XXXV: Renuncia

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El dolor del adiós es tan fuerte, Dios, no sé qué es peor, si el insomnio producto del terrible terror en sus ojos o este provocado por el frío de la separación. Tres días han pasado desde ese último beso, desde que mis noches volvieron a ser heladas y desde que tu obsequio colgando en mi cuello es lo único que me queda de ti.

Intento concentrarme en el trabajo, también en Rex, pero es demasiado difícil. El color verde predominante en esta campaña me hace pensar en ti sin parar y aunque acordamos no llamarnos por al menos un par de semanas, confieso que han sido muchas, las veces que he estado a punto de romper ese acuerdo.

Luego de pasar por Rex, vamos al estudio para seguir con mi trabajo mientras él hace sus tareas; de vez en cuando tomo recesos repentinos para jugar con él y molestarlo un rato, adoro escucharlo reír. No me gusta tanto cuando decide venir a mi escritorio con su celular a hacer stream improvisado, pero intento mi mejor cara. Sin duda, soy feliz cuando este pequeño está conmigo.

—Entonces, Mr. Fisher, ¿en qué proyecto trabaja ahora? —pregunta en modo entrevistador para una nueva y loca transmisión— Le aseguro que mis seguidores están muy interesados en sus andanzas.

No puedo dejar de reír con sus locuras, adopto mi mejor postura, listo para responder, cuando mi celular suena y me apresuro a contestar:

—¿Sí?

—Mr. Fisher, soy Kayashi Takano manager de Misaki… —Siento que me habla en chino, porque la verdad no tengo idea de quién es—. Estamos interesados en contratar sus servicios para el desarrollo de la campaña publicitaria relacionada al nuevo disco, ¿Podríamos concertar una cita aquí en Tokio en los próximos días? —¿Tokio? ¡Dios! Miro a Rex quien me observa atento, no quiero separarme de él tan pronto.

—¿Tokio? —pregunto asombrado. Los ojos de Rex se abren de la impresión—. Disculpe, señor Takano… —Sonrío con la vista en Rex—. Ahora no estoy en disposición de hacer un viaje así…

Rex está boquiabierto y un segundo después brinca sobre mí para arrebatarme el teléfono, hace sonidos de estática en el micrófono.

—Disculpe, señor Takano… —dice Rex simulando un tono más maduro— soy el asistente de Mr. Fisher, él debió salir a una importante reunión, pero en cuanto regrese se comunicará con usted. —Cuelga la llamada y me mira con ganas de ahorcarme—. ¡Tokio! ¡¿Cómo te atreves a rechazar Tokio?! —inquiere haciendo ademanes con sus manos y no puedo dejar de reír.

—Rex, es muy pronto, quiero estar contigo.

Mi hijo se cubre el rostro con una mano y luego la desliza hacia abajo, suspirando cansino antes de emitir otra palabra.

—Papá, amo estar contigo, en serio. —Sonrío al escucharlo—. ¡Pero estamos hablando de Tokio! Cuna del anime, eso no se rechaza. ¿Tienes idea de lo genial que sería tener alguna cosa única traída de allá?

Ahora yo suspiro, no puedo creerlo, este chiquillo solo piensa en anime. ¿Es tan difícil comprender que quiero pasar el tiempo con él?

—Rex, sé que adoras Japón, el anime y todas esas cosas, pero hijo, quiero estar contigo. —Suspira reposando su frente sobre el escritorio y hace un ademán con su mano para restar importancia aló que digo—. Además, ni siquiera sé quién diablos es Misaki.

Rex levanta la cabeza con una expresión de sorpresa y vuelve a poner el teléfono en mi mano.

—¡Llama a Takano ahora! —grita señalándome con su índice en un aire amenazante. Su expresión molesta es tan adorable que acabo muerto de risa—. ¡No te rías, es en serio! Misaki es una cantante increíble, fantástica representante del J-Pop. Pa, ¡Te odio!

No puedo parar de reír, enojado es demasiado gracioso. Sin embargo, nuestra charla es interrumpida cuando tocan a la puerta y aún entre risas, le indico a la persona que entre. Mis ojos pasan de Rex hacia los orbes cafés que me miran desde el umbral y sonrío al ver de nuevo a Chloe.

—Raymond, ¿cómo estás?

Me levanto a saludarla con un fuerte abrazo ante la escrutadora mirada de Rex, quien no deja de achinar sus ojos en todo momento.

—Muy bien y tú, por cierto, feliz año nuevo. —Volvemos a abrazarnos con fuerza y tomo su mano para conducirla al sillón, observo a Rex y sigue con la misma actitud—. Supongo vienes a supervisar el avance del proyecto. —Afirma sonriente—. A propósito, ese chiquillo que me mira con odio es Rex, mi hijo.

Chloe le dedica una sonrisa amable, pero Rex no varía su gesto en ningún momento.

—Es igual a ti, increíble. De no ser por sus ojos verdes, diría que te clonaste. —Reímos a carcajadas y veo a Rex voltear los ojos para luego regresar al escritorio a sumergirse en su cuaderno—. La razón de mi visita, como ya sabes, es meramente laboral. —Se expresa y sonríe algo coqueta como suele ser ella, pero me siento un poco cohibido de nuevo; mi atención se desvía un momento hacia el escritorio donde Rex gruñe con fuerza y lo veo cerrar su cuaderno de golpe.

—Campeón, ¿qué pasó? —pregunto confundido y solo se levanta e ignora mis palabras.

—Voy a la oficina de mamá —espeta cuando ha acabado de cruzar el umbral y cierra de un sonoro portazo. ¡Wao!

Chloe y yo nos miramos sorprendidos por un momento y procedo a disculparme con ella por la actitud de Rex. Ya hablaré luego con él, no puedo creer que se comporte así solo por lo de Tokio, pero ni modo, por ahora me concentraré en esta visita y el avance que tengo preparado para ella.

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Cuatro días más han pasado, debería dejar de llevar la cuenta o terminaré enloqueciendo, pero ¡Dios! Es tan difícil, extraño con locura a ese pequeño pervertido. Desde que regresé a París, Rex suele pasar la mayoría de fines de semana aquí y luego que hemos acabado sus tareas solemos hacer cualquier tontería, ayer jugamos beisbol la tarde entera, es fantástico mi chiquillo. No sé cuál será el loco plan para hoy, después de todo, Clari viene temprano por él. Por ahora, preparo el desayuno esperando a que se levante.

—Papa, ¿esta es tu playlist del dolor? —inquiere Rex con ironía al entrar en la cocina con mi reproductor, lo cual me produce una fuerte risa— En serio, pa, salto una canción y suena Luis Fonsi con Quisiera poder olvidarme de ti, paso a otra y es Ricky Martin con Te extraño, ¡Oh mira! Ahora es Kilómetros de Sin Bandera, ¡Wao! Ahora La Soledad de Laura Pausini, ¡Vaya! ¿qué tenemos aquí? A puro dolor de Song by four. —Apaga el aparato—. Papá extrañas a Cullen, deberías buscarlo.

Niego con la cabeza entre risas mientras sigo en la estufa.

—Rex, tú aun eres un niño, no lo entiendes, por supuesto que lo extraño, solo ha pasado una semana desde su partida. —Pongo la vista en él un momento y lo veo voltear los ojos. Sigo sirviendo el desayuno.

—Tienes razón, soy un niño, pero hay dos cosas que entiendo super bien. —Lo observo atento, en silencio—. El amor y la felicidad. —Sonrío al escucharlo—. Papi, nunca, pero nunca, en serio. Nunca antes te he visto tan feliz como cuando estabas con el vampiro.

—Hijo, tú me haces feliz, ya te lo he dicho y quiero estar contigo, me he perdido casi toda tu vida.

—Eres feliz y disfrutas cuando estamos juntos, pero en cuanto me voy, esto… —Levanta el reproductor en frente de mí—. Es lo que te acompaña, la tristeza.

Sus palabras me obligan a ladear la cabeza y sonreír. Este pequeño siempre me da lecciones, es increíble. Lo veo colocar el aparato en la encimera y tomar asiento en el desayunador; ubico nuestros platos en la mesa y me siento junto a él. Comemos entre risas y bromas, aunque en más de una ocasión habla de Johan y siento una sacudida en el pecho, a veces creo que lo hace a propósito para que me sienta así.

Pasamos el resto del día entre diferentes actividades, Rex se pone en modo publicista a darme ideas para el storyboard de un comercial y no puedo parar de reír con sus locuras; sin embargo, noto su gesto ensombrecerse un poco cuando Clari llega por él, no comprendo la razón hasta que decide hablar:

—Amo estar contigo, papá. —Siento una calidez en mi pecho al escucharlo y sonrío, entonces me apresuro a contestarle:

—Yo también, hijo, adoro estar contigo…

—Pero me siento culpable de tu tristeza… —Sin embargo, su veloz interrupción me deja pasmado al escucharlo. Lo veo correr hacia la salida y voy tras él.

—¡Rex, no, ven acá! Hijo, no es así…

Solo me ignora y sube al auto, Clarissa se para en el portón e impide que me acerque a él, fijo mis ojos en los suyos.

—Ray, ¿qué pasó?, ¿por qué está molesto?

—No lo sé, Clari quiero hablar con él porque no comprendo lo que ocurre. Dice sentirse culpable por mi tristeza. —La veo sonreír de forma condescendiente.

—Ray, está preocupado por ti y no es el único. —La observo en silencio y ella continúa—: Yo también lo estoy…

—Clari, solo quiero ser parte de su vida…

—Pero no cuando casi lo haces por obligación. Ray, él es un niño, pero nota cuando algo no está bien con su papá. —Acaricia mi mejilla—. Eres un buen padre Ray, has cometido errores, sí y comprendo que desees estar con él, pero es obvio que no eres feliz aquí y eso solo lo hace sentir mal a él.

—Clarissa, aun me siento mal.

Una fuerte sacudida me golpea el pecho con vehemencia y mis ojos se humedecen ante el efímero recuerdo de Johan.

—Solo ha pasado una semana desde que se fue, pero no significa que quiero estar con Rex por obligación…

—Pero sí, le das una gran carga. —Mis ojos se abren de la impresión ante eso—. Tú, debes hacerlo feliz a él y no a la inversa. ¿Cómo crees que se siente al llegar a casa, sabiendo que dejó a su padre solo y triste? —Besa mi mejilla antes de despedirse y los veo partir.

Ahora me siento peor, ¡Dios! No quiero ser una carga para Rex, necesito dejar de hacerlo sentir culpable a como dé lugar. Creo que es momento de seguir adelante, por más que me cueste no pensar en Johan a cada minuto, debo hacerlo.

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Siento que voy a enloquecer, esta noche se ha hecho eterna, no he podido dormir, pensando en ese pequeño pervertido, pero también en las palabras de Rex. Con esta, ya son quince las noches que he pasado casi en vela. Las agujas del reloj casi rozan las once de la noche y decidí dejar el celular en la planta inferior para evitar la tentación de hacer una llamada de la que me arrepienta.

Esto es demasiado difícil, paso de usar el reproductor desde que Rex lo bautizó mi playlist del dolor.

Enciendo una vez más la pequeña lampara en la mesilla y esa escasa iluminación me envía a aquella última noche que pasamos juntos, cierro los ojos e incluso puedo escucharlo reír.

Vuelvo a abrirlos y el brillo de su mirada no se aparta de la mía, dejo que mi mente y cuerpo se empapen con la evocación de su esencia «¿Sabes qué otra cosa me gusta hacer contigo?», le escucho decirme y sonrío, siento sus labios deslizarse por mi piel, bajan desde mi cuello y hacen círculos alrededor de mi ombligo. La habitación se calienta, mi mano sigue el recorrido de sus caricias hasta ocultarse debajo de la cobija, al percibir su boca entorno a mi miembro.

La electricidad fluye por todo mi cuerpo, conforme el movimiento contra mi ingle se intensifica hasta convertirse en algo salvaje. Los dedos de mis pies se retuercen y poco a poco el cosquilleo en mi vientre va crece, anunciando el clímax… Siento su pelvis moverse cada vez más rápido y fuerte, el ambiente se inunda con el sonido de sus gemidos mezcladoa con los míos «Te amo, Ray», jadea en mis labios, acelerando todavía más el ritmo desbocado de mi corazón. ¡Dios!

Y así estallo en infinidad de sensaciones que se esparcen por todo mi cuerpo en medio de este viaje a la luna provocado por tu solo recuerdo.

Sé que no estás aquí, pero puedo sentir tu fuego quemarme en esta noche helada…

Abro los ojos y todo sigue oscuro. ¡Dios! Voy a volverme loco, suspiro pesaroso cuando el reloj anuncia la media noche y ya no puedo aguantarme más; bajo a la planta inferior por mi celular y luego de comprobar que su última conexión fue hace más de una hora, decido marcarle. Allá son poco más de las tres de las tarde, así que no creo interrumpir nada.

El teléfono repica incontables veces, siento el corazón en la garganta ante la expectativa, pero aún más por la incertidumbre, pues él no contesta «Realmente no quiere hablarme», es mi único pensamiento, entonces dejo de insistir.

—¿Qué haces Ray? no se lo pongas más difícil… —me digo a mí mismo en bajo, con la vista fija en la pantalla. Decido stalkear su foto de perfil y sonrío al ver que es una toma suya en el agua, luce como todo un campeón y eso me encanta—. Tienes razón, niño. Esta es tu pasión y tu sueño, es egoísta de mi parte pedirte estar conmigo.

Tomo una captura de pantalla para guardarme esa hermosa imagen suya, decido abrir el chat y enviarle un mensaje:

Ray: Perdón niño.

«Idiota», pienso y golpeo fuerte mi cabeza varias veces con el celular.

Ray: Quiero decir lo siento Johan me equivoqué al marcar.

Así está mejor, no quiero que especules en lo mucho que te extraño, porque mi único deseo es que alcances tus sueños; lo mereces, Johan.

Contemplo su foto por largo rato más y al cerrarla noto que acaba de conectarse, trago hondo por la expectativa. Sigo viendo el chat no sé por cuánto tiempo, mi corazón se acelera al ver las tildes azules, indicando que ha visto los mensajes; sin embargo, no llega respuesta alguna, pese a permanecer en línea varios minutos más hasta volver a desconectarse.

Siento mi interior despedazarse una vez más, no sé qué esperaba, pero dejarme en visto creo que no era. ¡Dios! Esto es horrible.

Necesito dejarte ir y definitivamente parar de atormentarme con tu recuerdo, pero ¿cómo renuncio a ti, si eres parte de mí?





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Hola, ¿qué tal?😆
Nos vemos lueguito❤️

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