Primera conversacion

Le habían encerrado en una habitación en la comisaria, que solo tenia dos sillas y una mesa que ocupaba la mayor parte del espacio del lugar, y sus paredes eran solo grises. No le habían dejado explicarse de algún modo. ¿Como diablos se suponía que se pudiera defender? Solo tenía desesperación que trataba de hundirlo.

 Y de pronto su voz se perdió en el vació.

Nadie lo escuchaba. Acaso aquellas personas que se hacían llamar justicia, ¿eran sordas? Solo escucharon unas pocas palabras, y el resto, fueron sus ojos; los únicos jueces absolutos. Le culparon sin nada concreto, solo el testimonio de aquella vecina chismosa que era presa de preguntas que respondía pensando solo en ella. Estaba consiente de ese odio guardado por años de convivencia, pero nunca creyó que tanto odio daría frutos en mentiras que lo podrían llevar a la cárcel. El no merecía compasión, lo tenía claro... pero tampoco merecía ese castigo. ¿O realmente lo merecía?

—Ichimatsu-san, ¿me escucha?  

Esa voz, de ese hombre con corbata chillona, le llamaba con tranquilidad pero notaba su pequeña preocupación en la pregunta. Ya estaba siendo una molestia. Solo ese pensamiento, suficiente para que se percatara de que no podía ser una carga, pero su cuerpo se alarmo por la misma. Lo miro, después de todo aun mantenía los modales de cualquier civil; y halló una sorpresa. Esos ojos que le observaban con algo de dulzura, estaban nublados por un errático sentimiento... Sin duda dentro de ese traje, se escondía un secreto que era mejor no averiguar. Pero si no estuviera en esa situación, Ichimatsu estaría cayendo en un seguro flechazo por el abogado. Pero su cabeza no le dejaba pensar con claridad, llenaba su mente con palabras hirientes hacia su propia existencia. No era el momento, ni el lugar adecuado para que un falso amor llamara a su puerta, aunque el podría ser un perfecto sustituto, no existía nada en el mundo que pudiera cambiar su humor. ¿Quien podría estar calmado? ¿Algún optimista con gran autoestima? No, ni siquiera un idiota sin cabeza estaría bien. Porque una perdida siempre duele, ya sea pequeña o grande, deja un vació de todas formas. ¿Como llenas algo que nunca debía robado? 

Solo queda: una herida que espera que a ser sanada, y un hueco que pide ser llenado.

—¿Mister Ichimatsu?— nuevamente lo llamo. Corrió un poco la silla y la acerco hacía el, sentándose en pocos segundos al lado de su cliente. Tomo la mano sobre la mesa, con una extraña confianza, y le obligo a mirar su cálida mirada. El abogado estaba rompiendo una costilla al culpable del caso y su espacio personal de paso—. Todo estará bien —aseguro posando su mano en su cabello. Ichimatsu ya garantizaba que su abogado lo mataría antes que el pudiera aceptar o se negara a sus servicios.

Tal vez la perdida tan desgarradora de sus compañeros de vida le daba un humor de mierda, o era que ese abogado de cuarta, le había obligado a llenarse de mas rabia. Esa mirada mas desagradable de su vida era el mayor problema—. Mira Kusomatsu —no tuvo ningún remordimiento en insultarlo—. No estoy en las mejores condiciones para que me vengas a joder con esas miradas que solo provocan nauseas... ¿si? —Con brusquedad, aparto la mano aun mas grande que la suya. Se alejo de el, y hizo crecer la distancia entre ellos.

—¿Kusomatsu?... Al parecer sigue igual.— Murmuro tan bajo, que los pobres oídos del sombrío acusado no fueron capaces de escucharlo. Con decisión volvió acercarse a su cliente y atrapo ambas manos ajenas, ahora con mayor fuerza, no escaparían otra vez—. ¡No se preocupe Ichimatsu-san! ¡Usted no tiene nada que ver en esto!— Esas palabras desbordaban pequeñas luces de esperanzas para el enfermero, que rápidamente se apagaron al caer en la realidad. Y solo la que el creía.

Aquella seguridad que le trasmitían el calor de las palmas, le eran tan tentadoras para entrar en el juego de: todo estará bien. Lastima que fuera un hueso duro de roer, y que la desconfianza era lo que mas destacaba en el. No pudo creer por mas que deseara, en esas hermosas palabras que tenían un sabor amargo—. Es increíble creer que tu seas un abogado, tsk... —lo señalo—. ¿Como demonios te dejaron serlo? No todo saldrá bien por que lo dices niñato, siendo tu trabajo demostrar la verdad de gente ajena, deberías saber esto mejor que yo.

—¡Pero usted no fue! Apuesto mi vida por que es la verdad.— Esa estúpida confianza para el carácter del enfermero, era como un golpe bajo. Tan hipócrita... muy parecida a una que en el pasado pudo apreciar; se maldijo por recordarlo nuevamente. Debía ser un completo masoquista por pensar cada segundo en ese estudiante.

—¿Y por que estas tan seguro?— Le cuestiono.

Una O se formo en los labios en el de traje azul, para rápidamente transformarse en una juguetona risa llena de narcisismo—. Solo lo se, Ichimatsu-san.     

—¡¿Como que solo lo sabes?!— No, simplemente el no podía fiarse así de fácil ¿que solo lo sabe?¿Acaso es adivino? ¡Cuando ni siquiera estaba en el lugar cuando sucedió! 

Tomo sin aprecio alguno por la vestimenta formal o la gente que pudiera escuchar fuera de la habitación. Estrujo la corbata, dejando arrugas con la forma de sus dedos. Obligo que sus ojos ya desbordados de lagrimas llenas de dolor, se conectaran con la mirada de color cerúleo—. ¡No hables idioteces! —Tanta esperanza barata... ¿se supone que iría parchando las grietas? Para luego ser desbaratada cuando no lo podría defender. No caería ¡No debía caer! No cometería el mismo error de nuevo... confiar en alguien, era solo abrir la puerta para que hirieran su frágil corazón. Bastaba un solo golpe, para que ya no pudiera volver a recuperarse.

Que fastidio, el solo respirar del contrario era un fastidio. ¿No se callaría nunca? Si tan solo cerrara esa boca, todo estaría bien. Si no lo hacia el... lo haría callar a la fuerza.

—Ichimatsu...

Al escuchar eso, su cabeza dejo todo pensamiento lógico. Solo deseaba que las palabras de Karamatsu se esfumaran, y que le dejaran en paz. Y por ello, dio un golpe cegado por sus propios anhelos egoístas. No era fuerte, ni tenía el deseo de dañar, solo... quería tener silencio, y esa la clara muestra de que no era momento de hablarle. 

Detuvo con sus manos la posible agresión contra su persona—. Por favor cálmese...— pidió con una calmada risa dibujada en sus labios. 

Aparto el contacto entre ambos y arreglo su corbata con gran diligencia, no le tomo mucho trabajo sin dudas, todo con aire tranquilo y cortés. Ahora si parecía un hombre de su clase. ¿A donde había ido ese chico con mirada dolorosa? El quería sin dudas apaciguar los aires entre ambos, mas, solo conseguía volver un desastre el temperamento de su cliente. ¿Que debía hacer? No tenia la respuesta clara, si tan solo pudiera saber cual el mayor remedio para sus penas, pero no podía averiguar cual era esa medicina. Tendría que recurrir al plan de emergencias, después de todo no podían hablar si le seguían gritando o insultando. De ese modo, no podían tener realmente una conversación.

—¿¡Quieres que calme!? ¡No me jodas!— Trato de plantar otro golpe en esa idiota risa que solo le ponía histérico. Sin embargo, fue detenido con facilidad y ahora la sonrisa calmada parecía que le iba a devorar. Sentía un miedo inexplicable, cualquier movimiento de el parecía una amenaza contra el.

—Dije que se calmara.— Su voz gruesa y potente, se hizo aparecer de su boca. Era eficaz y daba los resultados esperados. Si ser suave no ayudaba... tendria que recurrir a otro método. Pero rápidamente esa faceta suya desapareció y se inclino en disculpa—. ¡Lo siento! No era mi intención solo... Por favor cálmese— una boba cara ahora tapaba la anterior. Era impensable que podía cambiar tanto de un momento a otro. 

—Esta bien... lo siento. Pero solo cállate.

Una gran idea surgió en su cabeza, y antes de que el enfermero dijera algo mas, salio de la habitación con rapidez. Volvió en menos de un minuto, con un café con leche entre sus manos—. Debe tener sed ¿no? —Tenia una buena presentación y el olor le dejaba con la gran expectativa. No podía negarse un buen café.

—Gracias...— tomo un pequeño sorbo con timidez, y sin duda era un delicioso café, pero algo le llamaba la atención tenia un sabor algo nostálgico, y también... ¿por que le agregaría leche? Normalmente le darían solo café. ¿Tal vez solo le estaba dando muchas vueltas? Si debía ser eso, solamente la muerte de sus gatos le estaba volviendo loco nada mas.

—¿Ah?... 

Sintió un pequeño mareo, sus manos fueron incapaz de seguir afirmando la taza y esta se rompió en el piso derramando todo su contenido—. E-el café...— ya no podía ver bien cuando había dicho esas palabras. De pronto ya no sentia su cuerpo y su respiración se volvió mas profunda. Caería a dormir en cualquier segundo y así lo hizo, ya estaba en los brazos del abogado que lo atraparon dulcemente. Lo ultimo que logro ver, fueron el movimientos de los labios del abogado, no entendió su mensaje pero... su cuerpo le decía: huye.

—Duerme my cute cat, yo te cuidare no te preocupes.— Beso con delicadeza el pelo todo desordenado del contrario—. Ha sido un largo tiempo desde la ultima vez. Esta vez no te dejare ir...

—Disculpe— la voz de un joven policía, intervino. —Veo que el señor Ichimatsu esta dormido. Su abogado ¿es usted?

—Si soy yo, Choromatsu Matsuyo. —Regalo una de sus mejores sonrisas a ese policía. No parecía tener mucha experiencia tratando con abogados, o con los acusados mismos. Pero le respondió con una pequeña sonrisa un tanto tierna.

—Vengo a avisar que el Ichimatsu-san puede retirarse. Hasta el momento no hay pruebas que lo acusen como el verdadero culpable, la mujer que puso la denuncia la retiro. —Saco un lápiz de su bolsillo, y sobre la mesa en un pequeño papel, escribió su número telefónico—. Pero de todas formas el asesinar mascotas domesticas es un crimen que se paga con 6 a 18 meses, y siendo uno de los pocos sospechosos que tenemos, tendrá que ser vigilado hasta que todas las investigaciones hayan acabado.

—¿Esa mujer no estaba firme con su declaración?— La curiosidad le llamaba.

El joven le miro con sus ojos rosas cansados y lanzo un suspiro. —Nosotros también nos sorprendimos, pero al parecer vino un hombre con un gato en mano y regaño a la mujer. Ella estaba muerta de vergüenza y confeso la verdad. —Dejo el papel sobre la mesa y se retiro.— Que tengan una buena noche.

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