Damián, su papá

Narra Coral

— Clarie, Clarie mi vida por Dios — llego a ellos despues de haber pasado por el momento mas desesperante de mi vida, mi corazón sigue palpitando acelerado y siento en serio que necesito algo para bajar mi tensión, de lo contrario seguiré en riesgo de sufrir un paro cardiaco.

— Mamita ¿Por qué lloras? — me pregunta entristecida limpiando mis lagrimas mientras se mantiene en los brazos de quien le ha salvado la vida, a quien le estaré profundamente agradecida por eso.

— ¿Por qué me soltaste? ¿Por qué te alejaste? Carajo — me encuentro demasiado angustiada como para controlarme de decir groserías.

— Mami, no digas esa palabrota tan fea — pero cuando mi pequeña me corrige siento vergüenza, una gran vergüenza que me hace pedir perdón a los dos que me escucharon.

— Clarie prométeme que no volverás a hacer una cosa como esa, te he dicho un montón de veces que no puedes cruzar la calle sola, nunca, y mucho menos desaparecer de mi vista — le riño intentando cargarla, lo hago pero tengo que soltarla y dejar sus pies en el suelo para entonces abrazarla con mas tranquilidad.

— Lo prometo mami, no quería preocuparte, es que quería ir con la tía Emilia, mírala ahí donde viene — efectivamente es Emilia quien viene saliendo de un local muy distraída hasta que nos ve y su sonrisa se ensancha bastante, Clarie intenta soltarme para acercarse a ella, pero lo evito y solo cuando mi amiga viene y está muy cerca dejo que la abrace.

— Mis florecitas, lamento hacerlas esperar tanto, pero salvar vidas no es trabajo fácil — su apodo me hace sentir como una niña, y la mayoría de las veces me causa risa, ahora solo necesito un abrazo suyo para relajarme, ella suele tener muy buenos métodos para hacerlo, ha funcionado durante cuatro años.

— Tía acaba de pasar una cosa súper divertida, pero mami se preocupó mucho — Clarie le cuenta con terrible emoción y me contengo de no gritarle por haberme hecho pasar por eso.

— ¿Qué pasó mi Clarita? Cuéntame, espera, espera, espera, ¿Quién es este caballero que las acompaña? — mi amiga se detiene con ceño fruncido en confusión y se pone de pie, por su mirada pareciera que lo reconoce, y espero que no sea asi, me moriría aquí mismo si se le ocurre hacer un comentario inapropiado.

— Es mi superhéroe, me salvó cuando crucé la calle sola, me levantó muy rápido para que un carro no me lastime — le cuenta mi pequeña tomando la mano de su papá, quien no se hace ni una idea que lo es y sonriéndole de la manera más adorable, contagiándolo y logrando que en mi estomago se formen mariposas, se ven adorables juntos.

— Ajá ¿Y cuál es su nombre caballero? — golpeo con mi codo su costilla, ya sé que ella lo sabe, es de las personas mas sabias que he conocido.

— Damián, mi nombre es Damián, mucho gusto — le dice con mucha educación, y espera que ella le conteste con el suyo.

— Yo soy Emilia, un placer conocerte, al fin — agradezco que lo ultimo lo haya dicho tan bajito que apenas yo que me encuentro a su lado, muy cerca de ella logro escuchar, lo ultimo que quiero es que le haga creer a este hombre que he hablado de él en estos años.

— ¿Y... ustedes de donde se conocen? eres hermana del padre de la niña supongo, te ha llamado tía — explica demasiado curioso, tanto que me asusta, y no hago mas que tratar de acabar la reunión, sé que soy egoísta al morirme de miedo de la simple idea de que él se entere que Clarie es su hija, pero es que estoy 99.9 por ciento segura que si se entera no lo va a tomar bien, la simple idea de que llegue a quitármela me congela la sangre, seria el fin de mi existencia.

— Debemos irnos ya Damián, fue un gusto haberte visto — tomo a Clarie y a Emilia de la mano intentando alejarlas antes de que él nos detenga, y Clarie tambien lo haga.

— Que bobo, no es la hermana de ningún papá, yo no tengo papá, es la hermana de mami, dicen que no son hijas del mismo papá ni la misma mamá, es raro ¿no? — mierda, Damián la mira confundido y despues me ve a mi y a mi amiga.

— Em, ¿tienen como irse? Yo puedo llevarlas, si estan de acuerdo — cuando Voy a negar con la cabeza mi amiga ya ha asentido una y mil vece al igual que mi hija, ambas son unas traicioneras, y quisiera reclamarles por ello, pero no hago más que mantener la calma.

— Que bendición, muchísimas gracias Damián, ¿no te importa que te llame por tu nombre verdad? — él niega raídamente, con una sonrisa de satisfacción en su rostro guiándonos a cruzar la calle para llegar a su auto oscuro, de repente recuerdo ese Lamborghini que amaba arruinar y me descubro riendo como idiota por lo mucho que le fastidiaba. — íbamos a tardar horas esperando un bus que nos lleve a la casa, y es terrible ir en bus con una pequeña parlanchina que adora jugar todo el tiempo, a algunos pasajeros les molesta y Coral y yo nos contenemos muchísimo para no gritarles a los gruñones por molestar a la niña — las costumbres se contagian, eso lo he descubierto por como mi pequeña ha adoptado de su tía el hecho de ser tan parlanchina, y no puedo negar que adoro eso de las dos, pero en momentos como estos deseo que mi amiga se cierre la boca .

— ¿Viajan en bus siempre? — Me ve a mi con cierta cara de incredulidad y espanto, entiendo que no asimile que una chica rica tome el bus, si tan solo supiera que hace mucho tiempo dejé de ser esa que él conoció. Asiento a su pregunta y mas confusión se instala en su rostro.

— A veces tomamos algún taxi, pero cobran muchísimo, el sueldo de ninguna de las dos da para tanto, ya con el colegio de la niña, medicamentos y demás es suficiente gasto — Mierda Emilia, ¿Qué carajos intentas? Al llegar al coche insiste en que vaya delante, pero despues de negarme mil y una vez ella termina tomando ese asiento, yo prefiero ir atrás con mi pequeña quien parece entretenida observando a Damián.

— ¿Tu eres rico? — le pregunta la niña viéndole con curiosidad.

— Se podría decir que sí, tu mami tambien... lo era — le cuenta.

— a mami no le gusta hablar nunca de cómo era antes, ni tampoco de mi papi, ni de mis abuelos, ni de nada, la tía Emilia dice que la pone triste, y no le pregunto mas porque detesto ver a mami triste — le cuenta haciendo un puchero adorable antes de sentarse sobre mis piernas y abrazarme.

— Imagino — parece tan confundido y pensativo, que me preocupa.

— Y cuéntanos, Damián, ¿ustedes cómo se conocieron? — quiero callarla, pero lo ultimo que deseo es hacer un show delante de mi hija y de él.

— En el colegio, nos conocimos en el colegio, ¿y ustedes donde se conocieron? — sigue la dirección que Emilia le indica, pronto llegaremos a casa y lo agradezco.

— En... en una clínica — es lo único que dice.

— Mami estaba muy enferma antes, y tía Emilia la cuidó, a las dos — continua Clarie y agradezco cuando llegamos a casa al fin, se ha sentido eterno el recorrido, y mis nervios han estado demasiado alertas.

— Llegamos — le informa Clarie sonriente, intenta bajar del coche, pero lo evito, ha comenzado a llover afuera y el agua de lluvia y el frio no son nada compatibles con ella.

— Espera cariño, sabes que no puedes mojarte — le recuerdo sacando de mi bolso el paraguas que siempre traigo.

— ¿Le pasa algo? — pregunta Damián pareciendo curioso.

— Sufre de asma, el peor caso que hayas visto — le explica Emilia saliendo del coche, mientras yo con el paraguas en la mano pretendo abrir la puerta para salir y llevar a mi pequeña a salvo a la casa.

— Espera — me detiene el pelinegro, quitándose rápidamente el saco, para dejarlo sobre la cabeza de la pequeña y por lo grande que es le cubre todo el cuerpo, hasta se arrastra por sus pies.

— Muchas gracias caballero — le dice la niña con una sonrisa gigante, una que él le devuelve haciéndole saber que no es nada, siempre ha sido tan amable. Se baja del coche y abre la puerta para las dos, pidiéndome que le permita el paraguas para entonces abrirlo y esperar que las dos salgamos.

— Gracias — murmuro bajito tomando a mi pequeña para ayudarla a bajar.

— Como en las películas — comenta emocionada.

— ¿Cómo en las películas? — repite Damián como pregunta.

— El príncipe abre la puerta de la princesa — ambos nos reímos mientras él asiente una y otra vez.

— por supuesto, ambas son unas princesas, y ha sido un placer traerlas hasta aquí — la sonrisa de la niña se va cuando él comienza a despedirse.

— ¿te vas? No te vayas — lo toma de la mano rápidamente viéndole con esa carita de perrito mojado que convence a todos.

— Sí, debería irme, no quiero ocasionarles problemas — le explica con mucha ternura y ella rápidamente niega.

— No pasa nada, ven — insiste y él voltea rápidamente a mí.

— No ocasionarás problemas, vivimos solas las tres — le comento antes de que su cara parezca aliviada y entonces asegura su coche para seguirnos y entrar.

— Me asusté, pensaba que no te invitarían a pasar — apenas entramos a la casa Emilia suelta la respiración contenida y Damián ríe.

— Prepararé chocolate — les informo agradeciendo que la sala y la cocina se encuentran conectadas, por lo que puedo escuchar cualquier cosa que digan, y en serio estoy rezando para que no digan algo indebido.

Preparo el chocolate mientras Clarie parece entretenida preguntándole cosas a Damián, y mi amiga la secunda. Agradezco cuando el celular de Emilia retumba por la sala y se va a hablar a la habitación, mientras yo preparo el biberón de Clarie, con su leche y cereal que tanto le gusta acercándome para llevarla a la habitación lejos de la presencia de Damián.

— Clarie, está listo tu biberón — le informo llegando hasta ella, quien me ve y se levanta enrojecida.

— Mami, no dejes que lo vea — me regaña bajito guiándome hasta la habitación, donde se queja porque le haya avergonzado delante de su nuevo amigo, usar el biberón a sus cuatro añitos le causa muchísima vergüenza, aun cuando le he explicado una y mil veces que no debe ser asi, ella realmente se siente muy madura para su edad.

La dejo con Emilia en su habitación volviendo a la sala donde todavía se me hace difícil asimilar que se encuentra Damián, su papá. Sirvo el chocolate en dos tazas, caminando a la sala con ambas, extendiéndole una a él, y quedándome yo con la otra, tomando el primer sorbo de esta a sentarme en el sillón en frente de él, lo cual no es buena idea, pero ya que más da.

— Entonces... viven solas aquí — es lo primero que dice despues de largo rato de silencio, solo los cantaros de lluvia afuera, el fuego de la chimenea y nuestras respiraciones.

— Asi es — confirmo.

— Entonces... ya no estás con Francis — frunzo el ceño rápidamente ante esa idiotez.

— Nunca estuve con Francis, ¿Quién carajos dijo lo contrario? — me mira incrédulo, hasta que responde diciendo.

— Te dije, tus padres dijeron que se habían mudado juntos — me explica y mi boca se abre grandemente, luego frunzo mi ceño rabiosa y las ganas de encontrar a esos mentirosos y gritarles en la cara me invaden, ¿Por qué carajos se inventaron una cosa asi?

— No lo puedo creer, No me fui con Francis nunca, a él lo metieron a la cárcel, cuando lo encontraron clavándome una jeringa de Heroína porque yo no era capaz nisiquiera de hacerlo por mi misma — le confieso, sintiendo vergüenza, en estos años habia tratado de olvidar completamente esa horrible etapa de mi vida, pero no ha sido fácil hacerlo, no cuando tengo a una pequeña fruto de una noche de euforia por estar drogada hasta la medula.

— ¿Preso? No iba a imaginármelo nunca, nadie mencionó nada en el colegio ni en ninguna parte, sus padres solo dijeron que se habia ido contigo — me cuenta y rápidamente ato cabos en mi cabeza.

— seguro llegaron a un acuerdo, para no avergonzar a ninguna de las dos familias, al final lo único que le importa a la gente rica es su reputación — tomo de mi taza manteniéndome relajada, recordar a mis padres no es algo que me cause satisfacción, por eso no lo hago nunca.

— ¿Y tú? Si no te fuiste con él, entonces ¿Qué pasó contigo? — me pregunta despues de largo rato de silencio.

— Me trajeron aquí, a una clínica de rehabilitación, donde me sacaron la droga a la mala, manteniéndome inconsciente por meses, hasta que ya habia olvidado lo que se sentía, hasta que ya no tenía ganas de hacerlo — miento, ¿Cómo decirle que la dejé despues de entender que lo que habia dentro de mi era una persona de carne y hueso que sentía lo que yo y sufría lo que yo? A quien estaba dañando por mi maldito vicio.

— eso debió haber sido terrible para ti, sé lo mucho que eso te gustaba — parece verdaderamente sorprendido, mientras yo trato de descifrar que cara tendría si supiera la verdad, pero dejo de hacerlo, definitivamente ese es un misterio que espero nunca descubrir.

— Lo fue, pero conocí a Emilia y fue mi ángel, no te imaginas cuanto me ayudó, nos brindó su techo su comida, su protección, su apoyo incondicional, mas del que alguna vez recibí de mi propia familia, me hizo ver la vida de una manera diferente y le estaré eternamente agradecida por ello — me siento nostálgica mientras le cuento de Emilia, ¿y es que como no estarlo? Si mi vida en estos años ha dependido de ella.

— Me alegra que hayan coincidido — sonríe nostálgico, dejando una de sus manos en mi rodilla y mirándome con verdadera sinceridad, hasta que el duelo de miradas comienza a sentirse incomodo y vuelve la vista a la taza, permaneciendo entretenido en esta hasta que largo rato despues me pregunta.

— ¿Y el papá de la niña? — no me ve, parece despreocupado, pero como ha detenido su movimiento en la taza sé que está mas interesado en la respuesta de lo que parece.

— Fue... fue alguien que conocí, en la clínica, otro adicto, sí, él estaba muy mal, y murió de una sobredosis — invento rápidamente, alegrándome cuando me mira con sorpresa y pena y rápidamente me da el pésame como si realmente me hubiera creído, eso es lo mejor, que lo haga, de otro modo no podría seguir contestando sus preguntas...

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