ESPECIAL: Por alguna extraña invitación...
—¡Será divertido! —exclama entusiasmado el chico de mirada huidiza mientras intenta convencer al joven pelinegro a su lado, no resulta tarea sencilla es bien sabido que a Rob se le va lo temerario en cuanto se habla de espantos.
—¿Vos estás mal de la redonda? Pelotudo, andate a invitar a alguien más.
—Rob, vamos, te aseguro que será divertido; es más, apuesto que esto es otra bromita de Rex igual que el Halloween en agosto del año pasado —suplica entre risas el chico de los ojos verdes.
—Johan, no me jodás más; por favor.
Resignado, suspira cansino al ver cómo el argentino cobarde se gira para volver a la planta superior —a toda marcha— y lo de deja solo en el salón; sin embargo, una sonrisa algo macabra aparece en su rostro ante la idea que comienza a maquinar su cerebro.
Johan sabe a la perfección el gran temor que el argentino profesa ante todo lo ligeramente relacionado a actividad paranormal, pero eso no quita el hecho de que desee su compañía en un lugar como el de la mencionada carta que, admitámoslo, tiene mucho olor a plan de Rex —ese niño siempre con sus cosas y el chico de mirada esquiva jamás le pone un límite—. En vista de que Rob ni siquiera se interesó por ver la carta, Johan decide hacer otra invitación, esta vez a algo que con seguridad llamaría la atención del argentino, conserva solo un dato de la misiva anterior: domicilio.
Al culminar su falsa invitación, intenta controlar el terrible ataque de risa que amenaza con ponerlo en evidencia y decide darle alcance a Rob para entregársela.
—¡Idiota, también te llegó esto! —le grita. Lanza el sobre al abdomen del argentino quien permanece recostado en la cama y con los auriculares pese a la intromisión de su amigo.
El chico se incorpora de golpe al notar quién remite, pero la emoción en su rostro es casi palpable una vez ha leído el contenido de la carta.
—¿Lo ves, pelotudo? Por cosas como estas es que no puedo ir con vos a una casita del horror. —Johan lo observa atento, intenta lucir todo lo extrañado posible sin estallar en carcajadas—. Brat Lee y Xun Fa, protagonistas de mi novela china favorita, vienen a la ciudad y soy uno de los influencer electos para participar en primera fila del evento.
—Supongo que eso es genial —expresa Johan, cabizbajo, con esa fingida tristeza en su tono digna de un premio Oscar.
Este chico es malo cuando se lo propone, pero su lastimera imagen no pasa desapercibida para el argentino quien se apresura a levantarse e ir con él.
—Boludo, ¿Y si te venís conmigo? Yo sé que querés horror y misterio, pero ya que a vos no te gusta mi telenovela china, seguro que será una convención del horror para vos. —El rubio muestra su mejor sonrisa de agradecimiento al asentir en silencio.
No hay duda de que el chico de rizos dorados es un bromista malvado, parece que pasa mucho tiempo con ese niño gánster.
De cualquier forma, llegado el día, el dúo dinámico se pone en marcha hacia la reunión de fans, alias: casa de los espíritus. Robert como buen asesor de imagen e influencer reconocido que es, sale preparado con su mejor estilo bad boy, mientras que Johan opta por su típico look básico medio gótico y esas converse negra que no hay forma ni manera de quitarle. El modelo no para de quejarse sobre el aspecto tan anti “chic” de su amigo, pero... ¿qué esperaba? Johan apenas y sabe usar una camiseta.
La voz de mujer robótica en el GPS anuncia la llegada al destino; sin embargo, para el fan número uno resulta hasta desabrido el lugar. Se supone que en este sitio se dará un gran encuentro entre figuras públicas de la televisión e internet, no es posible que esta solitaria casa sea propicia para tal evento. El argentino vuelve a revisar la dirección en el sobre, la compara una y otra vez con los datos de su GPS como si con eso mágicamente lograra dar con algún error. ¿Qué no ve que el rubio a su lado está al borde de un ataque de risa? Aprieta los labios para contener las burlas, cada una de sus facciones grita: “caíste”.
—Rulo, pero no entiendo, ¿vos acaso ves el error?
El rubio ya no puede aguantarse y estalla en carcajadas, se ríe tanto y con tal fuerza que su estómago pide a gritos clemencia, es el ataque de risa más violento que haya podido darle. Cuando Robert comprende lo que ocurre, empuja al rubio, molesto, y trata de regresar a la motocicleta, cosa que no consigue ya que Johan lo jala del brazo.
—¡Pelotudo, soltame, yo me rajo!
Las risas y forcejeos continúan, parecen un par de mocosos, y la peor parte es que no les importa hacer semejante espectáculo en pleno patio, ante la vista de cualquier transeúnte.
Tendré una larga conversación con el bromista esta noche. ¿Noche? ¿A qué hora ha oscurecido? El par de niños deja los forcejeos cuando escuchan el rechinar de una puerta abrirse despacio y ambos voltean a ver.
No hay ni una sola luz emanando desde el interior, tampoco ha salido persona alguna. El par de jóvenes traga grueso ante la incertidumbre, entrelazan fuerte sus brazos y sienten los corazones como un redoble de tambor, muy rápido y fuerte, incluso puede escucharse sin necesidad de estetoscopio.
A pesar del pequeño susto, Johan vuelve a tirar con fuerza de Rob para guiarlo hacia el interior, poco a poco, pero cuando están a punto de entrar, el argentino vuelve a transformarse en roca.
—Andá vos, yo te espero acá.
—Rob, ya estamos aquí, ¡no seas aguafiestas!
—Pelotudo, yo no voy a entrar.
—Rob, vamos.
—¡Ya te dije que no, pibe!
—Y yo dije que ya estamos aquí.
—¡Y yoo les diiiigo paaaaasen!
Una espeluznante voz suena desde el interior y les eriza la piel, decir que el miedo cala hondo es quedarse corto, el par de amigos da un salto acompañado por un aterrado grito. El trepidar en sus cuerpos es notorio, sin embargo, puede más la curiosidad en Johan, así que hace caso omiso a las peticiones y suplicas del otro cuando decide arrastrarlo hacia el interior.
En cuanto atraviesan suficiente el umbral para dejarlo atrás, un sonoro portazo de nuevo los vuelve a asustar; la penumbra del lugar es solo ofuscada por leves destellos que ingresan desde el exterior a través de ranuras y uniones entre los maderos que recubren las ventanas.
A diferencia del Halloween en agosto, esta noche el chico de los ojos verdes porta su celular y lo utiliza para alumbrar el entorno. Ven algunos muebles viejos, los sillones están cubiertos por polvorientas sábanas, telarañas cuelgan por doquier y el olor a moho permanece impregnado en el aire. La escena parece sacada de alguna película de horror.
Conforme avanzan por el lugar, sienten que el frío es cada vez más notable, el argentino desea dar marcha atrás, pero el rubio, pese a cada extraña sensación, quiere seguir adelante. Siente miedo, sí, pero su cerebro le pide buscar una explicación lógica para esa voz fantasmal de la cual no han vuelto a escuchar nada.
La débil luz del celular los guía hacia lo que parece la cocina, pese la oscuridad puede notarse el mal estado en encimeras y gabinetes, el olor a moho y suciedad se percibe aún más en esta área mezclándose a la vez con algo metálico, pero no hay más tiempo para detallar dicha zona, pues lo que la linterna acaba de alumbrar es el cuerpo enorme de alguien que parece estar cubierto por un delantal ensangrentado y que al verse descubierto suelta un grito demoniaco mientras bate su hacha carnicera de lado a lado.
Los chicos corren y se tropiezan uno con otro, también con todo a su paso, los gritos no se hacen esperar, el carnicero gordo va tras ellos empuñando su hacha, pero es llegar a la salida para darse cuenta de que no podrán abandonar el lugar; la cerradura está deshecha y además la puerta parece herméticamente cerrada.
—¡Pelotudo, te dije que no debíamos venir! —vocifera aterrado el argentino mientras golpes la puerta sin cesar— ¡Auxilio!
—Rob, tranquilo, vamos a salir. —No deja de repetir el chico de mirada esquiva.
—¿Cómo estás vos seguro? —inquiere envuelto en llanto y se voltea para encarar al rubio; en ese instante un flash es disparado frente a él, cegándolo por lacónicos segundos.
El ambiente se inunda con risas y burlas y es en ese momento que el argentino, ovillado junto a la puerta, se atreve a abrir los ojos para encontrarse todo completamente iluminado. De nuevo cayó, otra maldita broma terrorífica le han jugado. Ve a Johan y el pequeño Rex chocar los puños entre risas y empieza a sentirse estúpido, da un respingo cuando ve al sujeto que los perseguía, pero suspira aliviado en cuanto Ray se quita la máscara, muerto de risa.
Sabía que esto olía a broma de ese niño.
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¡Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜❤️! Espero que disfrutaran esta cosa😅🙊🙈
Como cada miércoles en Wattpad world en Facebook, hacen dinámicas relacionadas con los personajes, hoy propusieron está:
Y la verdad tan pronto la leí, se me ocurrió esta cosa con este par😅😆
Nos vemos lueguito❤️😘
Actualización un año después: lo sé, es sábado, pero al chingo😂 espero que les haya gustado este pequeño especial😂
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