Capítulo 13: El estreno

Estuve una semana entera dando largas tanto a Esteban como a Octavio, que me escribían todos los días. Yo era cordial con ambos, pero necesitaba tiempo. No solo estaba confundida, sino rabiosa. Me enfadaba la situación. Cuando hice el amor con Esteban, estaba casi segura de que era él. Cuando Octavio me acarició la mano bajo la manta mi mundo tembló de nuevo. Turrón del duro o del blando. Esa era la cuestión.

Con mis padres las cosas fueron mejor. Parecía que habíamos hecho el acuerdo tácito de hablar solo del tiempo, fotografía y poco más. Preparar el álbum y fotos para Jessica y Alberto fue otra historia. Acabé agotada. Sabía lo exigentes que eran y quería estar al nivel. Por suerte, estuvieron encantados con los resultados y nos recomendaron en sus redes. Esto hizo que se nos llenase el calendario con rapidez.

En mis clases de spinning lo daba todo. Era una manera estupenda de canalizar la rabia que sentía. Incluso Paola dejó de observarme como si quisiese fulminarme con la mirada. Algo tenía que haber mejorado. Ese día Gael me esperó a la salida, a quién también había estado dando largas.

—Lucía, no me gusta aparecer así como un stalker, pero no me has dejado opción.

—Gael, ya te he dicho que estos días ando muy cansada y los quiero para mí.

—Claro, tienes tu Satisfayer y ya no me necesitas.

—No es eso...

—Entonces acompáñame, solo como amiga. —Llevaba días pidiéndome que fuese al estreno de su serie.

—¿No tienes nadie más a quien pedírselo?

—La otra opción es mi hermana.

—Uf —se me escapó.

—En efecto. Si llevo a Paola esto va a ser un caos. Solo como amigos, ¿vale?

—Quizás me venga bien para despejarme.

—¡Sí! Ponte guapa.

—¿Cuánto de guapa?

—Obscenamente guapa.

—¡Ja, ja! No tienes remedio.

Puede que entre Gael y yo no fuese a haber nada más, pero me hacía reír y me distraía. Algo de lo que estaba muy necesitada en ese momento. Podría haber ido de compras en busca de un vestido que me hiciese «obscenamente guapa», pero resultó que me daba pereza y además ya lo tenía. Mi vestido rojo de Nochevieja. Era la prenda con la que me sentía más sexy.

Llegó el viernes y con ello la presentación de la serie. Se llamaba «Destinos enfrentados» e iba de unos jóvenes con poderes sobrenaturales que tenían que salvar su pueblo de no sé qué. A veces cuando Gael hablaba de la serie me perdía un poco. Lo que estaba claro era que él estaba emocionado. Me dijo que me recogería y pensé en ponerme unas mallas debajo del vestido. No era una prenda para ir en moto. Al final no lo hice, me puse una gabardina larga y con eso ya me taparía. Mi móvil vibró.

Gael: Ya estoy aquí. Baja.

Le di un beso a Mauro en la cabeza y salí a la calle. Ni rastro de la Kawasaki. Solo había una limusina hortera con sus luces en las ventanas. A decir verdad, a mí todas las limusinas me parecían horteras. El chófer bajó y se acercó a mí.

—¿Señorita Lucía?

—Sí.

—Por aquí.

Entonces mi cabeza hizo clic y supe que Gael me esperaba dentro. Entré en el vehículo y el chófer cerró la puerta con cuidado tras de mí.

—¿Has alquilado una limusina?

—¡Lucía! —exclamó Gael y se lanzó a darme dos besos—. ¡Estás increíble!

—Puedes parecer menos sorprendido.

—¡Ja, ja! No te enfades. Veo que has cumplido mi pauta a la perfección.

Él también se había puesto guapo, a su estilo. Llevaba una camisa rosa chicle y unos pantalones caqui. Mi bajo vientre sintió un pequeño hormigueo, pero mi corazón no dijo nada. Éxito.

—Quiero que seamos solo amigos —le dije para marcar las pautas de la noche.

—¡Una pena! Pero por supuesto. Eres una mujer muy interesante.

—Tú también.

Lo cierto era que Gael era bastante original, por llamarlo de alguna manera. Me encantaba su energía.

—¿Dónde has dejado la moto?

—Prisci está en casa.

—¿Quién?

—Mi moto. Ya te dije que algún día te revelaría su nombre. Se llama Priscila.

Me entró un ataque de risa y Gael me miró enfadado, hasta que tuvo que rendirse y reír conmigo. Viajar en limusina me gustó y me quitó los prejuicios. Por dentro era cómoda y elegante. Bebimos un poco de champán y comimos unas chocolatinas. Él me habló ilusionado del estreno y me dijo un montón de nombres de gente que conocería allí.

—Irina es la coprotagonista. Parece seria, pero luego te partes con ella. Julio es un idiota así que mantente lejos de él. Kara es un amor, ya verás. Un poco sobona, pero un amor. Y perfecta para divertirte, ya me entiendes. El director Paulino es un argentino muy majo, pero ojo que engaña, luego es muy duro cuando rodamos.

Siguió un rato más aconsejándome con quien hablar y con quién no. Con tanto nombre yo ya no sabía quién era el majo, el idiota o la amorosa.

—¿Y tú cómo estás? ¿Cómo van tus dramas?

—Complicándose.

Gael era la única persona externa a mi familia que lo sabía todo. Me sentí cómoda para seguir contándole. Quizás su punto de vista me pudiese ayudar. Le puse al día con la increíble Nochevieja con Esteban y las caricias bajo la manta con Octavio.

—Ay, Lucía, tienes un lío importante. Y no me extraña. El tal Esteban ese parece una delicia, ese sexo lento, ¡madre mía! Y Octavio, que te atrae como un imán y claro, no lo podías dejar llorando. Tenías que dejarlo sonriendo.

—No quiero hacerle daño a ninguno de los dos.

—Cariño, ya lo estás haciendo.

—Esteban no sabe nada.

—Uy, claro que sabe. No todo, pero sí intuirá que hay algo por ahí. Si no, no te cortarías en entregarte a él.

—Tienes razón, no es tonto.

—Oye, y lo del pelirrojo malvado ese, si hace falta dime y le mando una bolsa de caca en llamas.

—¿El qué? —pregunté divertida.

—La típica broma. ¿Tú no la hacías de adolescente?

—Pues no.

—Mira, se coge una caca. Puede ser de perro o tuya.

—¡Gael! —le regañé ante las cochinadas que decía.

—Y luego se mete en una bolsa con papel. Mi truco es añadir unas cerillas. Después la dejas en su puerta, llamas al timbre, y la prendes con un mechero.

—Y entonces el que abra la puerta aplastará la bolsa para apagar el fuego.

Gael sonrió triunfal.

—Ya sabes, si necesitas una venganza light, aquí estoy. ¡Hemos llegado! Bájate bien el vestido que si no tus bragas saldrán en la prensa.

—¿Qué?

No me dio tiempo a más. La puerta se abrió y los flashes nos inundaron. Había una alfombra roja en el suelo.

—Yo te mato —le dije entre dientes.

—Sonríe.

Salí de la limusina ayudada por la mano del chófer. Cuando la prensa vio a Gael las fotos se intensificaron. Él me ofreció el brazo y no tuve más remedio que cogerlo.

—¿Cómo te encuentras, Gael?

—Estás muy guapo, ¿y quién es la señorita que te acompaña?

—¿Es tu novia?

—¡Gael! ¡Gael! ¿Es cierto que en la serie haces un desnudo parcial?

—¿Quién es la chica?

—¿Cómo es trabajar con Paulino?

Gael ignoró sus preguntas, sonrió y nos metimos en el edificio. Era un teatro antiguo remodelado para poder proyectar películas. Techos altos, tonos granate y personas muy bien vestidas. En cuanto me sentí a salvo de los flashes, solté el brazo de Gael y le di un empujón.

—¡Te mato!

—Si te decía que había prensa sabía que dirías que no. Perdóname. —Puso sus manos juntas y su mejor cara de niño bueno.

No tuve tiempo de perdonarle o no, apareció una chica despampanante y se lanzó a su cuello.

—¡Gael! Mira qué guapísimo vienes. ¿Y quién te acompaña?

—Una amiga, se llama Lucía.

—Hola.

—¡Encantada! ¡Soy Kara! —me achuchó con emoción—. ¿En dónde sales?

—¿Salir?

—Sí, pelis, series, anuncios, ¿dónde te he visto?

—En ningún lado, no soy actriz.

—¡Podrías serlo!

—Gracias. —Supuse que era un piropo.

No me preguntó mi profesión. Pronto me di cuenta que, si no era del mundillo, a la gente no le interesaba. Vi a Gael desenvolverse como pez en el agua. Me presentó a muchas personas de las que me olvidé enseguida. Excepto Kara, era la única que me trataba con cariño y me daba conversación de vez en cuando.

El estreno empezó. Nos sentamos en la segunda fila y vimos el primer capítulo. Yo creía que solo se hacía eso con las películas, pero al parecer en los últimos años estaba de moda hacerlo también con las series.

—Las series son las nuevas películas —me dijo Kara en cierto momento.

Yo asentí como si tuviese mucho sentido. El capítulo estuvo bien. Intriga, emoción, bien actuado. Gael me sorprendió con su profesionalidad. Aparecía vestido de forma distinta a la habitual y realmente parecía otra persona. Después de la proyección fuimos a una gran sala donde unos camareros pasaron con bandejas. Volaron muchas felicitaciones en distintas direcciones. También empezó a correr el alcohol, pusieron música y bajaron las luces. Eso se estaba desmadrando a ojos vista y el glamour se había ido hacía rato. Una morena muy atractiva, bajita y de labios gruesos, vino directa a mí. Gael me la había señalado como Irina, la coprotagonista.

—¿Tú quién eres?

—Ah, esto, soy Lucía. Amiga de Gael.

—¿De las de roce o sin roce?

Parpadeé varias veces ante su pregunta directa.

—¿Y bien? —La chica esperaba.

—Sin roce. Bueno, hubo un día nada más. Un lapsus.

—Todas hemos caído en ese lapsus —sonrió por primera vez y yo también—. ¿Dónde sales?

—En ningún lado, no soy actriz.

—¿Y a qué te dedicas?

—Trabajo en una tienda de fotografía y también hago eventos.

—¿Sí? ¡Qué interesante!

Estuve hablando al menos media hora con Irina de fotografía. Ella hacía fotos a nivel amateur y andaba buscando una cámara que le diese más posibilidades. Le di la dirección de la tienda y mi teléfono, aparte de recomendarle varios modelos y sus posibilidades.

—¿Y me enseñarás a usar la cámara? ¿Dais cursos?

—Es algo que nos hemos planteado muchas veces, pero no sabemos si tendrá éxito.

—Lo tendrá. Apúntame la primera de la lista. Y uno individual, que paso de estar con otra gente. Se ponen muy pesados en cuanto me reconocen. —Paró un segundo y me observó—. ¿Tú me conoces?

—No, lo siento. Suelo ver series americanas y así.

—¿Y no andas en redes sociales?

—No, ¿por?

—Eres perfecta.

—¿Para qué?

—Para ser mi amiga, para qué va a ser. ¿Te parece bien si el lunes me paso por la tienda y luego tomamos un café?

—Vale, pero tendría que ser cerca del cierre, que no me puedo ir escaqueando.

—Claro, toma mi número.

En ese momento apareció Gael y nos cogió a ambas por los hombros. Irina se deshizo de él y yo también.

—No seas plasta —le regañó Irina.

—¿Qué hacéis? ¿Por qué no bailáis?

—Estamos hablando de fotografía —respondí.

—¡Chicos! —exclamó Kara entusiasmada uniéndose al grupo—. ¿Sabéis qué me acaba de decir Virgi?

—¡¿Qué?! —gritó Gael demasiado bebido.

—¡Hay un robot en la fiesta! Uno de esos que parecen de verdad.

Empalidecí y miré a mi alrededor como si fuese a ser Octavio. Entendía que había muchos más robots por ahí, pero yo solo pude pensar que, por alguna crueldad del destino, me lo encontraría aquí.

—¿Intentamos averiguar quién es? —preguntó Kara como si fuera a empezar una gymkhana—. Eh, nueva amiga de Gael, ¿eres un robot?

—No —respondí enseguida.

—Ah, eso hubiera sido muy fácil.

—Ella no, ¡pero su marido sí! —gritó Gael.

—¡Gael! —le di un codazo.

¿Có-có-cóóómooooo? —gritó Kara desbordada—. ¿Qué tu marido es un robot?

Llamó la atención de otros invitados que se acercaron sin ningún disimulo. Me quedé paralizada cual conejo cegado por los faros de un coche.

—Aunque la pobre no lo sabía.

—¿Te engañaron? Eso es denunciable —dijo Irina en mi defensa.

—¿Y le funciona la pilila? —preguntó Kara riéndose

—¡Le funciona que da gusto! —gritó Gael—. Debe ser un máquina en la cama. Ay, espera, ¡un máquina! ¡Ja, ja!

Gael se carcajeó tan fuerte que se atragantó y empezó a toser. Le cogí del brazo y me lo llevé a un aparte.

—Gael, para ya. Es un secreto. No me conviertas en un espectáculo.

—Ay, cariño, que no lo he hecho a malas. Solo es que es algo taaan interesante. ¿Seguro que no quieres guionizarlo?

Noté un tirón en mi mano.

—Ven, te llevo a casa.

Me giré y encontré a Irina. Entrelazó sus dedos con los míos y, sin soltarme de la mano, salimos del teatro. Todavía quedaban paparazzis y nos fotografiaron sin dudar. Irina les sacó el dedo del medio. Anduvimos unos metros y me metió en un coche negro de cristales tintados.

—Arranca —le dijo al conductor que estaba entretenido con el móvil.

—Sí, Irina. Enseguida.

—¿A dónde te llevamos?

Balbuceé mi dirección. Irina habló de lo mete-patas que podía ser Gael alguna vez, aunque no lo hiciese con mala intención. No me preguntó nada sobre mi marido, lo cual agradecí. Sabía que se moriría de curiosidad por saber más.

—Lo de hacernos amigas lo decía en serio —dijo cuando el coche paró al lado de mi portal—. Digamos que no soy la mejor haciendo relaciones dentro del mundillo y he pensado que, quizás, con alguien de fuera pueda funcionar. Sobre todo, si no es una interesada que solo me quiere utilizar para conseguir más likes en Twitter.

El dolor voló sobre sus expresivos ojos marrones. Sentí que había una historia detrás de todo eso y, como ella había hecho conmigo, respeté su espacio.

—A mí se me da como el culo hacer amigas —confesé—. A veces soy inadecuada o digo cosas que no debería. Otras me da por no salir en tres findes. Si aún te apetece...

—Sí —dijo Irina y me tendió la mano.

Nos estrechamos la mano como si fuese un trato de negocios y nos despedimos con una sonrisa. No tenía ni idea de la que me esperaba al día siguiente.


✶✶✶✶✶✶

Gael la ha líado un poco bastante en este capítulo, ¿qué piensas ahora de él?

¿Y qué te parecen Kara e Irina?

#TeamOctavio

#TeamEsteban

#TeamGael

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