Prólogo

Nota:

Bueno creo que esto es obvio pero Harry Potter y MARVEL no me pertenecen, este fanfic es sin fines de lucro y los personajes y todo su mundo le pertenecen a sus respectivos creadores.

Este es un fanfic original, pero algunas ideas salieron del fanfic de Hasegawa en AO3, en su historia "Los Aliens son reales", y le doy sus respectivos créditos por la idea, aquí el link de su historia (aunque no se actualiza desde hace 10 años lamentablemente, porque era GENIAL): https://archiveofourown.org/works/454402/chapters/780400

Espero que os guste <3

NOTAS IMPORTANTES:

El mundo de Harry Potter se desarrolla en los 2000, para que tenga más sentido, y Teddy Lupin tiene 11 años en esta historia y Harry 28.

Me basaré un poco en los cómics y también en las películas de MARVEL, aunque estas últimas las vi hace tiempo, así que perdón si hay algún error o incoherencia. Y también aviso que algunas cosas serán inventadas por mí, así que no os toméis todo al pie de la letra, por favor.

La historia tiene lugar después de Spiderman: Lejos de casa. (Y sí gente, Ironman/Tony Stark murió.) En este momento Peter tenía entre 17-18 años, pero yo lo voy a dejar en 18

También publicaré esta historia en mi cuenta de AO3, tengo el mismo nombre de perfil en ambas.

Prólogo

Peter Parker pensaba que sabía lo que era la desesperación. Prácticamente toda su vida se había movido por ese único sentimiento. El inicio empezó, sin saberlo, cuando apenas tenía seis años y su tía May, llorando y mojando su hombro con sus lágrimas, le abrazaba diciendo que sus padres no iban a poder ir a por él. A veces aún le venían pequeños recuerdos de su tío Ben añadiéndose al abrazo de dolor con su tía, y él en medio de ellos, sin entender por qué ahora tendría que vivir con ellos—a pesar de lo mucho que le gustaba jugar a los Legos con su tío Ben o los abrazos cálidos de su tía May— y la siempre presente pregunta de por qué su corazón dolía tanto.

Ahora, a sus dieciocho años podía llamar a ese dolor, desesperación. Por sus padres, por él, por el futuro incierto, pensando que ya no recibiría clases de física de su padre ni volvería a leer junto a su madre los cuentos de fantasía que tanto le gustaban. Por mucho que lloró el resto de las semanas sentado en el suelo, mirando fijamente la puerta, sus padres nunca entraron por ella para levantarlo y llenarlo de besos. Ahora eso lo hacía la tía May, pero de sus ojos grandes e inocentes como solo un niño podía tener, seguían saliendo lágrimas.

A los siete años, se dio cuenta que en vez de sufrir por lo que perdió, debía estar feliz por lo que aún le quedaba. Su tío Ben que le traía comida y se sentaba con él mirando a la puerta blanca, y su tía May, que lo llevaba al parque y jugaba con él a las escondidas —a pesar de que él siempre acababa ganando— Hasta que un día, sin darse cuenta, dejó de mirar hacia la puerta y miró hacia sus tíos con una sonrisa.

Los siguientes años fueron buenos. No tenían mucho dinero pero eran una familia feliz que se mantenía con amor. A pesar de lo que dijeran en el instituto de él —que era un rarito, un friki feo igual que un espantapájaros— sus tíos siempre intentaban estar ahí para él y darle su apoyo.

Hasta que ya no estuvieron. Su tío Ben ya no estuvo con él. Justo cuando más lo necesitaba, a él y sus consejos y preguntarle qué le estaba pasando a su cuerpo y si era normal el que se estuviera convirtiendo en medio araña, si era algo que todos pasaban en la adolescencia o si se estaba convirtiendo en un mutante —lo cual sería genial—.

Pero nunca pudo preguntarle, porque en aquella tarde de flagrante sol, una bala le impactó a su figura paterna y confidente. Y no pudo hacer nada, solo estar ahí con él y escuchar sus últimas palabras, abrazándole y gritándole que no se fuera. Pero su tío Ben no solía escuchar, y aquella vez tampoco lo hizo, no se quedó con él y con la tía May —que no sabía que su marido se desangraba en la calle a kilómetros de donde estaba— y lo odió por eso. Por dejarles. Por hacer llorar tanto a su tía y por... por morir. Y en aquel momento recuerda que la desesperación se había apoderado de su cuerpo, que no sabía que hacer nada más que mirar como salía más sangre por mucho que presionara. Desde que dejó de escuchar los latidos de su corazón, la rabia y dolor formaron parte de él.

Y sí, siguió con su vida, o al menos lo intentó. Sonreía sin sentirlo al principio, simplemente para no preocupar aún más a su tía May. Sonrió tanto que al final acabó haciéndolo de verdad, y el dolor por perder a su tío siempre lo seguiría, lo sabía, pero cada vez menguaba más, hasta que acabó recordándolo todas las noches antes de dormir con una sonrisa; todavía escuchando en su mente su voz de barítono que lo calmaba cuando se hacía daño. Ahora ya no era doloroso recordarle, pero la desesperación seguía ahí.

Desesperado por hablar con alguien, por desahogarse y ser completamente sincero con alguna persona. No podía hablar con su tía, ya tenía demasiado en sus hombros, pero necesitaba contarle a alguien de las peleas callejeras que hacía con su traje puesto, cómo así ganaba un poco más de dinero para ayudar y el cómo... cómo se sentía tan solo.

Hasta que Tony Stark —el maldito Tony Stark, su gran ídolo— entró en su vida para ponerla de cabeza. El Sr. Stark era el hombre más inteligente que había conocido, y por mucho que lo intentase, él no podía compararse con él, pero aún así lo ayudó, lo convirtió en su pupilo y le enseñó cosas que ni muchos científicos premiados sabrían. Lo incluyó en su familia, se empezó a volver un padre para él —un tanto ausente, pero un padre al fin y al cabo— y al fin se sentía útil, tenía un propósito: ser el amigo y vecino Spiderman y ayudar por las calles de Queens a quien la necesitara.

Tenía a Ned y a MJ, al Sr. Stark, a su invaluable tía May y ya era como un Vengador honorario —aún no se creía que le había robado el escudo al Capitán América— así que sí, en ese entonces la vida era buena a pesar de algunos pequeños altercados —como que la chica que te guste resulte ser la hija de El Buitre y lo encarcelen gracias a ti— que había por el camino.

Después... después todo fue un desastre.

Thanos, las gemas del infinito, los Vengadores, el Blip y... el Sr. Stark.

No puede recordarlo al completo, pero aún puede sentir la desesperación en aquel momento por no querer morir mientras se aferraba a Tony, intentando vivir a pesar de que sabía que... que al final se iría con el tío Ben y sus padres. Después de eso se despertó, y lo único que registró en su mente fue cuando le dijeron que el Sr. Stark ya no estaba, que se había sacrificado. Y Peter solo pudo pensar que desearía haber sido él. La muerte no era para personas tan brillantes como el Sr. Stark, y aún así, egoístamente, le quitó a otro padre por tercera vez en su corta vida.

Resentimiento, rabia, dolor, el haber perdido cuatro años de su vida y el no saber qué hacer. Estaba naufragando en medio de un mar de tristeza, perdido. Hasta que su tía May, como siempre, fue su salvavidas.

Todos intentaron aparentar normalidad. La escuela seguía, la vida de todos seguía fluyendo, pero no la del Sr. Stark, con su rostro pintado en cada esquina en conmemoración a su sacrificio y recordándole que ya no estaba ahí, y que las divertidas tardes en su laboratorio eran historia. Y Peter solo intentaba retener las lágrimas cada vez que pensaba en la palabra "historia". Ahora se daba cuenta lo cruel que era. 

Ni siquiera se había atrevido a ver a la Srta. Potts y decirle lo mucho que lo sentía, ya que al parecer se había casado con el Sr. Stark durante esos años que no estuvo, y con suerte conocer a la pequeña Morgan de la que le hablaron. Pero sabía que no podía; no eran su familia y sería demasiado vergonzoso ir... Así que cuando en la escuela les dijeron que irían de viaje, no lo pensó dos veces. Necesitaba alejarse de Nueva York y, por una vez, dejar de ser el amigo y vecino Spiderman para volver a ser Peter Parker, el pringado de la clase.

En parte fue maravilloso; pudo dejar de fingir —aunque fue por un corto tiempo— y su relación con MJ se consolidó aún más, siempre teniendo a Ned a su lado, apoyándolo.

En parte fue el peor recuerdo de su vida, y lo que lo llevaba al día de hoy.

Las personas lo sabían. Sabían quién era. Ya ni hacía falta llevar la máscara de Spiderman, porque todos sabían quien estaba detrás de ella. Y su reputación que antes si bien no era perfecta, era buena, ahora estaba por los suelos, condenándole como un criminal y llegando a interrogarle a él, a sus amigos y a su tía.

Spiderman había dejado de ser el amigo de Queens; ahora era el enemigo número 1 de todo Estados Unidos.

Impotencia, rabia... y otra vez la tan conocida desesperación.

En aquella tarde de noviembre, con su capucha tapando sus pequeños rizos y su cara pecosa, intentaba caminar lo más rápido posible, rogando por pasar desapercibido. Ya había tenido demasiado de los periodistas, de visitas de abogados y del sufrimiento por el que estaban pasando sus amigos por su culpa. Y el MIT, la Universidad de sus sueños, les habían denegado la admisión por el simple hecho de relacionarse con él, con un criminal. 

Quiso reír, pero tenía el presentimiento de que de sus labios solo saldrían horribles sollozos, así que calló mientras observaba como todos a los que quería salían perjudicados por su culpa.

Pero ya no más. Simplemente... ya había tenido demasiado de todo.

Necesitaba ayuda. Ayuda del tipo mágico. Todo había empeorado cuando la gente supo quién era Spiderman, así que lo mejor era borrar eso de los recuerdos de... de todos, supuso.

—Es... es aquí, ¿no?— susurró al viento, observando el edificio que tenía en frente. Desde luego no parecía que ese fuera el Sanctum Sanctorum, uno de lo hogares más importantes de los hechiceros, pero la vida le había enseñado que todo era posible.

Cuando iba a apoyar un pie en la pequeña escalera y abrir la puerta, esperando que el Doctor Strange le ayudara, su sentido arácnido le dijo que algo pasaría; justo cuando el suelo empezó a temblar. 

De la calle inusualmente inhabitada, el silencio se extendió de manera imperturbable, hasta que desde la lejanía pudo observar una silueta. Estaba listo con sus telarañas en caso de cualquier ataque, pero no se esperaba que esa figura cada vez más nítida llevara a un niño —su hijo, seguramente— en brazos, y mucho menos que lo noqueara en el suelo.

Por un momento se preguntó cómo había sido posible; tenía mucha fuerza y muy pocas cosas —y menos personas— eran capaces de derribarlo de un golpe, por eso se sorprendió cuando el otro hombre le gritó y le pisó el estómago con el pie, gritando:

—¡Levántate y corre, que viene!

Aún sin saber a qué se refería y sintiendo el temblor en todo su cuerpo, lo único que sus oídos fueron capaces de registrar fueron los llantos del niño que tenía el otro hombre, y cómo un grande... ¿dragón? verde se avecinaba hacia ellos.

Y por algún motivo, su ya de por sí desbordante desesperación creció a niveles inhumanos mientras veía, en cámara lenta, cómo ese bicho se tragaba de un bocado al dúo de desconocidos.

Todo hombre tiene un límite. Y para cierto adolescente arácnido entrando a la adultez, ese había sido el suyo.

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Más tarde (asumo que en el tercer capítulo) se explicará el por qué de... todo esto, digamos.

Lo siento si os ha parecido aburrido el prólogo, pero necesitaba resaltar el cómo se siente Peter y lo que pasó durante su vida. Sé que en muchos historias retratan a Peter como alguien super alegre —que en parte lo es— pero también quería reflejar un poco más de realidad. Y sí, es alguien optimista y espero haberlo reflejado bien en este pequeño prólogo.

El siguiente capítulo tendrá mucha más acción, y empezamos con Harry... ¿cómo le estará yendo en el mundo mágico?

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