se atreverían a hacerme lo mismo, no soy el tipo de chicas que les da esas confianzas a canallas como estos, aunque bueno, seguro ya se habrán dado cuenta, soy una completa pesada, como sé que me han llamado en más de una ocasión en este lugar, y prefiero que me llamen asi a que me tilden de puta, liarme con un tipo hueco y patético no está en mis planes ni ahora ni nunca, de hecho comienzo a creer que soy lesbiana, o tal vez asexual.

— Uy, uy, miren quien viene ahí, ven, ven bomboncito, ven a buscar lo tuyo — asco es lo que siento cuando el rapado me mira con asquerosa cara de morboso y verdaderamente parece esperar que pase por su frente para tocarme. Con una simple mirada parece retroceder y lo escucho murmurar — espantas con esa cara — entre dientes lo dice y no me afecta ni un poquito lo que opine, agradezco causarle temor, y cuando pienso pasar tranquila por el grupo que pensaba ya habia entendido con esa mirada que conmigo no iban esos jueguitos, siento una palma grande, delicada y severa sobre mi trasero, y siento que el demonio toma posesión de mi cuerpo en ese instante, y volteo, impulsando mi mano con toda la adrenalina que me produce la droga y con esa intensidad golpeo la cara de quien acaba de llamarme:

— Blue

— Maldita perra, ¿Quién mierdas te crees? — todos se ríen con burla, menos el pelinegro que por desgracia lo he visto en mas de una ocasión, en la escuela y en reuniones sociales a las que he asistido por obligación, o bueno lo hacia cuando aún era sometida por mis progenitores. Se acaricia la mejilla enrojecida y mira su mano como si pretendiera encontrar restos de esta en ella, parece en choc y yo no hago mas que intentar alejarme, pero me detiene con un fuerte agarre que parece querer traspasar mi brazo hasta romperlo. — a mi nadie se atreve a golpearme, mucho menos una estúpida niñita rabiosa y malcriada como tu — en serio parece muy molesto, y en otro momento de mi vida me resultaría terriblemente amenazante, pero ahora no hace mas que causarme mas rabia por como pretende intimidarme, ¿Qué se cree? ¿Qué con su metro ochenta va a hacer que le pida perdón, que salga corriendo o que le preste mis nalgas para que las vuelva a cachetear, es verdaderamente patético?

— Yo si me atreví, porque a mi nadie me toca las nalgas, mucho menos un maldito cabeza hueca como tú — le digo amenazante, viéndole a los ojos sin temor aun cuando sé que en cualquier momento podría pegarme, no me importa, le doy un fuerte empujón para liberar mi brazo de su agarre fuerte y abusivo y pronto acabo la cercanía entre los dos mientras me alejo, sus amigos no paran de reírse como locos y los escucho haciendo burlas por lo que le hice, mientras de su boca no oigo mas que un insulto para mí.

— Perra — acaba de llamarme y la ira que me recorre es tan grande que soy capaz de volver a él y estrellar una vez mas mi mano contra su cara.

— Tu abuela — le digo asqueada antes de escupir sus zapatos, y salir de allí conteniéndome las ganas tan grandes de volver y matar a ese estúpido descerebrado, no tiene una idea con quien se metió...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top