VIII: Trazando verdades

Ese cana de mierda, además de pedófilo es un traidor; sabía que no era de fiar, te lo dije, Rui.

No paro de temblar, no quiero volver allí.

—¿Qué haces? Este no fue el trato —hablo entre sollozos que muy poco le importan mientras froto mis muslos con los puños.

—Rui Robinson, hijo del capitán del ejército Víctor Robinson, fuiste dado por muerto en el incendio del internado. ¡Imagínate la emoción en tu padre al saber que aún vives! Ansía verte con locura, así que hago mi labor de policía y devuelvo un niño perdido a casa.

No puedo parar de llorar. Mi respiración se descontrola al llegar al pórtico de la casa y ver a mi padre, esperándome.

—Encantado de hacer negocios contigo —susurra Ronald a mi oído antes de bajar del vehículo.

¡Hijo de puta! 

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—Luego de ser traicionado por el policía, mi padre me envió a Argentina. —Aprieto con fuerza el respaldo de la silla. Recordar todo aquello nunca me sienta bien y siento que podría caer—. Solo, bajo la tutela de mi tía Rosiris, una mujer que apenas sabía de mi existencia; poco le importaba si yo pasaba la noche en el tejado, evadiendo a su novio.

Un sonoro suspiro se me escapa mientras oigo tras de mí el llanto de mi acompañante.

—¿Sabes? El policía le dijo... le dijo a mi padre que me detuvo en la calle mientras ofrecía sexo por dinero a un agente encubierto... obvio, le creyó y me golpeó, una última paliza antes echarme muy lejos. —Cierro los ojos con fuerza, lágrimas se desprenden y todo mi cuerpo tiembla.

—¡Rui, hijo! —Sigo de espaldas a tía Gina, no me atrevo a mirarla—. ¿Por qué no nos buscaste al volver?

—Lo intenté, muchas veces. —Suspiro con pesar una vez más—. He tenido miedo todo este tiempo.

Escucho sus tacones resonar en el suelo mientras camina hasta mi encuentro en el camerino y se para en frente. Su rostro empapado en llanto por la historia que le conté, a la vez, luce sereno y feliz; lágrimas de dolor se mezclan con las de alegría. Extiende una mano hasta mi mejilla y yo me froto por inercia contra su palma, disfrutando de esa caricia, una que extrañé por demasiado tiempo.

—Perdóname, tía. Lamento no decirte antes. —Nos abrazamos muy fuerte, ella besa mis mejillas y frente repetidas veces—. No esperaba verte en el aeropuerto, pero allí estabas y no puedo mentirte, no a ti. Eres como mi mamá y toda mi fachada estuvo a punto de caerse. —Seguimos abrazados y lloramos juntos por largo tiempo antes de que ella vuelva a retomar la palabra.

—Por eso me dijiste esas cosas. Esa era la historia de Romi. —Asiento con una sonrisa y vuelve a abrazarme—. Fue lo que me hizo buscarte. Cariño, ¿por qué no le has dicho a Johan?

Sacudo la cabeza en negación antes de responder.

—Tía, él es feliz con Ray y yo quiero que siga así. Prométeme que no le dirás. —Ella niega con la cabeza en silencio y yo vuelvo a insistir—: Tía, él no lo puede saber, si se entera querrá acercarse a mí y yo no quiero eso.

—¡¿Por qué?! Cariño, ustedes siempre han sido unidos.

Niego con mayor efusividad; aunque me duela, debo alejarlo de mí. Cuando supe sobre él y Ray, prometí alejarme. Si él es feliz, yo lo soy también. Ray es un buen tipo y le hace bien, lo quiere, de verdad lo quiere. Esta es una promesa que no pienso romper. Johan merece ser feliz.

Vos lo que sos es re-cursi y cobarde. Pasamos años sudándola para volver con tu pibe de rulos, me jodiste hasta el cansancio con él, ¿y todo para qué? Para ni siquiera acercarte por miedoso y luego dejar que otro te lo quite. 

¡Tú no lo entiendes! Deja de empujarme, idiota.

Te aguantás. ¡¿Qué querés que entienda?! Cómo lo seguimos por todas partes y nunca te acercaste, cómo íbamos cada noche a ese bar solo para verlo embriagarse. ¡Sos un cobarde, Rui! Decile la verdad, ¿o querés que lo haga yo?

¡No te atrevas!

—¿Sigues enamorado de Johan? —esa pregunta me hace devolver la atención a tía, pero dudo de responder.

¿Por qué? Contestale, decile que te mueve el piso, contale tu obsesión.

¡Cállate!

Al final, afirmo en silencio. No puedo negar lo que aún siento por él, sigue en mi corazón.

—Pero, Rui, han pasado años, ustedes eran niños.

Decime a mí tía, yo le he insistido en buscarse otro, pero no, este pelotudo empeñado en su pibe. 

Cállate, tú no entiendes.

—Lo sé, pero tía, todo este tiempo solo he tratado de volver con él. —La voz me tiembla, lágrimas vuelven a escaparse. Paso el dorso de la mano por mis ojos para limpiarme y respiro hondo, intento calmarme—. Cada paso que he dado siempre fue con la esperanza de regresar aquí y seguir juntos.

Me duele el pecho, siento el corazón a punto de quebrarse a pedazos. Volvemos a abrazarnos, ella acaricia y besa mis mejillas, me dice lo feliz que está por mi regreso a la vida y claro, no deja de aconsejarme sobre Johan.

Tía Gina es como mi madre, por eso este momento de abrazos y cariño no quisiera romperlo, pero debo hacerlo porque aún no me ha hecho la promesa.

—Tía, por favor, no le digas. —Ahora es ella quien duda, entonces sigo insistiendo hasta que al fin asiente en silencio.

—Prometo no decirle a Johan. —Toma mis manos y las junta en su boca para plantar un beso en cada dorso, gesto que me provoca una sonrisa—. Pero será porque tú lo vas a hacer. —Niego desesperado y ella aprieta mis manos—. Lo harás, cuando estés listo, así será. —Volvemos a abrazarnos fuerte.

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Maldición, fue una mañana cargada de emociones, no esperaba ver a tía aquí...

¿Y cómo mierda querías que no nos descubriera si se la dejaste regalada?

No puedo mentirle a tía Gina, sería como engañar a mamá.

Al que tenés que contarle la posta es al pibe; Rui, hemos pasado años, intentando regresar y cuando al fin lo conseguimos, salís con esa mierda de promesa.

¡Él es feliz! ¿Por qué no lo entiendes? ¡Deja de empujarme!

Es lo menos que merecés. Se lo decís vos o lo hago yo.

No te atrevas.

¡No me provoqués, Rui! Ya tenemos más de un año en esta mierda y tú rajoneria ya no la aguanto. ¿Ese es Cory?

Sabes que sí, Johana está diseñando su ropa...

¿Y eso qué tiene que ver con Fisher? ¡Miralos! Puras risitas y se encierran en la oficina de Ray. Sos re guaso, Rui. ¡Decile la posta al pibe! Vos hacés promesas y Ray muy abrazado con Cory.

¡Todo tiene una explicación!

¿Sí? Dejá de aparentar, te enoja igual o más que a mí.

¡Cállate!

Vos te alterás, no tratés de disimular... 

¡Que te calles!

Desvío la vista del piso superior, tratando de ignorar la presencia de Cory. Johan está por llegar de clases, ¡maldición! Solo espero que para entonces se haya largado, no quiero que pase un mal rato por su culpa.

¡Decile la verdad! No sólo sobre nosotros, sino estos encuentros clandestinos de Ray y Cory. Sabés, como yo, que se ven más seguido desde que Johan volvió a la escuela. ¡Dejá de ser un pendejo de mierda!

—Ya cállate.

—¡Rob, qué grosero!

Noto a Kelly frente a mí, parece que me decía algo, pero ni cuenta me di.

Maldición, luce molesta y todo por tu culpa.

¿Mi culpa? No estaría así de no ser por vos y tu cobardía. ¡Quítate!

—Perdoná, piba, a veces soy re guaso, sonará loco, pero no te lo decía a vos. —Kelly nos mira extrañada y no es para menos; todo gracias a vos, pelotudo, pero después de un rato sonríe confundida.

—Ok, eso es súper, hiper, mega raro. —Sonreímos—. Te decía: ¿tienes planes para el sábado?

—Probablemente con vos, piba bonita.

Un momento, idiota, deja de hacerte el galán, si Kel ya está aquí, ¡Johan también!

Rescatate, yo me encargo o mejor, dejalo que se entere.

¡Maldición, busca a Johan!

Disculpá, tengo mejores cosas que hacer con Kelly.

Paso un brazo sobre los hombros de ella y nos giro, dándole la espalda a la escalera; caminamos rumbo a la pasarela. Por mí, que el pibe se entere.

¡Busca a Johan!, ¡hazlo ahora, Robert!, ¡deja de ser un hijo de puta!

Te dije que no me provoqués y dejá de pegarme porque te cago a piñas.

¡Cállate y busca a Johan! ¡Lárgateeee!

—Rob, ¿estás bien? —Kel me contempla algo preocupada y yo la verdad me siento algo tenso ahora—. Estás muy callado, pareces perdido. —Sacudo un poco la cabeza como respuesta porque no puedo hablar. Creo que las cosas con Robert se están descontrolando.

—Perdoná, Kel, ¿dónde está Johan?

—Fue arriba a dejar su mochila.

«¡Maldición!»

Volteo la cabeza y lo veo dirigirse a la oficina de Ray. ¡Noo!

¿Qué vas a hacer? Dejá que se entere.

Suelto a Kel y me apresuro a interceptarlo. Aunque Robert intenta evitarlo.

—¡Johan! —Le grito.

—Sí, Rob, ya sé, vengo tarde; solo dejaré mis cosas... —contesta sin siquiera voltear.

—¡Pelotudo, te estoy hablando!

—Solo espera un momento. —Empuja la puerta de la oficina. ¡Maldición! Lo veo entrar—. ¡Ray ya llegué! Dejaré mi... —Se calla. De nuevo, no pude protegerlo.

¡Mejor que se entere!

No lo entiendes, Johan ha sufrido demasiado, no es justo. Siento ganas de llorar y Rob me aprieta un hombro, tratando de calmarme un poco.

—Sí, sí, maldito puberto, ahora lárgate que debo terminar aquí. —Escucho a Cory desde el corredor.

Enano endemoniado.

Concuerdo contigo.

—Niño, de verdad, no es lo que crees, no pasa nada —la excusa de Ray me hace virar los ojos y sin más remedio, doy media vuelta, listo para largarme.

Vos no sos cupido, vos solo sos un cobarde enamorado, dejá que se entere y decile la posta.

No me hables. Pudiste evitar esto.

Me dirijo hacia la pasarela a esperar a Johan, camino decaído porque de nuevo le falle. Igual que antes…

Dejá el drama, ahora solo tenés que decirle la posta.

Solo quiero que él sea feliz, ¿no lo entiendes? Esa felicidad no está a mi lado.

Entonces, ¿ahora si estás dispuesto a superar al pibe? ¡La concha de la lora, Rui! ¿Ves por qué te empujo? Agradecé que no te pateo. Te lo dije en Buenos Aires, allá éramos dioses. Pero no, vos empeñado en tu pibe, todo lo que hicimos fue por tu pibe, así que ahora no me vas a joder. ¡Se lo decís vos o lo hago yo!

Escuchamos la escandalosa risa burlona de Cory, lo vemos bajar acelerado...

—Es un enano malévolo.

¿Qué crees que haces? Hay que esperar a Johan en la pasarela.

Yo tengo mejores planes, pelotudo. Observo a Cory una vez que ha terminado de bajar, él también me mira algo confundido por largo rato.

—¡Ay, ya, argentino cachondo! ¿Me dejarás pasar o qué?

—¿Cachondo yo? A vos se te antojan todos, ¡sos re puta!

—¡¿Disculpa?! —habla con extrañeza, sí, debe ser que andamos chamuyando. Fijamos nuestra vista en la suya, él nos la sostiene por un rato, hasta que, nervioso, se acomoda un mechón de cabello tras la oreja—. ¡Ay!, olvídalo, no sé para qué pierdo el tiempo contigo.

Pasa a un lado de nosotros y lo vemos salir del estudio.

¿Qué intentabas hacer?

¡Lo que vos no te animás!

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Final de otra jornada laboral, estamos reunidos todo el equipo, decidiendo a dónde ir a celebrar la vida; abrazo a la piba bonita mientras acabamos de escoger el lugar.

¿Dónde está Johan?

¡Qué sé yo dónde está tu pibe! ¿Ves la belleza que tenemos al lado?, ¿cómo no te concentrás en la piba bonita?

Kel es mi amiga y lo sabes, Johan me preocupa.

¡Kel es mi amiga! Serás pelotudo. ¡Está buenísima! Decís qué te vas a alejar del pibe, pero en cuanto se te pierde, ¡pum! Solo pensás en él. Rui, concentrate, nos vamos de gira con el grupo.

—¿Todo bien, Rob? —Nos pregunta Kel con un aire de preocupación y todo por tu culpa, Rui.

—Rescatate, mina bonita. —Las Cosas que hago por vos, Rui y ni así me agradecés—. ¿Dónde está tu amigo el suicida? —Kel golpea nuestro hombro, empujándonos, pero mantiene una sonrisa—. Es un chiste.

—No le digas así. —Suspira—. Supongo que está en las rocas, esto de la subasta con Ray y Cornelio juntos no le vino nada bien.

—Entiendo, piba.

Debo ir con Johan.

¿Me estás flashando? Rui, el primer paso para superar la obsesión con el pibe es dejar de buscarlo, tenemos a la piba bonita aquí y todo un plan preparado con el equipo.

Nada de eso me importa, ¿cómo piensas que voy a celebrar algo si él está mal? Debo buscarlo.

Tenés razón, lo buscaremos y le vas a contar todo, si no lo hacés vos, lo voy a hacer yo y no creo que te guste mi manera de hacerlo.

Bien.

—Kelly, perdoná, se me está quemando el bocho. —Me observa confundida—. Perdoná, me duele la cabeza, creo que mejor voy a casa. —Quizás sea la peor excusa que se me ocurrió.

¿Quizás?

Cállate un momento.

—Rob, pero tú fuiste quién propuso la salida, ¿y ahora nos dejas? —Me encojo de hombros y ella prosigue—: Rob, ¿tiene algo que ver con Johan? —Sacudo la cabeza en negación—. ¿En serio? Luego que preguntaste por él...

No la dejo terminar de hablar, interrumpo sus palabras con un beso, ella responde pasando sus brazos detrás de mi cuello, tomo su cintura y la junto más a mí.

¡Eso galán! 

Tú cállate.

Admitilo, la roja te la mueve. 

No me abraces, sigo molesto contigo, pero no te voy a negar que algo me pasa con ella.

¡Vámonos de gira con ella!

Johan me necesita.

—Pibe, ¿no quieres una enfermera privada? —susurra en mis labios, haciéndome reír. Acaricio su mejilla y le acomodo su suave cabellera tras la oreja. Kel es preciosa y esa sonrisa coqueta es... ¡Uf!

—Sos una tentación enorme.

Eso boludo, seguí de coqueto.

Cierra el pico.

—Necesito descansar, pero me la voy a pensar —le digo. Beso su mejilla y me despido con un guiño antes de subir a la moto.

Bueno, al menos no la cagaste con la piba bonita. Ahora vamos por una lollipop para tu pibe. Me tenés que compensar, Rui. Yo quería ir de gira con ellos.

¿Quieres conducir?

Solo querés llegar rápido, pero acepto, aunque ni pensés que así me compensás.

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Luego de un viaje a toda velocidad en el cual Rui no dejó de recriminarme y llamarme orate por mi peculiar manera de conducir, llegamos hasta la playa, caminamos hasta ese lugar secreto repleto de rocas.

Pelotudo, ya podés estar tranquilo, allí está tu pibe de rulos, no saltó de ningún lado, solo está sentado en esa gran piedrota, tocando su flauta.

Lo hace hermoso, adoro escucharlo, aunque I'll never love again me quiebra, odio verlo triste. Siempre amé oírlo y todos estos años extrañé escucharlo, por eso no pude evitar entonar la canción, aunque con ello le haya provocado un susto.

Ese tema parece hecho para vos y tu obsesión con el pibe.

¡Cállate!

—¿Qué haces aquí?, ¿no se supone que deberías estar con los demás? —pregunta Johan confundido al verme.

—La verdad no tenía ganas de ir a celebrar nada. —Intento emular una risa, aunque no sé qué tan bien me haya salido—. Tampoco creí que ibas a estar acá, pelotudo.

—¿Quién te rompió corazón?

¿A posta? Él está aquí casi llorando, toca esa canción re triste y mirá lo que dice.

¡Cállate!

—¿A mí?, ¿quién estaba entonando esa bonita, pero triste melodía? —Lo veo sonreír, eso automáticamente me hace imitar su gesto.

Seguimos en silencio, viendo el paisaje. Me atrevo a mirarlo, luce demasiado perdido. «¡Maldición, Ray! ¿Por qué tenías que provocar esto?»

¿Qué esperás? ¡Animalo! Todo tengo que hacerlo yo, Rui, sos re cobarde.

—Tomá. —Sacamos la lollipop de la mochila, su rostro se ilumina al ver el dulce—. Sé que te encantan estas cosas.

—Gracias. —Lleva la paleta a la boca con una bonita sonrisa y volvemos a perdernos en el horizonte.

Rui, se lo voy a decir.

Ya te dije que no te atrevas.

Rui, tenés una oportunidad ahora que Ray está cagándola.

—¿Querés ir a otro lado? —Nos ve confundido—. No pensés nada raro, vos siempre estás imaginando cosas conmigo.

¿Qué crees que haces?

Lo que debiste hacer, animarlo. ¿No te gusta como ríe?

Por supuesto que sí, su risa me hace sonreír. Si él es feliz, yo lo soy.

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¡Maldición, Robert! Te he dicho que no conduzcas como orangután drogado y menos cuando está Johan aquí.

Rescatate, ya llegamos.

—Voy a mostrarte el lugar más espectacular. —Sonreímos, aferrados a su brazo para guiarlo.

¿Crees que sea buena idea mostrarle?

¡Claro que sí, Rui! Quizás se le active la memoria a tu pibe.

—Baby, mi piso queda acá, pero antes que pensés algo raro, no vamos para allá.

Debés estar feliz, tu pibe no hace más que sonreír.

Adoro verlo así.

Lo llevo al ascensor, pero en cuanto llegamos hasta el último nivel, este pelotudo tiembla como gelatina. ¿A tu pibe desde cuando le asustan las alturas?

Yo qué sé, pero debes ser amable, idiota.

—Rob, ¿qué hacemos aquí?

—Ya te dije, es el sitio más espectacular, pero tenés que salir para verlo. —Extiendo las manos hacia él, invitándolo a tomarlas.

Fijo mi mirada en la suya y aunque en la de él se nota el terror, sus ojos siguen siendo muy brillantes y puros, me pierdo en ellos hasta que al fin asiente en silencio y se atreve a tomar mis manos.

Con cuidado, consigo llevarlo hasta el barandal...

Tené cuidado, Rui, a este pibe se le pierden los suplementos y el aguatero.

Cállate imbécil.

Señalo hacia la ciudad, todos parecen hormigas a veinte pisos de altura, pero el chico frente a mí parece una fría y pálida roca, creo que no debimos traerlo.

—¿Ves lo pequeño que luce todo? —pregunto con amabilidad y Johan me observa un segundo antes de devolver la vista al panorama— Acá cualquier problema se ve diminuto.

Vuelve a mirarme, nuestros ojos no se apartan, se ve algo más tranquilo eso me hace sonreír.

Rui decile, tiene que saberlo.

No estoy listo.

—No te preocupés por Ray y Cory, vos sos el mundo para él.

¿Qué estás haciendo? Rui, ¡tenés que decirle la verdad! Ray y Cory le están viendo la cara y vos los estás tapando.

Ya te dije que todo tiene una explicación, por favor, no te metas.

Contemplamos el panorama, su mano sigue enlazada con la mía, ese calor de verdad me gusta y lo he extrañado demasiado.

Rui, entonces decile, ¡dejá de ser re guaso! No te hagás el mártir.

Él quiere a Ray, solo acabaría por alejarse asustado, deja de interferir.

—Rob, ¿tú sientes algo por Ray?

¡Ja! Ya se rompió tu burbuja.

Cállate, es tu culpa por tirarle onda a Ray también.

¿Qué puedo hacer? Es un tipazo.

Imbécil.

—Si te digo que no, ¿me vas a creer y dejarás de insistir? —Me observa en silencio, sorprendido y yo continúo—: Si te digo que sí, ¿te traumarás más de lo que estás sobre Cory? —Sigue en el mismo estado así que termino por girarme y apretar sus hombros antes de hablar—: Johan, siempre habrá alguien a quién le guste tu pololo, ¡es Mr. Fisher! es re joya y si mencionamos su forma de ser...

—Es encantador.

—Exacto. Johan, tenés que confiar en él, pero también en vos, dejá de compararte. ¿Y qué si Cory es lindo y coqueto? Él no sos vos y Ray te quiere a vos.

Johan se muerde el labio inferior un momento y me esquiva la mirada, está todo rojo.

El silencio reaparece, volvemos a contemplar la inmensidad, pero lo siento más tranquilo y eso me gusta.

Te dije que era buena idea.

Sí, lo fue.

—En Buenos Aires vivía con una tía y su repulsivo novio —le digo mientras nos sentamos, recostados a la baranda porque la verdad, Johan ya se veía un poco verde por el susto. Así que trato de distraerlo, contándole cualquier cosa y él me observa atento—. Ella no se daba cuenta, pero el pelotudo ese me tiraba onda.

—¿En serio? —Afirmo en silencio, él luce algo preocupado, así que sonrío al continuar:

—Rescatate, solo era incómodo, no llegó a nada; pero ¿tenés idea de cuántas veces dormí en el tejado para evadirlo?

—Por eso tu obsesión con las alturas —sonrío, pero niego con la cabeza porque eso empezó desde antes—, en serio, esto es demasiado.

—¿Sabés? Intentando hacer plata y evadir al pelotudo fue que acabé en esta tontería del modelaje, como vos decís.

¿Cómo que tonterías? Es nuestra carrera, sé que vos solo lo hiciste por tu pibe, pero la sudamos así que dejá de decir boludeces.

Bien, tienes razón no son tonterías.

—Hice un montón de campañas allá, en cuanto cumplí dieciocho me largué de esa casa, pero para entonces ya mi cara tapizaba casi toda la ciudad, así que mi tía quería una parte de la tostada, ¿cómo la ves?

—Increíble.

—Sí, baby, se le perdieron los suplentes y el aguatero. —Reímos juntos, adoro escucharlo.

—¿Y el resto de tu familia? Digo, ¿padres, hermanos?

«¡Maldición!»

Yo me encargo.

—¿Tenés hambre? Fiera, yo sí. —Aunque nos mira raro por el corte, afirma sonriente—. Vení, vamos a comer a mi piso y después te llevo a donde vos querás.

♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

—¿Creés que no te estoy viendo?

Este pelotudo me ortiva, cree que sus burlars silenciosas del depa desde que entramos, pasan desapercibidas. Él se carcajea muy fuerte como respuesta. ¿Cómo osa mofarse del rey?

Te dije que exageraste con Michael Jackson.

—¡Perdón! Es que te pasas. ¿En serio? ¿Michael Jackson por todas partes? —Sigue riendo. Voy a cagar a piñas a tu pibe.

No te atrevas.

¡Qué no me provoque!

—¡Pero si es el rey! —le grito y resulta peor porque ríe todavía más y vos también te estás riendo, pelotudo— ¿Sabés qué? Enseñame la decoración de tu departamento.

—Bueno, ya, no dije nada.

No para de reír. Hasta de nuestro delantal de cocina con estampa de Thriller está mofándose; nuestras figurillas de Michael, el chef; no escapan tampoco de sus burlas y ni hablar del delantal que le lanzo. ¡Me voy a cagar a tu pibe!

—¡Pará de burlarte! —Le tiro una espumadera y ríe aún más fuerte al ver las iniciales del rey en el mango.

—¡Lo siento! Ya, me calmo. ¿Hoy cocinaremos crepas al estilo Billie Jean?

Perdoná, Rui, pero lo voy a cagar a piñas.

—¡Te lo buscaste!

¡No te atrevas a tocarlo!

Lo persigo con el bote de harina en mano, corre alrededor de la isla entre risas, verlo así de contento me hace sentir igual. Todo se vuelve un blanco y polvoroso caos. Hace mucho anhelaba divertirme así con él. Siento un golpe en el pecho cuando lo veo resbalarse y acabar de espaldas en el suelo.

¡Auch! Eso dolió, le pasa por burlarse del rey.

Cállate. Pudo lastimarse.

—¡Pelotudo! ¿Estás bien?

Afirma con la cabeza y vuelve a reír. Eso me tranquiliza. Él se yergue sobre sus codos y nuestras miradas se encuentran, su risa se esfuma. Estamos demasiado cerca, siento ese revoloteo en mi interior una vez más...

Rui, decile.

No puedo. No me salen las palabras.

Entonces besalo de una puta vez, Rui.

No sé si deba...

—Johan, yo... —Permanece expectante, nuestros ojos no se apartan.

¡Rui, hacelo!

No puedo.

¡No seás cobarde!

Opto por soplarle un puñado de harina en el rostro para romper este momento de tensión y huyo de la cocina hasta el balcón.

¡Maldición, Rui! Dejá de cagarla.

No puedo contarle.

¡Pudiste besarlo, Rui! ¡Él quería! Sus ojos lo dicen. ¿Qué no viste cómo temblaba su boca por la cercanía?

No puedo.

Rui, ¿por qué sos así de cobarde?

No lo entiendes.

—¡Hey, Rob! Encontré tu cuader... —Johan viene emocionado de la cocina, pero se calla al verme.

¡Rui, te he dicho que este pibe está loco!

¡Cállate idiota! Creo que es por estar sentado en la baranda. Me apresuro a bajar e ir con él, en serio tiene un problema con las alturas.

—¡No vuelvas a hacer eso!

—¡Rescatate, pancho! Todo está bien. —Sigue temblando. Maldición, no quise asustarlo—. ¡Relajate! —Tomo sus manos para llevarlo al sofá—. Johan, ¿vos estás bien? —Sacude la cabeza en negación, muy nervioso—. Johan...

—Intenté saltar hace años, pero él me salvó, Rui me salvó…

—¿Ru-rui? Rulo, no entiendo…

¡Habla de mí!

Rui, te estoy diciendo que le contés la posta, es nuestra oportunidad.

Ya te dije que no puedo.

—Alguien especial. Por eso temo a las alturas. —No deja de temblar, ahora me siento mal—. Rob, no vuelvas a hacer eso, por favor.

Me quiebra su tono.

Rui, ¿y qué pensás hacer?, ¿seguir mirándolo con cara de bobo mientras continúa temblando?

No lo sé.

¡Rui, tenés que hacer algo!

Me atrevo a abrazarlo. Sé que estoy yendo lejos con esto, incluso lo siento tensarse por un momento; sin embargo, no me aparta.

—Perdoná, no te quise asustar —susurro, entonces responde al abrazo.

Maldición, su calor es como un bálsamo que calma mis demonios y acelera todo dentro de mí. ¡Cuánto he extrañado esto!

Rui, tenés que contarle.

Basta, Rob.

—Hey, tienes talento. —Me dice al separarse de mí, no comprendo a qué se refiere hasta notar que tiene mi cuaderno. ¡Maldición!

Bueno, viendo tus dibujitos, seguro se da cuenta. Será más fácil decirle.

Él no puede ver esto.

Rui, dejá de portarte como nené y aprovechá de contarle.

—¿Qué hacés con eso?

Debo quitárselo.

Ah no, vos dejá que lo vea.

—Rob, ¿le has mostrado esto a Johana? —Nos señala los diseños de ropa. Seguí pasando hojas, pibe, porque no es eso lo que quiero que veás—. Deberías, sé que le encantaría ver todo esto y hasta te apoyaría si quieres dedicarte al dise...

—No quiero ser diseñador, quería ser médico, Johan.

A ver si así se le activa el cerebro.

¡Basta!

No, ya te dije que voy a contarle.

—¿Por qué no estudiaste eso? —pregunta confundido, parece olvidar lo que le contamos arriba, pero qué importa, quizás si presiono más, lo entienda.

—Preferí ser famoso, así llegaría más rápido acá.

¡Robert, detente, por favor!

Rui, es nuestra oportunidad de contarle la posta.

No puedo.

—¿Qué? —contesta Johan, pero le resto importancia a las palabras que Robert dijo antes con un gesto de manos y él sigue pasando hojas—. Bueno, cómo digas.

¡Eso! Al fin, los dibujitos que yo quería, tus retratos suyos, Rui. A ver qué le dirás.

Eres horrible.

—Son los ojos más hermosos, tienen un color brillante y puro, imposible de conseguir en una paleta —confieso algo apenado.

—Parece que estás enamorado.

«¿Es en serio, baby?, ¿solo eso dirás?» No puedo creerlo.

Tu pibe está bien orate, ¿cómo no ve que son sus ojos?, ¿cómo no ve que sos vos frente a él? Voy a cagarlo a piñas por idiota.

¿Qué esperabas? Han pasado años, además él nos cree muertos.

Entonces, ¿qué esperás para aclararle la posta, Rui?





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Hi! Parece que nos acercamos😉

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