XXXVII:Pasmado

Mi Pequeña Grecia, no me había percatado de cuánto he extrañado este lugar hasta poner un pie aquí. Llegué durante la tarde y tuve que contener mis ansias de buscar a mi pequeño pervertido, quería entrar por el balcón y esperarlo en su alcoba. Sin embargo, me abstuve de hacerlo porque Johan salió con Rui, a quién sabe dónde.

Decidí descansar del viaje hasta hace algunos minutos cuando escuché la puerta del balconcillo cerrarse. Ahora estoy aquí, incrédulo, contemplo a la persona que permanece sentada en la arena con la vista fija en el gris del cielo que comienza a oscurecer y el oleaje que se estrella a sus pies.

No me atrevo a hacer un movimiento, temo que esa hermosa imagen se difumine…

—¿Cuánto daño hiciste, John? —Lo escucho decir entre gimoteos y siento una sacudida en el pecho.

Imposible que esto sea una ilusión, mi pequeño pervertido está aquí, realmente está aquí…

—Niño oso… estás aquí.

Lo veo sobresaltarse, supongo que al escucharme y gira la cabeza en mi dirección. El verdor de su mirada se posa en mis ojos y la expresión en su rostro, de extrema sorpresa, creo que se equipara a la mía. Ninguno dice una sola palabra, tampoco hacemos algún movimiento, solo permanecemos en silencio en este intercambio de miradas por largo tiempo.

Sus ojos están muy abiertos por la impresión, lucen brillosos y algo enrojecidos, ha estado llorando, puedo notar el dolor en ellos y eso me quiebra porque es algo que no deseaba volver a ver en su mirada.

Mi respiración se acelera, entonces me atrevo a dar un paso hacia el frente y veo también su pecho inflarse y desinflarse con mayor rapidez. Doy un segundo paso, Johan se levanta veloz sin apartar sus ojos de mí. Un tercer paso y entonces comienza a moverse en mi dirección, sus párpados se mojan a la vez que lo hacen los míos.

Así seguimos hasta acabar frente a frente, mirándonos, sin tocarnos, pero demasiado cerca, puedo sentir el calor emanar desde su cuerpo, ese capaz de espantar el frío del más crudo invierno.

—¿Ray…? —inquiere bajo, temblando y solo puedo asentir en silencio, sorprendido, porque sigo sin creer que esté aquí, frente a mí.

El silencio reaparece entre ambos interrumpido únicamente por el sonido del mar que se revuelve en la orilla y ahora se mezcla con nuestras agitadas respiraciones.

—¿Qué-qué… estás haciendo a-aquí? —pregunta en el mismo tono y sonrío en respuesta encogiéndome de hombros— Pe-pero Rex…

—Él me echó —replico entre risas bajas y lo veo sonreír, nervioso—. ¿Puedes creerlo? Echó a su propio padre… —Lo veo cubrirse la boca con ambas manos—. Dijo que te prometió hacerme feliz, así que te manda a decir: “de nada”.

Sus ojos se abren aún más de la impresión y niega despacio con la cabeza antes de responder:

—No me refería a esto, Ray, te lo juro… —habla bajo, apenado y vuelvo a sonreír.

—Lo sé, pero él tiene razón. Tú me haces feliz, veo la vida color de rosa cuando estoy contigo, niño, aunque a veces me saques de quicio con tu encantadora terquedad o tus arranques impulsivos.

¡Dios! Escucharlo reír es el sonido más maravilloso, uno que provoca a mi corazón bombear con más fuerza.

—Te amo demasiado, Johan y ya no soportaba seguir lejos de ti.

Johan niega con la cabeza despacio una vez más y lo observo contrariado.

—No puedes decir eso… —habla con esa encantadora, aunque en este momento, irritante ironía—: Si tu felicidad depende de mí, estás cayendo en una relación codependiente y no es sano…

—No me jodas, Johan, sabes a qué me refiero, ¿cómo sales con eso?

El estruendoso sonido de au carcajada me obliga a perderme en él, adoro escucharlo y ver esa hermosa expresión en su rostro.

—Yo también te he extrañado demasiado. —Suspira—. Demonios, Ray, solo quería aparecer contigo.

—¿En serio? —pregunto bajo y asiente sonriente—. Por eso ni un abrazo me das, no te pases Johan… —agrego sarcástico.

—¡Eres un idiota! —dice al saltar sobre mí.

Ese movimiento me hace perder el equilibrio y acabamos en la arena, riendo como niños.

Permanezco sentado con Johan de rodillas entre mis piernas, enrosca sus brazos alrededor de mi cuello al mismo tiempo que los míos envuelven su cuerpo, juntamos nuestros labios en un largo y profundo beso que poco a poco se intensifica.

¡Dios! Te eché demasiado de menos, niño infernal. Extrañé con locura tus besos, abrazos, tu olor, tu risa y ni hablar de esa maldita y encantadora ironía…

Johan desliza sus brazos hacia abajo, acaricia mis pectorales y abdomen hasta alcanzarme la entrepierna, siento electricidad recorrerme con el toquetear de sus dedos. Desata el pantalón de mi pijama entre besos y risitas bajas, yo hago lo mismo con la cremallera de su chaqueta y denim; así comenzamos este juego por ver quién desviste primero al otro.

Mi pequeño pervertido me empuja con fuerza para obligarme a recostar en la arena mientras él acaba de jalar mi pantalón y ropa interior, me regala su preciosa y traviesa sonrisa al hacerlo.

Lo veo erguirse y comenzar a tararear Truly Madly Deeply, sonrío por la montaña de recuerdos que llegan a mí con esa canción; ha pasado mucho tiempo desde aquella primera cita en la que su timidez se convirtió en un huracán de sensualidad al estar en este mismo lugar, a solas, esa vez en que me manipulaste con el mágico hechizo que suele tener tu mirada y así lograste convencerme de algo que nadie habría podido. Te he extrañado demasiado, niño infernal.

Al igual que entonces, se menea al ritmo de la canción hasta terminar de desvestirse; me deleito contemplándolo y mi miembro responde en un brinco.

Voy de rodillas ante él, sin apartar mi mirada de la suya, adoro ver el rubor que aparece en sus mejillas conforme mis labios se apropian de su miembro; el frío del invierno es apenas perceptible en este momento, me aferro a sus caderas mientras incremento la velocidad del oral, Johan entierra sus dedos entre mis cabellos. Sus gemidos, jadeos y gruñidos se mezclan con la sinfonía de la playa, deleita aún más mis oídos.

—Ray… —gime mi nombre una y otra vez.

Adoro el sabor de tus fluidos, amo todo de ti, niño endemoniado.

Johan jala mi cabello con fuerza y me obliga a parar, sonrío al liberarlo sin dejar de mirarlo a los ojos, lo veo morderse el labio inferior mientras reparto besos y lamidas a lo largo de su sexi torso, subo despacio, rumbo a su boca; me detengo en los pezones para chupar y morder un rato.

Los sonidos que libera su garganta, calientan todo mi cuerpo; mis labios llegan hasta su cuello, disfruto demasiado cada jadeo de placer que su boca deja escapar y sé cuánto le encanta que juguetee con esa zona. Sus manos y las mías no están quietas, acariciamos cada milímetro de piel. Realmente extrañé tocarlo, sentir su fuego espantar el frío de mi corazón… te extrañé demasiado, Johan.

Nuestras erecciones se restriegan y él se apropia de ambas. El cosquilleo en mi vientre se intensifica ante el juego que su mano realiza y nuestras bocas solo se despegan, para susurrar pequeños te amo que sacuden todo dentro de mi pecho.

Su lengua y la mía bailan una Lambada, Johan acelera el juego con nuestros miembros. Siento mi respiración ir más errática, lo mismo que la suya; el calor de su piel es cada vez mayor y aunque estamos a la intemperie, en mitad del invierno, el sudor recorre mi cuerpo y el suyo como lluvia.

Nuestros músculos se tensan, así que muerdo con fuerza su hombro izquierdo y él libera un quejido de placer mientras acelera el movimiento de mano, mi diestra baja para envolver la suya; el cosquilleo en mi vientre se descontrola hasta tornarse corriente que fluye por cada parte de mi cuerpo, estallamos en infinidad de sensaciones, a la par, nuestros fluidos se entremezclan lo mismo que su agitada respiración lo hace con la mía.

—Te amo, Ray —susurra en mis labios—. Te extrañé demasiado.

Respondo apretando su nuca y sello mi boca con la suya por largo rato.

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Compartimos la ducha sin despegar nuestros labios, dejamos que el agua nos empape juntos, abrazados bajo el cálido chorro de lluvia. Se siente muy bien este momento, ninguno desea despegarse del otro para continuar con el baño, así que en un acto de "sacrificio" me atrevo a dar el primer paso.

Empujo a Johan contra la pared del organizador para que busque el jabón y esponja necesarios para el baño.

—¡Eres imbécil! —replica entre risas y vuelvo a abrazarlo por la espalda, mordisqueo su cuello, me deleito con esos dulces sonidos que se escapan entre sus labios.

—Te amo —susurro a su oído y lo escucho reír bajo—. No quiero alejarme de ti otra vez.

—Yo tampoco —contesta en un murmuro, aprieta mis brazos que siguen aferrados a su abdomen.

Se voltea hacia mí y empieza a cubrir mi cuerpo con la espuma sin apartar esa preciosa y brillante mirada de la mía en ningún momento, sonrío en respuesta y lo noto ruborizarse, es demasiado encantador. Nuevamente siento ese inconfundible cosquilleo en mi vientre.

Le quito la esponja y ahora soy yo quien cubre cada parte de su tersa piel con el jabón, puedo notar su respiración acelerarse, lo mismo que la mía; una vez más entramos bajo el chorro de lluvia a enjuagarnos juntos, paseo mis manos por cada parte de su cuerpo para remover el jabón, él hace lo mismo y el calor se intensifica.

Sus labios se deslizan por todo mi cuerpo, lame el abdomen, cintura, espalda baja y sigue así hasta posicionarse detrás de mí; mis brazos se apoyan contra la pared, Johan cuela una pierna entre las mías para hacerse espacio, una risa baja se me escapa porque sé lo que va a pasar y mentiría si digo que no extrañé esto también. Él muerde con fuerza mis trapecios «duele, pero me encanta», continúa plantando besos y lamidas en la misma zona.

—No te tenses, Ray —susurra a mi oído con algo de ironía y vuelvo a reír. Su diestra viaja rumbo a mi ingle y comienza a masajear, el cosquilleo en mi vientre se descontrola mientras que con la izquierda empieza a juguetear en mi hendidura por un rato—. ¿Quieres que esté dentro de ti? —inquiere con ese tono sexi que me enloquece.

Mi respuesta es un fuerte jadeo al sentir sus dedos entrar y salir, girar y llegar cada vez más profundo, toca y acaricia ese punto erógeno que me excita todavía más y combinado con el movimiento de su mano contra mi miembro, resulta como pólvora.

—¿Eso es un sí? —pregunta en el mismo tono y solo puedo gemir, el placer que él sabe producirme es increíble— Debo decirte que todo por aquí… —Entierra sus dedos con más fuerza y siento corriente fluir por todo mi cuerpo—. Está listo para recibirme…

Sus dedos son reemplazados por el glande que poco a poco comienza a abrirse espacio dentro de mí, respiro hondo mientras la presión contra mi piel se vuelve mayor, su mano no deja de tocar mi miembro y la sensación ayuda a disipar el pequeño dolor producido por la intromisión del suyo.

Una vez estamos completamente fusionados, puedo sentir el palpitar de su miembro en mi interior, reposo mi frente en la pared y me deleitó con sus besos y mordidas por la espalda —realmente disfruto cada sensación—, giro la cabeza hacia un lado entonces sus labios sellan los míos. Nuestras lenguas bailan y exploran cada mínimo sitio de la boca ajena, el juego que su mano realiza se acelera, pero su boca me impide liberar cualquier sonido de dolor o placer en el momento que su cadera comienza a hacer un vaivén.

Nuestras respiraciones van cada vez más agitadas, erráticas, lo mismo que el ritmo de sus embestidas.

—Johan… —Jadeo—. Niño…

—¿Te gusta?

—Sabes que sí, mocoso…

El movimiento de su mano es más veloz, siento su miembro entrar y salir también con mayor rapidez y fuerza, el cosquilleo en mi vientre se convierte en electricidad, mis músculos se tensan. Solo con él puedo disfrutar el amor de esta manera.

Cada sensación que me produce, la siento como corriente y no quiero que se detenga; sus labios una vez más buscan los míos con urgencia, ya hemos pasado demasiado tiempo separados, así que con gusto se los entrego, adoro su sabor.

Los gemidos y gruñidos que libera Johan son como música en mis oídos, aunque estamos empapados, siento mi piel erizarse con cada movimiento de su pelvis, cada caricia, cada mordida… ¡Dios, cuánto te extrañé!

Juntos estallamos a la par, su mano aún acaricia mi parte frontal mientras acabo de escurrirme, siento su miembro palpitar en mi interior hasta vaciarse por completo, sus dientes siguen afincados en mi hombro y solo permanecemos fusionados por largo rato más, hasta recobrar el aliento; mi respiración y la suya van erráticas, pero en sincronía; al escuchar su risita baja contra mi espalda no puedo evitar unirme. Sin duda alguna, adoro hacer el amor contigo, pequeño pervertido.

Sus labios se deslizan hacia arriba en busca de los míos y así volvemos a juntar nuestras bocas que por mucho tiempo estuvieron necesitadas de atención.


♡⁀➷♡⁀➷Johan♡⁀➷♡⁀➷

El chico de mirada huidiza prepara el desayuno —debería ser almuerzo—, luego de pasar una calurosa y agitada noche de reencuentro bailando el Serrucho y jugando al Kamasutra… 

¡Dramaturgo!

¿Dirás que no fue un reencuentro bien caliente?

¡Cállate, Dramaturgo! ¿Por qué te empeñas en joderme?

Esta es la voz de tu conciencia.

¡No molestes!

Ayer fue un día de locos, no hay ninguna duda, luego de todo el drama horrible con Rui y Rob vine aquí a meditar por todo. Lo que menos imaginé fue que encontraría a Ray, así que sí, hubo un emotivo reencuentro…

4K, 4K, 4K, 4K, K, K, K… 

¡Ya, Dramaturgo! ¡Sí! ¿Y qué? Somos pareja, ¿Tienes algún puto problema?

Ninguno… solo… 

En fin, casi no hemos dormido y no solo por el 4K, Dramaturgo, pero parece que a ti solo te importa esa parte.

Ray me consoló luego de contarle lo mal que me sentó enterarme de lo de Rui o bueno, Rob, porque de algún modo u otro no lo sé, me siento culpable; sin embargo, él logró calmarme un poco. Sé que tiene razón, no tengo la culpa de lo que ese ser nos hizo, pero demonios, igual —aunque me duela y lo odie— es... mi... pa-padre… siento asco de solo referirme a John con ese apelativo que hace mucho dejó de merecer.

Ray aún está arriba, preparándose para salir, decidí dejarlo dormir luego de la nochecita —y madrugada— que pasamos, pero hoy se supone que debía estar temprano en el colegio para las clases y luego la práctica, así que yo no debía darme el mismo privilegio y menos con este hambre atroz, pero ya valió, es casi medio día así que a duras penas llegaré a la práctica y eso supone un nuevo regaño italo-español.

Opté por un desayuno bien cargado porque necesitamos reponer energías luego de semejante desgaste físico…

Esta noche doy serrucho, serrucho, serrucho. 

¡Sí, Dramaturgo! Tú lo sabes, yo lo sé, Ray lo sabe, ¡todos lo sabemos, deja de joder con eso!

He estado muy ocupado, preparando todo esto ni siquiera he revisado las insistentes notificaciones del grupo de WhatsApp «hoy sí que amanecieron activos», pienso al escuchar de nuevo el sonido que hace el teléfono.

—¡Niño! —grita Ray desde arriba— ¿Estás bien?

—Sí, claro, ¿por qué? —le devuelvo el grito.

—Como esa cosa sigue sonando, creí que algo pasó contigo. —Río fuerte por eso—. ¿Le avisaste a Gina que estás aquí?

—¡Aún no! —vuelvo a gritar, sonriente mientras sirvo el desayuno— No he tenido oportunidad…

—¡Debiste hacerlo anoche! Ahora entiendo tanto tilín.

—¡Estaba muy ocupado contigo! —Lo escucho reír a carcajadas y no puedo evitar sumarme—. ¡Baja rápido para que comamos antes de largarme! —agrego entre risas y tomo mi celular para revisar por qué todo el alboroto.

Asumo que los chicos quieren matarme por no aparecer en clases y piensan que será igual en la práctica, así que luego de dibujar el patrón para desbloquear el teléfono, miro asombrado el numerito en rojo a un lado del ícono de WhatsApp «trescientos cincuenta mensajes, ¿Qué diablos?», es mi único pensamiento antes de abrir y revisar esa cosa. Una vez en el chat voy con toda intención de solo burlarme y decirles que no leeré todo ese desastre cuando el alto número de menciones hacia mí, me llama la atención y así empiezo a revisar con calma cada una de ellas.

Siento palidecer, mi respiración se acelera y no creo poder seguir sosteniendo el teléfono porque mis manos no paran de trepidar. Entre temblores voy hacia el televisor del salón y con demasiado miedo e incertidumbre lo enciendo. Entierro el celular en mi bolsillo porque creo que se me caerá en cualquier instante y de inmediato llevo mis manos a la boca, apenado… asustado, no, aterrado.

La culpa se arremolina en mi interior y me provoca escalofríos, de inmediato mis ojos se inundan.

—¿Qué? —susurro— Esto no puede ser real.

El llanto se vuelve descontrolado y ni siquiera soy consciente de la presencia de Ray hasta escuchar su voz, aunque distante, pese a estar a pasos de mí. Clavo mis ojos en los suyos cuando siento su mano en mi hombro, me sacude y doy un salto, espantado por toda la situación y esta horrenda noticia que sigue repitiéndose.

—Johan… —me dice en una nueva sacudida, una y otra vez, pero el terror me impide reaccionar— niño, háblame, ¿qué pas…?

Su mirada se desvía hacia la televisión y puedo notarlo impresionado. De inmediato me jala por los hombros para juntarme con él y envolverme en un cálido abrazo que intenta disipar el frío que brota desde mi interior.

«El ex detective de la policía, Ronald Raynolds, a su llegada de París, fue interceptado por efectivos policiales…»

Veo la foto de Ronie en la pantalla acompañando la noticia y todo mi cuerpo tiembla, siento mucho miedo…

«Se le considera armado y peligroso. Durante su huida, varios oficiales resultaron heridos de gravedad, al igual que el carismático y popular “magnate del arte” Cornelio Evans y su socio Cacius Campbell…»

—Es mi cu-culpa… —hablo bajo, tiemblo sin parar— nu-nunca debí decir nada… Co-cory… Ca-cacius… esos agentes...

Ray me aprieta con más fuerza y cubre de besos mi frente, mejillas hasta alcanzar mis labios. Me acaricia la espalda y brazos con vehemencia para apaciguar los temblores.

—No es tu culpa, niño —dice en tono bajo, acunando mis mejillas entre sus manos, luego junta su frente con la mía. Cierro los ojos, intento creerlo y él continúa—: ese tipo está loco, eso es más que seguro… —Trato de asentir débilmente—. Ahora lo más importante, de seguro querrá buscarte y…

Su celular suena e interrumpe sus palabras, pero Ray decide ignorarlo y seguir adelante.

—Lo más importante es que desde ahora no estés solo, por ningún motivo, Johan.

Asiento entre temblores, su celular vuelve a repicar insistentemente, interrumpiéndole cada vez, entonces le pido contestar y luego de un momento saca el teléfono. Al notar que se trata de Clarissa se apresura a responder, vuelvo a perderme en las fotos de Cacius y Cory que siguen en pantalla y siento algo dentro de mí resquebrajarse, no puedo creer que solo le he causado problemas a todo el mundo.

Por más que Ray diga lo contrario, no puedo dejar de culparme, esto es horrible. En la tele hablan de todo su trabajo filantrópico y muestran diferentes imágenes suyas que me hacen sentir peor…

—Pietro, ¡¿qué carajos dices?! —grita Ray muy alterado, eso me hace saltar— C'est une putain de mauvaise blague, où est Clari? —Comienza a hablar en francés y no entiendo ni mierda.

Fijo la vista en él y siento pavor ante esa rabia que expresa su mirada, misma que a la vez se mezcla con… ¿Miedo? Lo que sea que el esposo de Clarissa le dijo, de verdad lo ha afectado, mucho y ahora siento aún más terror.

—Pourquoi diable ne m'ont-ils pas dit avant? —el pecho de Ray se infla y desinfla de forma errática y veo sus ojos inundarse… demonios, ¿qué ocurre?

Su tono de piel palidece un poco y… ¡Mierda! Está temblando, tanto, que el teléfono cae de su mano. El sonido del quiebre sobre el suelo, de nuevo me hace saltar.

—Rex está desaparecido… —habla en shock.

Sus palabras se clavan en mi pecho como un puñal; no, me atraviesan el corazón al igual que un sable y llevo mi mano derecha por instinto a esa medalla que reposa en mi brazalete izquierdo luego de escucharlo.



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Hola mis amores, espero que no se hayan hecho mucha bola hasta este punto 😅 pero les cuento que estamos a nada del final🙈 sigan disfrutando    ❤️❤️❤️

P.D: No sé pa cuando la siguiente actualización, pero hey las risas no faltaron 😂 nos vemos.


Omitan la nota anterior, eso fue hace un año😂

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