Capítulo O2: Comprensión

Capítulo 2: Comprensión

Teddy era un niño muy listo, como siempre se lo decía su padrino, por eso siempre supo que había algo mal con él incluso de pequeño. Ahora que ya era un niño grande podía ver fácilmente todo lo que estaba mal en él, y se dio más cuenta cuando entró a Hogwarts, repleto de niños de su edad, pero todos distintos a él.

Tenía que ser sincero y admitir que nunca había tenido amigos, y Mon no contaba porque, a pesar de hablar a veces, era una parte de él y no podía abrazarle ni jugar como sabía que hacían los amigos. No, su lobo solo le hablaba cuando tenía hambre o algo le molestaba, y Teddy sólo acudía a él cuando se sentía muy abrumado o en peligro, para que así Mon se hiciese cargo de la situación. ¿Era un niño cobarde y no se merecía estar en Gryffindor? Posiblemente, pero supuso que eso ya no importaba. Por la cara de su padrino, dudaba que fuera a regresar a Hogwarts en el futuro cercano.

Sentado en la cama ya con su pijama de snitchs puesto, se permitió observar el paisaje que daba su habitación, en el segundo piso de la pequeña cabaña que era su hogar. Una diminuta sonrisa salió de sus labios al mirar hacia el bosque en el que solía jugar con su padrino, casi pudiendo escuchar el silbido del río a la distancia, así como también los lentos pasos que se dirigían hacia él. Ya sabiendo a quién pertenecían, rápidamente se acostó en la cama y se arropó completamente debido al frío de la noche.

No queriendo ser atrapado aún despierto, cerró los ojos muy fuerte. Aún le dolía un poco la cabeza después de tanto llorar y su cuerpo y mente rogaban por un descanso, pero Teddy era implacable y no iba a dormirse hasta que su padrino, que acababa de abrir la puerta, se fuera. Mientras tanto fingiría dormir, aunque eso lo catalogase como un niño malo.

—Uh, ¿Teddy...?—susurró Harry levemente, dando pequeños pasos, temiendo despertar a su niño. Se acercó, con cuidado de no tocar ninguno de los juguetes esparcidos por el suelo y frunciendo el ceño a la ventana abierta.—Aish, mira que le digo siempre que al dormir cierre la ventana, pero nunca me escucha...

Teddy se atragantó con la risa que quería salir, por lo que tuvo que taparse la boca con sus dos manos, los ojos aún fuertemente cerrados. Estaba de lado, así que seguro que Harry no lo había visto. Sintió la cama moverse levemente cuando Harry se precipitó a cerrar la ventana por la que antes veía el paisaje que tanto echó de menos en Hogwarts. Pero lo que más añoró, sin duda, fue a su padrino, aunque dudaba que él también le hubiese extrañado.

Él no era tonto. Sabía que no era normal tener tres apellidos, ni tener una voz en tu cabeza que te gruñía cuando quería comer, ni el poder cambiar tu apariencia completamente, y... el no tener padres. Al pensar en ello, le recorrió un escalofrío. Tal vez debido al frío proveniente de la ventana, o tal vez del frío que venía de su propio interior. Sabía que al que a veces llamaba papá no era su padre, pero quería tanto que lo fuera de verdad.

Encima de su escritorio tenía una foto de sus padres que solía ver antes de ir a dormir y que olvidó llevarse a Hogwarts. Cuando la miraba solo le entraba tristeza y rabia. ¿Por qué tuvieron que dejarle? ¿Tal vez porque no querían estar con... con un fenómeno como él? Por mucho que Harry le haya dicho lo mucho que lo querían, él no podía creerlo. ¿Si lo querían, por qué se fueron y lo dejaron solo? Él solo quería tener un padre. Y el que tenía, no era realmente suyo.

Sabía que sus compañeros de Hogwarts tenían razón. Realmente estaba solo. Nadie lo querría nunca.

Pero aún así Teddy no pudo evitar soltar unas silenciosas lágrimas al pensar que, si estaba tan solo, ¿entonces por qué su padrino le estaba acariciando el pelo tan cariñosamente?—Uh, ¿ya te dormiste?—al ver que el silencio fue su respuesta, lo tomó como un sí.—Bien, me alegro que puedas descansar, cachorro. Te lo mereces.

El niño apretó su peluche fuertemente, formando un puño imbuido por sentimientos contradictorios. Y Mon queriendo salir para morder a Harry tampoco ayudaba. Tuvo que apretar los dientes para evitar que cambiara su color de pelo, que mostraba sus emociones que, en este momento, eran una locura. El amor con el que le hablaba su padrino le daba tanta felicidad pero dolor a la vez, porque al final él... él no era su hijo. Tal vez era un estorbo en su vida. Sí, nadie podría querer a algo como él.

¿Pero entonces por qué Harry siempre le daba tanto amor? Teddy odiaba no entender, y la frustración hacía tiempo que lo visitaba todas las mañanas.

—Yo... Ah, la verdad es que tengo miedo, ¿sabes pequeño?—Harry suspiró, siempre hablando para sí mismo en susurros, sin saber que lo escuchaban.—A veces... Dios, a veces solo me gustaría que tus padres estuvieran aquí contigo, Teddy, ellos...

Los sentimientos de Teddy explotaron y para Harry solo se movió un poco, posiblemente producto de algún sueño, pero realmente fueron solo los sentimientos del niño queriendo salir. No paraba de repetirse un "lo sabía" en su cabeza. Sabía que no me quería. Solo fui una obligación para él. Por eso quería que estuvieran ahí sus padres, para poder deshacerse de él.

—Ellos eran fantásticos, cachorro, y te hubiesen amado tanto y yo...—se tomó un momento para respirar; momento en el que Teddy casi estalla en lágrimas por el rechazo que estaba sintiendo dentro de sí mismo—Y yo soy solo Harry, ¿sabes? Quiero darte todo, pequeño. Estabilidad, salud, felicidad y todo el amor del mundo. Pero yo... no puedo dártelo, osito, no puedo y yo...

Aún seguía sin comprender de qué hablaba su padrino, pero cuando dejó se sentir su mano callosa en su pelo giró levemente la cabeza, solo queriendo saber por qué se había detenido y ya no hablaba más. Lo que vio lo impactó todavía más que su comprensión de que era un estorbo.

No sabía que los adultos también lloraban. 

Y mucho menos su Harry, que siempre se había mostrado fuerte ante él cuando lo acompañaba en la luna llena. Abrazándole a pesar de las muchas veces que lo mordía y soportando todas sus transformaciones con estoicismo. Y ahora ahí estaba, sentado en su cama e inclinado hacia la foto de sus padres sonrientes, saludando cruelmente a su hijo roto por dentro y a su tutor, que la única persona que llenaba su vacío era el niño —supuestamente— dormido a su lado.

Teddy no sabía qué hacer con esta nueva información, y estaba odiando profundamente el no saber. Cuando él lloraba, Harry siempre lo abrazaba y convocaba su patronus para calmar sus emociones. Pero pensaba que un abrazo en ese momento no sería apreciado, así que solo se quedó quieto, viendo como al quien siempre consideró su héroe y padre en secreto se desmoronaba, llorando en silencio y metiendo su puño en la boca, callando sus gritos.

Teddy tampoco sabía que los gritos silenciosos podían hacer gritar a tu corazón de agonía. Estaba descubriendo muchas cosas, pero que hubiese preferido no saber nunca, y menos así.

—Yo, yo, yo lo siento tanto Remus... Él es maravilloso, se merece a alguien mejor que yo, que pueda cuidarlo bien, alguien, alguien como vosotros. Pero... pero no estáis, ¿verdad? No estáis...—Teddy observó con un poco de fascinación cómo los ojos de su padrino parecían haberse ido a otro lugar, para volver rápidamente, dándose cuenta de dónde estaba.—Yo, sí, eh, sí, eso.

Levantándose de la cama, volvió a observar el lugar donde estaba, para recaer su mirada en el niño dormido que abrazaba con fuerza a su peluche de ballena. Harry se volvió a odiar a sí mismo un poco más, sin saber por qué había recaído ahí, de entre todos los lugares. Suspirando y pensando que el que necesitaba verdadera terapia era él, le dejó un pequeño beso en la frente de el niño —en ese momento— pelirrojo. No recordaba cuándo había cambiado a ese color, pero supuso que debía ser por algún sueño, así que con una última caricia en su cabello, se fue de la habitación con pasos ligeros, deseando llegar a la suya para maldecirse tranquilamente.

Teddy apretó contra su pecho a Wave, su ballena, intentando buscar algo de consuelo y aplacar los comentarios maliciosos de Mon. Sí, algo estaba mal en él, y la sonrisa triste de su padrino cuando dejó su habitación no hizo más que confirmárselo. Pero a su corazón se añadió otra preocupación más, preguntándose si su padrino también estaba mal, y por lo que había podido ver, peor que él.

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Cuando decidió abandonar el número doce de Grimmauld Place para que se pudriera junto con todos los malos recuerdos que había en cada rincón, nunca imaginó que su destino lo llevaría a hacer su hogar en Rumanía, a unos cuantos kilómetros de el santuario de dragones más grande de toda Europa.

Uno pensaría que no sería un buen entorno para criar a un niño, teniendo en cuenta los rugidos que a veces se escuchaban y los usuales incendios, pero resultó que para un niño como Teddy, amante de la naturaleza y con un lobo dentro que pedía recorrer los bosques, fue el paraíso, y estaría agradecido eternamente con Charlie por recomendarle este lugar alejado de la civilización, y lo mejor, de Gran Bretaña y todo lo que representaba para él.

Porque mientras se ahogaba haciendo biberones y negando visitas, apareció Charlie Weasley como su salvación. Aún tiene en su mente la imagen de rebelde que ni la guerra le había quitado. Su pelo desordenado que al fin había podido dejar hasta los hombros, pendientes en las orejas y en el labio, y su ropa suelta pero que extrañamente le quedaba bien, solo enfatizó lo horrible que se encontraba Harry en ese momento, con su pijama como única vestimenta y su barba desigual incipiente.

Charlie únicamente lo interceptó en una de sus muchas visitas a San Mungo. No hizo preguntas, no juzgó ni opinó absolutamente nada. Solo le dio un traslador, con esa sonrisa que le habría paralizado el corazón a cualquiera, susurrando unas palabras que nunca olvidará:

—Os merecéis un nuevo comienzo.

Y así comenzó su tapadera y auto-aislamiento para mantener a Teddy a salvo. Para el resto de Inglaterra él seguía viviendo allí, en algún sitio que nadie conocía. Pero solo unas personas seleccionadas sabían de su solitaria vida en otro país. Y entre esas personas, a su pesar, estaba Draco Malfoy.

—En serio Potter, después de todos estos años, ¿sigues olvidando que tus nueve son mis siete de la mañana?—declaró el rubio mientras salía de la chimenea con una elegancia que no debería ser normal recién levantado. Observando la sonrisa de Harry, Draco rectificó—Sí, mejor no respondas, sé lo que esconde esa sonrisa.

—¿Eh? ¿De qué hablas?

—Esa es la sonrisa "Me importa una mierda lo que digas", pero sé qué es lo que pasa cuando te llevan la contraria—Malfoy se rascó el cuello, un tanto incómodo en esa sala de estar tan pequeña y a la vez hogareña.—Ya he estado en el extremo receptor de tus puños en varias ocasiones, Potter, no me gustaría volver a repetir.

El salón era de forma circular y de piedra sólida, pero de alguna manera todo estaba lleno de luz. Grandes alfombras adornaban todo el suelo y cuadros mágicos colgaban en las paredes, mostrando pequeños segmentos del pasado de la familia de dos que vivía ahí.

Las pocas veces que venía, Draco intentaba no mirar mucho esas fotografías. Le dolía el no estar en ninguna, a pesar de que era su entera culpa. No tenía el tiempo para estar por allí tanto tiempo como hubiese deseado en el pasado, y ahora era simplemente demasiado tarde para... ser parte de esa familia. A pesar de sus pensamientos, el estado de ánimo entre los dos adultos era bueno mientras se dirigían a la cocina.

—No tendrás Whisky de fuego, ¿no cabeza rajada?—preguntó mientras se sentaba en la silla más cercana.

—Primero, ¿whiskey por la mañana, hurón?—soltó una risa, burlándose mientras buscaba dos vasos limpios.—Y segundo, aquí solo tenemos leche, así que... sírvete.

Con ello, le colocó una taza de leche, calentada con un toque de varita. Ante ello Draco solo resopló, acostumbrado a la forma de ser del contrario, pero incapaz de guardar silencio.

—Te has vuelto tan muggle... ¡Ahora apenas usas magia!—exclamó el rubio, frunciendo el ceño.

—Eso no es cierto.

—¡Sí, lo es! Solo la usas para cosas pequeñas como el coger algo o... o calentar un estúpido vaso de leche.

—¡Oye, ese vaso es el favorito de Teddy!—señaló Harry, empezando a enfadarse.

—¿Ah sí?—ahora con cautela, se calmó.—Bueno, pero entendiste mi punto.

Lamentablemente sí, lo entendió, porque él mismo lo sabía. Pero eso no significaba que le daría la razón. Observando su varita de acebo con desconfianza, la guardó en la funda que mantenía en el tobillo. Ahora casi no la utilizaba, así que no tenía que tenerla a mano. Pero tampoco era tan tonto como para andar desprotegido; siempre alerta, incluso por la noche, constantemente sosteniendo la varita con fuerza, manteniendo los puños apretados como le habían enseñado en sus clases de defensa personal.

—Y, uhm...—sin querer tocar realmente el tema pero necesitando respuestas, preguntó tentativamente, tocando el mantel de la mesa con nerviosismo.—¿Cómo... cómo está Hermione? Hace tiempo que no voy a verla.

Casi como si estuviera intentando alargar la respuesta, Malfoy eligió ese momento para beber la leche recién servida de un trago. Harry esperó, necesitando oír noticias, aunque fueran malas.

—Ella es muy fuerte, ya lo sabes pero... hace un mes recayó. Están intentando mantenerla estable, yo mismo hago todas las pociones pero cada vez...—sin poder terminar la frase, cerró los puños.—No lo entiendo, hace unos meses parecía recuperada y hoy... Ahora solo puedo esperar que el Wizengamont se tarde lo más posible con su respuesta.

Harry cerró los ojos con pesar, odiándose un poco más por haberse olvidado de haber ido a verla durante tanto tiempo. La última vez que la vio parecía estar haciendo muchos avances, y casi pudo ver a la Hermione que una vez conoció y fue su mejor amiga. Y ahora, de la nada empeoraba; tanto que había hecho una petición. La petición, la última salida de cualquier mago o bruja:

Un miembro del Wizengamont lanzándote un Avada Kedavra para una muerte sin dolor y digna, para acabar con el sufrimiento de uno. Harry no podía imaginarse el tormento por el que estaba pasando su amiga, esa joven que alguna vez fue de hierro, para tomar esa decisión.

—Bueno, supuestamente tú y yo somos parte del Wizengamont y tenemos un voto pero yo no...—Harry sacudió la cabeza, para alejar los malos pensamientos.—Podría intentar ir, por ella lo haría.

Draco solo lo miró sin esperanza y como si fuera alguien demasiado ingenuo para un mundo tan cruel.—Cuando se trata de la petición, le dan el caso a la sección de sanadores dentro del Ministerio, y una vez los sanadores hayan hecho un informe y dicho sus recomendaciones, el Wizengamont vota, siempre teniendo en cuenta la opinión de los expertos. Además,—Draco miró por todos lados, sin querer posar sus ojos en un lugar por temor a llorar irremediablemente,—tú no la has visto, Potter. Sus dolores aumentan día a día, y cada vez que voy a verla me ruega que la mate, y si... si es eso lo que de verdad desea, yo intentaré apoyarla.

Cierto, Harry casi se había olvidado de la extraña relación que habían tenido esos dos cuando Hermione aún tenía la mente y el cuerpo al completo. Hermione no le había dicho mucho, y Harry tampoco había preguntado, pero sabía que de algún modo se habían hecho amigos, y desde el momento en que Hermione enfermó, Draco estuvo con ella cuando ni el mismo Harry pudo estar ahí para ella, demasiado ocupado buscando trabajo y cuidando a Teddy lo mejor que podía. Y por ello siempre le estaría agradecido.

El pensar en que tal vez pronto su antigua amiga dejaría este mundo, y que él no podía hacer nada para evitarlo le ponía de los nervios. Él siempre hacía algo, nunca se había quedado quieto y así había huido de la muerte. ¿Y ahora simplemente tenía que esperar y no hacer nada sabiendo que su amiga iba a morir de un momento a otro?

—Yo, bueno, realmente no puedo culparla por querer dejar de sufrir—contestó Harry con una sonrisa que no sentía. Se quedó en silencio, dejando en el aire las palabras que nunca dijo pero que ambos sabían: "Porque yo también he querido morir, sé lo que es eso"

Observando la hora y sintiendo que la tensión aumentaba entre ellos, Harry supuso que al ser miércoles y cerca de las nueve y media pronto vendría...

—¡HARRYYY, tu amorcito llegó!—soltando un suspiro cariñoso fue hacia la puerta, feliz de dejar atrás esa atmósfera de tristeza. Y quien mejor que Nadia para darle un poco de alegría.

—Que no te escuche tu marido decir eso, querida Nadia—respondió Harry con calma mientras abría la puerta y quitaba los encantamientos protectores con el toque de una mano. Draco soltó un resoplido detrás de él, burlándose en silencio de su gran talento para la magia y que no hiciera nada con ella, y en parte interesado en la dueña de esa voz que parecía cantar en vez de hablar.

—Oh, él ya sabe que tú eres mi favorito Harry, se lo digo todos los días.—tenía un acento peculiar y muchas veces tenía que parar de hablar para pensar en la palabra correcta. Era extraña, dejando de lado su apariencia cálida y sonrisa permanente en su rostro como el café.—Pero bueno, aquí te traigo la compra de la semana. Me tomé la libertad de comprar más frutas y verduras. Dios sabe que Teddy necesita comer algo más que carne. ¡Y espero que llegue pronto de ese internado maldito que me separa de mi bebé! Te lo juro Harry, algún día lo quemaré por separarme de mi osito amoroso, te sacaré el nombre del lugar algún sitio, aunque tenga que torturarte con cosquillas.

Harry se permitió la libertad de sonreír plenamente. Esa mujer había sido un salvavidas para Teddy y para él. Su cabaña vivía bastante alejada de cualquier población, al lado del bosque del que todos huían por las leyendas sobre él, y también por los hechizos anti-muggles, protegiendo la reserva de dragones que había ahí. El pueblo más cerca estaba a media hora andando; por eso cuando en uno de sus primeros días ahí, intentando hacer dormir a Teddy para su siesta de la tarde, le sorprendió que una desconocida se presentase en su puerta y le hablase en un idioma extraño.

Eso le hizo darse cuenta de varios cosas: No había pensado de dónde iba a conseguir comida —porque no tenía la más mínima intención de ir al pueblo—, que tenía que poner protecciones urgentemente, y que aún quedaban buenas personas en el mundo. Porque con su blanca sonrisa y rizos rebeldes contra su cara en forma de corazón, al darse cuenta que no entendía lo que decía, con el poco inglés que sabía añadiendo un poco de graciosa mímica le preguntó si quería algo, ya que acababan de informarle que se había mudado ahí.

Harry juraba que podía haber llorado ahí mismo.

Desde ese momento, Nadia Serban se había convertido en la niñera de Teddy en los días que trabajaba, en la persona que se encargaba de traerles comida cada semana, y la confidente de Harry Potter. Pero la barrera del idioma no se los hizo fácil, y simplemente no podía lanzarle un hechizo de traducción, no a una muggle como ella. Por lo que al final Harry le enseñó inglés mientras ella le enseñaba rumano a la vez, y ahí estaban, Nadia visitándolo algunas horas ciertos días para hacer de su vida una menos solitaria, trayendo la luz que tanto necesitaba con ella, sobre todo cuando Teddy se había ido a Hogwarts.

Riendo brevemente, agarrando una de las bolsas e invitándola a pasar, dijo:—No creo que a Teddy le guste mucho...—observó todas las verduras que había, eligiendo la menos apetecible,—la col. Es tan verde que seguro se la da de comer a Wave.

—¡No me hables de ese peluche del demonio! Cuánto me arrepiento de habérselo comprado, de alguna manera siempre se las arregla para culpar a esa ballena de todo.—entrando en la casa y yendo directamente a la cocina, sabiendo exactamente donde quedaba cada cosa, empezó a colocar los alimentos en su sitio, sin parar de hablar.—Y créeme Harry, una vez que le haga el Sarmale, mi plato estrella, la amará. Mis rollos de col están a punto de ser un tesoro nacional. Tú solo espera.

Mientras Harry y esa Nadia hablaban en la cocina y se daban sonrisas, Draco se quedó observando todo y sintiéndose ajeno al ambiente cálido que los envolvía. De repente se volvió muy consciente de las fotografías detrás de él, pero no quiso verlas, temiendo que esa mujer desconocida estuviese en algunas. Eso lo terminaría de destruir.

Potter, seguramente olvidándose de su existencia siguiendo la agradable charla, a veces hablando con la mujer en un idioma extraño, Draco no pudo evitar sentir envidia. Ese debería ser él, él era el primo (segundo) de Teddy, era su familia de sangre, la poca que le quedaba. Pero esa desconocida lo conocía mejor de lo que él nunca lo haría.

El rubio se abrazó a sí mismo, mirando las escaleras a un lado, preguntándose si Teddy bajaría de ahí, si podría hablar con él y conocerlo mejor, y con suerte que lo llamase primo o tío. Algo. Pero no Sr. Malfoy, como le había llamado en sus encuentros anteriores.

Habiéndose desconectado por un momento, se impactó al ver que Potter sostenía de las mejillas a la mujer que, extrañamente, había dejado de sonreír. Por un segundo se alegró. Cara rajada se merecía tener novia y ser feliz con alguien, y Teddy seguro que amaría alguien a quien pudiera llamar mamá.

Pero después Nadia apartó a Harry de un empujón, quitando las manos de su rostro y gritando mientras se alejaba poco a poco—¡No! Ya te he dicho que no es nada Harry, para.

—¿Nada? No puedes esconder los golpes con ropa y maquillaje para siempre. ¡Mira cómo te dejó el cuello!—Harry gritó también, dando un golpe en la mesa en clara impulsividad.—¿Qué hizo esta vez? ¿Te ahogó? Porque si es así yo voy a...

—¡No! Harry Porkins, mírame—ahora fue el turno de la chica de agarrarlo de las mejillas, mirándole directamente a los ojos.—No vas a hacer nada, estoy bien Harry, de verdad. Ya sabes cómo es mi marido, él me pega y a cambio le grito que tú eres mucho mejor hombre de lo que él jamás será.

Soltando una risa y como si nada hubiera pasado, Nadia volvió a taparse el cuello con el pañuelo verde que tenía atado, volviendo a sonreír brillantemente y dejando a Draco pensando qué acababa de pasar.

Harry no era ajeno al horrible hombre que Nadia tenía como marido, por eso las veces que ella podía salir de casa iba a la suya, muchas veces a desahogarse. Ambos eran la salvación del otro, cargando con sus propias cicatrices emocionales, la diferencia era que Nadia seguía sufriendo y la persona que le hacía las cicatrices dormía en su misma cama. Pero por mucho que trató de ayudarla, incluso con magia, entregándole collares que en realidad la protegerían, ella nunca los aceptaba, sabiendo que si llevaba algo así solo sería peor para ella, sin saber que dentro de todos esos pequeños regalos que le hizo había un hechizo protector.

—Yo... vale, sí, sé que te da igual lo que te digan y...—subiéndose las —en opinión de Draco y medio mundo— horrible gafas, Harry se dio la vuelta, captando al rubio con una mueca de confusión apoyado en la pared.—Oh, es verdad, estás aquí Draco.

Poniendo los ojos en blanco y sabiendo que tenía que tener paciencia con idiotas Gryffindor, se quedó en silencio esperando una presentación. Pero al parecer Potter seguía siendo igual de idiota.

—¿Eh? ¿Por qué me miras así? Yo no...—mirando a su amiga, que estaba doblando las bolsas y contando el dinero que Harry le había dado por la compra, lo entendió.—¡Ah! Ah, sí, sí. Nadia, éste rubio de aquí es Draco Malfoy un... eh, amigo de la familia, supongo. Draco, esta es Nadia Serban.

Nadia por fin vio al rubio, observándole atentamente con sus ojos negros, en una mirada que habría rivalizado con la de Snape. Para después soltar pequeñas risas mientras lo veía.

—¿Te llamas Draco? ¿De verdad?—se apoyó en el hombro de Harry, doblándose un poco por la risa. Malfoy, que anteriormente tenía la mano levantada para estrecharla, la bajó al igual que su ceño, frunciéndose en claro disgusto.

Harry, a punto de actuar como mediador en caso de pelea se adelantó unos pasos, solo para que Nadia lo detuviera.

—Es solo que se parece mucho a un nombre muy famoso que hay aquí—siempre sin quitar la sonrisa, cosa que estaba empezando a perturbar a Draco, levantó la mano cubierta de anillos que seguramente ni serían de plata, inclinando un poco la cabeza.—Se parece al nombre Dragos, ¿y sabes qué significa?—sin permitirle responder, volvió a hablar con una sonrisa, si es que era posible, aún más grande.—Significa valiente y precioso, igual que un dragón, estoy segura.

Sin saber qué decir, simplemente se quedó callado mirando esa mano. Pero nunca pudo agarrarla, porque Harry cogió a Nadia de los hombres, diciendo urgentemente:—Oye, ya van a ser las diez y ya es hora de que Teddy se vaya despertando, ¿por qué no vas tú? Seguro que se alegrará de verte.

—¿Cómo? ¿Teddy está aquí? ¡Por qué no me lo dijiste antes, estúpido! ¡MI BEBÉ, MIRA QUIÉN ESTÁ AQUÍ!—gritó, corriendo por las escaleras, seguramente despertando al niño con un fuerte abrazo y muchos besos, como hacía siempre que venía por la mañana.

Y cuando estuvieron solos, Draco no perdió el tiempo lanzando un mufffliato alrededor de ellos.—Tengo muchas preguntas, Potter. ¿O debería decir Porkins? Y si quieres mi opinión, que hoy te la daré gratis, es un apellido horrendo, por Merlín. ¿Y esta mujer? ¿Confías en ella como para dejarla sola con Teddy, en serio?

—Malfoy, cállate—y por un momento Draco pudo ver al Harry Potter que había luchado cara a cara contra Voldemort, sus ojos en llamas.—Apenas te has dignado a pasar por aquí, y ella es la única que estuvo enteramente con nosotros, así que no te atrevas a desconfiar de ella o a juzgarla porque sea una muggle.

Ante ellos, el rubio abrió los ojos ampliamente, conmocionado.—¡Muggle! ¡¿Es una mugle?! Nunca había visto uno tan de cerca... si todos son como ella, con más razón debemos separarnos de ellos. Una muggle...

—Silencio—espetó Harry.—No te he llamado aquí para hablar de estas tonterías. Te llamé porque quería tu recomendación.

Levantando las cejas con escepticismo, se cruzó de brazos, el Slytherin ya armando un plan en su cabeza.—¿Qué recomendación?

—Eres un pocionista muy conocido, pero sobre todo por las pociones que das gratis a San Mungo, y es bien sabido que conoces a muchos del lugar...

—Dime exactamente lo que quieres, Potter.

—¿Podrías recomendarme un buen sanador mental para Teddy?—dijo al fin, costándole pronunciar las palabras, sintiendo que había fallado en su papel como padre y padrino.

Draco tenía muchas preguntas, pero no era un Slytherin por nada.—Si lo hago, ¿me darás tu sangre? Es para... experimentos en mis pociones.

El primer pensamiento de Harry fue un rotundo no, sabiendo lo peligroso que era dar sangre mágica, que incluso podían controlarte a través de ella. Pero conocía a Draco, aunque fuese un poco, y esperaba que lo que sea por lo que necesitase su sangre fuese para algo bueno, porque sinceramente, él no creía poder buscar a algún sanador mental competente y que supiese tratar a Teddy.

—Te la daré... después de una primera consulta, y si estoy satisfecho por cómo es, te la daré. ¿Trato, Malfoy?—con la frente en alto, levantó la mano para sellarlo, recordándole brevemente a su primer año y negándole la mano a un Draco con demasiada gomina en el pelo. Y al parecer por la sonrisa del contrario también le recordó a eso, para al fina acabar estrechándola.

—Muy bien, es un trato Porkis—soltando las manos y volviéndose a recargar en la pared, continuó, ignorando los gritos de alegría que venían de arriba.—No voy a preguntar por qué necesita ahora un sanador mental, cuando realmente debería haberlo tenido desde el día en que nació al ser tan anormal...—sintiendo cómo Potter levantaba los puños y lo mataba con la mirada, levantó los brazos inocentemente—¡Es la verdad! Teddy es raro hasta en el mundo mágico, debería haber tenido uno hace años, pero como al fin te has dignado a dejar tu orgullo de papá oso de lado, te diré que tienes suerte porque conozco al mejor sanador. ¿Te acuerdas de Theodore Nott?—al ver la clara confusión en la cara de Potter, resopló.—Ya, los Slytherins de nuestro año no eran merecedores de la mirada del niño de oro de Gryffindor.

—Mira Malfoy, si solo has venido aquí para pelear, es mejor que te vayas, es muy temprano para aguantar tu estúpido rencor.—apoyándose en la esa de la cocina, continuó.—¿Y cómo sé que Nott tratará bien a Teddy? Ambos sabemos los prejuicios que tiene Gran Bretaña mágica.

—Tienes mal la cabeza, Potter. En todos sitios hay prejuicios, pero tu mente solo la identifica con ese país. Tú también necesitas ayuda, y más urgente, creo yo.—ambos hombres al escuchar a las dos personas de arriba cada vez más alto, sabían que tenían que terminar rápido esta conversación.—Y sé lo bueno que es porque es quien ha estado tratando a Hermione durante todo este tiempo. ¿Necesitas más pruebas de que es el mejor?

Harry se quitó las gafas observando el techo, sin saber qué hacer. Solo quería a alguien que tratase bien a Teddy y al que le pudiera confesar todo lo que pasó en Hogwarts, para después escuchar la opinión de un especialista sobre eso. No quería que su niño estuviese tan apagado, él no era así, y Harry se aseguraría de traerlo de vuelta por todos los medios.

—¿Y cuándo podría concertar una cita con...?

—Hoy mismo—interrumpió Draco, sonriendo genuinamente por una vez.—Me debe varios favores, y además... no eres el único que se preocupa por Teddy.

Harry estuvo apunto de reírse y señalar que no lo parecía, pero de tan solo pensar en Hermione sin un brazo y la mirada en blanco, como la última vez que fue a verla, parte de su resentimiento se iba. Él no podría haber soportado visitarla todos los días y mirar cómo su amiga ya no existía, y lo reemplazaba ese cascarón vacío de esa mujer que antes era puro fuego.

Pero la conversación murió cuando dos personas muy ruidosas y felices aterrizaron en la cocina donde ellos estaban, Nadia llevando en sus brazos a un Teddy quejándose de ser demasiado mayor para eso, Draco desvaneciendo el Muffliato en un instante.

—¡Pero si para mí eres un bebé! Y mira que delgado estás. Cada vez mi plan de quemar ese internado se va haciendo más fuerte. ¡Pero cuánto me alegro que estés aquí, campeón! Tu tía Nadia te va a mimar como nadie, pequeño.

Y Harry solo pudo sonreír levemente al ver cómo sus dos personas favoritas tenían ese pequeño momento de paz, a pesar de que la mirada de Teddy permanecía repleta de tristeza. Una que esperaba se borrara pronto.

Pero no se perdió la expresión cautelosa de Malfoy y cómo detrás de sus ojos maquinaba planes que posiblemente le dejarían mal parado. Ni tampoco cuando, sutilmente le pasaba una pluma de pavo real diciendo en susurros:

—A la una de la tarde, tercer piso a la izquierda, segunda puerta. Saluda a Giles de mi parte.

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—¿Pero a dónde vamos?—repitió Teddy por lo que parecía treinta veces en esos cinco minutos.—No me gusta estar aquí, hay mucha gente y huele mal...

—No te preocupes pequeño, ya llegamos.—con la paciencia que había ido adquiriendo al criar a un niño hiperactivo, le dio pequeñas caricias en la cabeza para relajarle, extrañado cuando el niño quitó su toque moviendo la cabeza. 

Sabía que San Mungo pondría mal al lobo del niño, oliendo enfermedad y muerte en cada rincón, por ello antes fueron a comer a un restaurante muggle en Londres, donde Teddy se sorprendió por la comida, no acostumbrado a esos sabores.

Eso también lo puso alerta. ¿Entonces qué había comido en Hogwarts, si eso le sorprendía?

Pero ahora a la una de la tarde y observando a gente del personal pasar sin reconocerle, solo afirmó que usar un glamour en él había sido lo mejor.

No quería pensar mucho mientras pasaba rápidamente por el segundo piso, el área donde estaría Hermione y posiblemente Draco haciéndole compañía después de irse cuando vio que Teddy no le hacía caso, demasiado emocionado por la visita sorpresa de Nadia.

—¿Perdone, pero es usted Giles?—preguntó al secretario de la segunda puerta, como le había dicho Draco. Esa maldita pluma era el traslador personal de Malfoy para ir directamente a San Mungo, pero no esperaba que lo dejaran en la otra punta del lugar, teniendo que correr un poco para llegar a la hora.—Tenemos una cita con el Sanador Nott...

—Déjelos pasar Giles—un hombre salió de la puerta abruptamente, con una sonrisa nerviosa que no le gustó a Harry, pero viendo que ya se habían tardado en la hora de la cita, entraron en la oficina, sin poder escuchar el susurro histérico del sanador preguntándole a su secretario:

—¿Qué hora es, por favor?

—Son exactamente la una y seis de la tarde, señor.—respondió desconcertado por la pregunta.

—Sí—se pasó una mano por la cara, sin creerse lo que tendría que hacer.—Eso me temía.

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¿Se notó mucho que mientras escribía esto escuchaba canciones tristes? jasjasj, sorry.


Hice el capítulo más largo de lo que pretendía al principio, así que lo que hará Theo y su charla con Teddy la dejaremos para el siguiente capítulo. Lo siento si os aburrió un poco, pero estoy segura que el próximo capítulo os gustará, ¡es donde empieza el prólogo! Nos encontraremos con un dragón verde gigante, un Peter sin saber qué está pasando y un Harry demasiado inteligente.


Como veis, aquí hubieron varios malentendidos entre Teddy y Harry. Harry aún tiene problemas después de la guerra (que no quiere admitir) y a veces siente que no es lo que Teddy merece, que se merecería alguien mucho mejor que él, pero Teddy entendió que quería deshacerse de él, así que... Esperemos que lo arreglen pronto, ¿no?

Espero que os haya gustado¡! Voy a tardar más en actualizar porque acabo de empezar las clases, pero esperarlo por favor <3

(Esta es la mejor canción para una batalla, #recomendación):

https://youtu.be/EcTBh_6kNBA


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