XLIV: Campeonato: Alianza

♡⁀➷♡⁀➷Cory♡⁀➷♡⁀➷

—¡Cacius eso ha sido fantástico! —Exclamo emocionado, aunque exhausto. Él se acomoda a mi lado y me abraza por la espalda, ha sido un amanecer maravilloso y demasiado rico, el hombre roca es… uuf. ¿Cómo pude perderme de todo esto durante tanto tiempo?

«Rico papi», pienso y sonrío complacido al sentirme acunado por su cuerpo, encajamos a la perfección, ¡cuánto me encanta esto! Cacius acaricia mi cabellera con sus dedos hasta dormirme.

—Señor.

Escucho su voz en un susurro que intenta despertarme, pero el incesante recorrido que sus dedos realizan en mi cabeza, me manda al planeta de los sueños, de nuevo.

—Señor, despierte, se hará tarde.

«Tarde», balbuceo en mis sueños y me acomodo sonriente. ¿Yo para qué querría levantarme temprano?

—Cacius… —bostezo—. Ven aquí, acuéstate conmigo.

—Señor, pero... —No sé que dijo, el sueño me vence y lo escucho suspirar algo cansino—. No se preocupe, no tiene por qué ir a ese lugar.

«Lugar», la palabra se queda girando en mi adormecido cerebro «no tiene por qué ir», ¿ir a dónde? «¿Qué lugar visitaría hoy?», vuelvo a preguntarme, pero abro los ojos y me levanto en el acto al recordarlo.

—¡Cacius! ¿Cómo me dejas dormir? —Recojo mi bata de seda roja del suelo y por un instante sonrío al recordar esa rica madrugada, luego de ponérmela, camino como desquiciado vociferando mientras la ato y me dirijo al baño a prepararme.

—Señor, disculpe, lo estuve despertando, pero estaba muy plácido durmiendo —habla bajo mientras acaricia mi piel con la esponja—. No dejaba de balbucear sobre la placentera noche y madrugada que pasó —susurra a mi oído y realmente está haciendo que vuelva a prenderme.

—Cacius, si sigues con eso no podré salir de la casa. —Me fascina escuchar su risa, él besuquea mi cuello «¡rico papi!»—. Cacius, ¿no quieres dejarme salir?

Para el besuqueo y me quejo en silencio «no, papi, sigue».

—Tiene razón, señor, pero sé que es difícil para usted ir a esos sitios. —Sonrío porque adoro la manera en que se preocupa por mí—. Cornelio, no tienes por qué ir.

—Sí, quince años he pasado, para ser exactos, sin asistir a un sitio así, pero creo que entiendo cómo se siente él.

Adoro la sonrisa que me obsequia, este hombre es hermoso, así que me aferro fuerte a su cintura y reposo mi cabeza en su felpudo pecho, ¡está muy suave por el agua! Cacius me devuelve el abrazo con la misma intensidad y besa mi cabeza.

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Ese intento de policía de pacotilla causó solo desastre durante su vida, habría deseado apresarlo —en vez de verlo muerto— y hacerlo pagar por cada uno de sus monstruosos crímenes. La manera en que se ensañó con el maldito puberto fue horrible y aún así, es sólo una infinitesimal parte de todo lo que hizo, ocultándose en su papel del justiciero.

Toda una merde.

Pese a su caída, la investigación debe seguir; es necesario y urgente detener a esa red de porquería lo más pronto posible, son muchos los niños y jóvenes que han sido involucrados en todo eso.

Sin embargo, como “último adiós”, provocó una catástrofe en ese complejo donde la veníamos pasando maravillosamente hasta su aparición y, por supuesto, uno de los más afectados ha sido el puberto, quien —como cosa rara— no deja de culparse por la muerte de su entrenador. Por ese motivo estamos en este lugar. Aunque venía preparado para esto, mi cuerpo se rehúsa a bajar del auto; aunque ellos no reposan en este sitio, no puedo evitar pensarlos.

No volví a pisar si quiera un funeral desde que ellos partieron, creo que con el tiempo se me hizo innecesario, no es como si fuese a verlos o compartir con ellos por ir a contemplar sus lápidas, prefiero conservar los recuerdos de nuestras vivencias.

—Señor, si desea podemos retirarnos —susurra Cacius, pero logra sacarme de mis pensamientos y sonrío—, ¿desea dar media vuelta?

Lo observo atento y niego con la cabeza. Abro la compuerta de la limusina y bajo del vehículo con la frente en alto, luciendo mis super anteojos Dolce & Gabbana de estilo aviador que complementan mi fabuloso traje de Gaultier; lo sé, exagero, pero primero muerto que sencillo y aquí no será la excepción. Cacius me alcanza y enlaza nuestras manos para dirigirnos juntos al lote donde se lleva a cabo la ceremonia.

El hombre roca luce maravilloso y muy masculino con ese traje a rayas de Giorgenti que, hasta se me está antojando volver a la limusina y quitárselo.

Parece que el buen hombre era muy querido, sobre todo por los niños y jóvenes, son ellos quienes rodean la fosa y lloran sin cesar, incluso mi Jeny y sus hermanas están tomadas de mano con los otros, completamente destrozadas. Solo un joven se ausenta y haciendo un sondeo veloz puedo divisarlo a varios metros del lugar, casi oculto entre el follaje colgante del enorme sauce llorón.

Junto a él se encuentra mi buen amigo Fisher —obvio—, el Fishercito y por supuesto, Gina, la madre del puberto. Casi puedo entender el motivo para su distanciamiento del resto.

—Signor Evans —La voz llorosa me obliga a centrar la atención en lo que ocurre ante mí, entonces veo a una mujer mayor con cabellos ondulados, su belleza hoy luce marchita producto de la gran pena, Dianora, la esposa del difunto—. Grazie per questo. —Niego con la cabeza y tomo sus manos, tratando quizás de consolarla, aunque eso sea imposible en este momento.

Non devi ringraziarmi, mia signora —respondo en su idioma con una ligera sonrisa condescendiente porque es la verdad, no tiene porqué agradecerme, está en mí apoyar de alguna manera a esta familia.

Sé que apenas conocí al sujeto en el hospital, pero si de algún modo puedo resarcir el no haber capturado al infeliz a tiempo, entonces lo haré.

—Ma hai coperto tutte le spese di…

—Non seguire! Ti ho già detto che non dovresti —replico veloz interrumpiéndole. Perderé la paciencia si sigue agradeciendo.

Luego de besar sus manos y apretarlas, le insto a volver con sus tres hijos quienes están devastados, tomados de mano con el resto de jóvenes.

El nadador ese que es muy grande lleva una tablet en manos desde donde el pelirrojo que sigue en la clínica, grita y llora con desespero, el otro nadador —el rubio sexi— junto a él tiene sus ojos rojos por el llanto. El sacerdote hace sus últimas oraciones y esparce el agua bendita mientras el féretro comienza descender, puedo sentir el dolor de esta familia en este momento y Cacius aprieta mi mano, ese gesto me inyecta fuerza.

Cuando ha sido bajado, fijo los ojos en el sauce llorón una vez más y veo el momento en que el maldito puberto huye a toda velocidad «Eso me trae recuerdos», pienso e intercambio miradas con Fisher, le digo con la mía que no lo siga y Gina toma su mano para impedirlo también.

Observo a Cacius y me muestra una pequeña sonrisa al comprender mis intenciones, así que besa el dorso de mi mano antes de liberarme. Camino a paso veloz por el rumbo que el puberto siguió, consigo su corbata en mi andar y la llevo conmigo, sigo caminando y veo su saco «¡Ay no! Yo no iré a recoger eso».

Llego hasta un bonito y pacífico lugar, es una hermosa laguna… ¡con cisnes! El maldito puberto se aferra a una barandilla y grita sin parar, siento mi corazón a miles de revoluciones, verlo así me trae recuerdos.

Continúo acercándome, despacio; cuando ha dejado de gritar lo veo sentarse sobre sus talones, luce dolido y derrotado.

—Alessio —murmura y siento mi corazón arrugarse—, allenatore.

Está demasiado perdido en su dolor o quizás en sus pensamientos, ni siquiera es consciente de mi presencia a su lado. Por un buen tiempo lo contemplo, luego mantengo la vista fija en la laguna, en el dorado, naranja, rojo o cualquier otro color de peces desplazándose en el agua, pero en cuanto empiezo a sentirme como mueble arrumado en el desván decido hacer algo. Le lanzo la corbata sobre la cabeza y se gira para verme.

—¿Sabes? También hui durante el funeral de mis padres. —Mantengo los ojos en él—. Y no está mal que lo hagas, a veces el dolor nos sobrepasa.

—Pero tú no provocaste su muerte —habla entre sollozos, sonrío condescendiente y me acerco a palmearle la cabeza un par de veces, es como un cachorro.

—Tú tampoco, maldito puberto —replico con la misma sonrisa—. Johan, el único culpable fue ese intento de policía de… ay, ya qué, ¡de mierda!

Supongo que escucharme hablar así le hace reír, así que vuelvo a palmearle.

—Yo quedé solo Johan, más de lo que ya estaba cuando ellos murieron. —Acaricio su mejilla y sonrío—. Tú tienes una enorme ventaja respecto a mí.

—Eso no me hace sentir mejor.

—Debería. Sí, le dices adiós a alguien que fue un padre para ti, pero tienes una familia enorme, amigos y un novio que te adora.

—No significa que duela menos. —Me agacho frente a él, sostengo su mejilla.

—No dije eso, digo que no des la espalda a quienes te quieren y te apoyan, al contrario, refúgiate en ellos.

Llora sin control, es demasiado triste, así resulta imposible seguir hablando, entonces decido abrazarlo, puedo sentirlo tensarse.

—Si sigues culpándote será peor, Johan, no cargues una mochila que no te corresponde, lo que le pasó a tu entrenador fue un accidente…

—La bala era para mí, Cory, eso no es un accidente. —Se limpia los ojos con la mano—. Yo provoqué todo esto.

¡Ay, ya me harté! Este maldito puberto me exaspera así que golpeo su cabeza fuerte. «¡Oh! Ya me siento mejor».

—¡Por todos los osos Teddy! —grito como el propio desquiciado, pero es que este puberto me saca de mis casillas— ¡¿Qué harías para evitarlo?! ¿Acaso te sientes Neo para esquivar las balas o qué? ¡Esto me saco por querer ser lindo! Maldito puberto. —Aprieto el cuello de su camisa y empiezo a sacudirlo—. ¡¿Quieres sentirte culpable por todo, todo el tiempo?!

—¡Tú no lo entiendes! —contesta en un grito, me golpea las manos para que lo suelte. No lo hago.

Iniciamos un manoteo estúpido en el que él intenta liberarse y yo vuelvo a tomar su camisa, seguimos así por un tiempo y debo decir que estoy conteniendo la risa.

—Ya suéltame.

Le ignoro. Seguimos en lo mismo y ya no puedo contenerme, empiezo a reír de esta tontería y él tampoco lo puede evitar, ríe a lo idiota. En realidad, estalla en una fuerte carcajada, incontrolable. ¡Victoria! Entonces decido dejarlo en paz.

—Johan, aunque te enoje escucharlo, no es tu culpa. ¿Crees que su familia va a condenarte por algo que no hiciste?

Suspira cansino, así que me siento a su lado, me observa extrañado al quitarme los zapatos y calcetas, pero aún más al doblarme el pantalón e introducir los pies en la laguna, sonriente; no lo sé, de repente se me antojó hacer esta tontería y no puedo dejar de reír.

—Deberías intentarlo, maldito puberto, los peces provocan cosquillas. —Sigue viéndome raro, pero decide tomarme la palabra.

Tan pronto ha introducido los pies en el agua empieza a reír por los peces y en esa tontería seguimos hasta que suspira y vuelve a abrir la boca con melancolía:

—Él estaba feliz por mí, por mi regreso de una casi muerte, por mi vuelta al agua, por…

—Por todo, Johan, eras importante para él y lo mejor que puedes hacer para homenajearlo es no derrumbarte y demostrarle que pese a no estar a tu lado, tú seguirás luchando por alcanzar tus sueños. —Me observa atento, en silencio y vuelvo a sonreír.

De nuevo fija su vista en la laguna, yo igual; ambos contemplamos a los cisnes nadar hasta escucharlo suspirar.

—Hey, mi sueño es la olimpiada, siempre lo ha sido —sigue gimoteando—, pero sin Alessio no creo lograrlo. Es imposible. —Vuelvo a golpear su cabeza y se queja molesto—. ¡Ya para con eso, idiota!

—¡Mira ese cisne negro! —exclamo emocionado y me observa algo confundido, de nuevo insisto, entonces lo hace—. ¿Sabías que la gente pensaba que todos los cisnes eran blancos? —le pregunto sonriente y vuelve a mirarme algo liado— ¡Lo juro! No estoy inventándolo, creían que los cisnes negros no existían.

—Cory, ¿y eso qué? No comprendo.

—Shh, cállate y escucha. —Vira los ojos. Odio que haga eso, ya le he dicho que es un gesto horrible, así que suspiro cansino antes de continuar—: Encontrar un cisne negro se consideraba imposible. Sin embargo, sucedió. Apareció un jodido cisne negro.

—¿Y eso qué? —inquiere con altanería y vuelvo a golpearlo, se lo merece por estúpido.

—¡Maldito puberto! Si algo no ha pasado es difícil, por no decir imposible, llegarlo a predecir. —Su enojo se transforma en sorpresa y mi rabieta en risa—. Johan, tienes un montón de talento, de verdad, no puedes decir que será imposible alcanzar tu sueño si no lo intentas, ¿crees que él quiere ver cómo te rindes? —Luego de un momento en el cual me mira en silencio, sonríe.

Batti il ferro finché è caldo —murmura ese viejo proverbio italiano con los ojos cristalizados y se muerde el puño.

—Exacto, debes continuar insistiendo, eso es lo que él querría de ti.

Compartimos una sonrisa y de verdad se siente bien este momento, le tiendo mi mano y me observa extrañado así que sigo instándolo a tomarla hasta que lo hace.

—Aquí y ahora, tú y yo firmaremos una alianza, yo voy a apoyar tu sueño, pero tú debes demostrarme cuánto quieres conseguirlo en realidad. ¿Aceptas?

Luego de un rato en el que me observa algo dubitativo, al fin asiente sonriente y yo le devuelvo el gesto.

Sabía que sería bueno venir aquí este día.




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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜❤️

Espero que lo disfruten y ahora sí, solo queda el 45 + epílogo y no me la creo.

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