ESPECIAL: San Valentín

Para mi querida jakecastroc

El chico de mirada huidiza patea con rabia la mochila en cuanto ingresa a la habitación, el peso de sus errores le golpea fuerte…

Dramaturgo, deja de joderme, bastante tengo con ese hobbit horrible.

Ustedes formaron una alianza, aceptaste mantener un buen promedio.

¡Y lo tengo, Dramaturgo!

Dos materias, dos con ocho y otra con siete.

¡Y el resto son solo dieces!

Tengo veintiuno y ese gnomo maldito me sigue tratando como a un niño, ¡no es justo!

—¿Está usted enojado, Joha? —pregunta en tono burlón el idiota de Kay en cuanto entro.

Los cuatro ingresamos a esta universidad y formamos parte del equipo de natación, aunque los únicos principales somos Mike y yo; Leo y Kay están como suplentes aún. Entre todos rentamos un pequeño departamento de dos habitaciones y bueno, Kay es mi compañero de cuarto.

Fijo la mirada en él y lo veo recostado en su cama, lee un cómic o quizás eso quiere hacer creer porque el olor a alcohol en este lugar es épico.

No le digo nada y voy directo al mini refri por una cerveza, tal vez sean dos o más, estoy furioso y necesito drenarlo de algún modo.

Como si no fuese suficiente, ni siquiera logro hablar con Ray desde ayer cuando le conté que no podría viajar ya que el rey gnomo me lo prohibió y amenazó con suspender la beca si me atrevía a aparecer por mi cuenta, a veces lo odio.

Sé que Ray ha tenido bastante trabajo estos días, pero… ¡Demonios! Es injusto que me ignore a cualquier hora del día que lo llamo, es como si también está enojado conmigo por no cumplir las altas expectativas de Cory.

—¡Maldita sea! —me quejo al ver que no queda ni una cerveza.

—¡Oh, mi querido hermano! Estoy degustando la última, lo siento —dice Kay  arrastrando un poco las palabras y me muestra la lata antes de llevársela a la boca. No lo puedo creer.

—¡Maravilloso! No puedo viajar y gracias a ti, tampoco embriagarme.

—¿Ya dije que lo siento? Hermano, lo necesitaba más que tú.

Quizás hasta razón tiene.

Tal vez, Dramaturgo. Es decir, Kay reprobó varias materias, su permanencia en el equipo de natación pende de un hilo, pero igual es su culpa por preferir las juergas.

Lo dice el chico que se embriaga y hace bailecitos sexis sobre las mesas.

¡Dramaturgo! Eso fue solo una vez en primer año.

¡Ah!, ¿no cuenta la del río durante la escapada de hace semanas porque fue sobre una roca en lugar de mesa?

¡Dramaturgo!

¿O qué tal ese vídeo viralizado en la red donde tú y Kay bailaban cumbia y emulaban a Goku y Vegeta?

¡Ya, Dramaturgo! Sí, soy un caos, pero no todo el tiempo como él, incluso tengo buenas notas y un rendimiento óptimo en el equipo. Así que no jodas.

Es justo lo que me molesta, no reprobé, me esfuerzo muchísimo y aún así Cory me reprende. No merezco este castigo.

—¡Gnomo maldito con aires de perfección, te odio! —grito molesto y me dejo caer sobre mi cama, pero un segundo después, un almohadazo me impacta la cara, intento levantarme y una vez más soy atacado por Kay.

—¡No hables así del señor Evans! —me grita el borracho idiota y sigue golpeando.

—¿Qué te pasa, tonto? ¡Déjame en paz!

Le arranco la almohada y la lanzo a un lado, entonces el idiota salta hacia mí y comienza a ahorcarme sobre la cama.

No entiendo qué le pasa, pero forcejeamos como par de imbéciles, nos caemos de la cama y aunque me dolió el hombro izquierdo por el golpe, continuamos rodando en el suelo.

¡Qué maldita locura!

—Kay, ¿qué te pasa, idiota?

—¿Cómo dices cosas feas del benevolente Cornelio Evans?

—¡Estás demasiado borracho!

Seguimos girando y forcejeamos sin parar, entonces escucho que la puerta de la alcoba se abre y segundos después, alguien jala a Kay y me lo quita de encima, así que me yergo listo para atacar a mi amigo, cuando la misma persona me jala por la capucha de la sudadera hacia la otra dirección. En ese momento noto que se trata del gigante Leo, está en medio de ambos, separándonos, mientras nos retorcemos como par de cachorros colgados que intentan liberarse.

—¿Se puede saber por qué hacen tanto alboroto? —inquiere en alto con su gutural voz y ambos nos callamos— Chicos, son amigos y compañeros de cuarto, además es el día del amor y la amistad.

Al decir eso, nos abraza a ambos, pero se asegura de enterrar nuestros rostros en sus axilas. ¡Maldita peste!

—Recién regreso del gimnasio, chicos, cansado, pero en estado de paz y ustedes interrumpen mi flujo.

Demonios, no puedo respirar, lucho por soltarme hasta que al fin lo consigo, pero la misma fuerza que usé se devuelve y acabo de culo en el suelo.

—¡Demonios, Leo!

—Dame una razón lógica para pelearte con tu amigo —me exige y luego de tomar un poco de perfume de la mesilla a mi espalda y esparcirlo por mis fosas nasales, procedo a responder, alterado:

—¡Ese borracho tonto me atacó!

—Respira, baby y relááájate.

—Leo, ¿no me oyes?

—Respira y deja que se alineen tus chacras.

Mientras él intenta llevarme a un estado zen, noto que Kay deja de luchar y moverse bajo el brazo de Leo, así que me levanto en un salto para liberarlo:

—¡Leo, estás demente, Kay no respira!

Lo jalo fuerte y volvemos a caernos al suelo, mi pobre culo se lleva la peor parte una vez más y ahora es peor porque tengo a Kay encima, enseguida me incorporo para acomodarlo a él ya que, en serio, no respira.

—Kay, maldita sea, ¡no te hagas! —le digo al zarandearlo y hacerle cosquillas, pero nada pasa. Ni modo, lo acomodo boca arriba, ubico su cabeza hacia atrás de tal forma que la garganta quede bien estirada, le aprieto la nariz y abro su boca para sellarla con la mía luego de inhalar una profunda bocanada de aire. Leo se agacha del otro lado, asustado y nos turnamos en intervalos en los cuales, él aplica compresiones abdominales y luego yo la respiración.

No ha pasado ni un segundo desde que vuelve a respirar cuando me toca brincar como gato asustadizo hasta su cama ya que se viene en vómito.

«¡Oh, qué maldito asco!»

La peor parte es que ahora Leo luce algo verdoso, demonios, creo que vomitará también y ya no puedo seguir viendo esto. Salto los charcos de vómito y huyo de la habitación, si me quedo, acabaré descargando el contenido de mi estómago también.

Salgo del depa y corro a toda prisa entre los pasillos, bajo los tres pisos hasta llegar a la salida del edificio y me dispongo a ir al mini mercado por algo de tomar. Pese a haberme distraído un rato con el desastre en mi habitación, igual necesito mitigar la rabia por tener que estar aquí

Mientras camino por los jardines de la residencia, sonrío un poco melancólico al ver a otros estudiantes con sus respectivas parejas; incluso, bajo un gran árbol, está Mike en un picnic nocturno con una chica, me alegra eso porque se desencantó del amor cuando Alondra comenzó a salir con Moe, pero nadie lo manda a quererla en silencio, debió contarle, lanzarse al agua así tal cual lo hizo el amigo de Ray.

Pensar en él me produce una sacudida en el pecho, en serio quería verlo; saco mi teléfono y vuelvo a llamarle, pero sigue sin responder. Eso me enoja y vuelvo a guardar el aparato.

Ray y yo no estamos juntos desde el viaje a Miami por año nuevo y ni siquiera compartimos mucho tiempo a solas porque aquello fue para compensar a Rex.

Ingreso al mini mercado, jalo un pequeño carro y me desplazo por los pasillos, haciendo tiempo antes de llegar a lo que vine a buscar: licor.

Six pack de cerveza, vodka y una botella de tequila, maní, papas fritas; sí, será una noche para perder la consciencia.

—¿Entonces, tienes una fiesta o solo quieres quedar en blanco?

La voz detrás de mí, me produce un sobresalto y siento al corazón martillar con fuerza dentro de mí. No me atrevo a voltear.

—Ya que llevas variedad de alcohol… —agrega en tono sarcástico y me giro para verlo— quizás deberías incluir una botella de whisky que el buen vino lo pongo yo.

«¿Por qué tengo que ser así de llorón a veces?», me pregunto al verlo sostener una botella del vino más fino que venden en este lugar. Mis ojos se inundan ante la presencia de un sonriente Ray.

Y tú que querías pelear con él.

Cierra la boca, Dramaturgo.

—¿Lloras porque te arruiné la fiesta o estás feliz de verme?

—¡Bastardo infeliz! —exclamo al saltar sobre él y enroscar mis brazos entorno a su cuello, él de inmediato me aprieta fuerte y acabo susurrando a su oído—: Estas aquí, demonios, estás aquí, Ray…

—Sí, niño, te extrañé demasiado...

—Te llamé mil veces.

—Lo sé, pero luego de gritarle a Cory, subí al auto y sin pensarlo mucho corrí hasta aquí. —Besa mi mejilla antes de poder continuar—: Fue un largo viaje, niño.

Soy consciente de que no estamos solos, pero en este preciso momento poco me interesa porque mi único deseo era ver y compartir con el hombre que amo y que ahora esté aquí, junto a mí es como un sueño hecho realidad, así que dejo de dar vueltas, poso mis manos en sus mejillas y junto nuestros labios en un suave beso que poco a poco se intensifica; adoro sentir el calor de su fuerte abrazo, ni hablar del sabor a cereza de su boca.

Comienzo a escuchar algunos murmullos y sé que son otras personas diciendo tonterías; a Ray nunca le ha importado que hablen, yo siempre he sido más tímido en ese sentido, pero ahora mismo solo me importa él, así que con todo el sarcasmo que consigo reunir, me giro hacia un lado y le contesto a un viejo hablador:

—Sí, señor, no se preocupe que hacia el hotel vamos.

Escucho a Ray reír y juntos guiamos el carrito hacia la caja, algunas personas siguen hablando idioteces, pero me sorprende ver a otros que intentan callar a los primeros; todo un debate sigue encendido cuando Ray y yo atravesamos las puertas automáticas para salir y subimos a su auto, muertos de risa.

—¿A dónde vamos, niño? —me pregunta Ray luego de respirar un rato para calmar un poco la risa, yo intento lo mismo, pero me cuesta porque me siento demasiado feliz por solo tenerlo al lado. Lo observo un momento, mantiene un codo apoyado al volante mientras me mira con una sonrisa enorme y brillante, amo ese hermoso y perfecto gesto, aunque él sabe cuánto odio esa barba que trae—. Johan, ¿me escuchaste?

—Sí, lo siento.

Me quedo pensando en su pregunta, el depa es la primera opción que descarto, solo de pensar en todo el desastre hecho por Kay y asumo que Leo también, se me revuelve el estómago. Ray pone el auto en marcha y enciende la radio. Sonrío por escuchar al locutor anunciar un momento retro con Baby one more time, Ray y yo intercambiamos miradas y reímos como par de idiotas.

—Sabes, no se me ocurre a dónde ir, Ray.

—No me jodas, niño, tú deberías conocer este sitio como la palma de tu mano, vives aquí hace casi tres años.

—Lo sé, pero no lo digo por eso, sino por la fecha, todo está reservado y repleto.

—En eso tienes razón.

Paramos frente a un semáforo y acerca su rostro al mío para volver a besarme. Amo la sensación que me produce, aunque rasposo, pero siento que lo extraño cuando se despega para seguir la marcha. Entonces un aviso en la carretera llama mi atención y se me ocurre una idea.

—¡Genial! Ya sé qué hacer y creo que lo amarás.

—Amaré lo que sea siempre que tú estés allí, incluso este momento conduciendo sin rumbo. —Sonrío ante sus palabras porque yo me siento igual con él. 


Creí que el Minion había arruinado todo con sus exigencias, quise asesinarlo por la mañana, pero la mala cara de un armado Cacius me hizo bajarle al instinto homicida, ese tipo asusta a veces. Sin darme cuenta llegué aquí, junto a mi pequeño pervertido y ahora estoy fascinado con el lugar al cual, él, nos guio luego de casi cuarenta y cinco minutos de viaje…

¡Es increíble!

En verano debe ser asombroso porque incluso ahora con la alta nubosidad, algunas estrellas consiguen asomarse. Hay muchos arboles a cada lado del camino y él me explica que son manzanos, me quedo boquiabierto al llegar a un inmenso e imponente río cuyas orillas están repletas con rocas de distintos tamaños, así como también arbustos y árboles, Johan dice que son durazneros. Al otro lado hay rocas aún más grandes, pinos, montañas…

—A pesar de la oscuridad, ves dos tonalidades en las parcelas del cerro, ¿cierto? —me dice cuando nota mi vista en la montaña y afirmo en bajo luego que la luz del vehículo alumbra un poco el lugar, entonces el continúa—: son plantaciones de bayas; hay fresas, moras y frambuesas.

—Esto es precioso, también suena delicioso, por cierto —replico con ironía. Adoro verlo reír, cuánto lo extrañé.

—Te dije que amarías este sitio porque yo lo hice cuando vine por primera vez, de día es aún más hermoso y no pude evitar pensar en ti aquella vez —me dice y sonrío. Vuelvo a besarlo.

—Qué bueno que no salgo sin mi equipo de acampar.

—Lo sé y podemos jugar a los campistas un rato si quieres, pero hay frío, así que será mejor ir a las cabañas —lo dice en tono coqueto y señala hacia el frente, entonces noto una pequeña colina con cabañas en fila, en dos se ven luces y humo salir de la chimenea, pero las otras cuatro están a oscuras.

—Johan, ¿cómo supiste de este sitio? ¿Qué lugar es?

—He venido a hacer trabajo de campo. Hace dos fines de semana, estuve con mi grupo y no lo negaré, me embriagué horrible.

Esa última parte mejor se la hubiese guardado.

—No hubo tríos, orgías, ni sexo siquiera, por si acaso, pusiste una cara épica, Ray —agrega con una sonrisa y no puedo parar de reír.

—Bueno, al menos.

—Es una plantación frutal, aquella vez trabajamos un rato de día, luego por la tarde y noche disfrutamos del río.

—Me alegra que la estés pasando bien en la universidad, Johan. —Compartimos una sonrisa antes de continuar—: ¿Tienes permiso para estar aquí?

—Sí —contesta, asiente con la cabeza también—, en realidad esto pertenece a la universidad, pero mañana tendremos que trabajar algunas horas en el campo, lamento no haberlo dicho antes.

—No te preocupes —contesto al detenernos donde él me indica, no hay duda que es precioso este sitio.

Bajamos del auto y de inmediato una sonrisa se me escapa, la cabaña es la última en el pequeño complejo y está hecha  completamente de roca la mitad inferior de la fachada y travesaños de madera la parte superior, hay un farol junto a la puerta el cual Johan enciende antes de abrir.

—Listo, ven conmigo, Ray.

Lo alcanzo con las increíbles compras que hicimos, creo que cenaremos solo licor y frituras en bolsas, pero ni modo, debimos pensar mejor antes.

Mis ojos se abren de la impresión en cuanto ingreso a la cabaña, el mobiliario es completamente de madera, de hecho; sillas, mesas e incluso literas lucen de confección artesanal. Es un solo ambiente con la cocina, apenas separada por una especie de barra también de madera.

Johan toma las bolsas de mi mano, aprovechando mi shock por la simpleza y hermosura del lugar y sin siquiera sacar las bolsas de frituras, las mete al refrigerador. De inmediato viene conmigo a besarme, siento el calor crecer dentro de mí, me aferro a su cuerpo mientras me acorrala contra la pared. Este pequeño pervertido cuela una pierna entre las mías para restregarme la ingle, mi pene brinca dentro de la ropa.

—¿Qué te parece mi idea? —susurra en mis labios.

—Es hermoso, Johan —contesto con la respiración acelerada, pero él sonríe, se quita la sudadera y vuelve a dejarme para dirigirse a la chimenea.

Yo me quedo apoyando la espalda contra la pared con el corazón a mil por hora. Hace más de un mes que no lo veía así, ¡Dios! Adoro las definiciones de su cuerpo, el entrenamiento ha hecho maravillas con él, el buen amigo en mis pantalones opina lo mismo porque salta de entusiasmo conforme se desplaza de un lado a otro. Carga la leña, entonces me acerco a él para terminar de ayudarlo a encender el fuego.

El ambiente se hace aún más cálido, Johan sonríe y va a la cocina.

—¿Qué quieres tomar, Ray?

—Trae el vino, niño.

Mientras él busca la bebida, decido sacarme el suéter y cinturón para quedar en igualdad de condición, lo veo morderse el labio inferior al devolverme la mirada.

—¿Te recreas la vista, mocoso?

—¿Tú qué crees, Hércules?

Su respuesta me hace reír y no apartamos la mirada uno del otro mientras regresa con la botella de vino y vasos desechables. En cuanto llega conmigo, enrosca los brazos entorno a mi cuello y vuelve a besarme, respondo apretándolo fuerte, me fascina su calor, olor, sabor, amo todo de él.

—Este año cumplo veintidós, ¿cuándo dejarás de llamarme así? —susurra en mis labios.

—Nunca. Eres mi pequeño pervertido. —Sonríe por lo que digo y  usa su mano derecha para sostener el anillo de corazón que cuelga como dije de mi collar.

—Se te ve sexi, Hércules.

—Siempre lo dices.

—Porque es real. Me sentí tonto al comprarlo en ese bazar de anime.

Han pasado años de eso y nuestro único deseo es estar juntos siempre, no ha sido sencillo adaptarnos a esta relación a distancia, pero ansío el día en que termine sus estudios y regrese a la ciudad conmigo, creo que entonces no lo dejaré salir del departamento en mucho solo para reponer el tiempo que hemos pasado separados.

—Pero amo que lo hicieras —contesto al fin y luego de un nuevo beso lo veo servir el vino.

Tomamos asiento en el suelo de madera, justo frente a la chimenea y no sé ni cuánto tiempo pasamos hablando porque cuando estamos juntos, el tiempo vuela.

Adoro escuchar cada una de sus anécdotas universitarias, más aún por ser algo muy distante al arte o la natación que solían ser lo principal. Desde que nos sorprendió al decidir estudiar agronomía, me pierdo escuchándolo porque es increíble cuánto ha madurado, ha aprendido a amar esta carrera que en un principio solo tomó para fastidiar a Cory.

Recuerdo el alboroto que armó el Minion al conocer esa decisión de estudios y cómo me suplicaba hacerle cambiar de parecer, pero ni modo, todos nos adaptamos. Dios, de verdad he extrañado compartir estas risas con él.

Jalo con fuerza su brazo para obligarlo a sentarse entre mis piernas y así abrazarlo por la espalda, ante el cálido crepitar del fuego. Entierro mi rostro entre sus alocados rizos, largos como tentáculos, creo que si Rob lo ve, le obliga a cortarlo.

—Sabes, niño, amo tenerte así; pero tu cabello en mi cara sigue siendo un fastidio —le digo con ironía y justo como lo pensé, su respuesta es un codazo a mi pecho—. Te adoro.

—Yo a ti, Hércules.

Acomoda su torso para poder girar un poco, entonces sello sus labios con los míos. Amo esta sensación que su solo calor me produce.

—Gracias por venir aquí —susurra en mis labios.

—No tienes que decirlo, si no podías ir en San Valentín, pues tu San Valentín vino por ti.

—Eres un idiota, pero así te amo. —Vuelve a besarme—. Feliz San Valentín, Hércules —de nuevo susurra.

—Feliz san Valentín, niño.




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Y así finaliza este especial mes del amor 2022, espero les haya gustado💖

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