4. Día del padre
—¿Por qué me dejaste encerrada? —preguntó Maryere furiosa al chico que entraba sonriendo tan plenamente que le pudría el hígado a la chica morena.
—Para que no te fueras —explicó sonriendo Castiel.
—¿Sin ropa? —preguntó ella y el falso pelirrojo le recordó algo que había olvidado.
—Ya una vez te fuiste enredada en una cortina —dijo él y ella le miró contrariada de que recordara algo como eso.
Había pasado demasiados años atrás.
—Entonces era una adolescente idiota —dijo ella intentando excusarse.
—Pues yo no he cambiado mucho desde entonces —informó Castiel.
—Sí, eso puedo verlo —dijo Maryere.
—Ten, ponte esto —pidió el pelirrojo pasándole un atuendo que su ama de llaves eligió para ella.
La chica lo miró y, agotando su última esperanza de escapar de él, hizo una pregunta.
—¿Tú no vas a bañarte?.
—¿Y arriesgar a qué me dejes atrás? No. Además, a mí no me molesta tener tu esencia pegada a mi cuerpo.
Maryere suspiró y se dejó llevar por el que no quería de compañía, pero ella mejor que nadie sabía que, más pronto que con él, con nadie llegaría.
* *
—Wow —hizo Castiel cuando llegaron al colegio de su hija—. Hay un montón de gente, ¿qué sucede?
—Es el festival del día del padre —dijo Maryere en voz muy pero muy baja, y a velocidad luz, provocando un murmullo casi imperceptible que Castiel escuchó claramente.
—¿Y aun así te negabas a traerme? ¡Eres una maldita bruja descorazonada! —gritó Casitel.
Maryere lo vio con odio y reproche, intentando recordarle quién era el malo del cuento.
—Ajá, porque yo soy la que se acostó con otro después de jurarte que te amaba, ¿no?
—No, pero eres la que no me dijo que estaba embarazada y se desapareció de mi vida dejándome sin mi hija.
—-¿Ahora vas a decirme que te molesta? Hace un rato no parecía importarte.
—Claro que me molestaba, pero estaba más feliz de recuperarte que enojado porque te fuiste.
—Tú no me recuperaste —explicó Maryere bajando del auto a ese festival del día del padre.
Maryere comenzó a andar por los pasillos hasta la cancha donde darían lugar las presentaciones, pero fue pronto alcanzada por el de los ojos grises que se mostraba expectante, emocionado y algo nervioso.
Algunas adolescentes lo detuvieron por un autógrafo —CT era demasiado famoso—, así que Castiel presenció, solo de lejos, la aparición de su pequeña Casandra que corría algo preocupada con su madre.
—Mamá, David se rompió el pulgar, se lo llevaron al médico, nos falta un bajista —explicó la pequeña que, para su acto, junto a otros cuatro compañeros presentaría una canción tocando como una banda.
Pero las cosas no deberían ir muy difícil, después de todo.
—Yo puedo ayudar con eso —sugirió cierto vocalista de una banda.
Los ojos grises de Casandra se abrieron de la enorme sorpresa. Seguro que nadie se espera encontrarse a su artista favorito en el festival de su colegio, tampoco ella.
—¡CT! —exclamó bastante emocionada, con tremenda sonrisa en el rostro.
—No soy CT —dijo el vocalista—, soy tu papá Castiel —anunció entre serio y orgulloso.
La pequeña pelinegra se mostró algo confundida y miró a su madre que fingía no escuchar lo que el pelirrojo idiota decía.
—Mami, ¿CT Es mi papá? —preguntó expectante la niña.
—Pues si CT es él, si, él es tu papá —dijo después de chistar los dientes con molestia, odiándose por amarla tanto que no era capaz de romper el corazón de su hija.
Casandra dio unos brinquitos mientras aplaudía emocionada y se aventó a los brazos abiertos del que la esperaba con ansias. Maryere, por su parte, sentía la incomodidad carcomerle.
—Este será el mejor día del padre —dijo la pequeña.
—Claro que sí —aseguró Castiel abrazando a su pequeña.
—Yo no lo creo —bufó Maryere—. Iré a mi butaca. Te amo Cass —dijo despidiéndose con un beso en la frente de su pequeña hija.
—También te amo —dijo feliz el exportador del mote a unísono con la pequeña que ahora portaba ese sobrenombre.
Maryere se enojó mientras la pequeña y el hombre reían de lo afortunados que eran por estar juntos.
Pero ese bello sueño no tendría un final feliz pues, aunque era la felicidad la que estaba de relieve, los dos adultos se debían demasiadas penas y dolores como para seguir adelante como si nada hubiese pasado.
Continúa...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top