Un recuerdo

—Ichimatsu-san, tome su café antes de que se enfrié.— Reía tal y como la viva imagen de un colegial, pura, tan llena de problemas hasta la cabeza. Así veía Ichimatsu a su abogado, frente a el, sirviendo en una taza café y luego leche.

No sabia si aceptarlo realmente, cualquier cosa podría tener lo que le habían servido. «Sería un mal agradecido si lo rechazo... el ha hecho mucho por mi, debo aceptarlo» pensó, «más te vale que no esté envenenado, Kusomatsu. Porque si no, te golpeare»; agregó. Tomo con un pequeño temblor de manos, aquel café y dio un tímido sorbo—, delicioso —admitió con un poco de espuma sobre sus labios.

Pero esas palabras parecieron ser mas que un halago, para ese hombre de justicia. Su sonrisa brillaba de felicidad, y en algún momento pareció tener joyas extravagantes en vez de ojos. Frente del enfermero, parecía haber un hermoso cuadro del pasado olvidado. Un latido rebelde salio de su corazón, y un rubor que lo invadió. 

—¡Me alegra que te haya gustado! Hace tiempo no cocinaba y no sabia si aun conservaba el toque. —Observaba con gusto la expresión de su huésped—. Pero debo volver a la habitación, no se va a ordenar sola. — Se marchó, dejando su cocina, solo con el eco de la respiración de Ichimatsu.

«¿Que va a ordenar? Esa habitación, no tenia casi ni rastros de polvo» se decía en su cabeza. ¿Tal vez era una de esas personas obsesionadas con la limpieza? De todas formas no importaba, disfrutaba ese café con un sabor especial, no sabía que era, pero era relajante y le hacía sentir en paz... como si fuera un remedio para dormir.

Y eso lo asustaba.

Aunque le aterraba, el ambiente le estaba atrayendo con gran carisma y le iba condenado a la dulzura que este le mostraba. Costaba creer que antes esa misma boca que escupía palabras llenas de cariño, pudiera gritarle y amenazarle, como si tuviera la autoridad para hacerlo. Tomo otro trago de su café, siendo aun presa de su fuerte aroma y sabor bastante familiar.

—¿Que edad tendrá?— Ahora se lo preguntaba. Parecía bastante joven, ¿veinte años? Seguramente, no parecía mayor de treinta como el—. Ya estoy bastante viejo, y seguiré envejeciendo; — río—. Seria un buen final morir de viejo. Sin dolor, y solo. Nada de lágrimas y con un gran silencio. No suena nada mal.

Su respiración se volvía cada vez más lenta y pausada, daba grandes suspiros, «¿aún tengo sueño?» se pregunto. Bueno, solo habían pasado dos días, aun no podía dormir tranquilo, era comprensible.

Miro su reflejo en el líquido café. Grandes y oscuras ojeras se podían notar, y su mirada prácticamente muerta. Parecía un criminal a simple vista, y de todas formas Karamatsu creía en el. No lo dudaba, lo gritaba y aseguraba, era imposible no tenerle algún tipo de aprecio, pero no lo admitiría. Su propia conciencia no lo dejaría.

—Da un poco de miedo, pero supongo que es alguien de quien fiarse. Espero no... —murmuro— ¿eh? Tengo mucho sueño...

No completo sus palabras, y en contra de su voluntad ,nuevamente, era presa de un profundo sueño, seria su siguiente día en el mundo del dormir.

Una sonrisa se dibujo en un rostro alejado, y se mantuvo ahí unos momentos antes de avanzar. Miro hacia un lugar fuera del alcance, para luego, clavar su vista sólo en el adulto dormido.

Con voz grave, que buscaba no despertar del forzado sueño, respondio: —tengo 26 años, Ichimatsu-sensei. —Beso esos cabellos desordenados, y luego dejo caer su rostro en ellos—. No te puedo dejar ir. Tu no me dejas, my love.

En su sueño, su vida si que le estaba jugando una mala pasada, si esto fuera algún juego, de seguro ya habría perdido. Sin embargo, aun seguía ahí respirando y como una maquina produciendo dióxido de carbono cada segundo; dormía, pero lo sabia. No podía procesar coincidencia tras otra; primero el café y ahora esto. Acaso ¿era el? No. Era imposible, el debía estar en grandes reuniones y importantes contratos, teniendo una hermosa novia y buenos amigos apoyándolo. ¡No un abogado! No tenia lógica ¡Era imposible! ¿Por que tenían que arrojar alguien igual a el? ¿Por que demonios, debían sacarle en cara un error del pasado? Ah... toda la vida escapando para ser acorralado por una injusticia; y ahora el mismo se ahorcaba en su misma cabeza, en un simple sueño.

Recordar el enfermo que era. Que gracioso, es un enfermero en toda la palabra... y estaba mas enfermo que sus propios pacientes. Ahora que tenia que enfrentar una acusación tan injusta, y justamente le estaban protegiendo de una forma tan extraña. Le dolía.

Ahora los necesitaba, quería a sus gatos con el. Su cariño ¿donde estaba? Ni en sus sueños aparecían... Los quería y dependía de ellos, aun si, sus cuerpos sólo eran recipientes llegando a su fecha de caducidad.

—Ichimatsu-sensei ¿aun no me reconoces?— murmuro Karamatsu, tan bajo que pareció nunca pareció haberlo dicho.

—Cho...— ese nombre ¿de quien era? Tenía un lago de recuerdos olvidados y mezclados, a excepción de ese nombre, que era claro como el agua, aunque sin dueño aparente.

—¿Cho? Me llamo Karamatsu. Ichimatsu-san, no se confunda...—tomó un poco de aire—. Por favor...— pidió, aunque sonó mas como una súplica.

Lo tomo en sus brazos, cargando con todo el peso que su cuerpo llevaba y con el cuidado de que no se cayera. «Mi preciado Ichimatsu, dormirás un tiempo. Solo lo necesario». Pero a pesar de eso, en un descuido la mano del soñador boto la taza, aún con café. Luego lo debía limpiar.

Camino por el pasillo hasta la habitación, donde Ichimatsu vivía. Prendió la luz, y miró el interior—. Todo is perfect —ya no había rastro de nada. Absolutamente nada. Ni un solo pelo de ese intruso anterior se hallaba.

Con delicadeza dejo caer el cuerpo sobre la suavidad del colchón, y con tranquilidad cambio sus ropas, observando que ninguna herida marcará en ese blanco lienzo. Con un plumón marco, el corazón y la parte baja de la clavícula, y dejó su última marca en su espalda, donde escribió una fecha. Por último se apresuró a poner nuevas ropas y taparlo por completo con las sábanas. Por lo menos no se daría cuenta en un tiempo.

—Ya debería llamarlo —saco de su bolsillo el número de ese policía, y miró su teléfono unos segundos, pero luego sólo sonrió con un poco de malicia—. ¿Aló? Si, soy yo.

...

—Uhm... Otra vez estoy aquí.

Se acomodo como pudo, el sueño aún no le dejaba del todo. Observó la habitacion como la primera vez, seguia exactamente igual, lo mismo con su ropa al igual que el aroma.

Dio un pequeño suspiro, revolvió todo su pelo y paso sus manos por la cara cansado—. ¿Cuando me volví a dormir? Vamos Ichimatsu, recuerda... Despertaste, fuiste a la cocina y bebiste un café.— ¿Donde estaba el fallo? Pensaba que estaba mal, era extraño dormir de nuevo después de tan poco tiempo de haber despertado. De ser así... El café, solo podía ser el café—. Ese sabor familiar ¿eran somníferos? —¿Cómo no se había percatado?— Demonios... Esto esta mal.

No tardó mucho en buscar sus cosas, pero no estaban, ni siquiera su celular. ¿Las habia guardado en otro lugar? ¿Por qué? Había bajado demasiado la guardia, ¿que pasaba si estaba en la guarida de un gran monstruo? El solo era un gato que fingía no sentir, un mentiroso y abominable animal que buscaba consuelo.

«¡Maldición! ¿Ahora que hago?... tengo que irme, y rapido» pensaba mientras se levantaba suavemente, sin causar ningún ruido que lo delatara.

Lastima, el abogado se había adelantado a sus planes.

—¡Oh! Ichimatsu-san, despertó a tiempo. Ya es hora de comer.

—No, yo me largo.

—¿Por que? ¿Acaso no está comodo aquí?

—No importa, solo me voy.— Fue rápido y no permitió que esa conversación se alargará más. Ya no resistía otro segundo ahí, escaparía. Aún podía hacerlo, sin daño o dolor.

Karamatsu no aguanto y se aferro a su cuerpo, en contra de su voluntad. Se quedó de piedra, ¿por que se aferraba a el? Trato de arrojarlo lejos de el, de separar ambos cuerpos y olvidar el calor. Esta situación... esa cara similar «maldición, no otra vez...». Brazos que lo tenían prisioneros de la nada, y un agarre desesperado por no dejarlo ir. Es como si el fuera: —Choromatsu.

Se torció un poco la expresión en el abogado y al ver un pequeño llanto en Ichimatsu, paro.

—¿Eres Choromatsu?— Ahora se daba cuenta de la idiotez que había dicho—. Tú, ¿quien eres?

—Soy su hermano.— Sonaba algo avergonzado por haberlo confesado. Tal vez, sentía una vergüenza por ser confundido más que ser descubierto.

—¿Hermano? Acaso... acaso ¿fue el quién te contacto?

—Si, pero esta ocupado con el hospital. Por eso no ha podido venir.

—Entonces... los somníferos.— Ahora todo parecía encajar, a su modo, pero lo hacía.

—Me pidió que te los diera para que durmieras bien.— Saco de uno de sus bolsillos la botella con las pastillas.— Te di pequeñas dosis, es bastante recomendada pero tiene un sabor y olor bastante fuerte, por eso te las mezcle con el café y leche.

Ahora si que había caído bajo. Se dejó llevar por falsas sospechas, y solo hizo que una persona que buscaba ayudarlo, se sintiera como un criminal. ¿Cómo podía ser tan insensible?

—Yo lo siento...— bajo su cabeza delatando su pena ante las palabras—. Realmente lo siento...

—Don't worry. Fue mi culpa— lo soltó y acarició su cabeza de forma infantil—. Ahora vamos a comer.

Ambos se dirigieron a la cocina, desde la habitación se sentía el olor a una deliciosa cena hecha por el abogado. Pero aún los aires de tensión seguían, aunque fuera sólo por parte de Ichimatsu.

El enfermero siguió embobado por los recuerdos de hace años, esas dos caras que tanto le visitaban esos años; como una de ellas se había ganado su corazón, al mismo tiempo de su condena.

Un pequeño maullido se escucho, pronto con el alma en mano, pensó la loca idea de que sus gatos le estaban acompañando aun muertos. Pero por mas que busco y busco, no encontró la silueta felina en el lugar—. ¿Un gato?

El contrario ni se molesto en girarse, solo evito el tema —ahora que estas mas tranquilo hablemos de tu caso.— Ni siquiera le permitió que le alegara, y fue en busca de unas carpetas llenas de documentos, al volver dejo las carpetas abiertas en la mesa, sacando los documentos mas destacadas con fotos y testimonios. 

—Estos son algunas pruebas que he obtenido que comprueban que puedes ser acusado injustamente como: testimonios de vecinos sobre tu personalidad que aseguran que eres incapaz de hacerle daño a un gato, con suerte puedes levantarte y no posees la fuerza ni siquiera para levantar un cuchillo; que tan solo eres un depresivo que solo tiene esa compañía. Por otro lado otras personas reconocen tus tiempos de salida y llegada a tu hogar, que van desde las 6:30 de la mañana, hasta las 4:50 de la tarde. Un estudiante que vive cerca tuyo, afirmo y comento que la misma mujer que te acuso a ti siempre intento deshacerse de ti y que tal vez ocupo la oportunidad para así finalmente no tener nunca mas que verte. Por lo cual podemos hacer una contra-demanda por difamación en contra de ella y que esto genero aun mas daños para tu mentalidad, por lo que podemos exigir un monto de dinero para contratar apoyo psicológico para ti. 

Se quedo en blanco y su ojos parecían dar vueltas por lo confuso que era todo. No entendió ni una sola palabra de lo dicho por su abogado, y olvido por completo —por ahora— la duda del gato—. No entendí nada. Dilo en mi idioma Kusomatsu.

—I'm sorry, pensé que sería fácil de entender. Resumiendo todo, podemos probar tu inocencia y sacar algo de dinero de ella ;— lo dijo con seriedad y una risa de trabajo. Esas falsas y muy agradables al ojo. Pero algo sonaba bien ¿realmente seria así de fácil? Y ahora que se había mencionado el dinero... ¿cuanto le cobraría?

—Puede que sea algo tarde preguntar esto, y sonare tal vez como idiota, aun así lo haré. —Apretó sus manos en busca de botar sus nervios—. ¿Cuanto debo pagarte?  

Una cara neutra se fijo en Karamatsu, no mostraba absolutamente nada y se atrevería decir que parecía una marioneta, vacía y sin algo que le llenara. Este mostró la intensidad del color de sus ojos cerúleos en su mayor esplendor, y pronto una risa distorsionada escapo de sus labios, que espanto al silencio. —Oh, así que ¿quieres saber? Ichimatsu-san. Te digo de inmediato que mis servicios siempre han sido de lo mejor y caros a su modo. Porque yo nunca he perdido un caso.

—Sólo escupelo de una vez.

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