XXVII: Nuestro girasol

♡⁀➷♡⁀➷Rui-Rob♡⁀➷♡⁀➷

Compras, compras y más compras, la piba bonita sí que puede hacer compras; a este paso recibiremos el año nuevo haciendo compras, Rui, ¡hace algo!

¿Qué puedo hacer? Estamos buscando el vestido que usará para la fiesta de fin de año.

¿Y tenía que dejarlo para última hora? Rui, ¡estoy cansado!

¡Eso debería decirlo yo! Tú puedes irte cuando quieras, tonto.

Pero estoy cansado por vos.

¡Eso no tiene sentido!

Mirá el montón de paquetes que tenés encima, ¿ninguno le sirve para la fiesta? Sos diseñador, podés decirle rápido lo que mejor le va.

¡Tú eres el asesor de imagen! ¿por qué no te encargas?

¿Será porque es tu polola? Pero si eso querés, dale, ¡rajate!

¡Deja de quejarte!

La verdad, sí, estoy exahusto, hemos recorrido un montón de tiendas. Kelly me pidió traerla a buscar un vestido, ¡pero maldición! Tenemos todo el día en ello.

—Amor, ¿qué te parece este? —pregunta la roja posando frente a mí con un vestido plateado largo super sexi, el escote frontal deja poco a la imaginación y a través de la abertura lateral exhibe una de sus largas y contoneadas piernas…

¡Uf! Rui, está que echa humo, ¿verdad que se te para?

Sí… Espera, ¿qué?

El corazón, Rui, no seás mal pensado.

Ah, sí, eso también.

Estoy sin palabras, esta chica exasperante es demasiado bella.

—No te gusta, amor, ¿cierto?

«¿Qué?, ¿cómo dice eso si luce fantástica?», sacudo la cabeza en negación.

—Estás bellísima —contesto impresionado y ella sonríe—. Uf, lucirías increíble hasta sin nada. —No soy consciente de mis palabras hasta verla cambiar su gesto por uno más pícaro.

¡Eso, galán! Vos me avisás para dejarlos solos o mejor, ¿me dejás participar?

¡Callate, idiota!

«¿Cómo pude decirle eso?», siento la cara arder. Kelly se acerca a mí y entrelazas las manos en mi nuca. Me aferro a su espalda baja y la atraigo junto a mí. ¡Maldición! Así puedo sentir sus pechos acariciar mis pectorales.

—Interesante tu propuesta, aunque ahora que me tienes aquí, luces nervioso.

Trago hondo.

—Roja, perdón, no quise decir eso… —intento disculparme, ella frunce el ceño y mueve sus labios de un lado a otro.

—¿Ahora te retractas?, ¿acaso luzco mal con el vestido? —pregunta en tono coqueto, yo sacudo la cabeza con desespero—. Entonces, ¿no quieres verme sin ropa?

No sé qué responder.

¡No la cagués!

No sé qué podría decir, me pone nervioso.

¡Rui, no me jodás! Dejá de portarte como nene.

—Roja, con ropa o sin ella eres perfecta.

Kelly posa sus labios en los míos, el revoloteo en mi interior se descontrola, todavía más, cuando el beso muta por uno más profundo.

—En serio, me fascina como te ves —susurro en sus labios y sonríe—. ¿Quieres la verdad? Sí, dan ganas de quitártelo.

¡Eso, galán! Así se hace.

No te metas.

—Bien, gran salvada. —Vuelve a besarme—. Voy a cambiarme. —Se gira para volver a los probadores—. Y ya que insistes, ¿me ayudas con el cierre?

Comienzo a bajar con cuidado la delicada cremallera de su vestido, poco a poco queda al descubierto la preciosa desnudez de su espalda salpicada por pecas.

¡Maldición! Es demasiado perfecta esta chica.

—Gracias, amor —Me dice con picardía y guiña un ojo antes de irse. El revoloteo en mi interior está fuera de control.

Se te está saliendo.

¡¿Qué?!

¡La baba, Rui! Hoy estás malinterpretándolo todo.

Sí, creo.

Espero a mi preciosa roja con la vista puesta en la calle, la imagen de su espalda desnuda aún se repite en mi cabeza, ¡uf! Demasiado bella.

¡Síííí, está buenísima!

Tú no opines.

¿Y cómo querés que lo haga? Estamos juntos en esto.

Solo cierra el pico.

Mis ojos se cruzan con una mujer que me resulta bastante familiar, aunque un poco más demacrada por los años, definitivamente es ella.

¡La panadera!

¡Se llama Laura!

Y es panadera, Rui, no creo haber dicho nada malo.

Solo cállate.

Suelto los paquetes en la tienda y me apresuro a darle alcance. Siempre quise volver a verlos, ellos fueron como padres para mí; sin embargo, por una razón u otra, acabé posponiendo visitar San Antonio para buscarlos.

La intercepto en la otra acera y le contemplo con una sonrisa tonta. Laura me mira, extrañada, por un momento hasta que al fin sonríe al reconocerme.

—¡Por Dios, Rob! —Nos abrazamos con efusividad—. Hijo mío, ¡sos vos! —Volvemos a abrazarnos fuerte—. Has crecido un montón, estás re guapo.

No puedo dejar de sonreír al verla, me siento feliz por este fortuito encuentro. Tomo sus manos y las beso.

—Laura, no puedo creer que te encuentro aquí —hablo emocionado, sin embargo, ella ladea la cabeza, confundida al escucharme.

Sos re guaso. ¡Acordate que vos supuestamente eras argentino cuando estabas con ellos!

Maldición, cierto.

—Entiendo, puedo explicarte.

Procedo a contarle la historia completa de cómo llegué con ellos, paso por mi nombre real y muchas disculpas por mentirles desde el principio. Ella sacude la cabeza en negación varias veces, sin embargo, su semblante permanece feliz por haberse topado conmigo.

—De nuevo, perdón por mentirles, pero de verdad necesitaba permanecer oculto.

—Ya no importa, hijo, lo que cuenta es que vos estás bien.

—Laura, ¿y qué haces por aquí?, ¿cómo está Jorge? —Su gesto decae con mi pregunta y entonces comprendo que algo no va bien con él.

—Hijo, él falleció el año pasado. —Siento algo romperse en mi interior, debí buscarlos antes.

¿Y qué ibas a hacer?

Fui un malagradecido.

—Ahora me dirijo al camposanto a llevarle algunas flores…

—¿Puedo ir contigo? —la interrumpo con mi pregunta. Quiero visita a Jorge, también ver a mamá. Por un momento mi vista viaja a la boutique, donde Kelly luce furiosa mientras acomoda los paquetes.

Rui, si nos vamos nos mata la piba bonita, está hecha una fiera.

¿Crees que si regreso ahora no lo haga? De cualquier forma, me matará, así que primero haré esto con Laura.

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Desde que regresé al país, suelo venir cada mes a visitar su tumba. Solo eso me queda de ella, una fotografía en una lápida.

Aunque han pasado años, siento escalofríos al pisar la entrada de este lugar y algo se revuelve dentro de mí, no sé si sea la culpa por no haber hecho algo por ella.

Rui, vos eras un niño, no podías hacer nada.

Igual, Robert.

—Me gusta hacer un popurrí de flores para Jorge, ¿vos que le llevás a tu mamá? —Laura me saca de mis pensamientos y sonrío.

—Girasoles.

—Son hermosos —ne dice con una sonrisa y asiento sonriente.

—Todos pensaban que los lirios eran sus favoritos, pero ¿sabes? —Me mira atenta y nos dirigimos al interior mientras seguimos hablando—. Ella me dijo que el girasol es su favorito. Así que, siempre que tenía oportunidad le llevaba un girasol y ella lucía muy feliz al recibirlo. —Una lágrima se me escapa. Laura me abraza fuerte y hago lo mismo al aferrarme a ella.

Le acompaño primero hasta la tumba de Jorge, el lote donde él reposa es cercano al de mi madre, qué coincidencia.

La fotografía en su lápida es divertida: lleva un gorro de chef, delantal de panadero y con su mano derecha sostiene un rodillo de amasar sobre el pecho al estilo superhéroe. Sonrío por la imagen, pero me siento triste; nunca pensé que volvería a verlo de esta manera, debí buscarlos antes.

Rui, dejá de culparte por todo.

Él fue como un padre y eso que solo compartimos unos meses.

Pero no es culpa de vos lo que le pasó, enfermó, Rui.

Veo a Laura esparcir agua sobre la lápida de Jorge para limpiarla, remueve las flores marchitas del jarrón y coloca las nuevas. Tomo uno de mis girasoles y lo coloco en el centro de su popurrí antes de arrodillarme junto a ella en el césped, me observa sonriente y luego vuelve su vista a la tumba.

—Viejo, asumo vos estás bien, disfrutando en el paraíso —habla sonriente, aunque sus ojos lucen brillosos—. ¿Sabés a quién te traje hoy? Al hijo que la vida nos mandó.

Fijo la vista en ella y una lágrima se me escapa ante sus palabras.

¿Qué te sorprende? Los viejos te adoraban por eso vos dudaste mucho en regresar acá.

Lo sé —me limpio los ojos con el dorso de la mano—, aun así, no estuve con ellos cuando pasó lo de Jorge, ni siquiera les dije adiós al partir.

Sabés la razón, el cana pedófilo no dio chance a nada.

Igual, Robert. Fui un malagradecido.

—Mirá cuánto ha crecido y lo apuesto que está. —Las palabras de Laura irrumpen una vez más en mis pensamientos mientras le habla tan bonito a Jorge acerca de mí.

—Jorge, gracias por todo lo que hiciste por mí, por todo lo que me enseñaste, espero que me perdones y te prometo que no abandonaré a Laura de nuevo —hablo entre lágrimas, la observo y ella me contempla algo confundida, con sus ojos cristalizados y las mejillas marcadas por el llanto. Tomo sus manos e intento una sonrisa antes de hacerle una propuesta—: Tú fuiste una madre para mí y me arrepiento de cómo me fui, pero no quiero dejarte sola ahora. ¿Quieres mudarte conmigo? —Luce muy sorprendida.

—Rui, vos sos muy amable, pero… —la interrumpo, sacudo la cabeza en negación.

—Laura, tengo un departamento y vivo solo, tú también estás sola, me vendría genial la compañía de una madre, sabes. —Sonrío, ella también y asiente en silencio.

—Lo pensaré, hijo.

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Turno de visitar a mi madre, platicamos de camino al lote donde ella descansa; Laura me cuenta que se trasladaron aquí, a Santa Mónica, hace unos dos años porque Jorge quería estar en la zona costera y disfrutar del océano; jamás imaginó que esa vida junto al mar duraría poco, siento el corazón quebrarse.

Un largo suspiro se me escapa cuando llegamos frente a la lápida de mi madre «¡cuánto te extraño, mamá!»,

junto a la suya, se encuentra la mía, allí reposa el Rui que su propio padre se encargó de hacer desaparecer, siento morir de rabia cada vez que veo mi nombre en esa lápida.

¡Dejá de mirarla! Estamos vivos y aunque la bestia intento desaparecernos, aquí seguimos, volvimos.

Supongo que tienes razón.

—Hijo —Laura habla y me saca de mis pensamientos, así que pongo la atención en ella—. Es Romina Zenere, ¿verdad? —Afirmo en silencio—. Era muy hermosa y talentosa…

—¿Conociste a mi mamá? —pregunto entre sollozos y afirma con una sonrisa.

—Hace muchos años, allá en Buenos Aires, asistí a varias de sus obras. Romina tenía la habilidad para hacerte reír a carcajadas y en la siguiente escena romperte el corazón.

Nos arrodillamos frente a la tumba de mamá, noto los nuevos lirios en el jarrón, junto a un par de girasoles marchitos, así que procedo a cambiarlos por los que traje ahora. Sigo atento a la historia que Laura cuenta sobre mi madre. Habría deseado ver y conocer esa faceta de ella, en lugar de la triste y temerosa mujer maltratada y golpeada por la bestia. Aprieto un puño con fuerza y cierro los ojos un momento en un intento por drenar la ira que me invade, pero basta escuchar una nueva voz tras de mí para obligarme a abrirlos y hacerme saltar.

—¿Quiénes son ustedes? —Pregunta el sujeto detrás de mí y me tenso—. ¿Son amigos de mi mamá o de mi hermano?

¡Es Ricky! Fijo los ojos en Laura quien parece pedirme con la mirada que hable con él.

Por un momento pienso en girarme y darle la cara, pero vuelvo a recordar cómo él se olvidó de nosotros, así que lo ignoro. Me pongo de pie e intento alejarme del lugar, Laura viene conmigo.

—Hijo, tenés que hablar con él. —Sacudo la cabeza en negación como respuesta—. Pero es tu hermano.

—¡Espera, por favor!

«Maldición, Ricky otra vez», pienso mientras intento acelerar el paso, pero él no deja de seguirme y hablar:

—¿Cómo sabes lo de los girasoles? —No comprendo la pregunta, así que lo ignoro, pero él continúa—: ¿Eres amigo de mi hermano?

—Rui, hablá con él —me dice Laura bajo. Siento una lagrima correr por mi mejilla.

Sigo de espalda a él, escucho sus pisadas sobre la hierba mientras se acerca, despacio.

—Cuando mi hermano estaba muy pequeño, mamá tenía un gran jardín. Plantaba muchos girasoles, el chiquillo solía acompañarla mientras ella cuidaba sus flores.

Continúo sin voltearme. No entiendo qué trata de conseguir Ricky.

¿Y si hablás con él?

¿Se te olvida que nos abandonó?

—Una mañana mamá salió al jardín y encontró a este mocoso tonto con la tijera de podar y una enorme sonrisa.

No recuerdo lo que cuenta, pero algo se mueve dentro de mí al escucharlo.

—Arrancó los pétalos a los girasoles, mamá quedó pasmada.

—Pi-pibe, no-no entiendo por qué me contás esto. —Creo que soné nervioso, maldición.

—Perdón, tienes razón, pero déjame terminar. ¿Sí? —Afirmo con la cabeza, aún sin mirarlo—. Una mañana lo encontró, a este niño tonto, parado dentro de una gran maceta usando un gorro que hizo con los pétalos de todos los girasoles que rompió. —Eso me hace reír, Laura también ríe—. Sí, es gracioso, el tonto rotaba la cabeza para simular el movimiento de los girasoles.

No recuerdo nada de eso, pero debe ser real.

Suena como algo que vos harías.

Quiere decir que tampoco lo recuerdas tú.

—Él creía que los pétalos crecían como el cabello y por eso podó las flores como lo hizo.

No puedo parar de reír. Laura acaricia mi brazo y mantiene una sonrisa en los labios mientras me pide con la mirada hablar con él, pero sacudo ligeramente la cabeza en negación una vez más.

—Las flores favoritas de mamá eran los lirios. Ella le dijo que su girasol favorito era él, o sea, ese niño tonto.

«¿Qué? Pero…»

—Por alguna razón, él entendió que eran los girasoles y desde entonces le llevaba un girasol.

Estoy temblando y no soy consciente del momento en que Ricky se para frente a mí, hasta que mis ojos se cruzan con los suyos. Ha pasado demasiado tiempo desde que nos vimos así de cerca, trago hondo por eso y también al detallar un par de cicatrices en su rostro, asumo son recordatorios de su vida como militar.

—Hace un año, empezaron a aparecer girasoles en la tumba de mamá, así que, eso, sumado a que… —Ricky no deja de llorar, yo sigo temblando en silencio—. Nunca creí la historia de Víctor sobre la muerte de mi hermano, me llevó a pensar que él estaba por aquí.

La expresión en su rostro demuestra sorpresa, alegría, tristeza; todo un revoltijo emociones. Yo estoy confundido, no sé qué hacer.

Creo que ya tenemos que hablar con él.

¿Pero cómo?.

—He venido aquí, siguiendo el rastro de los girasoles con la esperanza de ver a mi hermano.

—Perdoná, creo que me confundís…

—Has crecido —me dice. Sacudo la cabeza con desespero—. Pero esos son los ojos de mamá.

Ricky me abraza fuerte y yo sigo demasiado confundido como para responder, me quedo inmóvil ante su tacto.

—Niño tonto, tú eres nuestro girasol.

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Laura me dejó a solas con Ricky, pidió hablar con mi hermano, me dijo: «no terminés el año distanciado de tu familia», así que hemos caminado en silencio hasta llegar a la laguna de los cisnes que adorna el cementerio.

Ricky acaba de sentarse en el pequeño entablado con sus piernas colgadas hacia la laguna, yo sigo parado sin saber qué hacer. Una parte de mí desea aceptar la invitación que me hace con su mano para sentarme junto a él, pero otra solo…

Rui, estamos acá, ya sabe que sos vos. Está de más que querás huir ahora.

Lo sé, pero…

—Por favor, déjame hablar contigo. —Vuelve a señalarme el lugar junto a él y luego de un rato afirmo con la cabeza y me siento a su lado—. ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

—¿Y tú? —pregunto bajo y Ricky voltea el rostro hacia mí, mantengo los ojos fijos en el agua al continuar—: Tenía nueve cuando te fuiste, ¿dónde te metiste? Jamás volví a saber de ti.

Mi hermano me contempla con tristeza, supongo que mi rostro solo refleja reproche, es que… esto no tiene sentido, ¿para qué tendríamos que hablar? Hace mucho dejamos de vernos o interesarnos por el otro.

Pero al menos esperá una explicación, pedazo de pelotudo, después sacás todas las conclusiones que vos querás.

Robert, esto está de más.

Escuchalo y ya.

—Mamá, en cambio, siempre me hablaba de ti.

«¿Qué?», pero nunca supe de alguna llamada suya.

—Rui, sé que piensas que me olvidé de ustedes, pero no fue así. —Desvío la mirada hacia él—. Me fui a hacer carrera militar porque así podría conseguir dinero más rápido para llevarlos conmigo, lejos de Víctor.

—Como seis años pasaron desde que te fuiste hasta que fui echado.

No llorés, Rui, dejá de portarte como nene.

Tú cállate, ¿crees que fueron sencillos esos años?

Por supuesto que no, también estuve ahí, pero estamos grandes, Rui, superamos todo eso.

¿A qué precio?

—Mamá y yo hablábamos en secreto, por su temor a Víctor. Rui, ¿crees que ha sido fácil para mí? —Lágrimas marcan mis mejillas, pero solo puedo mirarlo molesto—. Servía en medio oriente cuando mi llamada secreta, fue atendida por Víctor y tajantemente me dijo: “Están muertos, primero el mariconcito en un incendio y luego la puta esa de depresión”.

El dolor se mezcla con la rabia en mi pecho, siento todo mi cuerpo temblar, aprieto los puños por la ira. Esa maldita bestia ni siquiera en su muerte la trató con algo de respeto.

—Maldito… —digo a esa bestia, llorando de rabia, tristeza e impotencia por no haber sido capaz de ayudar a mi madre. Golpeo el entablado sin parar, maldigo a ese hombre que solo supo causarnos sufrimiento—. ¡Maldito!, ¡maldito!, ¡maldito!, ¡y mil veces maldito!

Ricky atrapa mis manos e impide que siga lastimándome. Veo mis nudillos enrojecidos y rotos por los impactos contra el suelo, paso la vista a los ojos de mi hermano, ambos lloramos con rabia…

—Cuando volví, nunca supo explicarme nada acerca de ti, no hubo un acta de defunción, nada. Lo molí a golpes para sacarle la información real, pero solo repetía: “El mariconcito se quemó”.

—¡Me mandó a Argentina! —grito con dolor y Ricky vuelve a abrazarme fuerte, pero esta vez mis brazos reaccionan por inercia y se aferran a él con la misma intensidad. Lloramos en el hombro del otro—. ¿Por qué nunca me quiso? —consigo balbucear y Ricky vuelve a apretarme fuerte. Sigo temblando, miles de recuerdos dolorosos se amontonan en mi cabeza.

Jamás tuvo un gesto cariñoso conmigo, sus palabras para mí siempre fueron de odio, sus manos nunca me dieron una caricia, solo palizas.

—Rui, no lo tomes personal, nos maltrató a todos.

—¿Pero qué clase de padre hace pasar a su hijo por muerto mientras lo envía lejos, solo? —No puedo dejar de llorar.

—Víctor no era un padre, Rui, solo una porquería. Por eso murió como lo hizo.

—¿Murió? —Observo a mi hermano, sorprendido y sin parar de gimotear.

—Solo, enfermo y agonizando hasta pudrirse en vida. Ni siquiera sé dónde fue enterrado y no me interesa saberlo, el ejército se hizo cargo de sus restos.

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Laura tenía razón, lo mejor fue hablar con mi hermano, recuperé a la única familia que me queda y podemos pasar este fin de año juntos en mi departamento. Quizás no sea la fiesta a la que planeaba asistir…

La piba bonita debe estar echando fuego, Rui, ¿cómo le hacés semejante desplante?

¡Maldición, Kelly! Me envió mil mensajes mientras estaba en el cementerio, me llamó otras cien veces y me la he pasado posponiendo. Rob, tú encárgate.

¿Qué?, ¿querés que me reviente las pelotas a mí? No me jodás, Rui. ¡es tu polola!

Lo sé, pero ¡va a matarme!

—Rui, te buscan —anuncia mi hermano luego de asomarse en mi habitación mientras acabo de prepararme, afirmo con una sonrisa y salgo detrás de él.

Mis ojos viajan indecisos entre una persona y otra de las que esperan por mí, por un lado, Laura me contempla sonriente; por el otro la pelirroja más sexi del mundo, usa ese vestido plateado y mantiene los brazos en jarra mientras me mira con ganas de asesinarme.

Me quedo inmóvil, salto la vista de una a la otra, hasta que veo a Kelly dar un paso al frente con el mismo gesto en su rostro, así que trago en seco. Se para delante de mí y ahora estoy seguro que va a matarme.

El bofetón que lanza, me deja la mejilla ardiendo.

¡Siempre la cagás, Rui!

Pensé que sería peor.

—Eso, es por abandonarme. —Vuelvo a tragar en seco mientras sobo mi mejilla.

—Perdón, Roja. Debí avisarte, pero Laura apareció de imprevisto… —No me deja seguir. Agarra mi corbata y me jala hacia ella hasta juntar nuestros labios, mis manos viajan de inmediato a su cintura.

—Esto, es porque soy tu comprensiva novia que entiende tu visita al cementerio y posterior reunión con tu hermano. —Vuelve a besarme—. Que no se repita, Rui —susurra en mis labios y afirmo en silencio—. Habla conmigo, no me habría negado a tu plan, incluso pude acompañarte.

—Lo siento, Roja, tienes razón.

¡Tenés suerte! Es la piba perfecta… 

Sí, lo es.

Resultó que Laura y Kelly se conocieron de camino aquí, la roja le contó a Laura que era mi novia al enterarse que ella venía a pasar fin de año conmigo y mi hermano, fue así como redujo sus ganas de matarme. Ricky se sorprendió al conocer a mi novia o mejor dicho al saber que es Kelly y así acabamos los cuatro…

¿Cuatro?, ¿yo estoy pintado?

Bueno, los cinco, ¿eres feliz así?

Mucho más.

No me interesa la fiesta de año nuevo en el estudio, tengo en este momento la mejor celebración al lado de las personas que amo: La madre que la vida me puso en el camino, mi hermano y esta exasperante, pero comprensiva y hermosa mujer que mantiene su mano enlazada con la mía; ellos son mi familia. No hay duda que después de la tormenta viene el arcoíris.





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Hola mis dulces corazones multicolor ❤️ luego de la edición debo decir que sigue gustándome este capítulo, aunque en su momento me costó horrores escribir. Rui y yo nos parecemos mucho por eso es que, irónicamente, se me dificultaba trabajar con él 😅🙈 

¿Qué les ha parecido?

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