II: Nuestro Bosquejo
Ha pasado casi un año desde que este par de pelotudos se confesó lo que siente el uno por el otro, desde entonces, esta desolada azotea se convirtió en el lugar de encuentro, bueno a veces cambia por esa zona de rocas en la playa o la casa sobre el árbol del parque donde se conocieron.
Hoy, seguimos enseñando box al pibe de rulos y… ¿Qué hacés, Rui?
¿Qué, no es obvio?
Subí la guardia, no te atrevás a dejarlo ganar.
Cállate, sé lo que hago.
—¡Johan, usa la cabeza!
—¡Solo quiero pegarte!
Me gusta verlo reír así.
Este boludo cree que podrá con nosotros ni pensés dejarlo ganar, Rui.
Cállate.
—Eres veloz y fuerte, pero… —Esquivo un potente derechazo y rompo su guardia. Lo aprieto fuerte en un clinch—. Te desesperas al pelear.
—¡Suéltame! —grita y forcejea, así que lo aprieto fuerte y empiezo a obligarlo a retroceder. Es una buena táctica para desestabilizar al oponente.
Nosotros hacemos box hace años, Ricky nos entrenaba antes de largarse, así que ahora enseñamos al pibe de rulos dorados, con la esperanza de que pueda detener a quien le está lastimando.
Le he insistido para hablar con la orientadora de la escuela o mejor aún, sus padres.
El tío Jhon es genial, todo un héroe, trata a su familia con mucho amor. Adoro pasar tiempo en su casa, es una familia hermosa y cálida; nada que ver con la basura que me tocó a mí y ni siquiera lo digo por mi madre porque ella es muy buena.
A pesar de eso, Johan sigue sin querer hablar, y sí él no habla, yo tampoco puedo hacer nada. Tiene mucho miedo y yo también.
Pero tenés que convencerlo, yo bastante tengo tratando de cuidarte a vos.
Lo sé, solo que ya no sé qué hacer.
—¡Yaaaa, suéltame!, ¡Rui, ya, para!
¡La concha de la lora! Creo que nos pasamos; Rui, andá a buscarlo. Este pibe puede saltar de la baranda.
¡No juegues con eso!
—Johan, lo siento…
Maldición, me interrumpe con sus sollozos. Soy un idiota.
—No es por ti.
¡Lo asustaste boludo! Mirá cómo tiene los ojos, casi se le salen.
¿Crees que no me doy cuenta?
—Sabes lo que yo estoy pasando.
—Lo sé, lo sé y por eso lo siento, no quise asustarte.
Acercate con cuidado, eso, no apartés los ojos de él.
Cállate, me pones nervioso.
—Johan, ¿me das tus manos?
Duda, luce demasiado asustado. Maldición.
¡Levantá la guardia, rápido! Este pibe tiene unos cambios de humor raros, primero lloriquea asustado y ahora mirá, ¡mirá cómo intenta pegarnos! Se está buscando que lo cague a piñas.
No te atrevas a tocarlo.
Atrapo sus brazos y los tuerzo detrás de su espalda, no para de quejarse y reír.
—¡Rui, ya, suéltame!
Apretalo más, se sigue riendo.
Me doy cuenta, no te metas.
—Johan, ¡eres un traidor! Me hiciste sentir mal. —Lo aprieto más.
—¡Aaah!, ¡ya déjame! —Reposo mi cabeza en su hombro.
Rui, es una lucha, ¿qué hacés en su oído?
Cállate.
—¿De verdad quieres que te deje?
—¡Yaaaa!
—Baby, si te dejo, te echaré de menos.
¡Ay, qué romántico! Y ahora besito en la mejilla. Sos re cursi, Rui.
Puedes desconectarte y dejarme en paz, sabes.
—¡Tonto!
¡Ay, sí! Míralo cómo se hace el frío, pero bien que le gusta.
¿Podrías dejarme en paz?
Sé lo mal que la pasa él, pero si al menos puedo darle momentos de felicidad y risa, pues genial. Quisiera que me hiciera caso cuando le digo que busquemos ayuda, espero algún día —más temprano que tarde—, al fin me escuche.
Por lo menos, ahora puedo abrazarlo y reconfortarlo cuando está mal, disfruto mucho estos momentos en los que puedo apretujarlo y escucharlo reír, lo mismo que a él le gusta estar entre mis brazos.
—Johan, sé que no quieres hablar de esto…
—Rui, no. Si dices algo más me iré.
¡Rui, no seas guaso! Debés ser cuidadoso. ¿Ves por qué no me puedo desconectar?
Idiota, entonces, ¿qué propones?
Agarrale las manos y no apartés los ojos de él.
Entiendo, entiendo, ya.
—¿Quieres seguir soportando eso?
Apretale las manos, tiene que oírnos, no dejés que se suelte.
Eso hago.
—Escúchame. Me duele verte mal, me duele lo que estás pasando…
—¡Ya, suéltame!
—No.
¡Abrazalo, pelotudo! Está llorando, ¿o querés que me haga cargo por vos?
Ya, ya, deja de regañarme.
—Johan, yo voy a estar contigo. Tenemos que hablar con un adulto.
No para de llorar y siento que mi interior se quiebra. Sé que mi vida es una mierda, pero al menos no hay un maldito que esté haciéndome algo como eso.
—¿Lo prometes?
¿Qué? Espabilá, Rui, lo va a hacer. ¿Qué esperás para esa promesa?
A eso voy, ya deja de mandonear, bastante tengo con mi padre.
—Yo te apoyo y tú a mí…
¡Ay, pero qué bonito! Tu mano y la suya en tu pecho y lo mismo que en el suyo. Par de cursis.
Cállate.
—Siempre será así. —Sonrío y él me devuelve el gesto.
Sos re cursi, Rui.
¿Dónde te apagas?
—Siempre juntos.
Y este boludo no se queda atrás, son tal para cual.
Cierra el hocico ya.
Lo abrazo fuerte, él responde del mismo modo. Me siento feliz porque aceptó buscar ayuda y eso es un gran avance. Queda ver cuándo lo haremos y con quién.
—Caprichosa eres tu, muchas veces lo sé. No te importan los demás y quieres todo hacer a tu manera. ¿Por qué te comportas así?
—Rui, soy un chico —me dice con mala cara mientras sigo cantando, tuerce los labios así que es seguro que se aguanta la risa. Ahora se cubre la boca con una mano y le brillan los ojos. Amo ese brillo, me alegra saber que a pesar de lo malo en nuestras vidas, siempre tenemos un motivo para reír juntos…
Aunque sean tonterías como estas, Rui. ¿Ya te dije que sos cursi?
No me interrumpas.
—Porque yo estaré ahí, junto a ti, apoyándote en la adversidad.
¡Cursi!, ¡qué bonito! Le cantás con una mano en el corazón, ¡qué romántico!
¡Desconéctate ya!
—Puedo renunciar a muchas cosas, menos salirme de tu lado. Mientras estés aquí, no importará donde sea que estemos los dos.
—Ya, Rui, deja de canturrear.
—¿No te gustan las mañanas de primavera? Escucha a las aves cantar.
Su cara de: “deja de decir tonterías” me hace reír mientras él suspira fastidiado.
—Rui, son aves, solo cantan, tú en cambio…
Me acerco y beso su frente, veloz.
—Soy tu ruiseñor, me tienes prisionero en la jaula de tu corazón.
Ahora sí se suelta a reír, cuando él es feliz, yo también lo soy.
¡Re cursi es lo que sos vos!
Cállate, estoy feliz.
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Siempre me ha gustado el baloncesto, desde niño jugaba con mi hermano. Sin embargo, con el tiempo demostré más cualidades para esto que él, mientras él destacaba en el box.
Mi hermano participó en varios torneos, un par internacionales, incluso ganó algunos. Quería ir a las olimpiadas, siempre fue su sueño, por eso me sorprendió mucho cuando decidió hacer carrera militar, como nuestro padre. Jamás entenderé la razón.
Dejá de soñar despierto y poné la mente en el juego.
Cierto, cierto.
Pendiente con los defensa, te están rodeando.
Sí, cállate, puedo verlos.
La verdad, hace tiempo dejé de ver un reto en este juego. Por ejemplo, ahora; estos chicos creen que podrán conmigo, pero la verdad es que puedo burlarlos con facilidad. Camilo está al otro lado, pide el pase, pero niego con la cabeza y procedo a hacer mi jugada.
¿Cómo se les ocurre pensar que podrán con nosotros? Eso campeón, buena movida. Ahora mandate con unos pasos al estilo del rey.
A la orden.
Hago unos pasos de break dance como mi ídolo, Michael Jackson y todos enloquecen. Aviento un par de pases a mis compañeros en el camino para no meterme en líos de nuevo con el entrenador y así recibo el balón para anotar.
El público grita entusiasmado, suena Jam —canción de mi ídolo—, así que danzo en celebración. Diviso cerca de las gradas al grupo de porristas donde la bella Kelly baila y hace sus piruetas. Ella es genial, es la única chica que conozco capaz de emular los pasos del rey casi tan bien como yo y eso es decir mucho.
En las gradas —para mi sorpresa—, entre el revoltijo de un público eufórico, veo la hermosa sonrisa del chico de ojos verdes. Aplaude mientras nuestros ojos se encuentran.
Ya te embobaste de nuevo.
Idiota, Johan está aquí, ¿no te das cuenta lo increíble que es eso?
Rui, ¿ves a todo ese público emocionado por nosotros? Que importa si el pibe de rulos está acá.
¡Claro que importa! Se interesó en algo, luego de mucho tiempo. Eso es un gran avance.
Sonrío en respuesta. Siento el corazón como un zumbido.
Te estás ejercitando, ¿Qué esperabas?
Ya cállate.
Me toca dejar de mirarlo, pues acabo de notar a mi padre tratar de adivinar a qué o quién veo.
Te dije, pelotudo, olvidate que el pibe de rulos está acá. ¿O querés que la bestia se entere?
Claro que no.
Aunque mi mamá aplaude y grita emocionada, no puedo evitar sentirme mal al verla con esas enormes gafas de sol. Solo las usa para ocultar las marcas que él suele dejarle. No quiero ni imaginar lo malo que fue esta vez.
Supongo que nos parecemos, ambos somos un par de cobardes que seguimos junto a él, a pesar de sus maltratos y como digno hijo suyo, utilizo este jersey largo por la misma razón que ella sus gafas.
Dejá de gimotear como nene, Rui. Poné la mente en el juego, ¿acaso querés que las marcas en nuestro cuerpo sean peores?
Tienes razón.
Rescatate, solo un par de años más y seremos libres.
¿Tienes idea de todo lo que puede pasar en ese tiempo?
Entonces dejame cagarlo a piñas, Rui.
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Luego del partido y de posar con el equipo y entrenador para el periódico escolar, bueno todo lo que sigue a una final de campeonato. Al fin soy libre para regresar con mi familia y amigos.
Tené cuidado, la bestia tiene mala cara.
Ahora que lo noto, tienes razón. Johan y Kelly están con ellos. ¿Crees que se haya enterado de mi relación con él?
¿Querés la verdad? ¡Si lo supiera no estaríamos vivos! Y el pibe junto a él, aun menos.
Creo que tienes razón.
—¡Mi amor, muchas felicidades! —Me abraza mi madre emocionada y solo puedo reír—. Sos un fantástico jugador.
—Deja de payasear en la cancha —sentencia con dureza mi padre, matando con una sola frase todo el ambiente festivo. Lo típico.
—Papá, tranquilo. —Sonrío—. Esto es pan comido.
—Cierto, señor Víctor, Rui es genial —agrega Johan con una timida sonrisa. Mi madre lo hala del brazo para juntarlo con nosotros en un abrazo.
—¡Qué bueno verte acá de nuevo, gatito! —Mi madre llama así a Johan porque tiene los mismos ojos de su mamá, a quien ella suele llamar gata.
Han sido mejores amigas desde tiempos inmemoriales, por eso Johan y yo siempre hemos estado juntos.
Él no deja de sonreír y yo no puedo evitar hacerlo al ver su gesto, es que la mayor parte del tiempo está triste.
Rui, mejor dejá de hacerlo, la mirada de la bestia no me gusta.
Vaya, tienes razón. ¿Crees que sospeche?
Si seguís con esa cara de bobo, no lo dudés. Debés ser cuidadoso, Rui.
Entiendo, entiendo.
—Roja. —Halo a Kelly de la mano y paso mi brazo sobre sus hombros al tenerla junto a mí—. ¿Crees que payaseo en los juegos?
Eso campeón, usá a tu mejor amiga para hacerle creer a la bestia que no sos gay.
No soy gay.
Ah, no sabía que el pibe de rulos en realidad es una piba.
No, pero no me gustan los chicos. Solo Johan, él es diferente.
¡Es un pibe, Rui! ¿O acaso en su ropa interior esconde otra cosa?
Solo cállate, no lo entenderías.
—¡Claro que no! —contesta la roja y besa mi mejilla— Eres el mejor y puedes alardear lo que quieras.
—¡Deberíamos ir a celebrar! ¿Qué dicen chicos? —pregunta emocionada mi madre antes de notar el rostro molesto de mi padre «Maldición, ahora qué», entonces, mamá lleva una mano hasta su boca y parece descompensarse. Johan la sostiene con fuerza mientras me apresuro a ayudarla.
—Ma, ¿estás bien? —pregunto preocupado.
—Sí, amor, perdoná, creo que no habrá celebración. —Besa mi frente—. Necesito descansar.
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Ya en casa, ayudo a mamá a recostarse, al quitarse las gafas me quedo mudo ante el desastre en su ojo izquierdo.
Está negro, hinchado —demasiado en verdad—, apenas y puede abrirlo con dificultad.
No llorés, Rui. Mantenete frío.
Yo no puedo más con esto, un día va a matarla.
—Mamá, ¿por qué no lo dejas?
—Amor, fue mi error, me descuidé y arruiné su camisa con la plancha.
—¡Vámonos!
—¿Cómo sobreviviremos?, ¿quién contrataría a una actriz, destrozada por la vida?
«Más bien por su esposo.»
—¿Eso es lo que te preocupa? Mamá, estoy grande, puedo trabajar.
Mamá niega con la cabeza.
—Claro que no, el deber de vos es estudiar —sentencia con firmeza, aunque con poca fuerza.
—Entonces, nos quedamos con él hasta averiguar, ¿cuál de los dos muere primero por su mano? —pregunto alterado y ella cierra los ojos con pesar.
—Rui, sé que tenés miedo y más porque querés a Johan, pero tené cuidado. —La veo, confundido y ella sigue después de un suspiro—: Amor, a tu papá no le agradó tu forma de mirarlo.
¿Ya ves? ¡Te lo dije, pelotudo! Quitá la cara de bobo cuando lo ves, más si estás frente a la bestia.
No me di cuenta.
—Amor, ¿no sería mejor hacer a un lado esos sentimientos?
«¿Qué?»
—No me estás hablando en serio. —Mi tono es de incredulidad, pero ella afirma débilmente con la cabeza—. Mamá, me pides renunciar a lo único que me da un poco de alegría y todo… ¿Por qué?, ¡¿por complacerlo a él?!
—Rui…
Camino desesperado de un lado a otro sin prestarle atención.
—Mamá, ¡dejaste el teatro por él! —Mi tono de voz va en aumento—, ¡no puedo dibujar, por él!
Rui, calmate, gritás a la persona equivocada.
¡Estoy harto!
—¡Ricky se olvidó que existimos, por él!
—Rui…
—¡Me arruinó el baloncesto! —Todo me da vueltas, mis puños se frotan por inercia contra los laterales del pantalón.
Dejá de llorar, Rui.
¡Ya no puedo aguantar más!
—¡Listo! Ya lo dije, ¡Lo odio! —Siento palpitaciones, mi respiración se acelera… —. Ma, me aho…
Rui, estás muy nervioso y temblando…
No sé qué me pasa, me sien… estoy… cansa…
—Ma-má…
Descansá, Rui, descansá. Trazaré nuestro bosquejo de un mejor futuro.
****************
¡Hola de nuevo! Ahora sí, es en serio, este es el último adelanto, ¿qué les parece la narración de Rui-Rob?
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