XLI: Había tal vez una fuga...
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El chico de mirada huidiza, oculto en el baño con sus amigos, planea la siguiente movida para su escape, Leo no para de negarse -eso es ser sensato-, a Kay le huele a locura y Mike no piensa mezclarse, así que se hace a un lado dispuesto a salir.
Sin embargo, el chico de los ojos verdes continúa insistiendo, él necesita de su apoyo para poder escabullirse y, aunque siente miedo, está seguro de que es la única manera para conseguir la liberación del pequeño Rex.
Y tú no opinas lo mismo, ¿cierto, Dramaturgo?
Ya dejaste muy claro que no escucharás a tu conciencia.
Entonces no molestes.
-J.J., sé que quieres al niño, pero ese gorila es peligroso. -Mike sigue sermoneándome como si yo no conociera a Ronie-. Debes dejar que la policía se encargue.
-Mike, escúchame -replico, aferrado a sus hombros-, nadie mejor que yo sabe lo peligroso que es, pero ya ha pasado una semana y en París la policía está a punto de cambiar de rescate a recuperación de cuerpo; lo siento, no puedo seguir sin hacer nada.
-Baby, ¿qué te hace pensar que será diferente si buscas al tipo ese? -inquiere Leo.
-Joha, tienes guaruras precisamente para evitar que el sujeto te haga daño -agrega Kay, suelto a Mike y doy un par de vueltas sobre mí mismo, exasperado.
-¡Chicos, basta! -hablo en alto, los tres se callan y fijan sus ojos en mí-. Entiendo que todos se preocupan, pero necesito hacer esto, ya lo decidí.
Nadie dice nada, los chicos se miran entre sí.
-Amigos, necesito su ayuda para salir de aquí, convencí a Rui, ¿puedo contar con ustedes? -inquiero con firmeza y los tres intercambian miradas, pero al final asienten en silencio.
Para cuando suena la campana que anuncia el final de las clases, un chico de casaca negra permanece solo en el salón, sus amigas Alondra y Kely son las últimas en abandonar el aula, emocionadas, con destino hacia el patio escolar al escuchar el gran revuelo armado por un joven con acento argentino y megáfono en mano.
El lugar se vuelve una feria, estudiantes enardecidos se aglomeran y vitorean alrededor del famoso visitante que, entre música y juegos, les hace retos para Tik tok.
Ante el caos desatado, los guardaespaldas abandonan sus posiciones para dirigirse al interior en busca del joven de casaca negra.
En el momento que los backstreet boys piratas dejan el recinto, el portador del gorro de lana verde y chaqueta de camuflaje intercambia velozmente miradas con el tiktoker quien ya sabe a la perfección su parte del plan, pero no puede evitar lucir preocupado por ese chico al que algunos rizos dorados se le escapan.
El vehículo se pone en marcha, deja atrás el colegio, los guardaespaldas y todo el desastre desatado; el chico de mirada esquiva suspira sonoramente y se prepara para lo que le espera. Kay lo lleva hacia el lugar solicitado, una vez allí traga hondo, libera sus rizos y se despide con pesar.
-Kay, Leo, gracias chicos.
Sus amigos asienten con la cabeza en respuesta, pero en sus rostro se ve la gran pena, temen por él.
Nunca antes ver partir la camioneta de Kay le produjo tal nerviosismo, pero saber lo que se avecina le provoca ese miedo que no sentía desde hace años atrás, cuando aún era un niño perdido y confundido en busca de aceptación.
Largos minutos se convierten en horas, el día poco a poco se oscurece mientras camina por los alrededores de aquel lado de la ciudad olvidado por la ley, ese que jamás aparecería en un catálogo para turistas, ese infestado por lo peor de la sociedad.
Drogadictos hacen de las suyas en cada callejón, prostitutas en las esquinas, los letreros luminosos en bares, también en aquellos moteles que alguna vez visitó cuando confió en ese que se presentó como su salvador y ahora aparece ante él con una retorcida sonrisa en el rostro y una pistola en la mano apretándola contra la piel de su mentón, el frío del metal se extiende por todo su cuerpo provocándole escalofríos.
Dramaturgo, ya estoy bastante nervioso, gracias.
-Ro-ronie... -logro tartamudear, asustado, pero necesito calmarme si quiero conseguir algo-. Ronie, no necesitas eso, estoy aquí por ti. -Finjo una sonrisa.
Ronie me presiona contra el muro, su pesado cuerpo impide moverme, la pistola permanece en el mismo sitio, haciéndome estremecer, me tenso al sentir su otra mano acariciarme la mejilla «cálmate, Johan, sabías que esto pasaría», me repito en un tonto intento por acostumbrarme al contacto con su piel que solo me produce asco.
-Así que viniste por mí, bebito... -Asiento despacio con una sonrisa. Sus labios buscan los míos y aunque perciba deseos de vomitar, solo le permito seguir; su mano se aparta de mi rostro y comienza a vagar por cada parte de mi cuerpo, siento erizarme.
Cuela una pierna entre las mías, me roza la ingle y siento mis ojos inundarse, su lengua se abre espacio en mi boca, ahogándome, me arranca la vida en cada beso.
-¿Me has extrañado, bebito? -susurra en mis labios y mascullo un escueto "sí" en respuesta-. Yo también a ti, mi amor.
Guarda la pistola y procede a abrazarme fuerte, sin dejar de besarme; siento sus manos liberarme la chaqueta y luego llegar a la cremallera de mi pantalón. Las lágrimas me ganan y de inmediato se molesta.
-¿Para eso me buscas? ¿De nuevo quieres calentarme y lloriquear antes de lo bueno? -Niego con la cabeza e intento respirar para tranquilizarme.
-Perdón, ya te dije que no, estoy aquí por ti. -Intento sonreír y vuelve a besarme.
Sus manos se pasean por cada parte de mi cuerpo hasta dar con mi teléfono, siento palidecer cuando me lo quita -maldita sea-, solo espero que no lo rompa.
-Esto no gustar, mi bebé -expresa con ese retorcido gesto en el rostro. Contrario a lo que creí, lo apaga y se lo guarda.
De nuevo se apodera de mi pantalón y hago todo lo posible por mantenerme sereno, incluso cuando siento su intrusiva mano en mi ropa interior. Mantiene su boca unida con la mía; sé que solo me pone a prueba y por eso debo mantener el control.
-Ronie, aquí no... -susurro en sus labios y vuelve a sonreír de esa retorcida forma que me hace erizar.
Me obliga a girar y mis ojos tiemblan «no llores, no debes llorar, idiota», sigo repitiéndome. Sus dientes se hincan en mi espalda y hombros conforme baja mi ropa...
-Ronie, por favor, aquí no -vuelvo a suplicar en vano.
-¿Por qué? ¿Crees que aquí se incomoden por un par de tipos cogiendo en un callejón? -El sonido de su cremallera me obliga a liberar un par de lágrimas retenidas, pero es sentir su erección restregarse contra mí lo que me hace caer en un llanto silencioso-. Tranquilo, mi bebito, solo te dolerá un poquito -susurra a mi oído.
Sus dientes vuelven a clavarse en mi piel, esta vez con más fuerza, al mismo tiempo que lo siento intentar abrirse espacio dentro de mí.
-Solo relájate, bebé, recuerda que lo haces por el pequeño Fisher.
El odio más que marcado en esa frase, lo deja claro en su manera de presionarme, mi garganta libera un grito contenido que a él le sabe a caramelos.
Así, cada pensamiento o recuerdo es echado de su cabeza, Rex es lo único que permanece en su mente, por eso ahora sonríe, sonríe con esa malicia que ha aprendido a utilizar con el tiempo, con esa lujuria arraigada dentro de su ser.
-Lo siento -susurra en ese tono provocativo que solo busca calmar al agresor-, no volverá a pasar.
El chico gira la cabeza hacia un lado y sus labios se sellan con los del hombre que ahora se aferra a sus caderas con fuerza al intentar penetrar-. Ronie, aquí no... -suplica entre jadeos.
El hombre sonríe complacido y vuelve a besarlo. Con las ganas viajando por todo su ser, apenas y acomoda la ropa del chico; lo toma de la mano para guiarlo hacia el vehículo que los llevará al lugar donde saciará todos los deseos pendientes desde aquella última noche que pasaron juntos.
Entran a la deprimente habitación del viejo motel entre besos, las manos del hombre exploran su cuerpo, le despojan de ropa al andar, la desnudez de su espalda reposa sobre el mullido colchón que no para de chirriar ante cada movimiento. Sus sudores y gemidos se entremezclan. El hombre luce complacido, disfruta cada sensación y caricia percibida, pero no pasa tal cosa en el chico de los ojos verdes, él solo usa el sexo como un medio para conseguir lo que desea, igual que antaño lo hacía con su profesor.
En un giro de posición, el chico de mirada esquiva toma el control, sus caderas se mueven con fuerza sobre ese hombre que solo entiende el idioma de la violencia y el sexo.
Sonríe lujurioso al entrelazar las manos con las suyas conforme el clímax se acerca hasta que la calidez de sus fluidos se extiende por el abdomen del hombre quien luce satisfecho por lo que ha conseguido.
Sellan sus labios en un beso que comienza a saberle a amarga traición al chico de dorados rizos.
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Ronie salió de este lugar a buscar algo de tomar y yo no he parado de vomitar, sabía lo que haría, pero igual no dejo de sentirme mal; de nuevo el vómito aparece y la asquerosidad de este excusado me pone peor. Demonios. Este sitio apesta y las cucarachas pasan sobre las paredes a su entero antojo. Me enjuago la boca al escucharlo entrar, necesito seguir con el teatro para sacarle la información sobre Rex.
-¡Bebito, te traje algo rico! -anuncia emocionado y salgo del baño con una fingida sonrisa.
Vuelve a apretujarme entre sus brazos y lo dejo besarme como le plazca. De nuevo siento náuseas «cálmate idiota».
-Extrañé tu hermoso cuerpo, amor -me dice y sonrío-. Debemos recuperar el tiempo perdido, mi pequeño.
-¿Por qué te gusto, Ronie? -pregunto en sus labios, él me observa raro y sonrío antes de besar su mejilla-. Quiero decir, soy un adulto, ya no soy aquel niñato de antes.
-Créeme que lo sé y aún así me fascinas, mi bebé. -Junta nuestros labios-. Eres el único, Johan. Por eso no dejaré que el maldito Fisher vuelva a meterse.
Beso su cuello y mandíbula, vuelvo a quitarle la camiseta y veo la excitación crecer en su cuerpo. Reparto mordidas y caricias.
-Ronie... -Beso-. ¿Me dirás dónde está Rex? -Sigo besuqueándolo y lo escucho reír.
-Tranquilo, mi amor, ya le envié la dirección a tu querido Fisher.
Me muestra mi teléfono y siento palidecer.
-¡Oh, mira! De nuevo te llama -añade y lo observo pasmado-. Creo que contestaré, debe saber que no volverás con él.
-Da-dame el teléfono.
-¡Oh! Se cansó de llamarte...
Siento mis ojos inundarse.
-Tranquilo, bebito, ahora estamos juntos y nadie va a separarnos.
Me abraza fuerte, vuelve a besarme y la sensación de asco crece.
-Fisher se metió con lo que es mío, era justo que yo hiciera lo mismo.
Siento escalofríos ante esas palabras y el tono que emplea, demonios, quiero creer que no lo hizo... Rex
-¡Ay, pero mira qué cara! -Besa mi frente-. Tranquilo, príncipe, él está a salvo, aunque fue difícil controlarme.
-E-es un ni-niño...
-Lo sé, bebito, no me gustan tan chiquitos, por eso no lo hice, pero ganas no me faltaron, es que se parece muchísimo a ti... -De nuevo empieza a toquetearme por doquier y siento náuseas-. Pero tranquilito, mi bebé, ahora que te tengo no necesito a nadie más.
Vuelve a empujarme a la cama, de nuevo me desviste... maldita sea, mil recuerdos vuelven a mí, no quiero llorar, pero es demasiado difícil no hacerlo.
Ronie detiene las embestidas, enojado, cuando mi teléfono vuelve a sonar, al notar que es otro mensaje de Ray, lo reproduce entre burlas, yo en cambio siento morir al oírlo:
-Johan, ¿qué está pasando? Por favor, quiero escucharte.
-Quiro cuchate... -Repite Ronie en tono burlón y vuelve a aferrarse con fuerza a mi cintura-. Johan, quiero escucharte...
Sigue embistiendo entre burlas «Ray perdóname», es lo único que pienso; sabía lo que pasaría, pero no que Ronie haría esto con mi teléfono.
-Debería grabar esos ricos gemidos y enviárselos, mi bebé. -Niego con la cabeza, desesperado, e intento contener el llanto mientras Ronie embiste cada vez más-. Eso, mi amor, que te oiga.
Me cubro la boca, llorando, al notar que ha llamado a Ray, esto es horrible.
-Niño, ¿qué está pasando? Johan, háblame, ¿qué ocurre?
La preocupación en el tono de Ray me duele, está asustado; quiero gritarle, decirle dónde estoy, pero Ronie vuelve a sacar su arma y la aprieta contra mi nuca, parece saber mis intenciones. Coloca el teléfono en la cama, debajo de mi cabeza y comienza a embestirme con fuerza una vez más.
-¡Niño, háblame! -El grito de Ray me hace estremecer, Ronie se burla en silencio y yo ya no soporto esto.
-Ve por él, Hércules... -suplico. Intento recuperar la calma, aunque Ronie no deja de presionar-. Perdóname.
El hombre desconecta la llamada y así mismo ocurre con la mente del chico de los ojos verdes. Ronald sigue adelante hasta saciar sus más bajos deseos y alcanzar el tan buscado orgasmo -le dije que esto no era buena idea-, ya no es Rex su único pensamiento, ahora lo es el lastimero tono empleado por Ray.
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El chico de mirada huidiza abre los ojos al escuchar la voz de Rex, no tiene idea de la hora y por un breve lapsus también le cuesta reconocer el lugar hasta que los recuerdos vuelven aglomerados y de inmediato sus ojos se empapan. A un lado, el hombre contempla un vídeo que, pese a todo lo ocurrido, lo hace sentir liberado.
En eso tienes razón, Dramaturgo, solo me importa que él está bien.
-¡Epa, Cullen! ¿Me extrañaste? Ya llegó por quién llorabas, ¡pero llámame!
Sonrío al escucharlo y agradezco a la vida porque está bien.
Ronie se gira hacia mí, me contempla con esa macabra sonrisa, quién sabe qué demonios planea.
-¿Ves que está sano y salvo tu adorado hijastro? O debería decir ex hijastro porque tú ahora estás conmigo, bebé.
No digo nada.
-Se tomó el tiempo de enviarte un vídeo, pues hagamos lo mismo.
-¡Ronie, no!
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Hola... Quizás deseen asesinarme y entiendo a la perfección, pero ni modo, lo hecho pecho y perdón si está muy fuerte esto.🙊
Y vendrán cosas peores, según, dice la biblia🙈
A veces tomamos decisiones sin medir realmente las consecuencias, por eso ante cualquier situación piensen y mediten muchísimo, más aún si está en riesgo su propia integridad. Por eso piensen, mediten y compartan la decisión con alguien cercano que pueda aconsejarles y ayudarles a ver las otras opciones que hay más allá.
Nos vemos en la siguiente entrega y faltan 4😭
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