Clarie

Narra Coral

— Emilia tu lo prometiste, tu... tu prometiste que no me ibas a dejar sola, me... me convenciste de quedármela, y ahora tienes que ayudarme con esto — mis manos tiemblan, tiemblan y por primera vez no se trata de la abstinencia, ahora la causa es distinta, son los nervios, la emoción de estar a punto de conocer a la personita que no ha parado de moverse dentro de mí en todos estos meses, una niña, una niña que en compañía de mi amiga decidimos que se llamaría Clarie.

Mi amiga, por primera vez en mis 17 años tengo una amiga, una de verdad que me ha apoyado desde que desperté en aquel lugar deplorable en el cual estoy segura no quiero llevar a mi bebé.

Mi bebé, aun se siente tan raro aceptar que es mía, a mis nueve meses sigo sin comprender como pudo alguien crecer dentro de mí, y aunque Emilia me ha dado una completa clase de como se supone pasaron las cosas yo aun no me lo puedo creer en su totalidad.

— Por supuesto Cori, voy a ser la mejor madrina y tía que Clarie podría tener, ya te lo he dicho, y no te miento, nunca lo he hecho — me dice con sinceridad, mientras me ayuda a acomodarme la bata azul de hospital, las medias del mismo material y el gorro cubriendo mi cabeza, ha llegado el momento que mas he temido en estos meses, ¿y si realmente no está bien? Si no lo está yo seré la única culpable y no creo perdonármelo nunca, no cuando he aprendido a querer a la niña que vive conmigo mas de lo que alguna vez me habría querido a mi misma y es que en mi proceso he aprendido a escucharla, como se mueve como come, como muere de ansias por salir de ahí dentro y conocer el mundo, uno que me aterra que conozca, uno que me encantaría hacer mejor para ella, porque estoy muy segura de que no quiero que viva lo mismo que yo, porque quiero darle todo lo que yo no tuve y me he jurado desde que comencé a disfrutar su compañía hace dos meses, que haría lo que fuera porque sea asi.

— Es hora — uno de los doctores se acerca a mi, me hace sentar de espaldas a él y siento como clava en mi espalda baja una aguja filosa que me ha dolido como ninguna otra, me cuestiono como lo hacia yo misma sin piedad. Pronto me pide que me acueste y de eso se encargan las enfermeras, agradezco que Emilia haya hecho lo posible para que la dejaran participar en este momento porque sinceramente no sé que hubiera hecho sola.

— Relájate, mi dulce niña, verás que todo pasará mas rápido de lo que imaginas — se siente bien cuando me llama asi, pero siempre protesto porque lo dice como si ella fuera muy mayor.

— ¿Va a estar bien? — quiero que me diga que sí, porque sinceramente yo lo dudo mucho, y es que intenté acabar con ella tantas veces.

— Estará muy bien, y tu igual, solo relájate, casi la vas a ver — se ve tan segura que le creo, y pronto me doy cuenta que apenas soy consciente de que ella sostiene mi mano derecha, pero abajo no siento nada, ni mis piernas ni mi inmensa panzona.

— No siento nada — me agito.

— El doctor te dijo que no sentirías nada, no prestaste atención por estar de nerviosa — me reprocha acariciando mi rostro con dulzura, y siento que podría dormirme aquí, cuando nisiquiera sé que cosas me hacen ahí abajo. — Oye no puedes dormirte, mejor... mejor cuéntame algo, como del papá de la niña por ejemplo, nunca has querido decir nada de él — Me ve expectante, aprovechándose de mi estado de relajación en el que lo tengo ahí, a él, en mi mente, recordando cada momento bonito que me hizo pasar aun cuando mi vida estaba tan hecha mierda como para reconocerlo.

— Damián, te dije que se llama Damián — sonrío como boba, viéndolo en mi cabeza sonreírme. — fuimos juntos al colegio desde siempre, desde que era un niño me observaba y yo le era completamente indiferente, no me agradaba porque a pesar de que no tenia mamá tenia un padre que lo amaba con locura, yo quería eso, una vez me dio una nalgada y le pegué tan fuerte que todavía mi mano duele, despues me lo encontraba hasta en la sopa, tambien se drogaba, pero no era tan adicto como yo, decía que quería ayudarme, y por eso me alejé, pero antes de eso me hizo mujer, y me regalaba momentos de felicidad que yo nisiquiera podría describir con palabras — recuerdo cosas de las que nisiquiera era consciente que estaban en mi cabeza, y me descubro sonriendo con cada una.

— ¿Entonces por qué no está aquí? — me pregunta muy curiosa.

— No era un mal chico, pero estoy segura de que si se hubiera enterado iba a estar tan alterado como yo, además no pretendía quedármela mucho tiempo como para que se diera cuenta — lo comienzo a imaginar en mi mente como un papá y daría lo que fuera justo ahora para que estuviera aquí, conmigo, compartiendo la llegada al mundo de la hija de los dos.

— ¿No te gustaría buscarlo? Digo, cuando estés bien —

— No. No volveré nunca mas — eso es lo único que tengo claro, no quiero volver a ese lugar, no quiero revivir mi vida miserable, no quiero volver a ver a mis padres, no lo quiero volver a ver a él.

Lo próximo que escucho son llantos, llantos de una bebé que no tardan demasiado, una que no alcanzo a ver pero porque los doctores vienen corriendo a ella, y se la llevan rápidamente.

— ¿Qué pasa? — grito, — déjenme verla, ¿A dónde se la llevan? — grito una y otra vez, o asi lo siento yo, cuando en realidad nisiquiera puedo suspirar con normalidad.

Emilia suelta mi mano y sigue la dirección de los que salieron, mientras otro grupo del personal se encuentra aun conmigo, haciendo quien sabe que cosa en mi parte baja, y cuando siento que estoy a punto de un ataque al corazón por los nervios de no saber que está pasando, viene el doctor que me ha inyectado la espalda y toma mi mano.

— Debes mantener la calma, todo estará bien — me dice como si nada y quiero gritarle, nada está bien, que no mienta, nada está bien.

Siento que pasan días en los que la anestesia sigue en mi cuerpo y no puedo nisiquiera moverme, aun cuando eso es lo que mas deseo, levantarme, ir a ver que pasó con la bebé, con mi bebé.

Me han trasladado a una habitación normal, en la cual observar inmóvil es lo único que puedo hacer: un sofá, un armario, y una caja de cristal en la que se supone debe estar mi bebé vacía.

La puerta se abre al fin, cuando la agonía se encontraba formando un nudo tan grueso en mi garganta que nisiquiera puedo respirar. Emilia es quien viene con terrible cara de lastima, y cuando descubre que me encuentro despierta finge una sonrisa.

— ¿Qué pasó? No me mientas — apenas se me escucha. Ella se acerca, se sienta a mi lado en la camilla y acaricia mi cabello con dulzura mientras parece muy nostálgica.

— Va a estar bien, las dos van a estar bien — eso sin duda me alivia, me alivia que al menos me de la esperanza de que vive, pero algo pasa, y tengo que saber.

— ¿Por qué no me la traen? ¿Por qué se la llevaron asi? —

— Es hermosa, tiene tus ojos — me dice sonriente, pero al mismo tiempo lagrimas pesadas corren por sus mejillas. — Del resto no se parecen en nada, lamento decir — trata de sonar chistosa, pero evadiendo mis preguntas solo logra que me asuste más, que la agonía crezca más.

— Dime — le suplico sintiendo como mis mejillas tambien se calientan y se humedecen por las lágrimas.

— Ella... tenia abstinencia, no te preocupes, lograron controlársela a tiempo, antes que sufriera un paro cardiaco, está desnutrida, y le detectaron Estenosis valvular aortica, tienen que operarla a corazón abierto de emergencia, la estan preparando para ello, pero tu... tu debes estar tranquila, verás que todo saldrá bien. — me abraza mientras yo siento que todo el mundo se me cae encima, es mi culpa, es mi culpa cada cosa que le pase a esa niña, porque yo no la cuidé cuando vivía dentro de mi, porque seguía drogándome, nisiquiera me alimentaba para sostenerme a mi misma y ni hablar de aquella vez que intenté abortarla, yo soy la culpable de todo, yo soy quien debería estar en su lugar, yo debería morir...

Clarie: es la niña mas hermosa que mis ojos habían visto, y la más adorable sin dudar. Tiene el mismo color de ojos que yo, pero es sorprendente el parecido exponencial que tiene con Damián, su pelo, sus labios, su nariz, adaptados al rostro de una bebé y la obra ha quedado fenomenal.

Me muero por tocarla, por acurrucarla entre mis brazos y sentirla a salvo junto a mí, y juro con mi vida que me encargaré de eso hasta mi ultimo respiro, mantenerla a salvo, de todo, de todos, de mi propia presencia. Porque es mi bebé el ser mas adorable que habia visto en la vida, el ser que salió de mí, aun cuando tenia tanta oscuridad dentro ella salió de mi, tan brillante, tan pura, llenando de luz toda mi vida, haciéndome sentir por primera vez en mis 17 años que alguien me necesita en el mundo que soy especial, que tengo una misión que cumplir y debo mantenerme bien para ella, y juro hasta con mi ultimo latido que eso pretendo hacer, mantenerme a salvo para poder cuidar de ella, de repente mi vida ya no se siente tan gris.

— Es hermosa — mi amiga no se aleja de mi lado, viene sosteniendo el tubo de metal que mantiene el suero que se encuentra disolviéndose en mis venas, y viendo a la pequeño con tanta admiración que yo, y es que parece de mentira. Es tan pequeñita, tan frágil y trato en serio de no pensar como carajos abrieron su pecho y arreglaron lo que habia mal en su corazón y aun asi quedó con vida, es un milagro, ella es un milagro, tiene tantas ganas de vivir que se ha mantenido a salvo aun siento tan indefensa, yo juro con mi vida que ella no tendrá que intentarlo más, porque yo me encargaré de eso, ese es mi trabajo, esa es mi misión. — te dije que estaría bien — sonríe mi amiga pasando su brazo por mi hombro, agradezco tanto que ella esté conmigo, porque no creo que haya podido sobrevivir a tanto yo sola.

— Está bien — trato de creerme mis propias palabras, trato de pensar que dentro de poco quitaran los tubos de su boca, los parches en su pecho, los catéteres incrustados en las venas que apenas encontraron en sus pies, trato de mantenerme positiva, de olvidar que apenas ayer le detectaron asma, cuando casi entra en paro al no poder respirar, de olvidar que de a ratos tiembla como una drogadicta en abstinencia, y eso es solo culpa mía.

— Las dos lo estan, estoy muy orgullosa de ti — me ve y sonríe con verdadero orgullo, como nunca nadie me habia visto, tan solo ella, pero sinceramente ya nisiquiera sé si lo dice en serio, estuvo diciéndome lo orgullosa que estaba de mi desde el tercer dia despierta despues de haberme idiotizado hasta mi sexto mes de embarazo, me lo repetía a diario, que se encontraba orgullosa de mí, que estaba feliz por mí, que yo podía, y eso me ayudó demasiado, su confianza, su aprecio aun cuando no la habia tratado bien y no me conocía de nada. Descubrí que ella habia impactado en mi vida cuando al octavo mes no soportaba a abstinencia, me robé un frasco de pastillas, y lo escondí conmigo por días, debatiéndome si tomarlas o no, tenia miedo de decepcionarla, ella creía en mi y me hacia creer que yo era tan fuerte como para soportarlo. Cuando me encontró las pastillas, no se enojó, solo me miró a los ojos y me dijo con seguridad que no iba a hacerlo, que Clarie estaba ahí dentro viéndome y debía ser un buen ejemplo, era una manipulación aceptable, ella me hizo darme cuenta de que realmente estaba amando a esta pequeña sin siquiera conocerla, que la quería a ella y no quería que estuviera mal por mí, que se enojara conmigo o se decepcionara de mí.

Me guardé mis ansias cada dia, y ya sentía que estaba a salvo, que estaba limpia, ahora, la situación con la bebé me tiene en vilo y despues de haber enfrentado por tantos años cada cosa que me pasaba a punta de drogas es difícil mantenerse en sobriedad, pero voy a hacerlo, lo haré por Clarie, lo haré por Emilia, lo haré por mí.

Dos semanas despues seguía en el hospital, Emilia habia buscado excusa y media para mantenerme ahí y no me llevaran de vuelta a la clínica de rehabilitación donde habían estado insistiendo que ya era tiempo de volver, que no era un buen lugar para una drogadicta una clínica llena de fármacos, que podía caer en tentación, eso lo escuché en una llamada que recibió Emilia, tiene la mala costumbre de siempre dejar el celular en alta voz, y aunque intentó bajarlo cuando la conversación con la directora de la clínica se tornó ofensiva, evité que lo hiciera, demostrándole que yo estaba bien, lo estaba realmente, asi me sentía por ratos, tal vez si sentía abstinencia, ganas de volver a ingerir, pero ahora no soy la misma, ahora tengo razon suficiente para nisiquiera pensar en drogarme, o al menos para contenerme de hacerlo.

Ahora Clarie se encuentra mejor, la pediatra acaba de pasar a informarme que mañana mismo nos darán de alta a las dos y aunque eso debería alegrarme no es asi, me mata la agonía al no saber que hacer.

— No quiero que mi hija viva en ese lugar, no quiero, no quiero — la mirada de Emilia se aleja de su celular para caer rápidamente sobre mí, con terrible preocupación me ve.

— Coral sabes que... — la detengo, lo hago sacando mis piernas de la camilla para verla atentamente.

— Estoy bien Emilia, y lo estaré mucho mas si puedo dedicarme tan solo a cuidar de mi bebé, en un hogar de verdad, lejos de toda esa mierda que me acuerda a cada rato lo que le hice, que me recuerda de donde vengo, quiero empezar de cero — le pido suplicante, no quiero drogarme, ni pretendo hacerlo nunca más, pero ¿Cómo le hago entender eso a ella? — ¿Crees que ese es buen lugar para criar a una niña? Rodeada de drogadictas, gente que ha matado a otros por su vicio, y otros que estan completamente locos — se me eriza la piel de solo imaginar a alguno de esos intentando lastimar a mi Clarie.

Emilia se queda en silencio, y siento tanto miedo de que no quiera ayudarme, porque estoy segura que sin ella no lograré nada, no tengo dinero, no tengo ni idea a donde ir, sin mencionar que nisiquiera sé tomar un taxi en esta ciudad.

— ¿Estás segura de que estás bien? Coral hay una bebé de por medio, si les pasa alguna cosa yo seré la única responsable, porque además de que estás en rehabilitación, nisiquiera eres mayor de edad — se levanta angustiada, dando vueltas en la habitación y tirando de sus cabellos, cuando pienso seguir insistiendo, arrodillarme de ser necesario, ella vuelve a hablar, y me dice — tengo casa sola, te conté que mi mamá se mudó hace un año ya con su nuevo novio y la casa es solo mía, ya sabes que nisiquiera vivo ahí. Pueden ir allá, es una zona tranquila, y hay buenos vecinos, puedo... puedo conseguirte una cuna para la pequeña, y... y despues que se cumpla el contrato con la clínica yo... buscaré un trabajo con el horario mas reducido y puedo estar con las dos — mi corazón se siente agradecido, yo lo estoy, nunca habia sentido tanto agradecimiento por alguien, nunca habia conocido a alguien tan bueno como ella, es realmente un ángel que cayó del cielo para ayudarme, le estaré eternamente agradecida.

Me levanto y detengo su caminar dándole un fuerte abrazo, pensaba que no era posible tanta bondad, que si ni mis propios padres me querían nadie podría hacerlo, pero lo hace ella, y lo hace sin interés.

— Eres de las mejores cosas que me han pasado en la vida — sollozo contra ella, pensaba que mi sensibilidad era culpa del embarazo, pero ahora soy consciente de que no es asi, siempre he sido una completa sensible llorona, oculta tras la imagen de una chica insensible y fría, pero ya se me ha caído la mascara y sinceramente no la quiero recoger nunca más.

— Cori confío en ti, no me hagas arrepentirme de esto, sé consciente que ahora la vida de Clarie solo estará en tus manos y debes mantenerte bien por ella — me dice una vez más, angustiada, preocupada de que yo cometa una locura, cosa que estoy casi completamente segura no seria capaz de hacer, no despues de haber recorrido tanto, no cuando ahora tengo mucho que perder...

Al dia siguiente esperaba con mi pequeña en brazos para poder marcharnos, las ropas que le habia comprado Emilia le quedaban grandes, y es que realmente era muy pequeña, sentía miedo mientras la sostenía, a cada instante sentía que podía estar tocando en un lugar incorrecto y que podría romperse con mi poca experiencia en cargar bebés, pero carajo que se sentía bien tenerla entre mis brazos, saberla conmigo, saberla mía.

Emilia burló a los de la clínica, les dijo que me darían el alta a las once y ya a las ocho me encontraba saliendo con ella de allí, en un taxi que nos conducía por la ciudad, la que ahora me parecía tan bella como la primera vez que habia estado aquí, se sentía fresco el aire, se sentía puro, se sentía como el aire que deseaba que mi hija respire y que no tendría miedo de ello.

Al llegar a la casa me sentía emocionada, era sin duda todo lo opuesto a lo que tenia en Los ángeles, era una casa pequeña, de un solo nivel, pero tan acogedora como estar en los brazos de alguien que te hace sentir bien y segura, como me sentía en los brazos de Damián. La casa consta de tres habitaciones, la principal que le pertenece a Emilia, otra tan grande y bonita como la principal, y la tercera que se encuentra convertida en un almacén, las dos primeras tienen sus respectivos baños, la sala principal con una chimenea perfecta que da calor a la casa, los sofás se encuentran frente a ella, el comedor, una cocina de buen tamaño, y una terraza preciosa, cerrada por muros de pura vegetación, un césped bien cuidado y muebles de jardín en lo que podría pasar días y noches y estaría feliz.

Le hice saber en mas de una ocasión a mi amiga que me encantaba la casa, no me sentía bien invadiendo su hogar, pero no me quedaba de otra, además ella parecía muy emocionada de que yo la habitara con la pequeña, que Clarie creciera ahí, mientras me la mostraba me decía cada cuento de su infancia, lo feliz que era, hasta que su hermana murió y desde entonces la casa habia perdido el brillo, dijo que estaba segura que su madre habia decidido dejarla porque no soportaba el recuerdo de Estela allí. Entendía que mi amiga no mentía cuando quería que nos quedáramos, deseaba que le devolviéramos la vida a su hogar.

Emilia logró traerme mis maletas de la clínica, y pronto descubrí en ellas mis joyas que tenían el valor para cómprame una casa, pero sinceramente estaba cómoda en esta. No me quedé con ninguna, porque no tenían ningún valor sentimental para mi, me recordaban mi antigua y miserable vida y estaba segura que no quería recuerdos de eso, aunque los que no pude borrar eran los de mi cámara, tambien la habían puesto en una de las maletas y sentí por primera vez un agradecimiento verdadero hacia cualquiera de los dos que lo haya pensado, metieron mi cámara, mi MacBook y las memorias de mi cámara, esas que pretendía llenar con mi nueva vida.

Pronto me encontraba haciendo esta casa mía, sin penas remodelé cada espacio, en especial esa habitación en la que dormía con mi pequeña, que aunque meses atrás detestaba los colores ahora me encontraba amándolos, en especial el rosa, porque parecía poner a mi pequeña muy feliz, era feliz, no paraba de reír a pesar del montón de medicamentos que tenia que darle a diario, a pesar de que pasaba la mayor parte del tiempo enferma, pero era feliz, tanto como yo al verla cada dia hacerse mas grande y fuerte.

Un año despues Emilia habia acabado el contrato, no tardó en buscar trabajo en una clínica cercana en la que le rotaban los turnos y pasaba mucho mas tiempo con las dos, yo ya estaba bien, habia descubierto que lo que me hacia consumir era la falta de amor, la falta del apoyo de alguien y la falta de un motivo para cambiar, ahora tengo todo eso.

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