XLIII: Érase una vez un trauma
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Cierto día, el obsesivo y desquiciado hombre se desplaza en su vehículo a toda velocidad, para el chico de mirada huidiza que lo acompaña resulta un viaje hacia el terror con rumbo a lo desconocido; por más que intenta conservar la calma se le hace casi imposible conforme se adentran en el blanquecino y grisáceo bosque invernal. Su corazón late a un ritmo cada vez más desbocado.
Dramaturgo, no estás tranquilizándome, todo esto ha sido una maldita locura y la verdad no comprendo qué hacemos en este sitio, pero su comportamiento cada vez me asusta mucho más.
—Ronie, ¿por qué estamos aquí? —consigo preguntar, tratando de fingir calma, él sonríe con la vista fija en el frente, pero hay algo muy retorcido en su imagen, algo que de verdad me inquieta y provoca más escalofríos que el helado clima de este lugar, trago en seco ante el tono de su respuesta.
—Relájate, mi principito. —Humedece sus labios y me fuerza a besarlo—. Haremos un bonito paseo final.
Vuelve a centrarse en el camino y yo lo hago en este miedo creciente, maldita sea, solo espero que aún tenga mi teléfono encendido y que Cory esté buscándome.
Necesito calmarme, eso es seguro, también debo hallar la forma de escapar, ahora; detenidos en este sitio solitario y perdido con más razón debo hacerlo, no hay una sola alma cerca que pueda ayudarme.
Abro la puerta para descender del vehículo, siento una brisa helada golpearme la cara y mi cuerpo reacciona temblando, aunque, más que por el frío se debe al miedo que toda esta situación me produce. Ronie lo nota y viene junto a mí.
—¿Qué pasó, mi bebito? —Me abraza fuerte— ¿Frío? —inquiere con el mismo escalofriante tono y apenas asiento en silencio, él sonríe y me fuerza a besarlo. Siento náuseas, no sé cuánto pueda aguantar más sin vomitar.
Me inmoviliza contra el auto «maldita sea, no de nuevo», me digo a mí mismo al sentir su pierna entre las mías rozarme la ingle y sus manos bajan rumbo a mi pantalón.
—Ronie, para, por favor… —suplico en vano porque no se detiene; gira mi cuerpo contra el capot—. Por favor, ¿qué haces? No necesitas forzarme, estoy aquí para ti. ¿Recuerdas? —ruego sin éxito porque continúa deshaciéndose de mi ropa, me toca a su antojo, siento mis ojos inundarse y el asco crecer— Ronie, por favor…
—Bebito, tienes frío y yo solo te caliento —su tono se hace más grueso y rudo al penetrarme, no paro de llorar, cada embestida es demasiado dolorosa y él disfruta la reacción que me provoca—. Estás demasiado rico, mi bebé —agrega entre gemidos y gruñidos, yo solo quiero que pare. Siento su arma contra mi nuca y mi llanto se descontrola.
—¡Ronie, ya, por favor! —le grito aterrado y lo escucho reír.
—¿Crees que no sé tu plan? —Cada movimiento es más violento y doloroso, mi mente se plaga de dolorosos recuerdos y vuelvo a sentirme un niño indefenso, ya no soporto esto—. Pero tranquilo, encontrarán tu precioso cadáver con el GPS encima de ti, mi amor.
—¡Ronie, para ya, por favor!
El dolor es demasiado, ya no aguanto esto. Quiero que se detenga de una maldita vez.
—¡Bastaaaa yaaaa!
—¡Johan!
Intento zafarme, solo deseo que se aleje de mí.
—¡Johan!
—¡Basta! Déjame, ¡suéltame! —Sigo gritando y forcejeo con él, esto es horrible, ya no quiero sentirlo—. ¡Dispárame de una vez! ¡Mátameeee!
—¡Johan, mírame, estás a salvo…!
Siento sus manos en mis mejillas y me remuevo con vehemencia, intento apartarlo, ya no quiero sentir su tacto, todo de él me produce asco.
—Niño, mírame, escucha mi voz y céntrate en mí, soy yo, soy Ray.
Siento mi cuerpo tensarse al escuchar ese nombre, segundos después dejo de percibir sus manos sobre mí.
Comienzo a notar la diferencia en el tono de voz que me repite: «repira», también la temperatura del ambiente es distinta —está cálido—; de golpe, un olor aséptico inunda mis fosas nasales y así empiezo a ser consciente del lugar en que me encuentro. Mi vista empieza a enfocar a la figura que tengo delante de mí y no puedo dejar de llorar al verlo.
—Ray… —apenas murmuro entre sollozos y temblores.
Lo veo acercarse a mí, despacio, y siento su calor espantar todo el frío de mi interior con solo ponerme una mano en el hombro.
—Niño, estás conmigo, estás a salvo.
El llanto me gana y me aferro a él con fuerza.
—Tranquilo, niño, tranquilo.
El dolor invade todo mi cuerpo, especialmente mi brazo izquierdo así que me suelto de Ray, él no deja de acariciarme la cabeza y yo fijo la vista en el vendaje que envuelve mi extremidad sin comprender la razón, pero algo dentro de mí se revuelve y necesito dejarlo salir.
—¿Vas a vomitar? —pregunta Ray en bajo y me ayuda a levantar; vamos rápido hacia el baño, aunque me cuesta mantenerme en pie, las piernas me fallan y ni sé por qué.
Odio vomitar porque cada maldita arcada me produce asco y detona otra, pero no lo puedo evitar, estoy demasiado nervioso y confundido, también muy asustado; maldita sea, hace mucho que no me sentía así de horrible.
Cuando al fin he vaciado todo el contenido de mi estómago, Ray me ayuda a ir al lavabo para enjuagarme, siento que me caigo al ver mi reflejo en el espejo: hematomas, suturas…
—¿Qué me pasó? —pregunto entre temblores, Ray permanece en silencio y me impide seguir mirando, me guía de regreso a la cama. Estoy demasiado confundido y ahora mucho más después de ver esa imagen.
Sus manos migran a mis mejillas, con cuidado de no tocar alguna herida, pero con la suficiente presion para que levante el rostro hasta que nuestras miradas se cruzan.
—Ya hemos pasado por esto, niño, trata de recordar —me pide con una lastimera súplica.
Sin embargo, no comprendo a qué se refiere, solo puedo observarlo confundido; en vista de que no consigue respuesta suspira algo cansino y besa mi frente.
—Niño, tienes una semana aquí. —Sus palabras me obligan a ladear la cabeza, aún más enredado, sin comprender—. Bueno, en realidad algunos días más, si contamos los que pasaste inconsciente.
—Ray, no-no entiendo, ¿ma-más de una semana? Pe-pero ¿qué-qué pa-pasó?
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No ha sido fácil regresar a mi vida, mucho menos con esta incertidumbre y escasas memorias, ni hablar de las malditas pesadillas que entremezclan realidad con fantasía. A veces despierto gritando y ni siquiera sé por qué, pero sin duda, ver esa horrorosa cicatriz donde antes solía estar el tatuaje de Rui me provoca escalofríos y siento que imágenes regresan, pero no logro interpretarlas.
—Johan, lo primordial es mantener la calma e ir de a poco —me dice Campbell en la sesión—, el trauma aún es muy reciente, es normal que te sientas confundido.
—Entiendo eso, doc, pero… ¿cómo sé que este momento es real? —Me paso las manos por los ojos para quitarme las lágrimas—. Doc, a veces despierto en mi cama con mamá, otras estoy junto a Ray, pero otras veces sigo en algún motel o en ese bosque o…
Me cuesta demasiado seguir, siento un dolor horrible dentro de mí, mi respiración se hace errática y el miedo me hace temblar. Campbell me pide respirar y concentrarme en esa hermosa sinfonía de la naturaleza, pero temo demasiado cerrar los ojos.
—¿Me permites intentar otro método para ayudarte? —inquiere con amabilidad y asiento en silencio.
Campbell saca una curiosa pluma, tiene en la parte superior lo que parece un diamante que se enciende y la coloca en frente de mí.
—Mantén tu vista en la pluma, sigue sus movimientos solo con los ojos.
Asiento en silencio una vez más y hago lo que me pide. Campbell comienza a desplazar la pluma, despacio, de un lado a otro.
—Solo concéntrate en la luz, debes vaciar tu mente, Johan, enfócate en la luz.
Derecha, izquierda y de nuevo a la derecha e izquierda, la luz se desplaza de lado a lado por no sé cuánto tiempo.
—Ahora, sé que será un poco duro —le escucho decir al doc en tono bajo—, debes pensar en el trauma. —Tiemblo ante eso.
—No, doc.
—Johan, escúchame, no tiene que ser en todo lo que pasaste, solo una parte.
Lo observo atento, pero tengo miedo.
—Por ejemplo, el dolor en tu brazo, céntrate en eso mientras persigues la luz con tus ojos.
Sigo dudando, me asusta mucho lo que pueda pasar o ver, o peor: darme cuenta de que todo esto es un intento de mi mente por desviar la atención y que en realidad continúo en ese lugar junto a él.
—Johan, ¿confías en mí?
Asiento en silencio porque es la verdad, pero no confío en mi mente porque tengo demasiado miedo. Me ovillo en el sillón, gimoteando, tiemblo hasta volver a escuchar esa melodía que suele darme paz, me concentro en ella y en respirar como él siempre me ha indicado hasta alcanzar algo de calma para darle una oportunidad a este nuevo método.
Vuelvo a fijarme en la pluma y el movimiento oscilante que realiza, derecha a izquierda, izquierda a derecha; mi mente se queda en blanco y solo escucho sus indicaciones mientras percibo el dolor en mi brazo, uno que va haciéndose más fuerte, arde y quema con mucha intensidad. Se esparce por todo mi cuerpo y no puedo dejar de llorar.
—¡Ronie, bastaaaa!
—Tranquilito, mi bebito, solo te libero de esa fea marca. —Me cercena la piel del brazo y creo que perderé la consciencia en cualquier instante—. Bebé, he querido deshacerme de esto desde que se lo vi a él también.
—¡Auxiliooo! —Es lo único que puedo gritar con la esperanza de que alguien transite por este lugar. Ronie deja de cortar para volver a golpearme.
—Te dije que te calles, bebito —la tranquilidad y frialdad que emplea para amenazarme resulta espeluznante, la sangre se acumula en mi boca luego de cada golpe y puede llegar a ahogarme, empiezo a creer que sería mejor opción a esto—. Yo no te quiero pegar, mi príncipe, pero tú no colaboras. —Un nuevo golpe me impacta el rostro y todo se hace negro.
«¡Niño, háblame!»
La voz de Ray me hace abrir los ojos, el frío es insoportable y siento mi brazo izquierdo aún más helado y entumecido, llevo la vista a ese lugar y noto un torniquete seguido del improvisado vendaje con trozos de tela empapados en sangre, de inmediato vomito.
—Despertaste, mi bebito, es hora de continuar nuestro paseo. —Me agarra del brazo derecho para obligarme a levantar y andar.
Vagamos entre los árboles, adentrándonos cada vez más en el espesor del bosque, no quiero seguir y me niego a hacerlo. Ronie vuelve a golpearme, me aprisiona contra un tronco, besuquea mi cuello, muerde mi hinchado y roto labio, duele demasiado.
—Bueno, principito, creo que aquí estará bien.
—¡Déjame!
Me muerde más fuerte. Intento zafarme y golpea mi mejilla.
—¿Lo ves? Tú no volviste conmigo, bebito, tú solo querías llevar a término tu plan, tú no me quieres como yo a ti. —Otro golpe.
El dolor es horrendo, ya no puedo soportarlo, pero necesito calmarme y también a él, así que decido dejar de luchar. Subo mi mano derecha hasta su mejilla y empiezo a repartirle caricias.
—Ronie, tienes razón —hablo entre temblores—; me he portado ma-mal contigo, lo siento…
Deja de golpear y presionarme para acariciarme otra vez. Me toca a su antojo y besa como le place, solo lo dejo seguir.
—Hasta que lo reconoces, bebé, yo siempre he estado contigo y tú me dejaste.
—Lo-lo si-siento, no volverá a pasar...
—De putito con los chicos del bar —espeta y vuelve a besarme, podría ahogarme con su lengua, pero le dejo seguir—. Tuve que encargarme de ese par.
Siento escalofríos, no quiero imaginar qué hizo, ni siquiera recuerdo los rostros de ellos y aquí está él, confesando algo horrible, me suma más culpas.
—El profesorcito, ¿te acuerdas? —Tiemblo ante todo esto—. ¿Cómo era? ¡Ah, sí! Nick, el maestro de física, porquería pedófila que se aprovechaba de ti por tus notas. —Su risa baja suena siniestra y me hace tensar—. Lo hice pagar, pero aún falta terminar con Fisher. El peor de los pedófilos.
«¡Maldito!»
Ya no lo soporto, pero solo pensar que pueda lastimar a Ray me asusta muchísimo. Dijo que va a matarme y me harté de esperar a que lo haga, cada cosa horrible que ha salido de su boca me espanta; no seguiré siendo espectador del final de mi vida.
Movido por el tormento que me ha provocado con esta tortura, ese que se ha convertido en rabia, me atrevo a enterrarle una rodilla en la entrepierna con la suficiente fuerza para que me libere, mientras se encoje y retuerce por el dolor, empuño mi derecha y le impacto en el rostro haciéndolo trastabillar. Cae de rodillas, vocifera y maldice, momento que aprovecho para propinarle una patada directo en la boca que lo tumba al suelo. Le propino un par de patadas más en el abdomen antes de sacarle mi teléfono del bolsillo y huir.
Corro lo más rápido que puedo entre los árboles, pero no tengo idea dónde estoy o a dónde ir, intento guiarme por el GPS, pero es inútil no tengo señal en este punto.
—¡Maldita sea!
Un fuerte estallido resuena y me hace saltar, siento el corazón como un tambor al escuchar una nueva explosión acercarse.
—¡Demonios, son disparos!
El miedo amenaza con petrificarme, pero la adrenalina invade mi cuerpo como corriente, me obliga a correr aún más rápido, necesito escapar de este lugar; el redoble dentro de mi pecho casi puedo escucharlo a cada paso y se incrementa con los estallidos que se acercan.
Una bala roza la corteza de un árbol junto a mí, los trozos saltan en mi dirección y grito de terror. Demonios, esto es horrible, corro cual desquiciado hasta empezar a percibir un claro al frente y acelero el paso, espero conseguir señal.
—¡Gran error, bebito!
El espeluznante tono en su grito me produce escalofríos. Me pierdo entre los árboles en mi intento por huir, sin embargo, no noto la enorme raíz saliente en el suelo, acabo rodando por la pendiente y caigo en una helada laguna, el frío del agua pica mi piel como cientos de agujas.
Tiemblo, trato de volver a la superficie, pero es muy difícil hacerlo solo con el brazo derecho y el frío que siento en el izquierdo casi me paraliza. Por difícil que resulte, debo mantener la calma; Ronie ya se encuentra demasiado cerca, puedo escuchar sus amenazas con claridad. Balas pasan a mi alrededor, dispara al azar hacia el agua, me toca moverme sumergido, con cuidado.
De repente, los proyectiles se detienen, pero no los estallidos, las amenazas suyas son reemplazadas por otros gritos, entre temblores me atrevo a asomarme y pese al frío siento algo cálido recorrerme.
Los hombres de negro están aquí, se enfrentan a disparos contra Ronie, luce muy enojado. Con cuidado me acerco a la orilla, ocultándome entre grandes rocas. Escucho un quejido de dolor seguido del chapoteo propio de algo grande que cae en el agua.
—Johan.
Siento unas manos sobre mí y grito aterrado, el trepidar en mi cuerpo se intensifica.
—¡Nooo! ¡Suéltame!
—Johan, tranquilízate, estás a salvo.
No paro de temblar, el frío es demasiado intenso, el agua me golpea y sigue punzando mi piel, pero las manos que permanecen encima de mí, me aterran todavía más y trato de liberarme entre gritos.
—Niño, estás congelado.
El agua deja de golpearme y soy envuelto por una gran manta, no, empiezo a percibir la textura, es distinta, es una toalla. Ray se agacha junto a mí y poco a poco comprendo que estoy en el jacuzzi de su departamento.
Me abraza con fuerza, su calor se siente real, muy real, esto es real; respondo aferrado a él, lloro sin control.
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Casi dos meses han transcurrido desde que Ronie pasó a la historia o eso dicen, a veces puedo sentirlo vigilarme y eso me asusta, pero con las terapias de Campbell y el apoyo de las personas que amo he podido ir —de a poco— retomando mi vida, las pesadillas han disminuido, también los episodios de reviviscencia; sin embargo, el miedo a volver a verlo permanece y es que, yo no estoy muy seguro de su muerte.
Pese a eso, he seguido adelante; ponerme al corriente en el colegio ha sido difícil, pero Alondra se encarga de hacer entender a mi cerebro cada maldita cosa. Rui no deja de lloriquear y disculparse cada vez que nos vemos, ya no sé cómo decirle que él no hizo nada, fue mi error ponerme en peligro y me tocó aprenderlo a la mala, además, a Cory le encanta regañarme y golpear mi cabeza cuando tiene oportunidad para recordarme que soy un idiota, pero con una sola palabra de Cacius se le pasa y vuelve a estar feliz por mi regreso, yo me siento igual por ellos, realmente me alegra que Cacius esté bien luego del coma.
He vuelto a las prácticas de natación, aunque al principio fue muy difícil entrar al agua ya que detonaba un mal recuerdo, ahora puedo disfrutar del deporte que amo.
—Piccolo squalo, lo vas haciendo molto bene. —Alessio me felicita al salir del agua y sonrío mientras estiro mis articulaciones.
—Allenatore, aún me cuesta un poco el movimiento de piernas, no creo estar listo para el campeonato de primavera —confieso y Alessio me da un coscorrón—. ¡Auch! Eso duele, entrenador.
—Bambino, lo que tú passato no es facile, pero ricorda no pensi a vincere. ¿Qué te dije hace tempo?
—¿Batti il ferro finché è caldo? —inquiero con ironía y me gano otro coscorrón— ¡Allenatore!
—Sí, batti il ferro finché è caldo, debes continua insistiendo, se pensi a vincere e vincere, perdi il divertimento. —Asiento sonriente, sé que tiene razón y él continúa—: En poco tempo tu has progresido.
—Progresado, entrenador, pero entiendo a qué se refiere, grazie. —Compartimos una sonrisa y me jala para abrazarme.
—Bambino, ti ringrazio ogni giorno per questo.
Siento mis ojos inundarse, así que palmeo su espalda con fuerza para que me libere.
Yo también agradezco a la vida por esto, entrenador; creí que no saldría vivo de ese lugar, pero me alegra haberlo dejado atrás.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜❤️
Me disculpo si ha resultado muy gráfico y/o confuso, pero si recordamos, Johan fue diagnosticado tiempo atrás con TEPT, por tal motivo un trauma de esta magnitud detona nuevamente el trastorno. Como a esta altura ya deben saber, me gusta meterlos en la cabeza del protagonista y en este caso, mi intención con estos saltos entre momentos era retratarles, lo mejor que pude, cómo puede afectar los episodios de reviviscencis en este trastorno.
Si han sido o son víctimas de hechos similares a los aquí relatados, no duden en buscar ayuda, nunca se callen, no teman alzar la voz.
Quedan 2 capítulos + el epílogo y aún no me lo creo😭
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